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febrero 19, 2020

El juego de la seducción

febrero 19, 2020 64 Comments

Queridos lectores y seguidores del blog, en esta ocasión os presento el relato con el que voy a concursar en la XVII EDICIÓN Y TERCERA TEMPORADA DEL TINTERO DE ORO (FEBRERO 2020): LO QUE EL VIENTO SE LLEVÓ de Margaret Mitchell
Dicho relato debe cumplir con al menos uno de estos requisitos:
  • Escribir una historia de amor, dejo al gusto del autor el nivel de romanticismo.
  • Un relato en el que se mencione con sentido la novela Lo que el viento se llevó o a la autora, Margaret Mitchell.
  • Un relato en el que la acción transcurra en un contexto de guerra, desde el punto de vista de un personaje femenino.
  •  Extensión: Máximo 900 palabras.  
El que que os comparto, cumple con los dos primeros requisitos y su extensión es de 894 palabras.
Deseo que la lectura os resulte estimulante. Bueno, ya me contaréis vuestras sugerencias e impresiones al respecto.
Muchas gracias a todos.

      No podía hacerse a la idea de lo que sus ojos estaban viendo. Una casa completamente reformada y decorada con mucho estilo.
    —¿Todo esto es tuyo o se trata de un alquiler? —interrogó aturdida por el lujo y ostentación que mostraban las habitaciones.
     —Vivo de alquiler y el dueño es un buen amigo de la infancia —le confirmó Thomas subyugado por su amplia y delicada sonrisa.
     Observándola durante unos instantes, se esforzó por sosegar sus nervios. No obstante, Emerald alzó la vista e inesperadamente ambos se encontraron en el mismo punto. Luego, él se dejó llevar y al mirarla de nuevo, sus ojos recorrieron cada minúscula parte de tan singular belleza que lo mantenía obnubilado.  
     Cierto que debió liberarse del molesto pensamiento que lo acusaba de infidelidad, al continuar manteniendo aquella relación a escondidas de su esposa, a quien solía engañarla con excusas de viajes de negocios, cuando en realidad lo único que le importaba era urdir un buen plan que le dejara libre de sospechas.
    —Mi gatita, voy a llevarte hasta nuestro dormitorio, supongo que querrás cambiarte de ropa. Solo tienes que buscar en los cajones de la cómoda. ¡Sígueme por este corredor!
     —¿Es tu madre? —interrogó la joven, levantando la mano y señalando con el índice el retrato que vio dentro de una vitrina.
      Sin prestarle demasiada atención al estar convencido de a quién estaba haciendo referencia con la imagen de la fotografía, dudó qué responderla, por lo que optó por replicarla cambiando de tema.
      —Llevas un vestido muy elegante, combina perfectamente con tu tez sonrosada y el tono castaño de tu pelo.
      —¿Cómo se llamaba?
      —Margaret Mitchell
      —¿Inglesa?
      —No, nació en la ciudad sureña de Atlanta, en Estados Unidos.
       —Su cara, me suena de algo... ¿Es famosa?
       —Sí, mucho.
       —Disculpa mi curiosidad, pero me gustaría saber a qué se dedicaba.
       —Era periodista y luego se hizo muy famosa.
       —Sin duda, una mujer muy interesante, ¿verdad?
      —Por supuesto. Fue quien compró esta casa hasta que sus herederos decidieron venderla y por casualidades de la vida, Robert me la ha alquilado en tanto que decida si quiere o no hacer uso de ella.
       —¿Y qué fue de Margaret?
      —Trabajó para The Atlanta Journal y The Sunday Magazine. Se casó en varias ocasiones y no tuvo hijos. Desgraciadamente, murió atropellada por el exceso de velocidad de un taxista, cinco días después del accidente.
       —Morir así debe ser terrible ¿verdad?
       —Y además con cuarenta y nueve años... ¡No llegó ni a la mitad de la vida!
    —¡Qué lástima! ¡Me hubiera encantado conocerla! Supongo que su vida debió ser apasionante.
      Thomas se mantuvo en silencio, con la vista perdida al fondo del pasillo. Entre tanto, ella le observaba con descaro preguntándose quien estaba realmente detrás de aquella nariz respingona, casi femenina, el cabello peinado con flequillo, la amplia frente y los ojos de mirada melancólica. Él, esbozó una sonrisa mientras la contemplaba sin perder un ápice de sus movimientos.
      Continuaron hasta llegar al umbral del dormitorio. Le indicó que podía cambiarse de ropa, mientras iba a buscar unas copas de champán. Sabía que ella no tenía a nadie a quien acudir si le ocurriese aquella noche alguna desgracia. Su familia la había echado de casa y sus compañeras del burdel tampoco podían auxiliarla.
     Al regresar con la botella y las copas, se quedó fulminado con una punzada en el estómago y una avidez por desnudarla. Llevaba puesto un negligé negro satén muy ajustado y transparente, lo que dejaba casi al descubierto sus prominentes pechos, así como los globos gemelos de sus nalgas.
      Dejando ambos recipientes y el
Chardonnay sobre la mesita de noche, se despojó de la ropa que llevaba puesta y dejándose emborrachar por la agitación que le provocaba su exuberante belleza adelantó los brazos para colgárselos del cuello y atraerla contra su pecho. La besó entreabriendo sus labios suaves y húmedos, cediendo al vértigo del deseo y sintiendo la asfixia que la presión y velocidad de otra lengua diligente, poco a poco, le vaciaba las entrañas hasta estremecerse de gozo.       
     Las medusas de sus lenguas se devoraban en infinitas bocas hambrientas como cuevas subterráneas de perfidia y carne húmeda tan acogedora resbalando entre desfiladeros de marfil y piel volcánica.
      Colocándose a los pies de la cama, le abrió las piernas y con sus manos le alzó las caderas para luego dedicarse a libar con suavidad su sexo hasta verla retorcerse de placer. Más tarde se desplazó a su vientre dándole besos húmedos. Por último, se incorporó dejándose caer encima de ella decidido a penetrarla en una sucesión de miradas, susurros, gemidos, cuerpos entrelazados y
sicalípticos besos.

     Al día siguiente, se personó Robert, el supuesto propietario de la vivienda. Thomas se encargó de presentarlos y después los dejó a solas en el salón, mientras él se dedicaba a realizar unas gestiones en su despacho.
      —Emerald ¡qué nombre tan fascinante!
     —Si, en la antigüedad se decía que era una gema sagrada relacionada con la victoria y el poder.
      —¿Formas parte de un sueño o eres real?
      —ja, ja, ja... ¡Qué cosas dices!
      —Me encantaría invitarte al cine esta noche.
      —No hay problema, Thomas no es celoso.

    Sentados delante de una gran pantalla, Robert y Emerald contemplaron juntos la película Gone with the Wind, cuyo guion era una adaptación de la novela homónima con la que la madre adoptiva de Thomas obtuvo el premio Pulitzer.



Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados


 

diciembre 10, 2017

Pura coincidencia (segunda parte)

diciembre 10, 2017 43 Comments
De acuerdo al interés mostrado a través de vuestros comentarios de la semana pasada para continuar el relato, que en un principio solamente lo escribí como una única parte, pues bien, ahora os presento su continuación y doy por finalizado dicho texto. Quizás cuando acaben las próximas vacaciones navideñas, os comparta otro relato distinto por capítulos, no muchos, ya que personalmente no me apetece terminar habituándome a este género, dado que prefiero abordar las distintas categorías de obras literarias, a través de este medio.


Deambulando entre el dormitorio y el salón a altas horas de la madrugada, Vera trataba de poner en orden sus pensamientos, debido a aquel estado mental de turbación que la mantenía sin poder conciliar el sueño. Había sido un día demasiado raro, pero también muy apasionante. Nunca se había planteado la posible coincidencia con Niko, a quien había desterrado de su memoria, sin embargo el azar o la "causalidad" se lo había puesto delante de sus ojos esa misma mañana, lo que la mantenía en vilo haciéndose mil preguntas, porque según sus convicciones: "Todo pasa por algo en la vida, de modo que es mejor no empeorar las cosas rebelándonos ante ellas, hay que permitir que fluya esa energía y aprender que todas las piezas al final acaban encajando".
Asimismo volvió a leer los mensajes de Hugo, desde el despacho de su padre, comentándole las incidencias del día y lo que la había echado de menos durante la mañana, aunque comprendía que los preparativos de la boda eran del todo imprescindibles y no se mostraba celoso por ello. Sin embargo, ella empezaba a notar la molesta presencia de un nudo en la garganta, al darse cuenta de que ahora más que nunca, su decisión de formalizar la relación con Hugo no era lo que más deseaba, sino todo lo contrario y esto la quitaba el sueño.
Su percepción sobre su futuro esposo, empezaba a experimentar un profundo cambio. Le molestaba su carácter condescendiente y bonachón, pues le resultaba demasiado aburrido y ahora que había estado tan cerca de Niko, se preguntaba: "¿Por qué has tenido que aparecer de nuevo en mi vida?"

La madrugada se fue prolongando hasta el límite de quedarse rendida en el sofá, donde la encontró Hugo, completamente perturbado pues pensaba que durante la noche le habría ocurrido algo importante para que se dejara caer  allí dormida y no haber madrugado como de costumbre para acudir al despacho de su padre, donde ejercía de pasante. 


El joven la despertó excesivamente preocupado, interesándose por su salud y por entender los motivos que la habían impedido levantarse a su hora, aunque su atento interés cayó en saco roto, puesto que Vera desvió sus preguntas con habilidad y a fuerza de mencionar otros temas, logró que Hugo acabase por tirar la toalla. Bueno, para ser más exactos, ella se encargó de desvestirle y llevárselo a la ducha de un salto, como aquel que dice. 

—Tienes demasiados pájaros en la cabeza, Hugo, no sé de dónde sacas que estoy rara o que no te estoy contando la verdad. Anda nene, apriétame fuerte contra tus muslos mientras el agua eriza mis pezones y me cubres de paraísos ardientes jugando con tu miembro... ¡Olvidémonos de todo lo demás! —sin embargo lo que ella callaba era que "se lo estaba montando con Niko" en su prolífica imaginación, lo cual acentuaba aún más el grado de excitación que la embargaba en esos momentos.

Después de tomarse el resto del día libre, ya que para eso era la hija del jefe del despacho y él, su futuro yerno, disfrutaron de una alegre jornada, circulando a toda velocidad por la autopista en el Porsche descapotable plateado de Vera y visitando a otros amigos de la gran ciudad, que daban una fiesta en el ático de un rascacielos, donde el alcohol, las drogas y la música inundaba por completo toda aquella amplísima estancia al aire libre. Regresaron muy tarde y Vera ya parecía que se había quitado de la cabeza a Niko.

                                                  oo-oo-oo-oo-oo-oo-oo-oo-oo-oo-oo                                                                                                                                          
La vida del matrimonio durante ese par de días transcurridos después del "incidente" y que les había creado una fisura demasiado notable en su relación, había vuelto a retomar el pulso cotidiano de la imperturbable rutina. Aunque Niko seguía preocupado por la gran fascinación que le producía el recuerdo de aquel encuentro con Vera, porque por más que lo intentaba ¡era incapaz de quitársela de la cabeza!


Marga, que era muy intuitiva y sagaz, sabía que desde aquella fatídica mañana, su marido no era el mismo, lo veía abstraído incluso cuando se acostaban e intentaban echar un polvo, porque de hacer el amor nada de nada. Ella lo soportaba todo con tal de no perderlo, además tenían un hijo en común y aquello la paralizaba por completo a la hora de ponerle sobre la mesa lo que bullía en sus adentros. Además también se había decidido a contratar los servicios de un detective, para amenazarle de muerte si los pillaban juntos otra vez.
Marga era una mujer con un genio endiablado, incapaz de aceptar la más mínima infidelidad, pero también era una mujer independiente que pasaba muchas horas en su puesto de supervisora comercial de una importante corporación multinacional, de modo que estaba ausente de casa todas las mañanas hasta primeras horas de la tarde o en ocasiones especiales pasaba temporadas viajando, lo que le permitía a Niko crear un posible plan junto a Vera y lejos de la continua vigilancia del detective.

Debía ponerse en contacto con Vera, antes de que llevara a efecto su matrimonio. Lo único que le preocupaba era decirle que estaba desocupado, que no tenía trabajo, ni medio de vida, porque Marga ya se había encargado de que le despidieran de varios puestos de trabajo, gracias naturalmente a sus influyentes relaciones públicas y a toda la parafernalia con la que se rodeaba para deslumbrar a quienes tuviera que pedirles algún favor... ¡Y vaya, que si lo lograba, menuda loba estaba hecha! De ahí su escalada vertiginosa hacia la cumbre del poder que manejaba como pez en el agua, además de poseer un olfato especial para los negocios, lo que fortalecía su amor propio y la facilidad para manipular a los potenciales clientes o socios.


A la semana siguiente, Marga, le comunicó que tendría que viajar unos días, por lo que estaría lejos, aunque seguiría llamándole como de costumbre al móvil, especialmente por las noches antes de irse a dormir. Él le comentó que no se preocupara por nada, que todo seguiría igual hasta que ella volviese, que no se agobiara porque la seguía queriendo y no cometería ninguna locura. Marga le recordó su compromiso como padre y esposo, lo mismo que también estaba vigilado las 24 horas en caso de salir a la calle. 

                                                  oo-oo-oo-oo-oo-oo-oo-oo-oo-oo-oo    

Ya había transcurrido una semana y dos días desde aquel "incidente" en la cafetería y Vera seguía inmersa en la organización de cada detalle previo a su futuro compromiso con Hugo. La imagen de Niko se había difuminado casi al completo, puesto que su chico no cesaba de procurarle toda clase de atenciones, regalos, mimos y muchas horas de sexo también, algo de lo que él estaba completamente sorprendido, sobre todo, al acentuarse últimamente sus peticiones de hacerlo tan seguido y con tanta pasión. No se le había pasado por la imaginación, que todo aquel extraño comportamiento escondía otras intenciones, que ella no era capaz de explicarle.


A media mañana una llamada telefónica se desvió desde el despacho de Hugo hasta el de Vera, alguien al otro lado solicitaba hablar con ella y Hugo no le dió ninguna importancia, pasándole esa llamada a su futura esposa, esta que reconoció al instante el tono grave y algo tembloroso de Niko, intentó disimular su conmoción, preguntándole cuál era el motivo de llamarla y cómo la había vuelto a localizar. Se intercambiaron algunas indicaciones y luego cortaron la comunicación, ya que ambos tenían muy claro su próxima cita, lo mismo que su plan en común tras la llamada.


Vera fue al despacho de Hugo para comentarle que tenía que ausentarse para hacerse otra prueba en la modista. También se despidió de su padre y se marchó directamente en un taxi, camino del aeropuerto. No llevaba equipaje alguno, únicamente su documentación, tarjetas de crédito y la llave de un apartamento perdido en una playa tropical, del que ninguno de su entorno tenía conocimiento, porque también ella guardaba celosamente su intimidad para cuando surgían ocasiones especiales como aquella con Niko.

Niko, por su parte se había comprado un disfraz de sacerdote que le quedaba bastante bien de talla y daba el pego. También se había rasurado la cabeza completamente, lo mismo que la barba y el bigote. No se olvidó de pedirle, el día antes, a una vecina que le hiciera el favor de recoger a su hijo del colegio al día siguiente y que luego ya iría a buscarlo cuando terminase unas gestiones que tenía que hacer precisamente ese día.
Miró varias veces por la cristalera del salón, hasta que el detective se alejó para comprarse un bocadillo en un bar que estaba al otro lado de la glorieta. En ese momento se dispuso a salir con su disfraz, dos maletas repletas de ropa y el dinero en efectivo que encontró en la caja fuerte, que había tras un cuadro en el salón, guardándolo en su billetera. También llevaba encima dos pasajes de avión para un destino en un paraíso tropical y unas grandes gafas negras con las que finalmente llegó hasta la parada de taxis que estaba muy próxima a su domicilio.


Ya en el aeropuerto se dirigió a los lavabos de caballero para desvestirse por completo y ponerse su traje. Miró el reloj con impaciencia y al llegar a la cafetería donde habían quedado, allí estaba ella en la barra esperándolo.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

diciembre 03, 2017

Pura coincidencia (primera parte)

diciembre 03, 2017 50 Comments
El aire bailaba condensandose en las miradas de humo que se deslizaban, a medida que se iba adentrando entre aquella contínua corriente de transeúntes, como macizas columnas humanas que se desplazaban a un lado y otro de las avenidas,  formando una curiosa amalgama de pisadas, que resonaban tenuemente amortiguadas por el aullido contínuo de los motores, por los frenazos, por la constante fricción de los neumáticos sobre el asfalto, por los gritos de los niños en los patios de los colegios, por la sirena de algunos coches de policía o de ambulancias... En pleno bullicio urbano, Vera caminaba resuelta a realizar las compras que tenía previstas antes de la ceremonia. Los escaparates lucían sus novedades de temporada con sus decoraciones sumamente heterogéneas, maniquíes sin rostro, pantallas con imágenes intermitentes, frascos de perfumes, relojes suizos, deliciosos dulces, material escolar, cientos de trajes y vestidos, zapatos, ropa de hogar, libros, objetos decorativos y entre tantas cristaleras, diferentes establecimientos públicos, como cafeterías, restaurantes, alguna sala de juegos, tascas y bares... Las puertas giraban, se deslizaban a un lado u otro, nada más que alguien se aproximaba y otras se abrían y cerraban al hacer presión sobre ellas, como cuando todavía no existían las automáticas.

Después de visitar varios locales comerciales, se desplazaba por las losetas del pavimento de la acera al compás del repiquetear de los tacones y el elegante bamboleo de sus caderas, con un espléndido abrigo de algodón floreado. Su figura alta y esbelta acentuaba aún más su natural sex appeal, cubriéndose la cabeza con un sombrero negro de ala corta, que hacía juego con sus guantes de piel. Llevaba un montón de bolsas de papel, repartidas en ambas manos, lo que le dificultaba el paso, esquivando aquellas figuras que pasaban fugazmente a su alrededor. Decidió tomarse un descanso, antes de pasar por la modista para hacerse otra prueba del vestido, "¡Ojalá sea la última!", pensó harta de tantas idas y venidas a lo largo de más de siete meses.


Se fijó en una cafetería acristalada que hacía esquina a dos calles laterales y una amplia avenida en el centro, además se podía disfrutar de una magnífica visibilidad desde su interior, contemplando aquella parte tan turística de la ciudad y el bullicio de sus gentes. La decoración recordaba a un salón imperial del siglo XIX con motivos clásicos como esfinges, ninfas, águilas...Espejos, lámparas, muebles de nogal y caoba estilo rococó. Columnas adornadas con bronces y rematadas por motivos frutales como piñas y limones. También se hallaban encendidas algunas chimeneas de mármol adornadas con floreros, velas, relojes y trofeos. Sobre las paredes empapeladas en un tono verde azulado, se exhibía una variada colección de cuadros, con alegorías mitológicas y algunas escenas guerreras. Le pareció viajar en el tiempo hasta aquella época napoleónica, anticipo de la evolución de la Europa contemporánea con grandes descubrimientos tecnológicos.

Buscó una mesa próxima a uno de los múltiples ventanales que rodeaban toda la fachada de la planta baja, donde se hallaba dicho establecimiento e hizo un gesto para llamar la atención del camarero, que en aquel instante pasaba muy cerca para servir a otros clientes. Al poco se aproximó a ella para preguntarle qué deseaba y Vera le respondió: "Un capuchino,  por favor".


Más tarde, notó un pequeño y suave toquecito en la espalda, que la sacó de su ensimismamiento y la hizo girar la cabeza hacia un lado, volteando lévemente su cintura. Su rostro de extrañeza en un primer minuto, dió paso a una gran sonrisa, pues no podía imaginar siquiera, que podía volver a encontrarse con Niko, después de haberle perdido la pista durante tantos años. Él, su amigo íntimo del instituto, vecino también del mismo edificio donde residía por aquella época junto a sus padres y hermanos. ¡Qué ilusión le hacía tener de nuevo la oportunidad de contemplar de cerca aquella mirada inolvidable! 
Aquel imprevisto le provocó un gran hormigueo en la espalda, que le producía cierta conmoción gratificante, así como la subida de temperatura corporal y un estado de atontamiento mental, al que intentó sobreponerse, ya que no deseaba que se notase demasiado aquella fuerte impresión que le había causado su presencia. Se quitó el abrigo, el sombrero y los guantes, dejando su larga melena al aire, exhibiendo un jersey blanco liso que llevaba debajo, junto con una minifalda azul marino.

Niko había sido su primer amor con experiencia íntima, de manera que al perderle de vista pensó que también había dejado de desearle o quizás ese fue su último deseo después de romper con él y lanzarse al vació pasando por múltiples ligues, como moneda de cambio u objeto fácil de obtener.  Sus años de juventud fueron una auténtica locura, borracheras, viajes, habitaciones de hotel o apartamentos en la playa, todo un bagaje amoroso que la desembocó a algún intento de suicidio. Después en la universidad, recuperó la ilusión, lo que la motivó a dar un cambio radical a sus objetivos, quería ser una mujer independiente y vivir para defender los derechos de los más desfavorecidos, aunque sabía que en el fondo siempre había sido una idealista y no estaba muy segura de si aquel corrupto sistema, la permitiría o no, ejercer libremente su futura abogacía.

Él se había sentado a su lado y no paraba de hacerle sonreir con sus ocurrencias. Se le notaba pletórico de alegría y aturdido cada vez que se cruzaban sus miradas. Vera notaba como su piel estaba completamente sensibilizada por la proximidad de su cuerpo que le producía un deseo ardiente difícil de soportar.  Comenzaron a repasar por encima el trayecto que habían tomado sus vidas, hasta que de forma espontánea se rozaron las manos y ella comenzó a temblar, lo que a él le animó a aproximarse, casi en contacto con su rostro, hasta que sin darse cuenta se dieron un beso en los labios.


Fue ese gesto el que vió tras el cristal, Marga, la esposa de Niko, que hacía algunos minutos contemplaba absorta la escena desde la calle y ahora se disponía a entrar para preguntarles qué clase de confianza tenían o qué la estaban ocultando.

Tranquila mujer, sosiégate, es una antigua amiga del instituto, además hacía muchos años que no nos veíamos y ha sido la emoción del encuentro.  Ahora tengamos la fiesta en paz, siéntate y no pienses tonterías. ¿Acaso, te he fallado alguna vez en estos seis años de matrimonio?... ¡Venga, no me mires así, que parece que nunca nos hubiésemos visto! ¡Y deja de montar una escenita de celos! Voy a pedirte una tila para que te serenes un poco.

Mientras Niko se ausentó buscando al camarero y refrescarse en el baño de caballeros, ellas iniciaron una "guerra" de reproches,  que si yo no me creo nada de lo que ha dicho mi marido, que mira mis bolsas repletas de complementos para mi próxima boda, que si tú eres una abusadora aprovechándote de mi marido, que déjame decirte lo equivocada que estás, que no te voy a permitir que "me lo robes",  que me voy a ir y así te quedas con él para ti solita...

¡Bruja, lagarta...! ¡Lárgate si eres tan valiente y que no te vuelva a encontrar nunca con él!  —le reprochaba,  Marga,  con descaro.
Pues si, me voy ahora mismo. ¡No te soporto! —exclamó levantando la voz,  mientras bajaba sus cejas, hinchando la nariz con un gesto iracundo.

Presa de la ansiedad, Vera cogió algunas bolsas mientras otras se le caían por el camino, abandonando bruscamente el local. Marga la miraba con desprecio y se juraba a si misma que aquella escena no volvería nunca a repetirse,  no podía soportar la idea de que aquellos dos volvieran a tener algún encuentro,  si ella aún permanecía con vida.

¿Qué ha ocurrido, dónde está Vera? ¿Acaso la has hecho perder la paciencia? le interrogaba Niko,  mientras fruncía el ceño en un tono de reproche.

¡Qué estúpida!, se largó porque no podía soportar que la descubriera.  Seguro que tiene la vida resuelta y no le importa perder sus bolsas. ¡Míralas, están tiradas por el suelo! ¿No estarás tú manteniendo a esa fulana? ¡Te juro que si os vuelvo a encontrar juntos,  os mato a los dos!


¡Por favor, serénate y no me hagas perder los nervios o pido el divorcio! Parece mentira, nunca te he dado motivos de infidelidad y hoy porque me encuentro con esta antigua amiga, me empiezas a tratar como un completo extraño.  Llevo mucho tiempo preguntándome qué estoy haciendo al lado de alguien tan celosa y posesiva como tú.  Mira, déjame salir a darle estas bolsas, porque como empieces otra vez con tus reproches, te vas a arrepentir. ¿Me has oído?... Venga, tómate mientras la tila que ahora vuelvo.

Saliendo a toda prisa de la cafetería con las bolsas,  Niko escudriñaba cada ángulo de la avenida y cada extremo de las calles colindantes, pero no la encontraba. Tenía muy claro que aún no se había despedido de ella y cuando ya estaba a punto de regresar con su mujer, decidió que solamente le faltaba mirar en el interior de las bolsas.  La suerte parecía estar de su lado al descubrir una tarjeta, donde había una dirección con un teléfono,  se trataba del despacho de abogados en el cual trabajaba el padre de Vera.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados