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noviembre 11, 2019

Mi primera experiencia docente. 2ª Parte

hórreos gallegos (construcciones típicas destinadas a guardar y conservar los alimentos alejados de la humedad y de los animales)
Parece mentira, pero desde que escribí la primera parte de esta historia de carácter biográfico, ya han transcurrido tres largos años, y como suele ocurrirme se me han pasado sin ser consciente de ello, algo que cuando era mucho más joven, me sucedía justo lo contrario. También es verdad, que entonces era una auténtica novata en estas tareas blogueras, pues llevaba escasamente un par de meses de «rodaje», por lo que me supuso una grata sorpresa, comprobar el interés general de quienes me seguían en ese momento inicial, respecto a descubrir episodios de mi vida y de mi experiencia docente, lo cual fue un gran acicate para continuar actualizando el blog.
Más adelante, otros nuevos compañeros, que se fueron sumando por el camino, me animaron a continuar publicando el resto de esta inicial historia, aunque como yo no lo tenía tan claro, aplacé la continuación, pues prefería escribir otras historias sin referentes personales o autobiográficos. Ahora, heme aquí, con vosotros, quienes actualmente soléis dejaros perder por mis letras, dispuesta a retomar nuevamente este relato. Confieso que no tenía ni idea de cuando reanudaría esta continuación, pero lo cierto es que ahora me encuentro ya motivada para hacerlo, por lo que de forma circunstancial vais a ser vosotros, los que actualmente soléis frecuentar mi espacio, a quienes realmente os voy a relatar cómo transcurrió esta continuación de mi primera experiencia docente en aquel apartado lugar de la provincia de Orense, durante el curso escolar 1980-1981.
 
Tal y como os conté en la anterior entrada, dicha pedanía gallega, concretamente de la provincia de Orense, a la que fui destinada para dar clase por primera vez, se hallaba ubicada, como vulgarmente se dice «en el quinto pino» o «donde Cristo perdió las sandalias», pues tenía que dejar mi coche en una especie de arcén colindante a la carretera y luego descender por un camino de cabras hasta mi puesto de trabajo. Toda aquella caminata debía hacerla protegida por unas botas altas de goma verde, similares a las de los cabreros o pastores, con el fin de no destrozar mi calzado entre el lodazal y las piedras que cubrían la senda. Naturalmente aquel ejercicio era muy saludable, pero no tanto cuando empezó el invierno y el gélido viento y la nieve solían acompañarme durante cerca de una hora... Menos mal que mi juventud y la ingenua esperanza por contribuir a transmitir mi humanitario legado educativo, fueron lo suficientemente convincentes y me ayudaron bastante a soportar tantas dificultades.

fachada similar a la de mi escuelita, aunque mucho más reducida
Para quienes no conocéis la anterior entrada, este fue su último párrafo: «Luego llegaron las innumerables goteras, más roturas de los cristalitos de las ventanas, el frío y la nieve sin ningún medio que lo aliviase, a no ser que consintiera en ser la chica fácil y atractiva del pedáneo, para que mediase en alguna solución posible, así como también, las costumbres y tradiciones de aquellas abuelas, que hacían de madres de mis alumnos y solo entendían de varas y castigos violentos, trayéndome huevos, verduras, botellas de orujo, gallinas y otros regalos a la escuela...»

Considerando los numerosos desperfectos con los que me hallé después de las vacaciones navideñas, además de las bajas temperaturas que debía soportar y sin ningún medio que lo pudiese remediar, excepto mi indumentaria, a base de capas de lana encima de mi cuerpo, es decir, jerseys superpuestos y un abrigo con forro de borrego, guantes e incluso gorro y bufanda, tal y como si fuese a una estación de esquí o algo similar, empecé a plantearme la conveniencia de entrevistarme con el pedáneo (representante de la autoridad municipal de aquella reducida comunidad de vecinos), con intención de solventar semejante circunstancia, aunque mucho me temía el posible «precio» que me podría costar tal solicitud, estimando la pésima reputación entre los vecinos de la pedanía del tal sinvergüenza.
A mediados de enero de aquel año, plenamente abrumada por los rigores del crudo invierno y sus consiguientes incomodidades, una mañana me trasladé en mi vehículo hasta el pueblo donde residía el señor pedáneo, del cual ya he olvidado el nombre. Una vez allí, tuve que indagar el paradero del tal «personaje», pues no se encontraba en el Ayuntamiento, pese a ser su obligación, sino tranquilamente en su casa en un horario laboral, por lo que ya empecé a sospechar, que no tomaba demasiado en serio sus obligaciones. En fin, tras varios timbrazos en el interruptor de la puerta de entrada, logré entenderme con él, que desde la ventana me dijo que bajaba enseguida.
Llegados a su despacho en el Ayuntamiento, me invitó a sentarme en un sofá próximo a su mesa, aunque lo más sorprendente es que también se sentó, sin ningún miramiento a mi lado, en lugar de hacerlo en el sillón de su escritorio.

edificio central muy parecido a la vivienda del pedáneo en la localidad donde se hallaba el Ayuntamiento
Al poco de iniciar mi planteamiento sobre el motivo de mi visita, noté como uno de sus brazos me pasaba detrás del cuello tratando de sujetarme el hombro al mismo tiempo que hacía fuerza con la intención de atraerme hacia él y su rostro se me aproximaba con el firme propósito de besarme. Llegado a ese punto y en un estado de auténtica ansiedad, sentí el impulso de incorporarme dando un brinco, luego fui reuniendo fuerzas para espetarle mi desprecio, hasta apartarme a un lado y salir corriendo, escuchando a mis espaldas sus amenazas, mientras bajaba apresuradamente las escaleras enfrente del vestíbulo y salía a la calle.
Regresé a mi escuela y hablé con algunas vecinas y abuelas de mis alumnos, explicándoles todo cuánto me acababa de suceder. Ellas conocían muy bien las penalidades por las que estaba pasando y decidieron ayudarme junto con los escasos hombres, que todavía permanecían allí viviendo. Dicha reparación requería acondicionar los desperfectos del tejado, colocación de pequeños cristales para las ventanas y traslado de los materiales desde mi vehículo, aparcado en una cuneta de la carretera, hasta el cuchitril donde daba clase.
Por consiguiente y armada de valor, ya que el pedáneo me advirtió fuera de si, que no se me ocurriera reparar nada sin su permiso, correr dicho riesgo y actuar al margen.
Evidentemente tuve que abonar todos los materiales de mi bolsillo y luego con la ayuda de quienes voluntariamente se sumaron a dicha reparación, abuelas, tíos, primos y alumnos los fuimos bajando en varias carretillas. Parecía que estábamos en una procesión, todos en fila por la estrecha y dilatada
travesía de tierra y peñascos.
Podéis haceros una idea de la felicidad que me embargaba al contemplar aquella entrega tan absoluta y la perfecta coordinación por parte de vecinos, familiares y mis niños, que era como me gustaba llamar a los alumnos. En pocas horas logramos trasladar la carga completa para, digamos, dignificar la vivienda y hacerla habitable. Por fin, instalé una estufa de gas butano que caldeara el habitáculo y especialmente mis pies ateridos de frío, con las botas de goma y unos calcetines, que debían soportar toda mi jornada escolar.

pupitres de madera y mapa antiguo, muy similares a los que había en mi escuelita
Escasos días después de completar los arreglos y cuando comenzaba a oscurecer regresé al pueblo donde había podido alquilar una habitación con derecho a media pensión. Su dueña o patrona, denominada también de esta forma, me puso al corriente, con el rostro desencajado, de la visita que acababa de hacerle esa tarde el pedáneo, a quien a partir de ahora le nombraré H. P. (hijo de ...), puesto que llegó a amenazarla con el fin de cerciorarse de si era o no cierto, que yo me alojaba en su casa. En vista de lo que nos podría pasar, tanto a ella como a mí, me aconsejó que me fuera a la capital, situada a unos cincuenta y tantos kilómetros y cerca de tres cuartos de hora de viaje. Lo comprendí enseguida y al día siguiente me desplacé a Orense buscando nuevo alojamiento, que por cierto y para más seguridad, decidí quedarme en una residencia femenina de estudiantes, que regentaban unas monjas.
En menos de una semana, al subir andando en solitario hasta mi vehículo y después de finalizar mi horario escolar, tuve que agenciármelas para deshacerme nuevamente de la presencia del H.P., quien me estaba esperando con el propósito de impedirme abrir el coche y arrastrarme al suyo, lo cual, aunque ahora me parezca increíble, lo cierto es que no sé de donde sacaría las fuerzas, pero acabé tirándolo al suelo y saliendo con mi auto a toda velocidad rumbo a mi nuevo alojamiento.
Ciertamente estuve padeciendo un estado de shock durante varios días seguidos, con tremendos sobresaltos cada vez que se me venía a la mente el suceso tan traumático para mis nervios, ya de por si algo dañados tras aquella dura vivencia. De modo que les comenté a las abuelas de mis alumnos, todo aquel episodio, pidiéndoles ayuda o consejo, ante lo que decidieron que una monja, que se hallaba de visita por la aldea, me acompañase a lo largo de la tortuosa caminata hasta mi vehículo. Aquello fue efectivo, pero también tuvimos que soportar otro encontronazo con el H.P. quien en esa ocasión se acabó dando por vencido y físicamente no lo volví a ver más.

senda bastante semejante a la que recorría diariamente a pie y con mis botas de goma, para llegar a mi trabajo
La amenaza de volver a encontrarme con aquel H.P. se fue desvaneciendo con los meses, lo que me ayudó bastante a mantener un buen clima de comunicación entre mis niños y sus ancianas tutoras, que practicamente no me dejaban parar ni a sol ni a sombra, vamos que parecía ser otro miembro más de su familia, con lo que casi a diario se asomaban por mi escuelita y de paso a traerme todo tipo de regalos, incluso animales domésticos, que rechazaba explicándoles mi imposibilidad de guardarlos, cuidarlos o cocinarlos... También me aprovisionaban de varas de mimbre o de otros arbustos, para pegarles a sus nietos si no se comportaban correctamente conmigo, algo con lo que tuve que lidiar hasta convencerlas de que no era necesario, porque mi educación no tenía nada en común con la de la antigua usanza, pues su conducta era mejor de lo que se imaginaban y además me emocionaba saber que se peleaban con ellas por no faltar a clase, pese a que sus abuelas necesitaban que les ayudasen en ciertas tareas diarias, como ordeñar las vacas, acompañarlas a sus parcelas de cultivo, etc.

Bueno, mis queridos lectores, sin darme cuenta me estoy alargando demasiado y tampoco quiero apurar vuestro tiempo tan limitado para las visitas a tantos blogs, como habitualmente estáis acostumbrados, por lo que con otra tercera parte daré por concluida mi primera experiencia docente.

Muchas gracias y como siempre estaré atenta a vuestras opiniones para continuar adelante con la siguiente entrega de carácter autobiográfico.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

25 comentarios:

  1. ¡Hola!
    Recordaba perfectamente la anterior entrada pero pasé a leerla de todos modos.
    Madre mía qué tiempos. Hoy en día a HP le podríamso poner una denuncia. Aún así, en algunos pueblos pequeños sigue habiendo mucho caciquismo.
    Me alegra que las madres abuelas de los niños te quisieran tanto y que encontraras solución, aunque no fuese la mejor del mundo.
    Te deseo muy feliz semana y estoy a la espera de la tercera entrega.

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  2. ¡Joder! Me parecía estar leyendo un fragmento de una novela de Manuel Rivas, o de Dolores Redondo, o un relato propio de la fraga de Cecebre.

    Saludos.

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  3. Estrella, amiga mía, aquí estoy en mi primera "jornada bloguera" desde hace muchos meses. ¿Sabes una cosa? Me parecía estar viendo a la Estrella que conozco pero mucho más joven, igual de guerrera en el buen sentido, idealista y tenaz. Todo ello además de buena docente. Sabes que conozco este mundillo y ni de lejos se puede comparar lo que cuentas con lo que tenemos ahora, y es por ello que no puedo sentir más admiración por lo que pretendías y conseguiste entonces. Y no me estoy refiriendo solo a lo material... Siempre hay gente con intereses "ocultos" en todas partes, solo hay que saber detectarlos y apartarlos como bien hiciste. Mis felicitaciones por todo, ¡y qué bien que escribes,linda!
    ¡Un abrazo fuerteeee!

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  4. Lo que han cambiado las cosas, ¡afortunadamente! Te estaba leyendo y me parecía estar viendo una peli de ficción porque lo que tuviste que soportar hoy nos parecería una broma de mal gusto, no una realidad. Bien por ti que encontraste la forma de librarte del tiparraco aquel, y más con lo joven que eras, pero lo suyo es que no te hubieras visto en la necesidad. En fin, eran otros tiempos y no precisamente mejores...

    Me encanta que hayas decidido continuar contándonos esta experiencia tuya, Estrella, me parece muy interesante y siempre se pueden aprender cosas de las vivencias ajenas. ¡Gracias!

    Un beso grande de lunes, ¡que tengas feliz comienzo de semana!

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  5. Jo, Estrella. Te he leído con la boca abierta, a tu talento narrativo se suma en este caso la vivencia en carne propia y eso le añade un plus de fuerza, de vida a las letras. He sentido el frío, el apoyo de esas ancianas, la solidaridad de los aldeanos, tu abnegación para conseguir un digno lugar para la enseñanza... y por supuesto, me ha hervido la sangre con ese H.P. Machista, vago, cacique... y encima pagado con dinero público. Desde luego, hoy existen muchas situaciones asquerosas y denunciables, pero es que fíjate de dónde venimos.
    Magistral texto, en todos los sentidos, Estrella. Un abrazo!!

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  6. Hola!! Que ser humano gigante eres Estrella.Fuerza.coraje y un corazón gigante .gracias por compartirnos tu ser interior con tanta calidez!!

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  7. Estrella, magnífico texto escrito con coraje. Eres de esas maestras de las aldeas que tienen que enseñar con escasos medios. Tuviste fuerza para apartar de tu vida a ese H. P. cacique que vivía del erario público. Espero la tercera parte. Un abrazo.

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  8. #Yosítecreo
    ¡Qué asco me produce el episodio que cuentas! Sobre todo porque, con otros matices claro está, yo también he sufrido en mi juventud algún episodio de acoso. Y la verdad es que es una pena que no tuviera la madurez que tengo ahora porque, al contrario que tú, alguna vez que otra lo he silenciado para que no se "montara un escándalo" a sabiendas de que, de decírselo a mi padre, saldría como un lobo tras quien me hubiera si quiera soplado.
    ¿Y sabes qué, Estrella? Mi miedo, mi gran miedo, es que por mucha campaña de concienciación que haya, estas cosas siguen ocurriendo y, por desgracia, Macarena va a tener que hacer frente a alguna situación parecida. Sólo espero que no le ocurra nada más allá de lo que puede ser un mal recuerdo y que sepa sacar la fuerza que una vez yo no tuve.
    Un besazo

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  9. Que bonito que estés escribiendo textos autobiográficos y en ellos cuentes por todo lo que tuviste que pasar en quel tiempo de tu juventud.....Experiencias de vida que siempre dejan en el alma sentires... Saludos

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  10. Que tiempos más negros para las mujeres, y lo peor es que hoy en día sigue sucediendo cosas así. Lo positivo de esta triste experiencia es que otras mujeres se sumaron para ayudarte consiguiendo hacerte la vida un poco más fácil.
    Cuanto valor tuviste que tener para seguir con tus clases y no salir corriendo.
    Saludos:-)

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  11. Me has dejado impactado. Me ha recordado a esa otra historia de cine titulada Los santos inocentes basada en una obra de Miguel Delibes,donde se refleja la miseria de la España profunda, donde los señores manipulaban a su antojo a las pobres gentes.
    Es sorprendente e inimaginable que tú en persona tuvieses esas vivencias en tus propias carnes. Ese personaje rijoso e impresentable hoy tendría sus días contados sin ser denunciado. Pero antes las pobres mujeres tenían que evitar cruzarse con ciertos elementos cuyo parentesco con los cerdos y las fieras corrupias podrían tener cierto parangón.
    Un abrazo y mi admiración querida compañera.

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  12. No sé cómo sería la primera parte de tu primera experiencia docente (luego la buscaré), pero viendo cómo fue la segunda, para mí hubiera sido primera, última e inacabada.
    Con lo que odio las inclemencias del tiempo y los madrugones, no soy capaz de imaginar tus periplos mañaneros hacia la escuela, lo que tendías que madrugar para llegar desde Orense, y, para colmo, soportar al baboso del pedáneo. menos mal que a la iglesia ni se atrevían a tocarla y la monjita hizo su labor.
    Eran otros tiempo, qué duda cabe. Mi hijo acaba de empezar su experiencia docente en Lanzarote y su mayor problema, aparte de la distancia, es que los pisos están muy caros y tiene miedo de no dar bien las clases.
    Un beso.

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  13. Estrella, no esperaba esta vivencia, me he quedado impactada, con miedo y sin palabras. Qué injusto, en este momento siento un rechazo enorme hacia esa persona que se creyó que tenía el poder suficiente para manejar a otros a su antojo. Pero me quedo tranquila al saber que lo venciste gracias a tu fortaleza y al apoyo y solidaridad de otras mujeres. Y feliz de que con los pocos hombres y mujeres, conseguisteis el propósito de habituar la escuela.
    Besos y abrazos, amiga.

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  14. Me alegra que hayas compartido tu experiencia en ese lugar alejado y frío. Te felicito por tu gran vocación, la docencia no se puede tomar a la ligera y vos pusiste toda el alma y el empeño, no solo en educar a los niños, sino también en mejorar la escuelita. También supiste involucrar a los parientes que, afortunadamente, fueron solidarios y contribuyeron con su ayuda.
    Me encantará leer la continuación, Estrella.
    Un gran abrazo.

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  15. ¡Estrella, me has hecho viajar a casa! ¿Dónde fue eso? Mis padres son de dos pequeñas aldeas de Ourense. Las fotos, la música, el relato del que tantos detalles me son familiares...
    Increíble experiencia la que narras, de cómo las mujeres éramos consideradas poco más que un objeto para usar a su antojo.

    Tardé porque quería leerte con calma. Me alegro de haberlo hecho

    Besos

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  16. No había leído la primera parte y me ha encantado esta segunda. Me ha resultado tan amena que se me ha hecho muy corta. Así que espero la tercera.
    Desde luego, siempre he pensado que la labor docente, sobre todo en niños y jóvenes es muy loable, especialmentre cuando, como tú, uno se encuentra con tantos obastáculos y penurias. Ello demuestra que la de los maestros es una profesión vocacional, de otro modo no se entendería que alguien fuera capaz de soportar esas experiencias que nos has contado. A pesar de que en su momento sufrieras lo tuyo, seguro que ahora, echando la vista atrás, te resulta mucho más satisfactorio e incluso entrañable.
    Te felicito por tu actitud tan proactiva, generosa y sacrificada para con esos niños que, si tienen memoria, seguramente te recordarán con cariño.
    Un fuerte abrazo, Estrella.

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  17. Mi querida Estrella, no había leído la primera parte de la historia de tus comienzos como docente, así que me fui a leerla primero. Me ha impactado la dureza con que comenzaste tu trayectoria al mismo tiempo que me ha hecho retroceder en el tiempo cuando iba al cole en aquella época tan oscura para todo. Lo que ha despertado en mí esta lectura es una profunda admiración por tu fuerza y valentía al hacer frente a toda esa serie de inconvenientes en todos los sentidos, admiración porque pienso que solo las verdaderas educadoras, las docentes vocacionales son capaces de anteponer su bienestar a la entrega de su profesión: LA ENSEÑANZA, la dedicación con cariño en formar a las futuras generaciones ofreciéndoles otro modelo de enseñanza. Hay profesiones que si no se tiene vocación para ejercerlas mejor dedicarse a otra cosa y para mí, la enseñanza siempre ha sido el pilar básico de las sociedades en un modelo en que el aprendizaje no tenga que ver con tener memoria de elefante y recitar como loros (así era en mi época infantil). Después de la lectura puedo imaginar todo lo que tuviste que pasar en la pedanía, pudiste abandonar, pero te quedaste allí con tus niños y eso pone de manifiesto la grandeza de tu persona y el amor que profesas a tan imprescindible profesión en la que tan necesaria se hace la presencia de docentes de tu talla.
    Un abrazo inmenso a tu maravilloso Ser y el correspondiente cargamento de besos galácticos envueltos en polvo de estrellas.

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  18. Hola, Estrella! No leí la primera parte, sin embargo con esta se alcanza a dimensionar la problemática de la escuela rural. No solo la falta de elementos, la falta de conciencia sobre el acto de aprender, sino la vulnerabilidad a la que estuviste sometida frente a ese individuo que abusaba de su cargo.
    Una historia de vida atrapante y sin dudas un recuerdo imborrable.
    Un abrazo

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  19. Estrella que bueno que continuaste esta escritura biografica, recuerdo que te insté a seguir, por lo interesante que me resultó la primera. De todas formas la releeré.

    En esta tengo que admitirlo, el coraje se te sobra querida, y con él las ganas de hacer algo que tu corazón quería hacer fervientemente, de allí te vinieron las fuerzas para soportar todos esos inconvenientes (clima, lejanía, infraestructura, acoso...).!Valiente mujer!

    Dejas demostrado que cuando tenemos una meta firme, y ponemos el amor y el corazón en lo que hacemos, el universo se confabula para apoyarnos y mover montañas. Y tu Estrella, estoy segura de que has movido muchas vidas para bien, tanto en tus inicios, como lo sigues haciendo aún en todo lo que tocas.

    Bien por tí, por tu ferrea decisión, por tu temple y tus ganas de ser maestra y serlo en todo el sentido de la palabra, incluyendo un lugar apropiado para impartir las clases.
    Lamentablemente siempre han existido lo H.P. es más, creo que hasta se han multiplicado, como los "gremlins". Por fortuna, las mujeres que como tú, han dado ejemplo de respeto y han buscado la manera de cambiar la historia, están en aumento también.

    Te felicito y me siento privilegiada de conocerte (aunque sea virtualmente), seres tan admirables, humanamente bondadosos y generosos como tú, contagian a los demás de su bondad.

    Gracias querida, espero la continuación. Abrazos.

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  20. Tengo un tío que ahora tiene 97 años y que fue maestro toda su vida. Su primer destino fue una pequeña aldea de las montañas y también me tiene contado sus penurias. Pero él, al ser un hombre, no sufrió los abusos de un malnacido. Me ha encantado tu historia.
    Buen fin de semana!

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  21. Hi Estrella, I love so much your detail story. It will be a great autobiography.
    I can't wait for the next :)

    Have a great weekend.

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  22. En vista del interés general, os anuncio mi intención de compartiros la última parte, cuando la tenga terminada.
    En cuanto al problema del caciquismo en estos lugares perdidos del mapa, ojalá se extinguiese, pero viendo como va la política de este país, me cuesta ser positiva y ver otro futuro distinto.
    No tengo ni idea si en estos casi cuarenta años, que han pasado desde que estuve allí, se habrá notado mejoría o al final sus escasos habitantes han tenido que emigrar a otra parte más "civilizada".
    Sí, estos "tiparracos" hay que mantenerlos lejos, a ser posible denunciarlos y que tomen conciencia de sus abusos con respecto a las mujeres. En mi juventud, cuando estuve dando clase en la "pedanía", lo de la violencia machista era tabú y no se podía denunciar.
    Comprendo que a algunos de vosotros se os haga demasiado raro esta experiencia, pero la culpa fue mía por envalentonarme a solicitar plaza antes de tiempo, ya que podía haberme esperado hasta que la Consejería de Educación me ofreciese el lugar correspondiente en su momento, porque lo más probable es que me hubiera correspondido un colegio habitable y moderno, ya que tenía buenas notas en mi carrera y oposición. Sin embargo, me apetecía salir de casa y vivir mi propia "aventura" sin el cobijo familiar.
    Por supuesto que el frío que pasé no lo sabe nadie y para que os dieseis una idea, os expliqué que tenía que aguantar las siete horas lectivas (cinco por la mañana y dos por la tarde) más el tiempo de recreo, comida y caminatas hasta mi vehículo, con unos calcetines y las botas de goma y si a eso le añadís el frío invernal con una pequeña estufa de butano para mitigarlo, dentro de un cuchitril de cemento y cal, sin baldosas y con las ventanas rellenas de cristales sujetos con clavos, por lo que el aire también entra al interior, pues apaga y vámonos... Como algunas me decía debiera haber abandonado, pero vuelvo a insistiros que mi vocación podía con todo.
    Efectivamente me pegaba unos madrugones de cuidado. Ya os contaré en la última parte, tuve que llevarme termos con sopas para calentar previamente el estómago antes de comer.
    Por supuesto, la ayuda desinteresada de las abuelas, familiares y alumnos fue fundamental para que no acabase derrotada completamente.

    ¿Dónde ocurrió todo esto?, me preguntas, apreciada Alís, pues se llamaba Porto y el Ayuntamiento se hallaba en Villar de Barrio (Orense). Como el mundo es una pañuelo, pues estoy impaciente por saber el nombre de las dos aldeas de tus padres.
    Para la última parte, tengo reservadas fotos reales de dicha experiencia. Solo me faltaba saber que a tus padres también los conociera.

    "Cuando tenemos una meta firme y ponemos el amor y el corazón en lo que hacemos, el universo se confabula para apoyarnos y mover montañas..." ¡claro que sí!

    Muchas gracias a todos los que tan amablemente me habéis compartido vuestras impresiones:

    MARIGEM - PITT TRISTÁN - CHELO - JULIA C. CAMBIL - DAVID RUBIO SÁNCHEZ - BUHOEVANESCENTE - MAMEN PIRIZ GARCÍA - EL MUNDO CON ELLA - SANDRA FIGUEROA - LEBASI LEBAM - FRANCISCO MOROZ - ROSA BERROS CANURIA - IRENE F. GARZA - MIRELLA S. - ALÍS - JOSEP Mª PANADÉS - MARINA - MIRNA GENNARO - I.HAROLINA PAYANO T. - EL BAILE DE NORTE Y EVI ERLINDA.

    Os dejo a cada uno, un afectuoso abrazo de mi parte.
    ¡Feliz domingo y buen comienzo de semana!

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  23. Uy querida Estrella vaya experiencia con ese ser despreciable, qué vergüenza esos personajes que se aprovechaban de su poder para intentar abusar de personas jóvenes, terrorífico.
    Y vaya vivencias y vaya vocación, qué bonito ese tus niños y poder arreglar un poquito la escuela con la colaboración de las familias.
    Ser maestra y en un entorno rural con poquísimos recursos y muchísimas ganas, una experiencia muy interesante que por favor no dejes de compartir, deseando leer la tercera parte y todo aquello que nos cuentes.
    Sabes que estoy poquito por el blog porque ando muy liada pero justo escribi un relato sobre maestros que tú comentaste y aunque sabia que habías sido docente ahora he entendido mucho mejor tu comentario, tú eres el ejemplo de vocación del que se hablaba en el relato, gracias por esas ganas y esa pasión a lo largo de tu tiempo en la enseñanza.
    Un beso enorme

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  24. Estrella, mi madre es del Rodicio (municipio de Maceda) y mi padre de Requián (municipio de Parada do Sil, en plena Ribeira Sacra). No creo que los hayas conocido a no ser que también hayas estado por estos lares.

    En cualquier caso, me emocionó esta coincidencia, estando nosotras a tantos kilómetros de distancia (aunque no sé bien dónde estás tú, jajaja).

    Hace un par de años, hablando con una amiga brasileña descubrimos que su abuela y las mías son de pueblos vecinos en Ourense. Imaginarás la ilusión que nos hizo!!

    Quedo a la espera de la nueva entrega

    Besos

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  25. Me has dejado sin palabras, Estrella. ¡Qué experiencia tan dura! Lo valiente que fuiste, seguro que esos niños te recordarán siempre por muchos años que vivan, recordarán a su profe como una de las mejores experiencias que les ocurrió en su infancia, si no la mejor, por todo lo que cuentas.

    Y a ese H.P. que un mal rayo lo parta en dos. ¡Sinvergüenza!

    Un abrazo, preciosa.

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Mil gracias, queridos amigos y lectores de mi blog, por hacer un pequeño descanso y apreciar la lectura de mis textos.
Os quedo eternamente agradecida e intentaré devolveros la huella.
Estrella Amaranto.