enero 12, 2021

Un mundo feliz

enero 12, 2021 42 Comments

 

¡Hola! queridos compañeros y seguidores, os deseo un buen comienzo de semana y resto del mes.
De nuevo os comparto este microrrelato que participa dentro de otro nuevo reto del TINTERO DE ORO, que si os apetece conocer las bases no tenéis más que clicar en las mayúsculas para ir directamente al blog de nuestro querido compañero David Rubio.
Lo más importante es escribir un microrrelato de 250 palabras máximo y que esté narrado en primera persona por un personaje ciego de nacimiento.

Muchas gracias por vuestra atenta lectura y amables comentarios.
 
 
 
      Todo empezó a sorprenderme cuando comencé a notar cómo mis hermanos cuchicheaban a mi alrededor, creyendo que no me enteraba de nada, pero intuí que algo raro estaba sucediendo.

        Por otro lado a mamá le daba por hablar de cosas increíbles, como ver la televisión o mirarse en el espejo. La verdad es que continuaba sin entender a qué se estaba refiriendo, porque mi mundo era perfecto y no necesitaba semejantes chismes, ya que no había nada que escapase de mi propia burbuja compuesta de una mezcla de sonidos, sabores; palabras, olores y sensaciones táctiles. Tampoco conocía el motivo que le hacía tartamudear, haciendo pausas largas y dejando que su rostro se cubriera de lágrimas que luego me encargaba de secar con mis manitas.

        Un día, ellos me contaron que tenían superpoderes y que cuando jugaban a detectives lo hacían para descubrir el paradero en donde se escondía mi «vista» y de este modo capturarla y devolvérmela. No pude descifrar su mensaje, pero me conformé con dejarlo pasar hasta que me hiciera mayor.

        En otra ocasión, mamá quiso leerme un cuento, recostando la cabeza en mi pecho para abrazarme con fuerza. Comenzó con estas palabras que aún recuerdo: «Había una vez una niña ciega que dibujaba sonrisas en los rostros de los niños tristes. Por consiguiente, comprobó que podía mitigar las penas de sus amigos y se sintió feliz».

        —Es una niña como yo, mamá.
        —Sí, como tú.
        —Entonces aprenderé a dibujar sonrisas en tu cara.


Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados 
 

enero 02, 2021

Quinto aniversario del blog

enero 02, 2021 34 Comments

      Queridos compañeros y amigos blogueros, regreso para invitaros a la fiesta del quinto aniversario del blog.  

     Seguramente recordaréis que el año pasado también os invité a esta celebración, pero que debido a mi natural despiste, pues aseguraba que era el tercero, pero no, se trataba del cuarto, de manera que ahora toca el quinto cumple blog, ya que esta aventura bloguera la inicié el 2 de enero de 2016.


   En esta ocasión no voy a extenderme con datos estadísticos e información complementaria relativa al blog, puesto que este último año me he centrado más en mi vocación literaria y poética, es decir no parar de escribir sin importarme demasiado si tengo más o menos comentarios o visitas, ya que mi tiempo aquí en Internet es limitado y mi salud también me lo agradece.

      Soy consciente de que a partir del otoño pasado ya no publico semanalmente, tal y como lo venía haciendo antes, pero sencillamente mis actuales prioridades están enfocadas en mejorar mi estilo narrativo y dar rienda suelta al potencial artístico que desde bien joven me ha acompañado. Llevaba tiempo dudando de si merecía la pena o no profundizar en la narrativa, pero después del verano ya lo tengo claro, es decir, continuaré escribiendo, pero eso sí compartiré mis publicaciones con menor frecuencia, lo que implica devolveros vuestras visitas en esa misma línea.

      Aprovecho también para felicitaros este nuevo año 2021 a todos por igual, que sin hacer demasiado esfuerzo, todos podemos adivinar que será mil veces mejor que el anterior.

      Finalmente me despido con este poema:

 

 "Quiero daros las gracias...


A todos los que conocí y olvidé,
a los que me conocieron y olvidaron,
a quién sigo recordando y me recuerdan,
a los que me enseñaron a ser mejor persona,
a los que ayudé aunque ni siquiera se dieran cuenta de ello,
a los que sin conocer personalmente, reconocí como compañeros de viaje,
a quienes todavía me aguantan y me siguen,
y a quienes con su silencio también me acompañan.