La reina del océano
La tarde del domingo, el brusco descenso de la temperatura obligó a suspender las actividades al aire libre. Sobre las «07:30 pm» los ricos y famosos celebraban una cena de gala organizada por el matrimonio de millonarios Widdener, en honor del capitán Edward John Smith.
John Jacob Astor IV, la persona más rica del Planeta en ese momento, estaba sentado cerca del capitán Smith, advirtiendo en él un pertinaz nerviosismo y una inusitada avidez que le obligaba a engullir una ingente cantidad de alcohol, algo inaudito, comparándolo con su habitual comportamiento. Llegando a desconfiar de él, ya que cada vez que le dirigía la mirada, Edward trataba de esquivarla.
—Aquí en mi camarote no nos puede oír nadie, de modo que explíqueme por qué si no acostumbra a beber, esta noche está ebrio.
—No puedo contárselo.
—Si no me lo dice, no voy a permitirle abandonar mi camarote. Conoce mis influencias para hacerle desaparecer cuando quiera.
—Noooo, se lo ruego... Obedezco órdenes para provocar un accidente esta misma noche. Debo aumentar la velocidad y llevar la embarcación hasta una zona rodeada de icebergs. Con mis treinta años de experiencia nadie sospechará de mí, así me lo han asegurado.
—¿Quiénes?
—¡Una organización secreta que me tiene amenazado de muerte!
—Avisaré al jefe de oficiales, Henry Wilde, para retroceder hasta el puerto de Queenstown, en Irlanda. Tómese este somnífero y retírese antes de que le vean merodear por el barco. Yo me ocuparé de todo, no se preocupe que no le denunciaré.
Punto Jonbar (en honor a su creador, John Barr)
La noche del 14 de abril de 1912, horas antes del hundimiento del Titanic, una reducida élite celebraba una fiesta privada en honor del capitán Edward John Smith, para quien este viaje resultaría su última travesía antes de retirarse.
¿Qué hacía el capitán socializando con los pasajeros de primera clase en una cena organizada por dos de éstos, en lugar de estar en el puente de mando?, cuando durante la mañana había recibido varios avisos de cruceros encontrados en el camino que alertaban de la alta posibilidad de localizar la presencia de hielo en la trayectoria, como lo hizo el informe del Caronia a primera hora de la mañana, confirmando la presencia de algunos icebergs.
Es sospechoso que no quisiera cambiar el rumbo dirección sur, ni redujera la velocidad del crucero, haciendo la colisión inevitable y los daños más graves.
Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados