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septiembre 30, 2019

Pareja perfecta

Fotografía de Adam Ekberg
Un verano de finales del siglo pasado, nuestros señores de la casa, decidieron llamar a los empleados de una empresa de mudanzas, con el fin de desalojar la vivienda de una rápida tacada. Lo tenían muy claro, había llegado el momento propicio de cambiarse a otra vivienda más amplia y con mejores comodidades, situada en una zona residencial, y donde la naturaleza se mostraba exuberante; el aire estaba repleto de oxígeno y se podía practicar footing tranquilamente, bordeando los setos que delimitaban el acceso a las zonas ajardinadas o de esparcimiento repartidas por toda la parcela.

Aquel traslado produjo tal revuelo y desesperación, entre sus «habitantes», que muchos de ellos empezaron a sufrir infecciones por carcoma, que les dejaban sus huesos corroídos de serrín. Fueron frecuentes, los inconcebibles trastornos del sueño, que padecían las arañas de cristal de Bohemia, pendientes sus vidas de un hilo colgado en el techo y que de noche parecía ahorcarles. Los antiguos relojes sufrían infartos, debido a las constantes pérdidas de coordinación de sus péndulos que, agotados, exhalaban su último tictac. Las cortinas en su alocada carrera se abrían y cerraban sin motivos aparentes. Hubo algunos suicidios involuntarios, cuando los encargados de la mudanza no tuvieron en cuenta el frágil estado mental de algunas figurillas de porcelana, que al menor descuido, caían al suelo decapitadas.

Nuestros «amos» les conminaron a los empleados, que a nosotros nos dejaran tranquilos en aquel sitio, donde apenas se filtraba la luz, y la melancolía de otro tiempo rebotaba contra las paredes imitando una pelota de ping-pong.

La atmósfera que nos envolvía era más bien tenebrosa y sepulcral. Diríase, que estábamos destinados al olvido, dentro de aquellos muros cuarteados por la humedad y el discurrir de los años. Quizás se nos había apartado del resto por desuso, convirtiéndonos en rehenes de una eterna condena.

Cuando todo aquel bullicio y empaquetado finalizó, dando paso al silencio, nos dimos cuenta de que éramos los únicos supervivientes de la casa y que, en medio de la soledad, nuestra mutua compañía sería de ahora en adelante la única esperanza.

— Ya ves, de nada nos ha servido sujetarles las posaderas a nuestros amos y aguantar más de un mal aire con dignidad.

— Sí, querida, de nada nos sirvió cargar a nuestra espalda con su peso y ofrecerles acomodo o guardarles sus secretos más comprometidos.

— Nunca perdimos la compostura, aunque nos desplazaban por el cuarto a su antojo. Hasta incluso nos situaban a uno encima de otro, ya sabes cómo son los humanos, siempre pensando en lo mismo. En cambio, nosotros «sin comernos una rosca».

— Se han llevado a todos nuestros familiares: los sillones de orejas y los del despacho, los sofás y tresillos, las sillas del comedor y de la cocina, los butacones del dormitorio, las mecedoras de la terraza, los taburetes de la cocina y de los cuartos de baño…

— Nos hemos convertido en la pareja perfecta. Empecemos de cero a crear una nueva generación. ¿Qué tal si ahora, que nadie nos ve, nos dejamos arrastrar por el deseo y la pasión?

— Probemos esas posturas imposibles que hacen los humanos, cuando se suben encima marcando el ritmo según sus gustos y pasiones… Venga ahora, ponte tú arriba y luego cambiamos, encima, debajo, hacia un lado o hacia el otro… ¡¡¡Mira que si nos aparece una trona!!!

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

septiembre 23, 2019

Las gafas mágicas



En cierta ocasión, estando don Evaristo Midas sentado en su escritorio, haciendo figuras de papiroflexia para combatir su aburrimiento, le interrumpió su hábil y coqueta secretaria, con la comedida intención de recordarle, que había un desconocido cliente esperándole, a lo que él le aconsejó, que le hiciera pasar a su despacho.

—Me llamo Armando Guerra, encantado de conocerle, don Evaristo —le saludó dándole un cordial apretón de manos y mostrándole en todo momento su mejor sonrisa, añadiendo a continuación —estoy aquí para entregarle este paquete, que a su vez, alguien de su entorno me lo ha dado, con el fin de que se lo haga llegar a usted.

—¿Puedo preguntarle la identidad de esa persona que le ha dado el paquete?

—No estoy autorizado para decírselo. Únicamente me ha pedido que no lo abra hasta que yo me haya ido.

—¿Y si le entrego una importante suma de dinero, me lo dirá?

—No, no admito sobornos de ningún tipo. ¡Hasta la vista, un placer haberle conocido! —dando un resoplido, Armando se incorporó y desapareció por la puerta.

Entonces, don Evaristo le indicó telefónicamente a su secretaria, que de momento, no estaba disponible para nuevas visitas, hasta que se lo indicara. Luego cogió el cortaplumas, rasgando la parte de la cinta adhesiva que lo recubría, y lo abrió, mirando con curiosidad en su interior. Allí había unas gafas y un sobre cerrado.

Se trataba de un dibujo garabateado por su hijo y que su profesora lo había introducido en aquel sobre. En el reverso pudo leer una frase: «Con estas gafas podrá ver como perdió el tiempo, la salud y el amor de los suyos por el dinero. Ahora puede recuperar esos dones aunque tenga que perder todo su dinero».

De forma espontánea, comenzó a visualizar una vertiginosa sucesión de imágenes, comparables a flashes atrapados en su memoria, que poco a poco se liberaban para mostrarle instantes de su pasado: la boda con Zaira, el nacimiento de sus tres hijos, su nombramiento como asesor comercial, el trágico accidente, el funeral de todos sus seres queridos, su ascenso a director general de la empresa...
No tuvo que pensárselo dos veces, tomó las gafas y con ellas puestas desapareció su despacho, su escritorio, su secretaria... En cambio, ahora estaba en una humilde chabola junto a sus tres hijos y su mujer, haciendo canastillos de mimbre, con la sonrisa dibujada en los labios y al más pequeño subido a sus hombros.

—¿Papá, por qué nos miras así?
—¿Cómo, hijo mío?
—¡Cómo si no existiéramos!


Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados


septiembre 16, 2019

El proceso del autodescubrimiento


En esta ocasión me gustaría comenzar mi artículo mencionando a Carl Sagan, agnóstico  y ateo militante que usó el escepticismo científico como su principal impulso de búsqueda. 
Ante todo fue un científico, respetuoso con la búsqueda de la verdad y el conocimiento. En ciencia no hay verdades inamovibles ni certezas absolutas. 

Numerosos lideres espirituales, religiosos y new age le aborrecieron por desenmascarar las frágiles bases de sus creencias. Son célebres sus profundas frases: 
«Somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas. Somos el medio para que el Cosmos se conozca a sí mismo».
«La Tierra es un lugar más bello para nuestros ojos que cualquiera que conozcamos. Pero esa belleza ha sido esculpida por el cambio: el cambio suave, casi imperceptible, y el cambio repentino y violento. En el cosmos no hay lugar que esté a salvo del cambio».
 «No puedes convencer a un creyente de nada porque sus creencias no están basadas en evidencias, sino que están basadas en una enraizada necesidad de creer».
«El estudio del universo es un viaje para autodescubrirnos».
 «El cosmos es todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que alguna vez será. Nuestras más ligeras contemplaciones del cosmos nos hacen estremecer: sentimos como una suerte de cosquilleo nos llena los nervios, una voz muda, una ligera sensación… como si de un recuerdo lejano se tratase o como si cayéramos desde una gran altura. Sabemos que nos aproximamos al más grande de los misterios».
«Si alguien no está de acuerdo contigo, déjalo vivir. No encontrarás a nadie parecido en cien mil millones de galaxias».

A partir de aquí comienzo a desarrollar en qué consiste la aventura del autodescubrimiento, como un viaje que nos lleva hacia el lugar al que te diriges, que no es otro que tu propia mente, tu corazón y tu verdadero yo, así te conocerás mejor a ti como ser humano. Por tanto, su finalidad inexorable, es la autorrealización personal.

Se trata de un proceso que nos lleva a crear un concepto de nosotros mismos de acuerdo a la realidad, desprendiéndonos de aspectos sujetos a nuestro optimismo (sublimando nuestro autoconcepto) o al pesimismo (imagen negativa derivada de un estado depresivo). Por consiguiente, estamos hablando de un proceso dificil de comprender, pues para comprometerse en él debemos renunciar a esas confusas sensaciones de inmediatez e inconsciencia, que aparecen en nuestra mente en el preciso instante en el que sucede algo capaz de recurrir a nuestro sentimiento de identidad.
Para lograr dicho autoconocimiento debemos huir de planteamientos fáciles o de carácter intuitivo sobre quiénes somos.

 
Ideas fundamentales a tener en cuenta antes de iniciar esta aventura 

1ª — Las experiencias novedosas suelen ayudarnos a conocernos mejor a nosotros mismos.

Es esencial que nos opongamos al esencialismo: fundamento metafísico que defendió Aristóteles, según el cual, detrás de todo lo que es aparente y accidental está lo esencial y necesario, pero que a partir del siglo pasado ha sido rechazado por otros pensadores, pues en general hay cosas y seres que tienen esencia y otros seres y cosas que carecen de ella.
"En el pensamiento esencialista un animal es un caballo si posee la esencia propia del ser caballo. No obstante, no todos los caballos son iguales. Hay diferencias genotípicas y fenotípicas entre todos los caballos. Bien podemos denominar a un pony o a un percherón como «caballo», pero no todo el mundo estaría de acuerdo en aplicar la misma palabra al antiguo Propalaeotherium, un animal que medía 30 a 60 centímetros hasta el hombro, con unos 10 kilogramos de masa y cuatro dedos en cada pata con pezuñas pequeñas. Los  Propalaeotherium hacen parte del linaje de los caballos como lo muestran muchos rasgos dentales y del esqueleto. Pero es poco probable que una persona ajena a la paleontología le diese a un Propalaeotherium el término de caballo en el hipotético caso que se encontrase en su camino a uno de estos».

Por consiguiente, dicho pensamiento no es el adecuado, cuando queremos iniciarnos en el autodescubrimiento. No nacemos siendo una cosa y luego morimos siendo idénticos.
 
2ª — Tendencia a ocultar la verdad recurriendo a las autojustificaciones

Los humanos somos muy hábiles a la hora de crear fabulaciones sobre nosotros mismos y lo que hacemos, puesto que nos sirven para inventarnos una idea del «Yo» coherente, cómoda de memorizar y estable, aunque eliminemos parte de nuestra propia autenticidad.
 
De ahí, que para ser realmente coherentes con nosotros mismos, debemos poner atención en esos aspectos personales que rechazamos o no nos gustan y tratar de encontrar las causas que nos obligan a tener este tipo de comportamiento ante situaciones difíciles.
 
En definitiva, lo que solemos hacer es recurrir a las autojustificaciones o las medias verdades.

3ª — La ilusión del autodescubrimiento fundamentado en la introspección

Muchos creen que este proceso se basa en la introspección, creyendo que de esta forma podemos hallar capacidades mentales ocultas hasta ese instante, o dicho de otro modo, que para tener resultado positivo, hay que mantenerse aislado y en un sitio tranquilo, cerrando los ojos y concentrados en el análisis del propio fluir del pensamiento.
No obstante, pensar de esta manera es ilusorio, puesto que se basa en un principio filosófico llamado dualismo, según el cual aplicado a la psicología, mente y cuerpo son dos conceptos diferentes, lo que nos lleva a pensar, que el autodescubrimiento implica la negación del cuerpo, para centrarse únicamente en la mente, que de modo implícito tendría distintos niveles de profundidad, puesto que aunque no sea algo material, imita lo que sí lo es, pues simbólicamente tiene volumen.

El autodescubrimiento no es ensimismarse en uno mismo olvidándonos de todo lo demás, sino pararnos a analizar de qué modo interactuamos con todo lo que nos rodea en el día a día. No somos lo que pensamos, sino lo que hacemos.

4ª — Lo que opinan los otros también importa

Nadie nace consciente de lo que es realmente. Hay ciertas características de nuestra existencia que evidentemente las conocemos mejor que nadie, de forma especial en lo que se refiere a esos aspectos de lo cotidiano que nos apetece ocultar a los demás. Aunque si nos referimos a lo que somos en su totalidad, son nuestros familiares, amigos y conocidos más cercanos, quienes nos conocen y saben nuestros hábitos de comportamiento mucho mejor.

Al contrario de lo que nos suele pasar a nosotros, esas personas tan cercanas no necesitan esforzarse por apartar de su consciencia los rasgos más negativos de nuestra identidad. Suelen ser capaces de enjuiciar de una forma más neutra nuestros vicios y virtudes.
¡Cuidado! es importante no permitir que se nos etiquete y comprender, que ni el paso del tiempo ni las experiencias son motivos suficientes para podernos cambiar.


¿Qué ideas podéis subrayar o qué es lo que habéis descubierto al leerlo?... ¿Realmente os gustan los artículos de crecimiento personal o preferís textos narrativos menos complejos y que os distraigan la atención durante un rato?...
Ya sabéis que me gusta también conocer vuestras preferencias lectoras.
Gracias por llegar hasta aquí y ofrecerme la posibilidad de seguiros también. 

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

septiembre 09, 2019

¡Que te vaya bien!

Fotografía de Karolina Bazydlo
     Escondido detrás de su barba, repantigado en un lujoso y mullido sillón de piel en una amplia sala bien amueblada, estaba sentado un hombre corpulento llamativamente vestido y con facciones bastante rudas y vulgares. Se hallaba completamente ajeno a la presencia de un agente de policía situado justo a sus espaldas, por lo que le fue muy fácil proceder a su arresto.
     Apuntándole en la cabeza con su arma reglamentaria lo dejó inmovilizado mientras los demás agentes se dedicaban a inspeccionar el resto de la ostentosa mansión con el fin de detener a su mujer, cómplice y encubridora de un considerable número de presuntos delitos.
      Virginia y él habían mantenido hasta ese día una relación sentimental encubierta, pues ella estaba casada con un afamado empresario de aquella ciudad de provincias, por lo que la mayoría de la gente, jamás había sospechado que estuviera involucrada en aquellos turbios negocios del hampa, que manejaba a su antojo su actual pareja, el famoso narcotraficante El Horca.
      Cuando el narco se percató de la pistola que tenía sobre la cabeza, tuvo la destreza suficiente y sangre fría, como para realizar un acrobático movimiento, que le situó frente al agente arrebatándole el arma, en cuestión de milésimas de segundo. Luego, le amordazó con cinta americana y lo arrojó al suelo de un fuerte puñetazo dejándolo inconsciente. 
     También, pudo ver desde un ventanal de la habitación la silueta de Virginia corriendo por el jardín, como una liebre salvaje embutida en un extraño vestido blanco de novia y unas botas negras.
    — ¡Eh! ¿Te has vuelto loca?… Con esa pinta seguro que te van a detener —le gritó enfurecido y desconcertado.
    —No, mi amor, con esta pinta me confundirán con una novia despistada y loca de remate —le respondió ella con una sonrisa burlona, haciéndole un gesto obsceno con la mano y el dedo medio, levantado.
     —Si, gatita, pero déjate de jueguecitos estúpidos. Regresa y espérame en el garaje, no tardo nada - volvió a insistirle él con la cara desencajada y maldiciéndola entre dientes.
     —No, mi cuchifrito querido, estoy decidida a salir de aquí cuanto antes. ¡Que te vaya bien! —le replicó ella con una fuerte carcajada.
      —Pero mi ratoncita chiflada no hagas más tonterías y escóndete en el coche. ¡Ahora bajo! —seguía insistiendo él, mientras la veía alejarse sin poder evitar aquella separación.
     —No, mi gordi peludo, quédate ahí porque yo me abro. ¡Que tengas suerte! ¡Chao! —acabó diciéndole, mientras sus labios perfilaban una sonrisa burlona.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

septiembre 02, 2019

Saltando de un corazón al otro (micro inspirado en la imagen que lo acompaña)

Ilustración de Pascal Campion

¡Buen retorno de las vacaciones! deseo que las musas os acompañen a lo largo de esta nueva temporada bloguera y que ya estéis «vacunad@s» del famoso stress postvacacional. 
Espero continuar disfrutando de vuestra grata compañía y de la lectura de vuestras entradas, porque me duele tener que ir abandonando «nidos» ajenos, cada vez que compruebo la falta de ese diálogo, ya me entendéis. 
Cariñosos saludos y buen inicio de semana!!!

                                                           .       .       .       .       .       .       .

Los latidos inconclusos de un encuentro fortuito alteraron la melancolía de la noche, tras los cristales opacos del destino.

Nos sentamos en la mesa del momento, suspendidos en el cielo de los besos y en un lento abrazo que aproximó los recuerdos, el tiempo y la costumbre. Pronunciamos en voz alta nuestros nombres, solitarios navegantes y cómplices de nuestros cuerpos. La ternura se enredó en nuestras manos y nos dejamos caer hacia el abismo, persiguiendo la locura y la belleza.

Dos mundos agitados en un mismo paraiso, dos centinelas insomnes, dos regazos de merengue y terciopelo... Un desafío eterno en tu mirada reafirmando la certeza del íntimo suspiro que nos devora.

Tú, a un lado del camino y yo justo en el otro, evaporando las distancias, forjando un mañana poblado de sonrisas.

Cierras los ojos para verme, me tomas de la cintura y bailamos en el techo de la vida que habitamos, sin preguntas ni respuestas. Borrachos de lluvia, danzamos en los cristales que nos miran a lo lejos.

Cruzaremos juntos el horizonte que nos separa de la tierra, apuraremos la copa del ensueño, amortiguando la espera en la estación del olvido y como siempre sucede en estos casos saltaremos de un corazón al otro.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados