Pages

abril 25, 2020

El cumpleaños de la abuela


Queridos amigos y compañeros:
En esta ocasión os presento una breve historia donde las emociones impregnan mis letras a través de este personaje tan entrañable con el que cualquiera de nosotros podemos empatizar y dejarnos envolver por su encanto tan especial. Estoy convencida de que la huella imborrable que nos han dejado en el alma cualquiera de nuestros abuelos o abuelas (en este caso) también la veréis fácilmente reflejada en mi historia.
Muchas gracias a todos y poco a poco nos vamos leyendo.
¡Ánimo a todos y confiemos que este encierro no acabe coartando nuestras libertades y empeorando la economía de tantas familias empobrecidas!

     Escucho un golpe de viento que cierra la ventana y al mismo tiempo contemplo a mi abuela octogenaria, asomando la cabeza detrás de la cortina, tan desconcertada como yo haciéndome un gesto con la mano, que solo puede significar sorpresa y emoción contenida.
      Me acerco a ella y le doy un abrazo. Entonces, noto algunas lágrimas rodando por sus mejillas. Su cuerpo tan menudo y frágil se arquea con dificultad al mío inundándome de ternura y confianza.
    —¡Felicidades, abuela, hoy es su cumpleaños!
    —¡Gracias, hijo mío, ya no me acordaba!

     Ella, que había sido una mujer independiente y resuelta, le comenzaba a traicionar la memoria, lo que la hacía enfrentarse a su propio miedo a perder la razón. No le importaba olvidar los nombres de los objetos que la rodeaban, pero le fastidiaba la idea de que le desapareciesen los recuerdos que le unían al presente y especialmente a su familia.
     Antes de soplar las velas de la tarta, nos repartió unos sobres para que guardásemos en ellos una foto con la imagen más impactante o la que reflejara un episodio especial de nuestra vida a lo largo del año y después se encargaba de guardarlos en un cajón de la cómoda. Seguidamente, nos pedía que le leyésemos las cartas que le envió su marido desde el frente, cuando todavía eran novios.

    Pasó tiempo y en cada cumpleaños seguíamos cumpliendo la misma rutina. Nosotros le regalábamos el presente inmortalizado en instantáneas y ella nos compensaba con aquella correspondencia del pasado; donde el enamoramiento, la esperanza, lo imprevisible y el miedo hacían que valorásemos como algo sublime, su amor incondicional que había hecho posible nuestra existencia.

     Ahora que ella se ha ido, cada verano, nos volvemos a reunir el mismo día de su cumpleaños, para añadir más sobres con fotos en su cómoda de los recuerdos. Si cerramos los ojos podemos verla sonriendo feliz, abriendo con impaciencia cada sobre.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

abril 18, 2020

Posesión diabólica

Queridos amigos y compañeros:
Dedico esta publicación a todos nuestros héroes anónimos que en primera línea de fuego están exponiendo diariamente sus vidas para que el resto podamos sobrevivir y poder salir de este difícil situación que nos ha tocado vivir. Me refiero al personal sanitario, unidades de emergencia, farmacéuticos, policías, basureros, taxistas, voluntarios de cruz roja y cáritas, empleados de supermercados, transportistas, bomberos, unidad militar de emergencia, personal de correos, repartidores, conductores de metro y autobuses y a quienes me haya olvidado de mencionar.
¡Brindo por un mundo más justo y más humano, consciente y considerado con el sufrimiento ajeno!
Me gustaría añadir mi apoyo a todos los compañeros, amigos y familiares que lo estáis pasando mal. ¡Mucho ánimo, que saldremos de esta!

Pasando a otro asunto, os comento que vuelvo a concursar en la XVI EDICIÓN Y TERCERA TEMPORADA DEL TINTERO DE ORO (ABRIL 2020): EL EXORCISTA de William Peter Blatty, con un original relato que cumple los dos primeros requisitos del concurso y tiene una extensión de 896 palabras.
  • Escribir una historia de Terror sobrenatural: Posesiones, fantasmas, sucesos paranormales... 
  • Un relato en el que se mencione con sentido la novela El exorcista o al autor William Peter Blatyy. 
  • Un relato en el que la acción transcurra en un cine mientras proyectan El exorcista.
  • Extensión máxima de 900 palabras. 
Deseo que la lectura os resulte estimulante. Bueno ya me contaréis vuestras impresiones y sugerencias al respecto.
Muchas gracias a todos.

        Apurando con avidez la última calada del cigarrillo, leía con fruición la novela de William Peter Blatty, El exorcista, que le había regalado una amiga vidente, con la que mantenía una incipiente amistad. 
     La delgadez extrema de sus dedos le facilitaba pasar las páginas con más rapidez... Inesperadamente creyó notar la presencia de alguien detrás de su espalda. Un estremecimiento le recorrió todo el cuerpo, temía encontrarse con un ente extraño si giraba el cuello. Instintivamente dejó caer el libro, como si una voz le ordenase que se deshiciera de la lectura. 
       Sus párpados le pesaban, por lo que se vio envuelta en un estado de somnolencia. Ante su extrañeza visualizó la imagen de sus padres el día de su nacimiento. 
       —¡Está maldita! ¡Llévatela, Octavio! Nos traerá la desgracia —bramaba santiguándose, corroída por la inquina.
        —Tranquilízate, es una niña muy guapa —alardeó el padre.
      El hecho de ser la causa de semejante oprobio, contribuyó a hacerla sentirse culpable e incapaz de vencer el rencor hacia su propia madre, lo que la obligó a recurrir a terapias de choque y tratamientos psiquiátricos tras su fracasado intento de suicidio.

       Su compañero se percató de su incapacidad para sobreponerse al estado de ansiedad que le producía aquel sueño recurrente, incrustado como un hongo infecto y dispuesto a destruirle las neuronas.
      —¿Cómo estás? —Guido intentó despertarla con sumo cuidado, mientras le acariciaba las mejillas un tanto sonrosadas. 
        —He vuelto a tener ese maldito sueño donde mi madre me repudia. Pienso que la medicación ya no me hace efecto y tengo miedo de no poder escapar de esa pesadilla. 
         —¡Tranquila, mi amor! Para mí, siempre serás preciosa. ¡Olvídalo, no te obsesiones! 
        —Pero ya sabes que mi madre antes de exhalar su último aliento juró que se vengaría de mí, más allá de la muerte y no dejan de pasarme cosas extrañas desde que falleció. 
       —Bueno, no te empeñes en recordarlo. Tu psiquiatra te ha aconsejado que la apartes de tu mente si quieres recuperarte. 
       —¡No puedo y tú lo sabes bien! 
      —Consultaré a tu neurólogo para internarte en su clínica y que te dé el tratamiento más adecuado al estado mental en el que te encuentras.

     Pasada una semana, Guido y Marilia viajaron hasta la clínica más acreditada en Europa, regentada por el famoso neurocirujano doctor Goodmind
     El equipo de médicos dirigido por el reconocido cirujano sometió a la paciente a una complicada intervención en su corteza cerebral, con el propósito de librarla de continuos ataques de epilepsia y alucinaciones que últimamente se habían ido agravando. 
       Finalizado el periodo del postoperatorio, fue dada de alta y regresaron de nuevo a su residencia.

       Coral y Willy les recibieron con toda su parsimonia y atenciones, llevándoles el equipaje hasta el dormitorio y preparándoles la cena. 
    La pareja paladeaba el fino néctar de un Château Margaux, cosecha del 55, cuando inesperadamente la botella se elevó en el aire para estrellarse en el rostro de Guido, cubriéndole la frente de hilos de sangre que se le deslizaban por los ojos hasta las mejillas. 

       En mitad de la noche unos gritos de ultratumba provenientes del piso de arriba, despertaron a los criados, que subieron las escaleras hasta el rellano superior. 
      Vencido por el agotamiento, en su intento por vigilar el descanso de su amada, Guido cayó en un profundo sueño.
      Marilia estaba de pie sobre la cama vomitando algo espeso y repugnante. Tenía los ojos en blanco y se había desnudado completamente. Coral se acercó para asearla y cambiarle el camisón. 
      —¡Señora, échese en la cama! Voy a llamar al doctor. —La temperatura en la habitación bajó de repente impregnándose de un pútrido olor. 
      —¡Puta, sal de aquí ahora mismo o acabaré contigo! ¡¿A qué esperas, gilipollas de mierda?! ¡Zorra embustera que mataste a tu propio hijo! Vete y ten cuidado al cruzar, porque te aplastará un coche si se te ocurre ir a la policía.
      Los cajones de la cómoda salieron disparados; una plaga de cucarachas apareció de la nada, persiguiendo a la sirvienta que huyó despavorida escaleras abajo. 
      Con el ruido, Guido se despertó sobresaltado, tardando unos instantes en darse cuenta de lo ocurrido. Al momento de acercarse a ella, advirtió que su cuerpo no respondía y una fuerza inaudita lo empujaba contra la pared. Completamente aterrorizado, bajó hasta el primer piso para llamar al padre Muniago, con el que mantenía una férrea amistad. 

       Seis alaridos atronaron la mansión cuando el exorcista atravesó el umbral, sacando un crucifijo, al verla surgir de la nada y con el rostro de su anciana madre, recitando unos versos satánicos de Carducci

       ¡Salud, oh, Satanás, o rebelión, 
       Oh, fuerza vengadora de la Razón, 
       El incienso y los votos son sagrados 
       ¡Has vencido al Jehová de los sacerdotes! 

      Alzó la mano e hizo tres veces la señal de la cruz, sobre la lívida frente de aquel maligno espíritu. Quitó el tapón del frasco de agua bendita, rociándola con el hisopo. La entidad diabólica se puso furiosa y dio un salto hacia delante, arrancándole de cuajo el lóbulo de la oreja. 
     —¡Suéltame, bestia inmunda! —le suplicó el sacerdote apenas sin voz, mientras intentaba zafarse inútilmente de sus manos, cuyos dedos se le clavaban en el cuello, como dos garras, hasta morir estrangulado. 
     —¡Dios Todopoderoso, sálvala del maligno! —deprecó Guido en su desesperación, temblándole los labios y añadió—: Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron...

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados


abril 04, 2020

El hotel Arcano

Queridos amigos y fieles seguidores:
De entrada quiero manifestaros mi solidaridad y apoyo en estas circunstancias tan delicadas que atravesamos. Deseo también que no bajéis la guardia ni el ánimo para superar esta cruda realidad, que nos trae de cabeza a todos y como ya os comentaba en mi anterior entrada, confío en que la humanidad tome consciencia de la responsabilidad en evitar los contagios y que esta experiencia nos sirva para reforzar la unidad de las personas para crear otro mundo más solidario y que tenga en cuenta las carencias y valores humanos.
Intentemos unirnos todos para superar esta pesadilla en la que estamos sumidos desde hace tres semanas y tratemos de mentalizarnos siempre en positivo.

Confieso que todo este asunto ha cambiado también mis rutinas. No me encuentro del todo relajada como para abarcar la lectura de vuestros blogs y por otro lado no me gusta comentar sin saber lo que habéis escrito, por lo que os dejo a vuestra elección comentar en mi blog o dejarlo para más adelante, cuando todo vuelva a la normalidad.
De modo que para seguir dando vida a mi blog, he pensado que os vuelvo a compartir un nuevo relato y sois libres de comentar o no. 
Lamento mucho no encontrarme lúcida para seguir comentando en vuestros interesantes blogs.

Bueno, no quiero abusar de vuestra paciencia y paso a comentaros que mi relato participó en la convocatoria del Reto de Escritura Creativa #5: Marzo 2020 - Letra M, con una extensión máxima de 750 palabras y esta vez con las palabras obligatorias: manos, masa y mujeres. Siendo válido escribirlas tanto en singular como en plural.
El reto opcional, que como bien indica su nombre, se puede aceptar o no. Para este mes, hay que incluir dentro de la escena este orientado en UNO de estos dos géneros: Misterio  o  Melodrama.
Mi opción se ha declinado por incluir el género de Misterio dentro de la escena.
Y sin más preámbulos, os invito a su lectura.

Muchas gracias a los compañeros de «Café Literautas», especialmente a Isabel Caballero, Pepe Espí Alcaraz e Isan, que me ayudaron mucho a mejorarlo.

      Cada año, un grupo de amigos se reunía en un hotel enclavado en una zona montañosa, junto a una importante estación de esquí, dotada de inmejorables pistas con remontes de última generación.
    Esta vez, los tres amigos se encontraron con un inesperado revés del destino: una avalancha de turistas fue la culpable de tomar al asalto aquel hotel, por lo que faltaban plazas para acomodarles. Dicha eventualidad acabó por conducirles hasta otro establecimiento próximo.
      Las duras condiciones ambientales que rodearon la jornada de búsqueda fue el principal motivo para hospedarse en un sórdido hotel, cuya fachada presentaba un estado deplorable de conservación, con numerosas grietas y manchas de verdín. La entrada exhibía un cartel que debió ser luminoso en el pasado y donde aún podía leerse "Hostal Arcano". Era evidente que no reunía las condiciones idóneas para su descanso, pero la rápida incursión del atardecer en la espesura del horizonte terminó convenciéndoles, ya que era el único lugar con suficientes habitaciones libres para acomodar al grupo durante toda la semana.

      La primera noche no pudieron dormir tranquilos. Unos incesantes ruidos de pisadas, de estallidos de corchos de botellas de champán propulsados como ligeras balas contra las paredes, de notas e instrumentos musicales recorriendo de madrugada los pasillos, fueron lo bastante molestos como para impedirles conciliar el sueño. Al día siguiente acudieron al mostrador de recepción para hablar con el responsable, al que le expusieron sus quejas.
    —Dénos una explicación o le pediremos el libro de reclamaciones. ¿Cómo justifica semejante escándalo a esas altas horas de la madrugada, cuándo se supone que los clientes debemos descansar?
     —Discúlpenme señores, pero están en un error, el hotel permaneció silencioso toda la noche. —Les intentó tranquilizar el jefe de aspecto huraño, tez pálida y voz enigmática.

      Transcurrieron varias horas y algo extraño en el entorno les puso en alerta, sospechando que no todo transcurría con normalidad tal y como les atestiguó el encargado de manos huesudas; el resto de empleados no los perdían de vista murmurando extraños sonidos que más parecían conjuros. Sus pérfidas miradas les taladraban el alma, aunque decidieron ignorarlos y seguir con sus prácticas deportivas.

      La segunda noche se repitió idéntica algarabía, incorporándose otros sonidos de carácter alarmante como portazos y algún disparo. Entonces escucharon un grito de mujer que en un primer momento los dejó paralizados. Después, Samu decidió salir para pedir explicaciones al recepcionista. En el camino se fijó en un pasillo lateral que daba a una escalera. Desde allí se escuchaba con claridad el jolgorio, por lo que se encaminó con paso cauteloso subiendo los peldaños. Sus ojos desorbitados miraban en todas direcciones. Un golpe seco en la espalda le hizo rodar escalera abajo hasta caer desnucado.
      

      A la mañana siguiente los dos amigos de Samuel se presentaron en recepción exigiendo hablar de nuevo con el jefe. Este les volvió a asegurar que no tenía constancia de ningún incidente a lo largo de la pasada noche y que lo más probable es que su amigo se hubiera ausentado del hotel. Aquella excusa no les convenció por lo que optaron por investigar por su cuenta durante la próxima noche.
     —Manu, antes de salir de la habitación, llévate los bastones de esquí. No hagas tonterías y cúbreme la espalda.
     —De acuerdo, Quique, iré detrás de ti. Toma esta linterna por si acaso, yo llevo otra en el bolsillo.
     —Ponte calzado deportivo para no hacer ruído y no te olvides de la sudadera con capucha.
     —¡Date prisa! Ya han dejado las luces de emergencia. ¿Has escuchado esos gritos?... Tenemos que ser cautos y muy silenciosos ¡Recuérdalo!
      Pisando de puntillas se dirigieron al pasillo lateral del ala del edificio, justo hasta el mismo lugar donde la noche anterior, el amigo desaparecido había recibido aquel contundente puñetazo en la espalda.
     —¡Cuidado, Manu! —balbuceó titubeante Quique—. En un intento de avisarle de la presencia de una sombra cerca del descansillo de la escalera.
     Al girarse, Manu se dio cuenta de que estaba solo. Todo parecía haberse quedado en silencio. Únicamente se fijó en unas pisadas que conducían hasta las cocinas. Dichas huellas presentaban restos de una pegajosa masa de hojaldre.
    —¡De nada sirve que me claves la punta de tus bastones! Te estábamos esperando. Tus amigos estaban deliciosos y tú serás el postre —afirmó en una voz gangosa una espeluznante presencia con el rostro desfigurado y colgándole los globos oculares por las mejillas...
     Manu trató de huir corriendo a toda velocidad hasta la salida, pero todas las puertas y ventanas estaban cerradas herméticamente y una fila de clientes se fue abalanzando para devorarlo. 

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados