Se me ha ocurrido plantear esta entrada con un enfoque distinto al habitual, pienso que resultaría divertido ampliar libremente, distintos textos breves o microrrelatos, de autores famosos de la literatura universal, ya que por una parte os ayudaría a recordarlos o descubrirlos y por otra ser testigos de un original "juego" narrativo que podría resultaros entretenido como lectura. No se trata de parafrasearles sino de responder a su original escrito, siguiendo las mismas pautas literarias del género o subgénero al que pertenece. En esta ocasión Julio Cortázar utiliza el estilo surrealista o el lenguaje del subconsciente y en ese estilo le respondo con mi historia de "La osa".
Ya me contareis si la idea os ha resultado interesante o no. Además si a alguno de vosotr@s os agrada mi propuesta, pues os invito a seguir el ejemplo y hacer nuevas entradas con textos o fragmentos de autores importantes y a continuación, vuestras letras.
Ya me contareis si la idea os ha resultado interesante o no. Además si a alguno de vosotr@s os agrada mi propuesta, pues os invito a seguir el ejemplo y hacer nuevas entradas con textos o fragmentos de autores importantes y a continuación, vuestras letras.
Concretamente me he inspirado en Julio Cortázar, un autor quizás para mi gusto el mejor o uno de los que tengo más aprecio. De modo que he elegido una historia incluida dentro de su libro HISTORIAS DE CRONOPIOS Y DE FAMAS, me estoy refiriendo al Discurso del oso, que dice lo siguiente:
Soy el oso de los caños de la casa, subo por los caños en las horas de silencio, los tubos de agua caliente, de la calefacción, del aire fresco, voy por los tubos de departamento en departamento y soy el oso que va por los caños.
Creo que me estiman porque mi pelo mantiene limpios los conductos, incesantemente corro por los tubos y nada me gusta más que pasar de piso en piso resbalan-do por los caños. A veces saco una pata por la canilla y la muchacha del tercero grita que se ha quemado, o gruño a la altura del horno del segundo y la cocinera Guillermina se queja de que el aire tira mal. De noche ando callado y es cuando más ligero ando, me asomo al techo por la chimenea para ver si la luna baila arriba, y me dejo resbalar como el viento hasta las calderas del sótano. Y en verano nado de noche en la cisterna pico-teada de estrellas, me lavo la cara primero con una mano después con la otra, después con las dos juntas, y eso me produce una grandísima alegría.
Entonces resbalo por todos los caños de la casa, gru-ñendo contento, y los matrimonios se agitan en sus ca-mas y deploran la instalación de las tuberías. Algunos encienden la luz y escriben un papelito para acordarse de protestar cuando vean al portero. Yo busco la canilla que siempre queda abierta en algún piso, por allí saco la nariz y miro la oscuridad de las habitaciones donde viven esos seres que no pueden andar por los caños, y les tengo algo de lástima al verlos tan torpes y grandes, al oír cómo roncan y sueñan en voz alta, y están tan solos. Cuando de mañana se lavan la cara, les acaricio las me-jillas, les lamo la nariz y me voy, vagamente seguro de haber hecho bien.
Julio Cortázar
Soy el oso de los caños de la casa, subo por los caños en las horas de silencio, los tubos de agua caliente, de la calefacción, del aire fresco, voy por los tubos de departamento en departamento y soy el oso que va por los caños.
Creo que me estiman porque mi pelo mantiene limpios los conductos, incesantemente corro por los tubos y nada me gusta más que pasar de piso en piso resbalan-do por los caños. A veces saco una pata por la canilla y la muchacha del tercero grita que se ha quemado, o gruño a la altura del horno del segundo y la cocinera Guillermina se queja de que el aire tira mal. De noche ando callado y es cuando más ligero ando, me asomo al techo por la chimenea para ver si la luna baila arriba, y me dejo resbalar como el viento hasta las calderas del sótano. Y en verano nado de noche en la cisterna pico-teada de estrellas, me lavo la cara primero con una mano después con la otra, después con las dos juntas, y eso me produce una grandísima alegría.
Entonces resbalo por todos los caños de la casa, gru-ñendo contento, y los matrimonios se agitan en sus ca-mas y deploran la instalación de las tuberías. Algunos encienden la luz y escriben un papelito para acordarse de protestar cuando vean al portero. Yo busco la canilla que siempre queda abierta en algún piso, por allí saco la nariz y miro la oscuridad de las habitaciones donde viven esos seres que no pueden andar por los caños, y les tengo algo de lástima al verlos tan torpes y grandes, al oír cómo roncan y sueñan en voz alta, y están tan solos. Cuando de mañana se lavan la cara, les acaricio las me-jillas, les lamo la nariz y me voy, vagamente seguro de haber hecho bien.
Julio Cortázar
Respuesta de la osa:
Soy la osa de los vientos que ascienden entre los vericuetos de las ramas de los árboles, volteando los pasos por donde el aire crece y en el cómplice silencio de la noche, soy como un tambor de cedro despertando a los guardias del abismo, bajo la cúpula del firmamento, en la cual me transformo en la Osa Mayor de la galaxia.
Supongo que se han acostumbrado a convivir con mi sonora presencia, porque les mantengo limpio el ambiente, fresca la estancia cuando el calor arrecia, despiertos en su noctámbula vigilia. En ocasiones les muestro los dientes, entonces atrueno y se asustan, especialmente los niños, o lanzo huracanes como quien envía bofetadas con malas intenciones y la gente me mira con recelo o también con pánico. Adoro subirme en las frondas azules de las olas y convertirme en brisa para acariciar la arena de las playas o resbalar por los toboganes de las rocas. Me gusta bailar con mi traje evanescente de Cenicienta que cautiva al príncipe encantado y me devuelve a casa por la chimenea mientras la oscuridad me acompaña. Y en otoño soy jardinera rastrillando las hojas desmayándose en su postrer viaje a la nada.
Al llegar el invierno me gusta aullar igual que los lobos dejándome empapar por la escarcha que gotea en los tejados, ondulando mi gélido aliento como un tenue velo en los cristales ataviados de penumbra. Cuando, la humedad se vuelve inexistente, agito mi tocado de plumas, lo mismo que esas vedettes del Moulin Rouge contoneando sus caderas al ritmo de la pegajosa canción, mientras los haces de luz les acarician sus hombros y la clientela se deshace en aplausos ensordecedores.