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octubre 14, 2019

La envidia

octubre 14, 2019 25 Comments

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, tiene dos significados:

1. f. Tristeza o pesar del bien ajeno.
2. f. Emulación, deseo de algo que no se posee.

Se trata de una emoción bastante destructiva para uno mismo, ya que si no sabemos superarla nos hará sentirnos unos desgraciados.

Una gran frase acerca de la envidia la pronunció William Shakespeare: "Qué cosa más amarga mirar la felicidad a través de los ojos de otro hombre."

Este sentimiento se origina cuando establecemos comparaciones con los demás, ya que tenemos la mala costumbre de valorar a los otros de acuerdo a aquello de lo que carecemos, sin tener la lucidez suficiente como para pensar en aquellas cosas que tenemos tan positivas. Por eso cuando dejamos de compararnos con los demás es cuando aumenta nuestra autoestima, porque somos únicos e incomparables. Nadie es igual a nadie, por tanto no tienes necesidad de imitar al otro o pretender ilusamente ser igual que él/ella, ya que nunca lo conseguirás y eso te llevará a ser infeliz y envidioso.

También esta emoción aparece cuando viene acompañada de la avaricia, la frustración, el rencor o el odio y como tal no puede ser un sentimiento positivo, sino todo lo contrario, aunque popularmente oigamos esa expresión de "envidia sana", que no es más que pura hipocresía o la excusa perfecta para evadirnos de esa negatividad. Cuando las personas sufren de envidia constante suelen sentirse frustradas y eso les lleva a padecer depresiones.


Cuando asumimos con naturalidad y buen humor lo que somos y aquello a lo que aspiramos a convertirnos es cuando notamos que estamos en paz con nosotros mismos. No lo confundas con ser conformista, porque un poco de ambición es necesaria para crecer y aumentar nuestra autoestima, de modo que lo esencial es la coherencia entre mente-emociones-actos, este trinomio es fundamental que lo mantengas en equilibrio constante para no entrar en contradicciones o frustraciones contigo mismo. Evita las comparaciones y observa las cosas desde tu propia percepción, sentimientos o expectativas de futuro.

Desde el instante en que nos parece que no vivimos la vida, porque todo a nuestro alrededor es pura monotonía o, empezamos  carece de suficiente motivación para vivirla, es cuando prejuzgamos a los demás como "afortunados" si les vemos felices, lo cual agrava aún más nuestra desdicha y este es el mejor caldo de cultivo para generar esa envidia tan negativa que nos aparta del contacto humano o de las relaciones sociales. 

Otras consecuencias de la envidia son la apatía, la negatividad y el conformismo, así Harry Stack Sullivan definió la envidia como "un sentimiento de aguda incomodidad, determinada por el descubrimiento de que otro posee algo que nosotros creemos que deberíamos tener". El discurso del envidioso es repetitivo, monocorde y compulsivo sobre aquello que envidia y con lo que compite. 


Finalmente hago una recopilación de textos de famosos escritores españoles que nos hablan sobre este asunto:

Baltasar Gracián escribió en su Arte de la prudencia: "No hay venganza más insigne que los méritos y cualidades que vencen y atormentan a la envidia. Este es el mayor castigo: hacer del éxito veneno", hasta la honradez y la bondad pueden usarse con el malévolo propósito de azuzar la envidia.

Miguel de Cervantes puso en boca de Don Quijote: "Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo; pero el de la envidia no tal, sino disgusto, rencores y rabias”. Otros “vicios” conllevan ese “no sé qué de deleite” porque satisfacen alguna pulsión instintiva (aunque después pueda esto resultar reprobable a la conciencia). Sin embargo, la envidia es en sí una defensa; a saber, una defensa contra la percepción de la propia inferioridad: se odia a otro para no sentir odio contra uno mismo.

Miguel de Unamuno dijo que en nuestra tierra de envidia proverbial bien podría existir un precepto que rezase, “Odia a tu prójimo como a ti mismo“. Así pues, por una parte, tenemos la mortificación narcisista inherente a la sensación de inferioridad; por otra, el odio a los semejantes, que es censurable para el Superyó. Aquí no hay deleite.

Antonio Machado, en su obra poética de Campos de Castilla nos dice: “Guarda su presa y llora lo que el vecino alcanza; / Ni pasa su infortunio ni goza su riqueza”. Por consiguiente, el penoso sentimiento de la envidia ha de ser objeto, a su vez, de otra defensa psicológica. Una de ellas es la proyección. Por medio de ésta, el sujeto logra convencerse de que el sentimiento envidioso le es ajeno y de que él es el envidiado; pero, ¡ay!, entonces temerá que los males que le deseó al prójimo se vuelvan a modo de bumerán contra él. A propósito de este mecanismo.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

septiembre 16, 2019

El proceso del autodescubrimiento

septiembre 16, 2019 23 Comments

En esta ocasión me gustaría comenzar mi artículo mencionando a Carl Sagan, agnóstico  y ateo militante que usó el escepticismo científico como su principal impulso de búsqueda. 
Ante todo fue un científico, respetuoso con la búsqueda de la verdad y el conocimiento. En ciencia no hay verdades inamovibles ni certezas absolutas. 

Numerosos lideres espirituales, religiosos y new age le aborrecieron por desenmascarar las frágiles bases de sus creencias. Son célebres sus profundas frases: 
«Somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas. Somos el medio para que el Cosmos se conozca a sí mismo».
«La Tierra es un lugar más bello para nuestros ojos que cualquiera que conozcamos. Pero esa belleza ha sido esculpida por el cambio: el cambio suave, casi imperceptible, y el cambio repentino y violento. En el cosmos no hay lugar que esté a salvo del cambio».
 «No puedes convencer a un creyente de nada porque sus creencias no están basadas en evidencias, sino que están basadas en una enraizada necesidad de creer».
«El estudio del universo es un viaje para autodescubrirnos».
 «El cosmos es todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que alguna vez será. Nuestras más ligeras contemplaciones del cosmos nos hacen estremecer: sentimos como una suerte de cosquilleo nos llena los nervios, una voz muda, una ligera sensación… como si de un recuerdo lejano se tratase o como si cayéramos desde una gran altura. Sabemos que nos aproximamos al más grande de los misterios».
«Si alguien no está de acuerdo contigo, déjalo vivir. No encontrarás a nadie parecido en cien mil millones de galaxias».

A partir de aquí comienzo a desarrollar en qué consiste la aventura del autodescubrimiento, como un viaje que nos lleva hacia el lugar al que te diriges, que no es otro que tu propia mente, tu corazón y tu verdadero yo, así te conocerás mejor a ti como ser humano. Por tanto, su finalidad inexorable, es la autorrealización personal.

Se trata de un proceso que nos lleva a crear un concepto de nosotros mismos de acuerdo a la realidad, desprendiéndonos de aspectos sujetos a nuestro optimismo (sublimando nuestro autoconcepto) o al pesimismo (imagen negativa derivada de un estado depresivo). Por consiguiente, estamos hablando de un proceso dificil de comprender, pues para comprometerse en él debemos renunciar a esas confusas sensaciones de inmediatez e inconsciencia, que aparecen en nuestra mente en el preciso instante en el que sucede algo capaz de recurrir a nuestro sentimiento de identidad.
Para lograr dicho autoconocimiento debemos huir de planteamientos fáciles o de carácter intuitivo sobre quiénes somos.

 
Ideas fundamentales a tener en cuenta antes de iniciar esta aventura 

1ª — Las experiencias novedosas suelen ayudarnos a conocernos mejor a nosotros mismos.

Es esencial que nos opongamos al esencialismo: fundamento metafísico que defendió Aristóteles, según el cual, detrás de todo lo que es aparente y accidental está lo esencial y necesario, pero que a partir del siglo pasado ha sido rechazado por otros pensadores, pues en general hay cosas y seres que tienen esencia y otros seres y cosas que carecen de ella.
"En el pensamiento esencialista un animal es un caballo si posee la esencia propia del ser caballo. No obstante, no todos los caballos son iguales. Hay diferencias genotípicas y fenotípicas entre todos los caballos. Bien podemos denominar a un pony o a un percherón como «caballo», pero no todo el mundo estaría de acuerdo en aplicar la misma palabra al antiguo Propalaeotherium, un animal que medía 30 a 60 centímetros hasta el hombro, con unos 10 kilogramos de masa y cuatro dedos en cada pata con pezuñas pequeñas. Los  Propalaeotherium hacen parte del linaje de los caballos como lo muestran muchos rasgos dentales y del esqueleto. Pero es poco probable que una persona ajena a la paleontología le diese a un Propalaeotherium el término de caballo en el hipotético caso que se encontrase en su camino a uno de estos».

Por consiguiente, dicho pensamiento no es el adecuado, cuando queremos iniciarnos en el autodescubrimiento. No nacemos siendo una cosa y luego morimos siendo idénticos.
 
2ª — Tendencia a ocultar la verdad recurriendo a las autojustificaciones

Los humanos somos muy hábiles a la hora de crear fabulaciones sobre nosotros mismos y lo que hacemos, puesto que nos sirven para inventarnos una idea del «Yo» coherente, cómoda de memorizar y estable, aunque eliminemos parte de nuestra propia autenticidad.
 
De ahí, que para ser realmente coherentes con nosotros mismos, debemos poner atención en esos aspectos personales que rechazamos o no nos gustan y tratar de encontrar las causas que nos obligan a tener este tipo de comportamiento ante situaciones difíciles.
 
En definitiva, lo que solemos hacer es recurrir a las autojustificaciones o las medias verdades.

3ª — La ilusión del autodescubrimiento fundamentado en la introspección

Muchos creen que este proceso se basa en la introspección, creyendo que de esta forma podemos hallar capacidades mentales ocultas hasta ese instante, o dicho de otro modo, que para tener resultado positivo, hay que mantenerse aislado y en un sitio tranquilo, cerrando los ojos y concentrados en el análisis del propio fluir del pensamiento.
No obstante, pensar de esta manera es ilusorio, puesto que se basa en un principio filosófico llamado dualismo, según el cual aplicado a la psicología, mente y cuerpo son dos conceptos diferentes, lo que nos lleva a pensar, que el autodescubrimiento implica la negación del cuerpo, para centrarse únicamente en la mente, que de modo implícito tendría distintos niveles de profundidad, puesto que aunque no sea algo material, imita lo que sí lo es, pues simbólicamente tiene volumen.

El autodescubrimiento no es ensimismarse en uno mismo olvidándonos de todo lo demás, sino pararnos a analizar de qué modo interactuamos con todo lo que nos rodea en el día a día. No somos lo que pensamos, sino lo que hacemos.

4ª — Lo que opinan los otros también importa

Nadie nace consciente de lo que es realmente. Hay ciertas características de nuestra existencia que evidentemente las conocemos mejor que nadie, de forma especial en lo que se refiere a esos aspectos de lo cotidiano que nos apetece ocultar a los demás. Aunque si nos referimos a lo que somos en su totalidad, son nuestros familiares, amigos y conocidos más cercanos, quienes nos conocen y saben nuestros hábitos de comportamiento mucho mejor.

Al contrario de lo que nos suele pasar a nosotros, esas personas tan cercanas no necesitan esforzarse por apartar de su consciencia los rasgos más negativos de nuestra identidad. Suelen ser capaces de enjuiciar de una forma más neutra nuestros vicios y virtudes.
¡Cuidado! es importante no permitir que se nos etiquete y comprender, que ni el paso del tiempo ni las experiencias son motivos suficientes para podernos cambiar.


¿Qué ideas podéis subrayar o qué es lo que habéis descubierto al leerlo?... ¿Realmente os gustan los artículos de crecimiento personal o preferís textos narrativos menos complejos y que os distraigan la atención durante un rato?...
Ya sabéis que me gusta también conocer vuestras preferencias lectoras.
Gracias por llegar hasta aquí y ofrecerme la posibilidad de seguiros también. 

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

abril 11, 2016

¿Crees en el destino o piensas que somos nosotros quienes lo forjamos?

abril 11, 2016 21 Comments

Tomo estas frases prestadas que me parecen muy significativas para comenzar a reflexionar acerca de esta pregunta:

"Yo soy el dueño de mi destino; yo soy el capitán de mi alma"
William Ernest Henley 

"El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos"
William Shakespeare.

"Tendremos el destino que nos hayamos merecido"
Albert Einstein. 

"Lo que ha de suceder, sucederá"
Virgilio 

Hay momentos de nuestra vida que nos da la sensación de estar condicionados por un destino y que no podemos escapar a esa fuerza o poder sobrenatural que guía las vidas de cualquier ser, de forma necesaria, inevitable o ineludible. 

Sin embargo también podemos observar esta cuestión desde otro punto de vista, es decir, desde la posibilidad de poder imaginar y crear la realidad que queremos vivir cada día, pero esto significa también ser responsables de nuestras propias elecciones y circunstancias, lo cual no suele gustarnos, por lo que nos negamos a aceptarlo, culpando siempre al destino de todo lo que nos sucede.


No nos equivoquemos, nadie tiene la vida ya predeterminada, incluso esas circunstancias que nos vuelven infelices se pueden cambiar, lo malo es que nos empeñamos en ver esa parte negativa de las cosas, mientras ansiamos resolver el problema pero sin poner de nuestra parte el empeño necesario.

Si algo de lo que te está pasando no te gusta ¿qué es lo que te detiene para cambiarlo? ¿Crees que existen límites o no será que tú mismo te los impones? ¿Estás seguro de que te esfuerzas para solucionarlo o te dejas llevar por la comodidad, los miedos, la inseguridad...?

Date cuenta de que dichas limitaciones están dentro de tu mente y no en la realidad. Cuando te enfrentas a esas experiencias desagradables, derribas tus propios muros mentales, porque estás decidido a tomar las riendas de tu vida y no quieres que nada se te resista. Ese es el instante en que tu mente se hace poderosa y si quieres puedes alcanzar lo que te propongas.

Tienes que aprender a librarte de tus miedos, a jugar como un niño superando el riesgo de vivir.

Todos tenemos la capacidad de vivir, pero ¿es fácil?... Lo cierto es que no y esto se nota cuando optamos por no asumir riesgos. ¿A qué me estoy refiriendo? .. a que en la vida no todo es un camino de rosas, sino que hay espinas y belleza, altos y bajos, negros y blancos... Y toda esa polaridad forma parte de un Todo global, de modo que mejor entender la realidad como una gama de grises.


Al asumir el riesgo de vivir, da igual la edad que tengas, siempre vas a encontrarte con dificultades, sufrimiento, pérdidas, miedos, dudas ... Sin embargo tu puedes vencerlas, tienes la fuerza y el poder necesario para superarte a ti mismo. Por eso, no le eches a nadie la culpa de lo que te pasa, no te empeñes en decir que es cosa del destino, porque la vida tiene sus consecuencias y no hay un destino que te obligue a vivir lo que no deseas, pensar así es muy cómodo y ser conformista también. Es muy aconsejable salir de tu zona de confort y cambiar ese rumbo de tu vida, ya sé que cuesta bastante tomar esta decisión y que como todo en la vida supone un riesgo, porque no tienes ni idea de si será algo de lo que luego te puedes arrepentir o no, pero de todas formas es muy importante aprender a asumir riesgos.

No existe el destino sino es algo que nosotros lo vamos forjando lentamente y a lo largo de nuestras vidas a través de cada experiencia, de cada opción que elegimos, así aprendemos a darnos cuenta de que son esas elecciones las que nos pueden abrir un nuevo horizonte y de ahí la importancia de saber tomar esas determinaciones.
Si tuviésemos la oportunidad de dar marcha atrás y hacer cambios en nuestra vida, hasta lo más mínimo modificaría al resto, por eso es tan fundamental tomar conciencia de cada elección, de cada paso que vamos dando, porque luego es lo que marcará ese "destino". 

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

abril 05, 2016

Relaciones personales

abril 05, 2016 24 Comments

La psicología transpersonal es una rama de la psicología que integra los aspectos espirituales y trascendentes de la experiencia humana con el marco de trabajo e investigación de la psicología moderna. El término transpersonal significa “más allá” o “a través” de lo personal, y se refiere a las experiencias, procesos y eventos que trascienden a lo que consideran una limitada sensación de identidad y que permite experimentar una realidad mayor y más significativa. Sus investigadores estudian lo que consideran los potenciales más elevados de la humanidad y del reconocimiento, comprensión y actualización de los estados de conciencia unitivos, espirituales y trascendentes.2 La psicología transpersonal surge como "cuarta fuerza" tras la Psicología Humanista, que estudia el Desarrollo Personal y el Potencial Humano. Constituye una comprensión diferente del psiquismo, la salud, la enfermedad y el desarrollo personal y espiritual.

Bien, pasemos pues a hablar de las relaciones:

Habitualmente solemos formar opiniones ajenas de una forma inconsciente, ya que nuestra mente egocéntrica tiende a etiquetar a los demás, creando una opinión subjetiva con una identidad determinada, que por supuesto es superficial y no responde a la realidad.
Estamos condicionados genética y socialmente, a pensar y comportarnos de una cierta forma, no es que seamos así, pero esa es nuestra actitud.

Cuando juzgas a alguien estás confundiendo tus patrones mentales condicionados, como ya he dicho antes, con lo que en realidad es esa persona, lo cual explica que actúas según patrón profundamente inconsciente y condicionado. Formas juicios de valor dándole una falsa identidad a los demás, lo cual se convierte en un encasillamiento no sólo para esa persona, sino también para ti.
No juzgar no significa ignorar lo que hace el otro, sino reconocer que su conducta es un modo de condicionamiento, es decir, ver a esa persona y aceptarla tal y como es, sin crear una identidad que la defina por lo que inconscientemente pienses de ella. Esto te va a liberar a ti y a la otra persona de ese condicionamiento, de la apariencia y de los prejuicios mentales. A partir de aquí, el ego ya no está dominando la relación.


Cuando el ego gobierna tu vida, la mayoría de tus acciones, pensamientos y emociones se originarán a partir del miedo y del deseo. Por consiguiente en las relaciones, o temerás algo de la otra persona o le pedirás algo.

Tal vez quieras beneficios materiales o placer, reconocimiento, atención o alabanzas o engordar tu ego mediante la comparación y 
la convicción de que eres, sabes o tienes más que los demás. Sin embargo tienes miedo de que te ocurra lo contrario, que los demás puedan disminuir de alguna manera, tu percepción del ego.

Si te centras en el presente -en vez de utilizarlo como un medio para un fin- lo intuyes más lejos del ego y más lejos del apremio inconsciente de utilizar a los demás como un medio para un fin, siendo este fin lo que te da seguridad en ti mismo, pero a costa de la gente. También al prestar toda tu atención a esa persona con la que te relacionas, estás dejando fuera de dicha relación el pasado y el futuro, salvo que se trate de fines prácticos. Desde el momento en que te encuentras absolutamente presente en tus acercamientos con otras personas, estás renunciando al concepto de la identidad que has pensado para esas personas -lo que son y lo que hicieron ayer- siendo capaz de relacionarte sin tener en cuenta las influencias egóticas del miedo y el deseo. Todo reside en mantenerte atento, observandolo de forma serena.

Qué fascinante ser capaz de trascender el miedo y el deseo en cualquier relación. El amor no tiene miedo ni desea nada.

Desde el instante que su pasado es tu pasado, que su nivel consciente es el tuyo, que su dolor es tu dolor, actuarías, sentirías y pensarías lo mismo que si fueses él o ella. Cuando lo comprendes entonces perdonas, tienes compasión y paz. Sin embargo, al ego no le gusta todo esto porque pierde credibilidad a medida que no puede manifestarse reacio y llevar la razón.



Cuando sabes aceptar como a un ilustre invitado a otra persona que aparezca en este espacio del ahora, cuando también le aceptas tal y como es, él o ella cambian.

Para entender la esencia de otro ser humano no hace falta conocer nada de él o ella, porque lo solemos confundir con un conocimiento más amplio...

Conocer acerca de, es útil de forma práctica. Sin embargo, cuando se convierte en el modo predominante de conocer a través de las relaciones, es muy limitante o incluso destructivo. Pensamientos e ideas forman una barrera artificial, es una manera de separar a los seres humanos, por eso las interacciones no parten del Ser sino de la propia mente. Si no hay barreras conceptuales, el amor se hallará siempre presente de forma natural en cualquier interacción humana. La gran parte de dichas interacciones se suelen limitar a intercambiar palabras o al ámbito del pensamiento. Es fundamental lograr una cierta paz, sobre todo en las relaciones íntimas.

Pasar ratos en silencio en medio de la naturaleza o meditar junto a la otra persona que amamos. Si vais sentados en el coche o vais andando, sentiros a gusto compartiendo ese silencio o ese instante de quietud, esta no se puede crear ni hace falta crearla. Sencillamente manteneros receptivos a esa paz que ya se hace presente, aunque generalmente no la solemos apreciar por nuestro propio "ruido" mental.
En el momento en que se pierde esa calma tan espaciosa, la relación se mantendrá bajo el dominio de la mente y los conflictos y problemas se acabarán fácilmente apoderando de la mente.

Cuando estás escuchando al otro, surge la quietud y esto se convierte en algo esencial de la relación, aunque no es lo más habitual, porque generalmente la mayoría de nuestra atención está consumida por nuestro pensamiento.
La auténtica escucha rebasa la percepción auditiva, emerge de una atención en alerta, un espacio de presencia donde las palabras son recibidas. En ese momento las palabras llegan a ser secundarias, quizás significativas o carentes de sentido. Más importante que todo lo que escuchas es el acto de escuchar o ese espacio donde estás presente de manera consciente, todo un campo de conciencia unifícadora donde estar con la otra persona sin barreras separativas creadas por el pensamiento conceptual. 

Esa otra persona ya no es "otra" puesto que ambos estáis unidos en una misma conciencia.
Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

marzo 02, 2016

Sobre la realidad y la actitud para transformarla

marzo 02, 2016 22 Comments
Habitualmente nos levantamos y mientras nos preparamos el desayuno, en nuestro entorno hay un universo que se mueve. 


En el mismo instante en que sorbemos la taza de café o ponemos la mermelada en las tostadas, otras personas están haciendo a su vez cosas distintas, aparentemente independientes de nosotros. Cuando consultamos nuestra agenda o intentamos organizar la jornada, hay otra persona que se está duchando o secándose el pelo tranquilamente sin preocuparse de llegar tarde, porque a esa hora no tiene ningún compromiso pendiente. Habrá también otras personas apresurándose para coger el autobús o el metro, porque llegan con el tiempo justo o quizás alguno se ha retrasado porque se durmió más de la cuenta. Al salir de casa, pasaremos por distintos establecimientos, unos llenos de gente impaciente por tomarse el desayuno rápido, al tiempo que el camarero aún sigue sin atenderles porque hace un rato discutió con su pareja por teléfono o le han dado una mala noticia y todavía no ha tenido fuerzas de poner la máquina de café en marcha. Vamos apresurados cruzando las calles, incluso con el semáforo en rojo, intentando huir o buscar otra alternativa a la realidad que nos rodea y de pronto oímos el ruido seco del frenazo de un taxi que es incapaz de esquivarnos y acaba atropellándonos.

Entonces nos planteamos que si tan solo una de aquellas circunstancias que se dieron desde el momento mismo de levantarnos de la cama, hubiera sido diferente, solamente una, quizás cabría la posibilidad de que ese taxi no se hubiera cruzado nunca  en nuestra vida y por consiguiente hubiéramos evitado la tragedia. Pero siendo conscientes de esta realidad cambiante, imprevisible, donde la ley de causa y efecto se cumple, donde siempre corremos riesgos y pueden darse accidentes, entonces nos deberíamos preguntar: ¿cómo debemos afrontar esa realidad universal donde todo está conectado?...

Reflexionemos acerca de esta frase de Lynne Mc Taggart:

"Toda la materia del universo está conectada en el nivel subatómico a través de una constante danza de intercambios cuánticos de energía. En el más básico de los niveles, cada uno de nosotros es también un paquete de energía pulsante en constante interacción con ese mar de energía".

De ahí que nuestros pensamientos influyen y al mismo tiempo son influidos por el conjunto de la existencia. El todo nos afecta y cada uno de nosotros afectamos a ese todo, llamémosle universo, vida, realidad, país, familia, ciudad, relaciones sociales y también uno mismo. Lo cual nos debe hacer pensar si, entre el Yo y la circunstancia, exista algo que lo divida.

El arte de cambiar la realidad

Como antes he mencionado, nos levantamos cada día y aún sabiendo que formamos parte de un todo, no somos capaces de apreciarlo y nos perdemos observando la partes de ese todo, lo cual significa que decidimos prestar atención  a la realidad que luego dará sentido a nuestras experiencias.

Ante ese caótico conglomerado de "causalidades" a las que llamamos torpemente casualidades, mucha gente elige el papel de víctima, pues el mundo está lleno de infortunios y suertes, así la vida se convierte en una barca que se mueve según el viento que sopla y en constante amenaza de irse a la deriva. Las personas victimistas o negativas, piensan que hagan lo que hagan siempre les sucederá lo peor y no pueden poner remedio para cambiarlo. Así las cosas, no cabe pensar más de ellas, que o bien se quejan o se resignan,

En cambio otras personas deciden que la mejor forma de sobrellevar tanta incertidumbre existencial es controlándolo todo. De ahí que la mejor manera de evitar esas incertidumbres, es despejando las incógnitas, planificarlo todo y anticiparse a los acontecimientos para evitar malas sorpresas. Dichas personas controladoras suelen forzar los acontecimientos, obligando al tiempo, obligándose a sí mismas y por desgracia forzando a los demás también.

Cocrear la realidad

Nos queda afortunadamente otro camino, el de hacernos uno con el todo, o sea, conjugar circunstancias con nuestra capacidad creativa o creadora. Evidentemente, sea consciente o no, ahí fuera existe un mundo de leyes físicas y de fenómenos intangibles que solemos percibir a través de los sentidos. Pero también es cierto que quien enseña a los sentidos es el observador, es el Yo que decide, piensa y siente sobre todo lo que le sucede. De ahí que las cosas se adapten a nosotros, a como sentimos, pensamos o decidimos.

Séneca decía que la sabiduría radica en saber distinguir correctamente dónde podemos modelar la realidad para ajustarla a nuestros deseos, de donde debemos aceptar, con tranquilidad, lo inalterable, o sea, lo que es. Pero aceptar no debe confundirse con resignarse. Si algo nos hace creadores es la capacidad de transformar las cosas, no de soportarlas. Y no puede haber transformación sin aceptación previa. Quien más, quien menos ha intentado, sin éxito cambiar la naturaleza de las cosas y a los demás. Lo intentamos hasta que nos damos cuenta de que, para cocrear, partimos de lo que es y no de lo que debería ser.

Otra frase que nos puede servir para comprender que las circunstancias no son algo fortuito sino que se relacionan con la persona o individuo de forma indivisible, es aquella de Ortega y Gasset: "Yo soy yo y mi circunstancia". De manera que aunque no podamos cambiar los hechos, si podemos cambiar  la forma de relacionarnos con ellos. 

Seamos responsables y no culpables, porque de la relación que establezcamos con nuestras propias circunstancias crearemos una realidad y no otra. Lo mejor es que ese mañana lo podemos crear de otra forma distinta.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

febrero 27, 2016

¿Qué es el discernimiento? - Su desarrollo y fortalecimiento

febrero 27, 2016 15 Comments
La capacidad de discernimiento es una habilidad fundamental para el desarrollo espiritual.


Hasta que se despierta esta capacidad de discernimiento, el progreso espiritual es muy lento e incierto, ya que cuando tratamos de encontrar o descubrir esta habilidad, andamos a tientas en la oscuridad, incapaces de distinguir lo real de lo irreal, la sustancia de la sombra, lo falso de lo cierto. Sin discernimiento, lo más frecuente es que confundamos los impulsos interiores de nuestro pequeño yo (ego), con la voz del mayor espíritu de la verdad.

Una persona ciega en un nuevo lugar puede encontrar a tientas su camino a través de la oscuridad, pero no sin una gran confusión, por lo que sufrirá muchas caídas dolorosas, y mucho moretones. Del mismo modo, sin discernimiento, estamos mentalmente ciegos, y nuestra vida se compone de andar a tientas en la oscuridad dolorosa, confundir el vicio con la virtud o viceversa, ya que no podemos diferenciarlos entre si. 
También  requiere de una base para medir si algo es correcto o si confundimos las opiniones con los principios y por eso nos parece que las ideas, los eventos, las personas y las cosas no están relacionados entre sí.

Lo ideal sería que nuestras mentes y vidas estuvieran libres de la confusión. Podemos confiar en mantenernos preparados para satisfacer todas nuestras dificultades a nivel mental, material y espiritual  y así no nos veremos nunca atrapados (como la mayoría) en las redes de la duda, la indecisión y la incertidumbre, incluso ante los problemas o las desgracias. Podemos estar fortalecidos contra toda emergencia que puede venir en contra de nosotros. Pero la preparación y la fuerza mental no pueden alcanzarse sin discernimiento, y el discernimiento sólo puede desarrollarse mediante el ejercicio constante de la mente.

El desarrollo y fortalecimiento del discernimiento consiste en ver las cosas como son.

La mente, como un músculo, se desarrolla mediante el uso y el ejercicio constante, mediante la comparación de forma continua y el análisis de las ideas y opiniones de los demás, lo cual nos ayuda a desarrollar y fortalecer la capacidad mental y el poder. La función que tiene la educación tradicional a través de sus disciplinas académicas, es el entrenamiento de la mente en estas habilidades. El discernimiento, sin embargo, es algo más complejo que las facultades analíticas y críticas, también es una cualidad espiritual, a través de la cual se elimina la agresividad y el egoísmo que a menudo acompañan a la crítica y de ahí que veamos las cosas como son, no como nos gustaría que fuesen.

El discernimiento, al ser una habilidad espiritual, sólo puede ser desarrollado por métodos espirituales, es decir, por el interrogatorio, el examen y el análisis de las propias ideas, opiniones, y conducta. Nuestras tendencias críticas, detección de fallos ya no deben aplicarse a las opiniones y la conducta de los demás, sino que deben aplicarse sin tabúes a nuestro propio ser. Debemos estar dispuestos a cuestionarnos cada una de nuestras propias opiniones, pensamientos y comportamientos, para encontrar las ideas útiles y desprendernos de lo inútil. Sólo de esta manera el discernimiento puede destruir la confusión y desarrollarse.

Sin embargo, antes de que podamos empezar con este ejercicio mental, debemos ser enseñables. Esto no significa que tenemos que dejarnos llevar por los demás, sino que estamos listos para observar nuestros pensamientos y sentimientos, y luego deshacernos de esos pensamientos, creencias, suposiciones u opiniones que no tienen fundamento lógico para lograr el cumplimiento de nuestros sueños más elevados.

Estar dispuestos a cuestionar nuestras opiniones o razonamientos.

Cualquier persona que dice: "¡estoy bien!" sin estar dispuesto a cuestionarse su posición, permanecerá atrapado en prejuicios y no adquirirá discernimiento. Sin embargo las personas que preguntan humildemente, "¿tengo razón?", y luego intentan probar y demostrar sus posiciones a través del pensamiento serio y el amor a la verdad siempre serán capaces de descubrir lo verdadero, distinguiéndolo de lo falso o indigno, por eso tendrán este poder inestimable del discernimiento.

Los que tienen miedo a cuestionarse sus opiniones o a razonar sus posiciones tendrán que desarrollar valor moral antes de que puedan adquirir discernimiento. Deben tener miedo de sí mismos antes de que puedan percibir los claros principios de verdad y recibir su luz reveladora. No necesitan temer porque la verdad es inalterable aunque esté bajo examen y análisis, cuanto más se cuestiona, más brillante es su luz. Por el contrario, las dudas surgen cuando hay más errores, cuando la oscuridad crece y no se puede sobrevivir en busca del pensamiento.

La confusión, el sufrimiento y la oscuridad espiritual son propios de los irreflexivos. La armonía, felicidad, y la Luz de la Verdad ayudan a las personas reflexivas. Las pasiones y prejuicios son ciegos y no pueden diferenciarse.

Los que intuyen y meditan aprenden a ser conscientes, y los que pueden discernir descubren la verdad eterna.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados