Queridos amigos y fieles seguidores:
Ayer se nos permitió salir a pasear o practicar deporte a una buena parte de la población de nuestro país, después de cerca de dos meses de encierro domiciliario.
Necesitábamos disfrutar de esta luz primaveral que nos anticipa mayo, para recuperar de algún modo, la normalidad y la libertad que nos han sido robadas por la pandemia y la ineptitud de nuestros políticos.
Es evidente, que nuestra vida social ha cambiado, puesto que será imposible borrar de nuestra memoria la muerte de tantos centenares de miles de conciudadanos y la hospitalización de otra buena parte de la población, ya que está más que demostrado por si alguien dudaba de ello, que para nuestros dirigentes políticos el estado está por encima de la vida de las personas.
Existe también gran preocupación dentro del sector económico debido a las pérdidas a corto y medio plazo y el enorme esfuerzo dentro del gasto público que está soportando reforzar la sanidad pública; lo que supone el evitar un derrumbe total de la ya debilitada economía española.
Os dejo con estas reflexiones y deseo de corazón que no retrocedamos en todo lo que nos costó conseguir con tantos años de esfuerzo, ni tampoco os dejéis llevar por el desánimo y el alarmismo.
Muchas gracias a todos y poco a poco nos vamos leyendo.
El lugar elegido para mi desplazamiento marítimo era una isla de un archipiélago volcánico del Pacífico central, afamada por sus danza Hula originaria del pueblo polinesio que llegó a sus costas, como ahora yo también arribaba al mismo destino mediante un crucero del Atlántico al Pacífico por el canal de Panamá.
Anhelaba conocer aquellas ancestrales danzas, que según me habían contado se acompañaban con cantos e instrumentos de percusión, siendo un gran espectáculo artístico.
Estaba impaciente por conocer mundo y regresar a casa después de vivir aventuras que me hicieran madurar...
Observé un plano situado a la salida del embarcadero, pensando que no estaría mal consultarlo para adentrarme con más pericia en la jungla que separaba la costa del centro del pueblo. No paré de andar por aquellos vericuetos de hojarasca y sendas frondosas a ambos lados de un lago navegable. Por fortuna, fui topándome con algún que otro cartel indicador del pueblo más cercano que podía visitar.
Con la mochila roja a cuestas, la cámara de fotos y los auriculares para escuchar mi música favorita, caminaba despacio mientras ascendía por una pendiente que me permitía ir disfrutando de las vistas y sacar muchas fotos del majestuoso paisaje.
La temperatura era agradable, pero la humedad contribuía a sofocarme ante cualquier esfuerzo. El frenesí ante la revelación de lo desconocido zarandeaba mi corazón, que simulaba una bomba de relojería a punto de hacerme volar por los aires.
El grupo de bailarines nativo que iba a conocer, mantenía ancestrales tradiciones como aquella danza tribal, majestuosa y lasciva que despertaba la curiosidad de oleadas de turistas, entre los que me encontraba.
Deambulé entre las cabañas de barro con paja secada al sol, bajo un cielo nacarado, hasta que alguien me avisó del comienzo de la danza autóctona.
Tras un intervalo de silencio, escuché el clamor de unos tambores, anunciando la aparición de una hermosa fémina ataviada con una especie de falda con hojas y flores de hibisco. Sus senos estaban cubiertos con medios cocos pintados de negro y sujetos al cuello con unas finas ramas trenzadas. Sobre la cabeza tenía una corona floreada y hojas verdes acentuando su belleza. La gracia de sus movimientos acabó atrapándome extrañamente.
Después, un grupo de seis danzarinas engalanadas de indumentaria tradicional bailaron al ritmo de instrumentos de viento hechos con cañas huecas de bambú y tambores de pieles de animales.
Mi pensamiento, como un rayo fugaz, no cesaba de evocar a la primera bailarina, que felizmente tornó a aparecer, bamboleándose de una forma aún más atractiva, lo que me despertó un interés especial por conversar con ella cuando finalizase su intervención.
—¡Me ha encantado verte bailar! —la abordé aturdido, en un idioma con el que pude hacerme entender, al aproximarme para felicitarla.
—No te esfuerces, entiendo tu idioma —me contestó mirando unos apuntes que llevaba en la mano—, lo suficiente para adivinar tu procedencia española.
—¡Qué sorpresa! ¿Cómo aprendiste mi lengua?
—Tengo unos familiares que residieron en España y acabaron aprendiéndolo. Después les pedí que me lo enseñaran.
Creyéndome el dueño del boleto premiado, me ofrecí para seguir ayudándola a perfeccionar el idioma e intercambiarnos información sobre nuestros países.
Escabulléndonos en la orilla de un arroyo a las afueras del pueblo, acondicionado como si fuera una playa, continuamos charlando hasta el atardecer. Instante en que me invitó a albergarme en una choza deshabitada próxima a la suya para seguir hablando al otro día.
Cuando amaneció, me incorporé en la cama frotándome los ojos al escuchar el ruido de unos pies descalzos accediendo a mi cabaña. Seguidamente una voz femenina me abordó.
—Te llevaré hasta un sitio de nuestra isla que muy pocos conocen —me bisbiseó al oído, tirándome a la vez de un brazo.
—¡Espera que me vista! —contesté entusiasmado por su presencia—. ¡Todavía no me he aseado!
—No hace falta que te peines ni te laves. Donde vamos hay mucha agua.
Descendimos unas escaleras donde nos esperaba una canoa de dos plazas a la que subimos, perdiéndonos río arriba.
A unos setecientos metros contemplamos una cascada. Era el paraje que mi adorable acompañante quería mostrarme. Pasamos el día charlando, bañándonos, danzando ella y disfrutando yo de su compañía, hasta el extremo de que mientras lavaba unas frutas fui corriendo hacia ella para darle un empujoncito hasta lanzarla al agua y sacarla después en brazos. Ella presionó mi pecho contra el suyo, regalándome un beso en los labios.
—Sé que te gusto y tú a mí también. Quiero regalarte mi amuleto de la esperanza. Así, colgado en tu cuello te recordará nuestro pacto de amor —me habló con suma dulzura acariciándome la cara.
—¡Conocerte, ha sido lo más bello que me ha pasado en la vida! —le contesté fascinado por su encanto natural.
Sentía un insaciable apetito y una pasión voraz que me abrasaba por dentro. Volví de nuevo a besarla recorriendo con mis manos su delicado cuerpo, envuelto en un torbellino de emociones que hasta entonces ignoraba, lo que me acució a realizar cosas que jamás me había atrevido a hacer, como pedirla que tomara en sus manos mi órgano erecto y lo introdujera en su vagina.
Movió las caderas acomodándose a mis deseos, mientras sus pezones se le iban endureciendo lo que avivaba el fuego que nos fue manteniendo ahogados en intensos gemidos entrelazando nuestras lenguas y estallando nuestra pasión como sensuales volcanes en erupción.
El juego se prolongó durante varios minutos hasta separarnos de golpe para recuperar el aliento, mientras empezaba a disolverse el brillo solar y decidimos retornar a la canoa, pero esta vez ya íbamos tomados de la mano, sin dejar de mirarnos a los ojos como dos enamorados.
—¡Que no se entere mi padre o me mata! —balbuceó a mi oído mi atractiva bailarina y siguió hablando.
—Debía de haber acudido hace más de tres horas al espectáculo de danza que hoy también se celebraba. ¡Corre, vámonos allí!
El anciano, que nos había visto llegar desde lejos, salió de aquel improvisado teatro de danza con un garrote en la mano y un cuchillo en la otra, gritando desaforado en su lengua nativa. Al poco su hija junto al resto de los bailarines se abalanzaron sobre su padre intentando apartarlo de mí.
Observando que el padre no estaba solo, al ver que familiares y amigos venían en su ayuda, decidí escaparme a toda prisa hacia la cabaña donde dormí. Ya de madrugada cogí mi mochila roja con todas mis pertenencias dentro y me fui de allí temiendo ser descubierto.
Crucé al otro lado del puente para no ser visto por mis perseguidores. No era prudente regresar andando hasta el pueblo donde había desembarcado, por lo que alquilé una canoa muy ligera y remando río abajo salí a toda prisa.
Como no estaba muy seguro de si mis perseguidores sabrían o no dar con mis huesos, después de cavilar a lo largo del recorrido, se me ocurrió esconderme en una choza que estaba situada cerca de un acantilado de difícil acceso. Esperé hasta que se hizo de noche y colocándome un sombrero que tenía en la mochila me fui bordeando un sendero paralelo al río que me dejaba en la entrada del pueblo.
Caminando hasta la estación de autobuses, tomé el primer autocar para el aeropuerto.
Al instante de ocupar mi plaza en el avión sujeté el amuleto con mis manos y mirando por la ventanilla un escalofrío me recorrió la espalda.
Con el transcurso de los años comprendí que aquella aventura fue el preludio de un amor, imposible de olvidar.
Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados
Ayer se nos permitió salir a pasear o practicar deporte a una buena parte de la población de nuestro país, después de cerca de dos meses de encierro domiciliario.
Necesitábamos disfrutar de esta luz primaveral que nos anticipa mayo, para recuperar de algún modo, la normalidad y la libertad que nos han sido robadas por la pandemia y la ineptitud de nuestros políticos.
Es evidente, que nuestra vida social ha cambiado, puesto que será imposible borrar de nuestra memoria la muerte de tantos centenares de miles de conciudadanos y la hospitalización de otra buena parte de la población, ya que está más que demostrado por si alguien dudaba de ello, que para nuestros dirigentes políticos el estado está por encima de la vida de las personas.
Existe también gran preocupación dentro del sector económico debido a las pérdidas a corto y medio plazo y el enorme esfuerzo dentro del gasto público que está soportando reforzar la sanidad pública; lo que supone el evitar un derrumbe total de la ya debilitada economía española.
Os dejo con estas reflexiones y deseo de corazón que no retrocedamos en todo lo que nos costó conseguir con tantos años de esfuerzo, ni tampoco os dejéis llevar por el desánimo y el alarmismo.
Muchas gracias a todos y poco a poco nos vamos leyendo.
A continuación os comparto mi relato, con el que participé en la convocatoria del Taller de Escritura Creativa "Café Literautas" en el Reto de escritura creativa #6 Abril 2020 - Sé Creativo con esperanza (19.-El mejor regalo de mi vida (B) - Amaranto - (R), pero que como podéis comprobar, lo he cambiado de título y extensión a la hora de publicarlo aquí en el blog, pues este tipo de concursos con limitación de palabras, en este caso 750 máximo, no me facilitan disponer de suficiente margen de palabras como para desarrollar con más coherencia y riqueza expresiva el relato completo. También doy las gracias a los compañeros de «Café Literautas», especialmente a Isabel Caballero, Pepe Espí Alcaraz e Isan, que me ayudaron mucho a mejorarlo.
El lugar elegido para mi desplazamiento marítimo era una isla de un archipiélago volcánico del Pacífico central, afamada por sus danza Hula originaria del pueblo polinesio que llegó a sus costas, como ahora yo también arribaba al mismo destino mediante un crucero del Atlántico al Pacífico por el canal de Panamá.
Anhelaba conocer aquellas ancestrales danzas, que según me habían contado se acompañaban con cantos e instrumentos de percusión, siendo un gran espectáculo artístico.
Estaba impaciente por conocer mundo y regresar a casa después de vivir aventuras que me hicieran madurar...
Observé un plano situado a la salida del embarcadero, pensando que no estaría mal consultarlo para adentrarme con más pericia en la jungla que separaba la costa del centro del pueblo. No paré de andar por aquellos vericuetos de hojarasca y sendas frondosas a ambos lados de un lago navegable. Por fortuna, fui topándome con algún que otro cartel indicador del pueblo más cercano que podía visitar.
Con la mochila roja a cuestas, la cámara de fotos y los auriculares para escuchar mi música favorita, caminaba despacio mientras ascendía por una pendiente que me permitía ir disfrutando de las vistas y sacar muchas fotos del majestuoso paisaje.
La temperatura era agradable, pero la humedad contribuía a sofocarme ante cualquier esfuerzo. El frenesí ante la revelación de lo desconocido zarandeaba mi corazón, que simulaba una bomba de relojería a punto de hacerme volar por los aires.
El grupo de bailarines nativo que iba a conocer, mantenía ancestrales tradiciones como aquella danza tribal, majestuosa y lasciva que despertaba la curiosidad de oleadas de turistas, entre los que me encontraba.
Deambulé entre las cabañas de barro con paja secada al sol, bajo un cielo nacarado, hasta que alguien me avisó del comienzo de la danza autóctona.
Tras un intervalo de silencio, escuché el clamor de unos tambores, anunciando la aparición de una hermosa fémina ataviada con una especie de falda con hojas y flores de hibisco. Sus senos estaban cubiertos con medios cocos pintados de negro y sujetos al cuello con unas finas ramas trenzadas. Sobre la cabeza tenía una corona floreada y hojas verdes acentuando su belleza. La gracia de sus movimientos acabó atrapándome extrañamente.
Después, un grupo de seis danzarinas engalanadas de indumentaria tradicional bailaron al ritmo de instrumentos de viento hechos con cañas huecas de bambú y tambores de pieles de animales.
Mi pensamiento, como un rayo fugaz, no cesaba de evocar a la primera bailarina, que felizmente tornó a aparecer, bamboleándose de una forma aún más atractiva, lo que me despertó un interés especial por conversar con ella cuando finalizase su intervención.
—¡Me ha encantado verte bailar! —la abordé aturdido, en un idioma con el que pude hacerme entender, al aproximarme para felicitarla.
—No te esfuerces, entiendo tu idioma —me contestó mirando unos apuntes que llevaba en la mano—, lo suficiente para adivinar tu procedencia española.
—¡Qué sorpresa! ¿Cómo aprendiste mi lengua?
—Tengo unos familiares que residieron en España y acabaron aprendiéndolo. Después les pedí que me lo enseñaran.
Creyéndome el dueño del boleto premiado, me ofrecí para seguir ayudándola a perfeccionar el idioma e intercambiarnos información sobre nuestros países.
Escabulléndonos en la orilla de un arroyo a las afueras del pueblo, acondicionado como si fuera una playa, continuamos charlando hasta el atardecer. Instante en que me invitó a albergarme en una choza deshabitada próxima a la suya para seguir hablando al otro día.
Cuando amaneció, me incorporé en la cama frotándome los ojos al escuchar el ruido de unos pies descalzos accediendo a mi cabaña. Seguidamente una voz femenina me abordó.
—Te llevaré hasta un sitio de nuestra isla que muy pocos conocen —me bisbiseó al oído, tirándome a la vez de un brazo.
—¡Espera que me vista! —contesté entusiasmado por su presencia—. ¡Todavía no me he aseado!
—No hace falta que te peines ni te laves. Donde vamos hay mucha agua.
Descendimos unas escaleras donde nos esperaba una canoa de dos plazas a la que subimos, perdiéndonos río arriba.
A unos setecientos metros contemplamos una cascada. Era el paraje que mi adorable acompañante quería mostrarme. Pasamos el día charlando, bañándonos, danzando ella y disfrutando yo de su compañía, hasta el extremo de que mientras lavaba unas frutas fui corriendo hacia ella para darle un empujoncito hasta lanzarla al agua y sacarla después en brazos. Ella presionó mi pecho contra el suyo, regalándome un beso en los labios.
—Sé que te gusto y tú a mí también. Quiero regalarte mi amuleto de la esperanza. Así, colgado en tu cuello te recordará nuestro pacto de amor —me habló con suma dulzura acariciándome la cara.
—¡Conocerte, ha sido lo más bello que me ha pasado en la vida! —le contesté fascinado por su encanto natural.
Sentía un insaciable apetito y una pasión voraz que me abrasaba por dentro. Volví de nuevo a besarla recorriendo con mis manos su delicado cuerpo, envuelto en un torbellino de emociones que hasta entonces ignoraba, lo que me acució a realizar cosas que jamás me había atrevido a hacer, como pedirla que tomara en sus manos mi órgano erecto y lo introdujera en su vagina.
Movió las caderas acomodándose a mis deseos, mientras sus pezones se le iban endureciendo lo que avivaba el fuego que nos fue manteniendo ahogados en intensos gemidos entrelazando nuestras lenguas y estallando nuestra pasión como sensuales volcanes en erupción.
El juego se prolongó durante varios minutos hasta separarnos de golpe para recuperar el aliento, mientras empezaba a disolverse el brillo solar y decidimos retornar a la canoa, pero esta vez ya íbamos tomados de la mano, sin dejar de mirarnos a los ojos como dos enamorados.
—¡Que no se entere mi padre o me mata! —balbuceó a mi oído mi atractiva bailarina y siguió hablando.
—Debía de haber acudido hace más de tres horas al espectáculo de danza que hoy también se celebraba. ¡Corre, vámonos allí!
El anciano, que nos había visto llegar desde lejos, salió de aquel improvisado teatro de danza con un garrote en la mano y un cuchillo en la otra, gritando desaforado en su lengua nativa. Al poco su hija junto al resto de los bailarines se abalanzaron sobre su padre intentando apartarlo de mí.
Observando que el padre no estaba solo, al ver que familiares y amigos venían en su ayuda, decidí escaparme a toda prisa hacia la cabaña donde dormí. Ya de madrugada cogí mi mochila roja con todas mis pertenencias dentro y me fui de allí temiendo ser descubierto.
Crucé al otro lado del puente para no ser visto por mis perseguidores. No era prudente regresar andando hasta el pueblo donde había desembarcado, por lo que alquilé una canoa muy ligera y remando río abajo salí a toda prisa.
Como no estaba muy seguro de si mis perseguidores sabrían o no dar con mis huesos, después de cavilar a lo largo del recorrido, se me ocurrió esconderme en una choza que estaba situada cerca de un acantilado de difícil acceso. Esperé hasta que se hizo de noche y colocándome un sombrero que tenía en la mochila me fui bordeando un sendero paralelo al río que me dejaba en la entrada del pueblo.
Caminando hasta la estación de autobuses, tomé el primer autocar para el aeropuerto.
Al instante de ocupar mi plaza en el avión sujeté el amuleto con mis manos y mirando por la ventanilla un escalofrío me recorrió la espalda.
Con el transcurso de los años comprendí que aquella aventura fue el preludio de un amor, imposible de olvidar.
Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados
¡Carmaba, desde luego que fue imposible de olvidar! Sobre todo por el final tan precipitado que tuvo. Imagino que el protagonista se quedaría con la parte buena de la historia amorosa.
ResponderEliminarMuy grato leerte.
Un abrazo, Estrella. y a disfrutar de los pequeños paseos que nos dejan hacer.
Desde luego como dice Rita cualquiera lo olvida con ese final!!! Lo cierto es que hay amores que siempre se recuerdan aunque a veces la imaginación los acaba adornando más-
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con tus reflexiones Estrella, seamos prudentes, que nuestras ganas no nos puedan y descuidemos la prudencia, es importante por todos.
Besos querida Estrella y cuídate mucho.
Deseo que resulte muy bien la vuelta a salir de casa.
ResponderEliminarUna aventura que dejó muy mal a la chica con el padre.
Un abrazo.
Desde luego que fue un preludio de amor imposible de olvidar, como tampoco sería fácil de olvidar al protagonista los paraje en los que vivió esa fugaz pero intensa historia de amor.
ResponderEliminarMe ha encantado danzar con tus letras al ritmo del Hula, me he envuelto en su grácil contoneo.
Abrazo enorme con todo mi cariño y un cargamento bien repleto de besos desde todos los puntos de mi universo. Ánimo que ya va quedando menos para salir de esta situación de alarma sanitaria. No bajemos la guardia y sigamos protegiéndonos contra el virus al salir a la calle. Cuídate mucho mi querida trasta!!!!
Esperemos que este respiro que supone pasear y hacer deporte no se vuelva contra nosotros y tengamos que retroceder y volver a lo de antes. Se ven muchas calles abarrotadas. Espero que sea algo anecdótico. Me dicen que en Santander el paseo marítimos de la Bahía esta lleno de gente. Yo, como vivo a once kilómetros, paso por carreteras vecinales y caminos.
ResponderEliminarBonito relato. Un amor que se recuerda toda la vida nunca puede perecer. El recuerdo siempre se dirige a lo mejor, aunque con el poco tiempo que estuvieron juntos tampoco ha habido tiempo para lo peor, ni siquiera para lo menos bueno.
Un beso.
Hola amiga!
ResponderEliminarDesde luego que era el prenilunio de una preciosa historia de amor y que a veces se dejan escapar.. esos son los mejores cuentos de amor cuando se viven con esa intensidad que los protagonistas la vivieron... Como se suele decir, hay amores que dejan huellas e imposibles de olvidar.
Espero y deseo que tanto tu como la familia todos bien.
Ahora que por fin podemos oxigenarnos un poco, no debemos bajar la guardia.
Te dejo todos mis cariños y millones de besos.
Cuidate amiga mía.
Una auténtica aventura, mi queria amiga. Y es que el amor ya es en sí ese vértigo que nos recorre y si a ello le sumamos la belleza exótica del lugar y de la chica... el momento se hace imborrable en la memoria y en el corazón. Te felicito, preciosa, has sabidos transportarnos por senderos exóticos hasta los momentos más íntimos de un encuentro.
ResponderEliminarLa música muy ad hoc :)
Mil besitos con mucho cariño para ti y muy feliz día ♥
Una bonita y apasionada historia de amor, Estrella. Salvando las distancias argumentales me ha recordado a la que tiene lugar en la novela "Palmeras en la nieve", que he leído hace poco.
ResponderEliminarHay atracciones que no entienden de compromisos previos, de convencionalismos o de razones, y hay escenarios tan mágicos que son una pura invitación. Me ha gustado mucho la historia, tanto que me hubiera encantado que continuara, a ser posible sin la marcha del protagonista de forma precipiotada. Sin duda habría sido una maravillosa aventura de la vida :)
Un beso grande y muchos ánimos. Estos días, además del confinamiento, hay muchas cosas que aguantar y que nos entristecen o nos enfadan. Saldremos de ésta, ya verás.
Bueno el tio lo pasó muy bien a pesar de lo que pudo venirle encima a su persona salvó el pellejo, dándole igual lo que le pudo pasar a la muchacha que ya se sabe la tradición censura y castiga a la mujer, ...
ResponderEliminarEspero que puedas volver a renovar los pulmones al aire limpio y poder gozar con mucha alegrías esos paseos, que el miedo no nos deje sin saborear mejor la belleza de la vida.
Un abrazo.
Bueno bueno no conocia esa parte tuya que disfrutas tanto escribiendo. Según dicen es normal -Fijate que a mi nunca se me ha dado por eso- Me fascinan los hombres intelectuales y guapos. Pero bueno el que tengo es maravillo por lo tanto.... Un placer leerte El encierro te ha destapao!!!! jajajaja
ResponderEliminarDe principio a fin me a gustado mucho esta historia de amor, fascinante aventura leerte e imaginar la escena que hasta sentí miedo de que algo malo pasara. Saludos amiga Estrella. Aquí sigo en casa hasta nuevo aviso, en Monterrey aun no llega lo peor según dicen. Cuídate mi linda Estrella. Te mando un abrazo a la distancia.
ResponderEliminar"Preludio de amor" es un título adecuado para el relato que nos has regalado. Desde luego valió la pena someterlo a los ojos críticos de los compañeros de Literauta, pues si antes era bueno, ahora es mejor... algunos flecos sueltos que no pudiste desarrollar por la limitación de palabra, los has solventado sobradamente.
ResponderEliminarY que a todas estas no te he saludado Estrella. Buenos días en este cuarto día de mayo en el que la luz de la esperanza parece que empieza a brillar.
Un abrazo muy muy grande.
Esa sí que fue una gran peripecia y no la que anuncian las agencias de viaje cuando hablan de deportes de aventura, je,je. Pero al ser una aventura en solitario tuvo dos consecuencias; la buena: disfrutar de esa belleza nativa a solas; la mala: tener que afrontar solo la pretendida venganza del padre y del resto de nativos. Los encuentros amorosos hay que disfrutarlos a solas, mientras de los peligros es mejor afrontarlos con compañía.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho esta especie de cuento de aventuras.
Un beso.
Tanto me quieres que le he puesto a mi entrada tu comentario
ResponderEliminarSaludos desde Miami y gracias por tu gran aprecio hacia mi :) :)
Muy interesante, Estrella. Quería saludarte, leer algo tuyo, saber cómo estas? Y veo que como todos, encerrada y ya con graduación de libertad... Te mando mi abrazo y cariño.
ResponderEliminar¡Hola, Estrella! Bueno, a juzgar por lo que estoy viendo las calles de mi municipio me parece la normalidad está a tiro de piedra de que permitan abrir los comercios.
ResponderEliminarPienso que tu relato nos muestra las dos formas de amar: la pasional y la serena. La historia, este preludio, recorre el primero. El que se asa en las llamas de la pasión y para ello no has podido elegir mejor contexto. No hay baile más sensual que el que nos muestras y si a ello le añadimos el exótico destino la cosa se pone que arde. Y ardió. La aventura terminó de una manera abrupta, pero ese final nos lleva a un proceso de cambio, el que convierte la llama en un calor agradable, en el amor maduro y vital. ¿Quién sabe que pasará a su vuelta? Un abrazo!!
Estrella Querida
ResponderEliminarSos valiente
aceptas una joda
y te ries del cliente...
Brindemos por vos
abrazos
escritora
Cuando el encuentro es breve, pero de gran intensidad, el recuerdo perdura para siempre porque tendemos a idealizar las circunstancias y a la persona.
ResponderEliminarUn relato muy bien desarrollado y con un clima romántico pasional.
Respecto a la apertura del confinamiento, me da un poco de temor que la gente se largue masivamente a la calle y sin las precauciones correspondientes.
Un gran abrazo, querida Estrella.
¡Estrella!
ResponderEliminarLa verdad es que es admirable cómo supiste resolver el relato con las 750 tiránicas palabras. En conjunto no se nota esa carencia de número. Sí que es cierto que las escenas salen más ricas de detalles y algunas muy bien introducidas, como la irrupción del padre.
La verdad es que es un lujo tener a disposición tantos ojos que te ayuden a mejorar el texto presente y de cara al futuro, aunque el tuyo poco había que tocar.
Cada más lo leo más me gusta, Estrella, tienes una facilidad para en ensalzar esos pequeños detalles (como el sonido de unos pies descalzos) y dotarlos de una visualidad envidiable.
Un abrazo, Estrella, y ánimos, que ya estamos saliendo de esta.
Querida Estrella,
ResponderEliminar¿Te puedes creer que aún no he salido? No. No creas que es síndrome de la cabaña, más una cuestión de tiempo y una sucesión de acontecimientos que me están agobiando un poco. Supongo que también, en cierta forma, he perdido algo en esta pandemia. Creo que es la esperanza.
Pero hoy tu relato me lleva de viaje nada más y nada menos que a una isla del Pacífico y sobre todo hoy, necesitaba soñar.
Gracias por el relato.
Mil besos
Muy valiente no resultó ser, jaja.
ResponderEliminarMás allá de la broma, creaste un contexto a este amor que lo convierte en inevitablemente inolvidable.
Romántica y apasionada... qué bueno leerte así, Estrella.
Besos
Amores así son difíciles de olvidar y sobre todo con finales tan bruscos que rompen el encanto y el embrujo.
ResponderEliminarQue el desconfinamiento gradual nos vaya dando alas para descubrir nuevos horizontes deseados.
Un abrazo.
Escribir sobre él amor sigue siendo para muchos hombres una manera de salvarnos, sobre todo si esta tan bien contado, Estrella.
ResponderEliminar¡Bravo!!!!
Este periodo ha sido duro, cierto. Por las perdidas ganas y el impacto negativo en la economía española, que, precisamente, no ha estado nunca para bollos el horno. Pero vamos e transó en la normalidad. Ya comienzan a abrir la reja algunos comercios.
Un placer inmenso leerte, aunque bueno, yo te tengo a tiro de piedra, en Médium.
Un abrazo y a seguir con esa producción literaria tan fantástica que llevas.
imposible olvidar ese amor, con el final de este gran relato, yo me quedaría con la parte positiva.
ResponderEliminarPara cuanto, da el amor Estrella! espero que nuestras alas no queden tronchadas después de este encerrón.
Nos quedaremos con la parte positiva que la hay, por supuesto.
Un placer leerte amiga, eres genial.
Mi felicitación siempre.
Un gran abrazo Estrella.
Muy buen cuento. Una historia imposible de olvidar, con tanta sensualidad y belleza natural, es recuerdo para siempre y el padre y los hermanos una sonrisa que el tiempo mantendrá vivo.
ResponderEliminarmariarosa
Estrella un relato dotado de misterio, encanto y pasión, ya el lugar nos encandila y esa atracción mutua que se enciende con magnetismo y se ejecuta con desenfreno y rapidez, es otro ingrediente suculento de la historia. Pero como no hay felicidad completa dura poco, al menos no mataron al pobre hombre, y pudo escapar con aquel dulce y apasionado recuerdo, y ese amuleto que quién sabe a donde lo llevará luego... Da para una segunda parte querida.
ResponderEliminarBuen fin de semana, te dejo un abrazo.
Pues a mi la actitud del tío me pareció manifiestamente mejorable,..., no te parece? Fuera bromas Estrella, has desarrollado un relato no exento de misterio y de pasión,... en el que los personajes juegan roles bien diferentes. Me ha gustado!
ResponderEliminarQué bonita historia! Una aventura maravillosa y muy bien contada. Me has hecho sentir ese lugar. Está claro que el protagonista vivió la aventura de su vida y siempre llevará consigo el recuerdo de esa historia de amor... fugaz pero intensa.
ResponderEliminarCon la música de fondo pareces oler el paisaje y sentir, como los personajes, la prohibida tentación. ¡Difícil olvidar, francamente!
ResponderEliminarTres relatos tuyos he leído en mi paseo por tu blog. ¡Qué dispares, en forma y contenido! Deja que tu desánimo se difumine entre tus escritos hasta que las sonrisas vuelvan a aparecer involuntariamente.
¡Hasta la próxima!