EL INSÓLITO CASO DEL PARQUE DE LAS GÓNDOLAS (segunda parte y fin del relato)
Estrella Amaranto
noviembre 11, 2017
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Me vi de repente transportado al interior de aquella juguetería, donde todavía estaba Makane, quien nada más abrir la puerta corrió a mis brazos y tirándome con ternura de las manos, me intentaba guiar hasta una casa de muñecas que intuí era su foco de atención. No me costó nada avanzar unos pasos y ponerme justo delante de aquella preciosa residencia para muñecas, que atónito vi como se abría la puerta principal y desde su interior alguien nos llamaba por nuestros respectivos nombres:
—¡Hizar!... ¡Makane!...No os quedéis ahí fuera, pasar y sentaros en el sofá del salón. ¡Ya era hora de que regresarais! Estábamos muy preocupados por vosotros desde que os fuisteis al colegio... Me ha llamado vuestra profesora para avisarme de que habéis hecho novillos, saltándoos las clases y eso merece un castigo.
—Me puse a rascarme la piel de los brazos, como en un vano intento por saber si estaba despierto o no. Todo aquello me resultaba demasiado perturbador, siendo incapaz de poner en orden mis pensamientos que no paraban de hacerme entender que lo que vivía era completamente real.
Si, estaba sentado en aquel sofá de piel marrón desgastada por el uso, leyendo un libro que no recordaba su portada, pero que por otra parte me parecía familiar. También tenía al lado un ventanal, cerca de un viejo aparador con algunos trofeos y una caja de música de madera con técnica de taracea y fondo de terciopelo rojo, que me llamó mucho la atención. La tomé en las manos y le di cuerda, entonces sonó aquella melodía que me ponía tan triste y melancólico sin saber el motivo.
—¡Deja esa caja ahora mismo y ponte de rodillas! ¡No me lo hagas repetir más veces! —aquel tono de voz grave y autoritario gravitó entre las paredes y acabó rebotando en mis tímpanos, hasta que preso del pánico me hinqué de rodillas sobre la alfombra persa y le supliqué que no me diera con la hebilla de su cinturón en mi espalda, algo que se lo pasó por alto mientras me quitaba la ropa para propinarme unos buenos latigazos. Sabía de sobra, que siempre podía doblegarme con su despótico método educativo.
—¡Ahora te toca a ti, Makane! ¿Me has oído o quieres que te pegue más fuerte que a él?... ¡Acércate y ponte de rodillas, mocosa! —exclamaba fuera de si aquel implacable individuo, cuyo espíritu paternal nunca había desarrollado, pues más bien se asemejaba a un perverso granuja acostumbrado a atemorizar a sus pequeños vástagos.
Al acabar aquella humillante zurra de correazos los dejó solos llorando desconsolados y emitiendo raros hipidos, que interrumpían su respiración como si fueran a ahogarse.
Después volvieron a sentarse en el sofá con las manitas juntas y en completo silencio... La luna asomaba ya por la ventana y pronto tendrían que irse a dormir...
Mi cabeza empezó a darme vueltas y más vueltas, estaba otra vez sentado en aquel banco de madera del parque, sin comprender del todo qué era realmente lo que me sucedía, quizás me había dormido sin darme cuenta y todo aquello no era más que un sueño, o como había leído en alguna parte me había desplazado a un mundo paralelo... ¿Quién sabe a ciencia cierta si lo que experimentamos como realidad no lo es y estamos dentro de un sueño o de una mente que nos piensa?...
Entretenido en mis elucubraciones distinguí a una pequeña figura infantil que se iba aproximando hasta mi presencia. Se trataba de Makane y me alegré tanto de volver a verla que sentí un fuerte estremecimiento que me subía por las piernas hasta la cabeza. Sin embargo, la niña caminaba muy despacio, tenía el impermeable destrozado y los ojitos llenos de lágrimas. Cuando la inspeccioné me quedé sobresaltado, tenía moretones en el cuello y en la espalda, lo mismo que la supuesta hermanita con la que había tenido aquella insólita vivencia minutos antes. Consideré conveniente preguntarle su nombre y ella me contestó: "Makane"
Desconcertado ante tantas coincidencias, pues se juraba a si mismo que ella era una perfecta desconocida hasta ese instante y lo mismo pasaba con él, respecto a la niña desde el minuto en que se conocieron, no acababa de asimilar tantas circunstancias contradictorias. No obstante se dejó llevar por aquel inmenso cariño que sentía hacia ella y la sentó con cuidado a su lado, tal y como estaban en la otra realidad... Instantes después notó que Makane se caía desplomada al suelo agarrada de su mano, por lo que estiró de ella para alzarla, hasta notar un intenso dolor en el pecho que le hizo perder la consciencia e inclinar su cuerpo hacia un lado.
El jardinero municipal fue quien los encontró e intentó reanimarlos sin ningún éxito. Después llegó el forense para inspeccionar los cuerpos:
—¡Qué extraño! Ambos presentan moretones en la espalda y cuello, aunque la niña además tiene una profunda hemorragia interna. Esto parece tener toda la pinta de haber sido víctimas de algún desalmado que vagaba por los alrededores.
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