febrero 27, 2016

La inesperada compañía - Capítulo 8

febrero 27, 2016 27 Comments

--En el interior del vehículo conducido por Hansy Haywinfer  y paralelo en el tiempo a los hechos narrados previamente en el domicilio de su esposa Muriel --

El impacto de bala de la luna trasera del vehículo la dejó resquebrajada, asi que me fue imposible ver nada por el retrovisor, lo cual me obligó a seguir fijándome en los carteles luminosos e indicadores de la ruta que había tomado.
Olga seguía llorando desesperadamente y aquella situación me empezaba a incomodar demasiado. Le advertí que se callara de una vez, porque no soportaba más seguir escuchando sus sollozos y ella pareció notar mi sobresalto, hasta el punto de sofocar sus lágrimas. Opté por continuar adelante con el propósito de encontrar un cambio de sentido, pero lo cierto era que ya habían pasado algunas horas y con toda probabilidad mi mujer se empezase a preocupar por mi inusual retraso. Tenía que pararme en la próxima gasolinera o área de servicio. No me apetecía llamarla si no estaba a solas y tanto a mi pasajera como a mi nos vendría bien tomar algo, ir al lavabo y refrescarnos con el fin de aliviabamos la tensión y el cansancio acumulado durante aquel alucinante trayecto, donde parecía que nunca íbamos a poder llegar a ninguna parte. De forma que le expliqué mi plan, al que asintió enseguida y no dejamos de estar pendientes todo el rato de las indicaciones.
La idea de llamar a la policía me rondó por la mente varios segundos antes de que pensara, que tal vez no era lo más prudente llevando un impacto de bala en el cristal trasero del vehículo y teniendo que buscarme alguna coartada a lo sumo verosimil, que lo que en realidad me ocurrió, pues indudablemente los agentes no me creyesen y además también podían interrogarme acerca de la relación con mi pasajera y tampoco me tomarían en serio si decía la verdad y no quería ni imaginarme lo que pensaría mi mujer cuando ellos le contasen lo que me había pasado. Me resultaba tan surrealista que ni yo mismo era capaz de creerme todo aquello que estaba viviendo.

Por fin divisé una señal que indicaba la proximidad de un área de servicio y giré a la derecha para tomar el desvío que llevaba a una amplia zona de aparcamiento. Cuando me aseguré de dejar bien cerrado el vehículo, bajamos casi en silencio y nos aproximamos hasta un monumental edificio, que tenía en la fachada un gran cartel anunciando que era un Motel de vacaciones, con una amplio Café Restaurante en la primera planta. También muy cerca, me fijé en una enorme gasolinera y varios inmuebles a lo lejos, que no despertaron mi curiosidad. Tomé la iniciativa rápidamente y me dirigí junto con Olga al interior. Nada más entrar quedamos en sentarnos en una mesa que había desocupada en la cafetería y mientras nos fuimos cada uno por separado a los servicios de señora y caballero.
Busqué el móvil en mi bolsillo de mi chaqueta que había metido precipitadamente nada más estacionar el vehículo, sin fijarme siquiera si estaba cargado o no, al mirarlo descubrí que tenía la batería descargada, por lo tanto debía ir a buscar el cargador al coche en cuanto saliera del aseo de caballeros. Traté de localizar con la mirada a Olga al pasar por la cafetería y comentárselo, ella me vió aproximarme y me dijo que se quedaría allí sentada mientras yo regresaba.

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¿Qué es el discernimiento? - Su desarrollo y fortalecimiento

febrero 27, 2016 15 Comments
La capacidad de discernimiento es una habilidad fundamental para el desarrollo espiritual.


Hasta que se despierta esta capacidad de discernimiento, el progreso espiritual es muy lento e incierto, ya que cuando tratamos de encontrar o descubrir esta habilidad, andamos a tientas en la oscuridad, incapaces de distinguir lo real de lo irreal, la sustancia de la sombra, lo falso de lo cierto. Sin discernimiento, lo más frecuente es que confundamos los impulsos interiores de nuestro pequeño yo (ego), con la voz del mayor espíritu de la verdad.

Una persona ciega en un nuevo lugar puede encontrar a tientas su camino a través de la oscuridad, pero no sin una gran confusión, por lo que sufrirá muchas caídas dolorosas, y mucho moretones. Del mismo modo, sin discernimiento, estamos mentalmente ciegos, y nuestra vida se compone de andar a tientas en la oscuridad dolorosa, confundir el vicio con la virtud o viceversa, ya que no podemos diferenciarlos entre si. 
También  requiere de una base para medir si algo es correcto o si confundimos las opiniones con los principios y por eso nos parece que las ideas, los eventos, las personas y las cosas no están relacionados entre sí.

Lo ideal sería que nuestras mentes y vidas estuvieran libres de la confusión. Podemos confiar en mantenernos preparados para satisfacer todas nuestras dificultades a nivel mental, material y espiritual  y así no nos veremos nunca atrapados (como la mayoría) en las redes de la duda, la indecisión y la incertidumbre, incluso ante los problemas o las desgracias. Podemos estar fortalecidos contra toda emergencia que puede venir en contra de nosotros. Pero la preparación y la fuerza mental no pueden alcanzarse sin discernimiento, y el discernimiento sólo puede desarrollarse mediante el ejercicio constante de la mente.

El desarrollo y fortalecimiento del discernimiento consiste en ver las cosas como son.

La mente, como un músculo, se desarrolla mediante el uso y el ejercicio constante, mediante la comparación de forma continua y el análisis de las ideas y opiniones de los demás, lo cual nos ayuda a desarrollar y fortalecer la capacidad mental y el poder. La función que tiene la educación tradicional a través de sus disciplinas académicas, es el entrenamiento de la mente en estas habilidades. El discernimiento, sin embargo, es algo más complejo que las facultades analíticas y críticas, también es una cualidad espiritual, a través de la cual se elimina la agresividad y el egoísmo que a menudo acompañan a la crítica y de ahí que veamos las cosas como son, no como nos gustaría que fuesen.

El discernimiento, al ser una habilidad espiritual, sólo puede ser desarrollado por métodos espirituales, es decir, por el interrogatorio, el examen y el análisis de las propias ideas, opiniones, y conducta. Nuestras tendencias críticas, detección de fallos ya no deben aplicarse a las opiniones y la conducta de los demás, sino que deben aplicarse sin tabúes a nuestro propio ser. Debemos estar dispuestos a cuestionarnos cada una de nuestras propias opiniones, pensamientos y comportamientos, para encontrar las ideas útiles y desprendernos de lo inútil. Sólo de esta manera el discernimiento puede destruir la confusión y desarrollarse.

Sin embargo, antes de que podamos empezar con este ejercicio mental, debemos ser enseñables. Esto no significa que tenemos que dejarnos llevar por los demás, sino que estamos listos para observar nuestros pensamientos y sentimientos, y luego deshacernos de esos pensamientos, creencias, suposiciones u opiniones que no tienen fundamento lógico para lograr el cumplimiento de nuestros sueños más elevados.

Estar dispuestos a cuestionar nuestras opiniones o razonamientos.

Cualquier persona que dice: "¡estoy bien!" sin estar dispuesto a cuestionarse su posición, permanecerá atrapado en prejuicios y no adquirirá discernimiento. Sin embargo las personas que preguntan humildemente, "¿tengo razón?", y luego intentan probar y demostrar sus posiciones a través del pensamiento serio y el amor a la verdad siempre serán capaces de descubrir lo verdadero, distinguiéndolo de lo falso o indigno, por eso tendrán este poder inestimable del discernimiento.

Los que tienen miedo a cuestionarse sus opiniones o a razonar sus posiciones tendrán que desarrollar valor moral antes de que puedan adquirir discernimiento. Deben tener miedo de sí mismos antes de que puedan percibir los claros principios de verdad y recibir su luz reveladora. No necesitan temer porque la verdad es inalterable aunque esté bajo examen y análisis, cuanto más se cuestiona, más brillante es su luz. Por el contrario, las dudas surgen cuando hay más errores, cuando la oscuridad crece y no se puede sobrevivir en busca del pensamiento.

La confusión, el sufrimiento y la oscuridad espiritual son propios de los irreflexivos. La armonía, felicidad, y la Luz de la Verdad ayudan a las personas reflexivas. Las pasiones y prejuicios son ciegos y no pueden diferenciarse.

Los que intuyen y meditan aprenden a ser conscientes, y los que pueden discernir descubren la verdad eterna.

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febrero 23, 2016

La inesperada compañía - Capítulo 7

febrero 23, 2016 30 Comments


Muriel trató por todos los medios a su alcance de tranquilizarse, a fin de que sus hijos se calmasen y no le hicieran tantas preguntas, que ya le iba costando responder con un poco de coherencia. Tenía que madrugar para incorporarse de nuevo al turno de mañana del hospital y dejar a los gemelos en la guardería, de manera que les contó muy deprisa un cuento, en medio de sus constantes protestas, pues preferían que se detuviera en la lectura, con el propósito de incluir sus interrogantes hasta que el sueño les venciera, como siempre acostumbraba a leérselos.

Ya estaba entrando al dormitorio, cuando le volvió a sonar el teléfono, escuchando una vez más aquella voz ronca algo distorsionada, que le comunicó de nuevo que no se le ocurriese llamar a la policía. También le preguntó si ya se había dado cuenta del peligro que corría su vida y la de sus hijos si hacía cualquier tontería y sin seguir las pautas que él mismo le iría previamente sugeriendo. No le gustaba para nada verse inmersa en aquel "juego", aunque el balazo en la ventana del salón, la mantenía tan asustada que prefería no correr ningún riesgo y escuchar lo que dicha voz le expresaba al otro lado del auricular.

—Tienes que convencer a tu marido para que regrese cuanto antes al laboratorio y que siga mis instrucciones. También debe llevar allí a la pasajera y que esperen hasta que yo vuelva a ponerme en contacto con usted.

—¿Qué pasajera? ¿De quien está hablando? ¡Pero si mi marido iba solo en el coche esta mañana!

—Sra. Haywinfer ¡No me haga preguntas y escuche lo que le estoy diciendo, a no ser que quiera sufrir las consecuencias!

—Intente contactar cuanto antes con su marido y luego espérese a que la vuelva a llamar. Mientras, no hable con nadie y procure conservar la calma, recuerde que estamos vigilando su casa.

La línea volvió a suspenderse, ante lo cual marcó los dígitos del móvil de su marido, insistiendo varias veces ya que le saltaba siempre el contestador, aquello hizo crecer su incertidumbre. No cesaba de preguntarse qué le había ocurrido a Hansy y cómo era posible que llevara una pasajera.
Permaneció toda la noche en vela incapaz de dar alguna cabezada en el butacón del dormitorio de los gemelos, donde se había refugiado intentando protegerles de cualquier posible riesgo.

Ya asomaban apenas los primeros rayos de sol, cuando de nuevo sonó el teléfono, con la habitual llamada entrante indicando “número oculto”. Muriel dejó corriendo el dormitorio para evitar que el ruido despertase a los pequeños.

—¿Ya ha conseguido hablar con su marido?... ¿Le ha explicado lo que anoche le dije?...
—¡No he podido todavía contactar con él! ¡No contesta a las llamadas y no sé qué es lo que le está pasando, pero por favor no le haga ningún daño!

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febrero 19, 2016

La inesperada compañía - Capítulo 6

febrero 19, 2016 24 Comments

 - Mientras, en el domicilio particular de Hansy Haywinfer, es decir, del protagonista -

Ya comenzaba a oscurecer al mismo tiempo que una llamada en el móvil de Muriel interrumpió su atención, justo en el momento en que estaba bañando a sus hijos...

—¿Si, dígame? —acertó a decir con el móvil apoyándolo en el hombro y aguantándolo con la cabeza.

—¡Escúcheme con atención porque en ello va la vida de su marido, la suya y la de sus hijos! —le decía una voz masculina algo ronca al otro lado del auricular.

—¿Quién es usted y qué es lo que le ocurre a mi marido?... 

—¡No haga preguntas y escúcheme con atención!

—¿Cómo?  ¡No le permito que me hable en este tono amenazante! ¿Quién se ha creído?... ¡Voy a llamar ahora mismo  a la policía!

—¡Se equivoca, Muriel, si hace eso le va a costar muy caro!. ¡Escúcheme porque voy a perder pronto la paciencia y lo va a lamentar de veras!

—¿Cómo sabe mi nombre?, ¿Quién es usted realmente?, ¿Qué es lo quiere y porqué tengo que creerme lo que usted me dice?

—Le repito ¡no me haga preguntas o me voy a enfadar! ¡Únicamente soy yo quien se las hace a usted! ¿Lo ha entendido?...

—¿Y por qué le tengo que creer? ¡Se lo advierto, voy a llamar ahora mismo a la policía!

—Sra. Haywinfer, asómese ahora mismo a la ventana del salón y después volveré a llamarla. ¿De acuerdo?

Inmediatamente se cortó la llamada. Atemorizada, dejó un momento a sus hijos solos en la bañera y se acercó al ventanal del salón para comprobar qué es lo que ocurría afuera, al instante un ruído estrepitoso resquebrajó el vidrio dejando un dibujo parecido a una tela de araña con una bala incrustada en el centro. Temblando bajó la persiana y se fue corriendo al baño para secar a los niños, ponerles el pijama y dejarlos dormidos en sus camas.

—¿Mamá qué te pasa?... ¿Tienes la cara demasiado blanca? —le preguntaban los dos gemelos con los ojos muy abiertos.

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febrero 17, 2016

Responsabilidad personal y libertad interior

febrero 17, 2016 30 Comments

Basándonos en la definición que el diccionario de la lengua de la Real Academis Española, la responsabilidad se define como "capacidad existente en todo sujeto activo de derecho para reconocer y aceptar las consecuencias de un hecho realizado libremente”.

El desarrollo de dicha responsabilidad individual depende de cada persona, de modo que para lograr nuestras metas depende de diferentes factores, pero el principal de todos ellos es ser conscientes de la responsabilidad que tenemos sobre nuestras propias vidas, sobre nuestro bienestar y sobre nuestra felicidad personal.

Ser responsable supone decidir acerca de cuáles son las acciones más adecuadas para conseguir nuestros objetivos, significa ser proactivos, tomar la iniciativa.


Ser responsables significa asumir las consecuencias de las decisiones que tomamos, por tanto, significa excluir de toda culpa a las circunstancias o personas que nos rodean. 

Ser responsables supone también decidir cómo jerarquizamos nuestro tiempo, como disponemos de nuestra energía, a quiénes le dedicamos ese tiempo y esa energía. Asimismo, ser responsable afecta a la calidad de nuestra comunicación con los demás.

La responsabilidad supone aceptar de forma incondicional que nuestra felicidad depende sólo y exclusivamente de nosotros. Esto exige un alto grado de madurez personal. Significa que no vamos a hacer depender nuestra felicidad del hecho de que otros nos quieran o no, cumplan nuestros deseos o no, actúen de la forma que creemos más oportuna o no, o nos presten o no la atención que consideramos nos merecemos. Otra cosa es reconocer que las personas, con su comportamiento, pueden entristecernos, especialmente si éstas son parte importante en nuestras vidas, pero ¿hasta qué punto vamos a dejar que ese comportamiento siga afectándonos?.


También existe la idea que se conoce como “libertad interior” y cuyo ejercicio responsable no depende solo de nosotros. Dicha “libertad interior” implica la forma en la que interpretamos las cosas que nos suceden, incluso de aquellos sucesos externos que escapan de nuestro control. Es cierto, que no podemos controlar absolutamente los resultados en sí de nuestras acciones, o los comportamientos y actitudes de los demás, pero sí decidir nuestra actitud y la interpretación que hacemos de esos resultados, de esos comportamientos y de esas actitudes. En este sentido, nuestra actitud y nuestra interpretación puede ser optimista o pesimista, desde una posición de “sentirse” víctima, dejándonos llevar por la frustración, o bien desde una posición de protagonistas de nuestras propias vidas, aprendiendo de errores y fracasos. Esto es una decisión que depende única y exclusivamente de nosotros, del ejercicio que hagamos de nuestra “libertad interior”.

La toma de conciencia de la responsabilidad personal y plena sobre nuestro bienestar y nuestra felicidad, y sobre lo que ello implica de positivo,  es el inicio de un proceso de cambio personal maravilloso, que nos va llenando de energía, de fuerza, de ilusión, de esperanza, de acciones que tienen su origen en nuestros valores, nuestros deseos. Y de repente, con perseverancia, aceptación, amor y compasión, vamos comprobando como, lentamente, cambiamos actitudes, pautas de pensamiento, y comportamientos. Nos volvemos más flexibles, tolerantes, empáticos, asertivos, compasivos y afectivos. Nos aceptamos y aceptamos a los demás. Aprendemos de nuestros errores y de nuestros fracasos. Vivimos el presente, sin la tristeza del pasado, ni la ansiedad del futuro, sino plenamente concentrados en lo que hacemos en cada momento, con sentido de fluidez. 


Nos volvemos más creativos y, por tanto, expresamos nuestra inteligencia más genuina, de forma extraordinaria, que nos hace únicos, diferentes a todos los demás, porque, de hecho, lo somos. Aquella inteligencia que pone en valor nuestras capacidades y talentos. Somos entonces protagonistas de nuestra vida, ya que vivimos motivados, con integridad, y con un profundo respeto por los demás. Fijamos nuestras propias metas y objetivos, y las alternativas y acciones que, por muy pequeñas e insignificantes que éstas nos puedan resultar, nos acercan, lenta pero inexorablemente, a esos objetivos. Puede que llegue un punto en que busquemos trascender y dar un sentido a nuestra vida que va más allá de nosotros mismos. El resultado será que, casi sin darnos cuenta, iremos configurando nuestra propia realidad, nuestro “círculo de influencia” se hará cada vez más grande y, en ese lento, pero maravilloso proceso, iremos comprobando como las personas que nos rodean también inician su propio proceso de cambio personal, porque “yo también quiero”, dirán algunos, y éstos a su vez, en una espiral sin fin, con su comportamiento, su actitud y su ejemplo, influirán sobre otros.

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febrero 16, 2016

El sobre cerrado

febrero 16, 2016 15 Comments
Estaba harta de él, de sus continuos viajes de negocios, de las horas perdidas intentando siempre rellenarlas de visitas a sus amigas, de tertulias en aquel salón de invierno de Madame Couvertine, de los paseos interminables por los parques y las avenidas al anochecer, cuando no sabía qué camino tomar en su vida. No había tenido hijos en su matrimonio con Maurice y llevaban juntos más de doce años, un tiempo suficiente como para ser consciente de su fracaso, de la profunda oquedad tan angustiosa que retorcía sus vísceras, estrangulándole las ganas de vivir.
La familia política era otro obstáculo más, que durante su noviazgo nunca la había aceptado como miembro, no la admitieron en su opulento reducto atrincherado, no era de su clase, tan solo era una vulgar mujerzuela de la calle de la que su único vástago tuvo el error de enamorarse, hecho que no le perdonaron y menos aún cuando ella perdió el bebé que ambos esperaban con ilusión, quedándose estéril después de una grave intervención quirúrgica, en aquel parto prematuro.
Tampoco contaba con el soporte de sus padres, que la había desterrado, como consecuencia de aquel aciago día en que descubrieron sus amoríos con Antoine, un joven jornalero que vivía en un humilde barracón con su madre viuda y el ganado. 

El rumbo que había tomado su vida anterior, la llevó por numerosos antros de prostitución y trata de blancas. Siempre ostentó una belleza natural, que la hacía irresistible a la mirada lasciva de los hombres, a quienes sabía complacer y nunca tuvo escrúpulos para perderse en sus extravíos amorosos. Era astuta como una zorra y ágil como una gacela, de manera que había sabido salir adelante entre tanta clientela, que solo la buscaba para disfrutar de su cuerpo, aunque en algunas ocasiones había estado a punto de morir degollada a manos de ciertos individuos sexualmente perturbados.

Hasta que un buen día, aquel joven desgarbado con elegante smoking, se quedó hechizado nada más cruzar su mirada con la de ella, anhelándola más que a nadie en el mundo y ella sin pestañear, le clavó sus profundos ojos negros, haciéndole sentir una fuerte descarga eléctrica por todo su cuerpo.
Cafetería Du Tertre, cuadro pintado por Ernest Descals
Tardaron muy poco en irse a vivir juntos tras su matrimonio y de esta manera es como llegó aquel día, cuando Antoine la acompañó hasta una cafetería próxima a la estación central de trenes de Lausanne:

-Es lo más duro y difícil que me ha tocado vivir, pero estoy decidido a hacerlo- le espetó a la cara su marido sin andarse con rodeos.

-¿Qué quieres decir con esto, Antoine?...¡No me digas que me has traído hasta aquí para armar una nueva escena de celos!

-No, en absoluto. Géraldine, te dejo libre, me largo, he decidido romper nuestra relación y esto es solo una despedida. Cuando me vaya abres el sobre que ahora deposito en esta mesa y no intentes saber más de mi.

Ella lo miró atónita incapaz de levantarse o de gesticular palabra, viéndolo desaparecer entre la gente, colocándose su sombrero y sin girarse, atravesar la puerta del local.

Permaneció meditativa unos momentos, tras aquel rápido adiós de su interlocutor, observando aquel sobre cerrado encima de la mesa de aquella cafetería, en una zona céntrica de la ciudad.

Consultó su reloj, aún era temprano. Sorbió un poco de aquel amargo café expreso que estaba demasiado caliente aún, deleitándose en esa sensación le gustaba e intentó calmar sus nervios con un cigarrillo, luego, decidida abrió aquel sobre, que decía así:

"No perdiste el bebé, aquello fue una sucia estrategia que me busqué para ser el centro de tu atención, para que nada ni nadie te apartara de mi. Logré convenir con tu ginecólogo y el personal que te atendió en el parto, una suma importante de dinero para que ellos se encargasen de todo y nunca lo supieras. Ya sé que no esperabas esto de mi, pero jamás supiste el amor que llegué a sentir por ti, capaz de hacer lo imposible para que me amases, capaz de convertirme en un ser perverso."

Angustia, manos, cuadro pintado por Marila Tarabay
Un llanto imparable turbó su mirada,  la gente que había allí la observaba descaradamente, entonces ella se levantó y gritó despavorida mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas:

-¡LADRÓN, ME HAS ROBADO MI VIDAAAA, MI AMORRRR, MI HIJOOOOOO!- con los brazos en alto en actitud impotente y moralmente destrozada.

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febrero 15, 2016

La inesperada compañía - Capítulo 5

febrero 15, 2016 30 Comments

—No, no me vas a convencer, es tu palabra contra la mía y no hay testigo alguno que lo pueda demostrar. De todas formas ya veré como me deshago de ti, porque sé que me ocultas la verdad y no puedo mantenerme al margen de lo que está sucediendo.

—Está bien, tú ganas, pienso que debe ser mi novio el que nos sigue, es muy celoso y me advirtió al teléfono que estaba muy disgustado conmigo. Tal vez se le haya metido algo raro en la cabeza, como cuando tuve un flirteo con otro amigo y no nos dejaba en paz, hasta que logró coaccionarle para que me dejara. Hazme caso y trata de despistarlo, es muy peligroso si se enfada.

En los minutos posteriores advertí que de nuevo, aquel turismo que nos venía siguiendo, nos rebasaba a toda prisa y más tarde reducía la velocidad, luego yo hice lo mismo y le adelanté, pero no pude avanzar demasiado cuando otra vez me sobrepasó. Acorralado ante aquella provocación y después de repetirse los adelantamientos mútuos, finalmente el segundo vehículo volvió a adelantarme y se paró en medio de la calzada, obligándome también a detenerme. De inmediato el conductor del auto se bajó del coche y empuñó un arma apuntando hacia mi automóvil, apenas me dio tiempo de pisar con fuerza el acelerador para tratar de evitar el disparo que por último, impactó en la luna trasera, en el momento de darse a la fuga.

Preso del pánico oprimí con tanta fuerza el acelerador que perdí la dirección correcta que llevaba con el fin de regresar al centro de la urbe. Me había equivocado y me encontraba en una autovía paralela que me alejaba de la ciudad y a bastantes kilómetros, con una densidad de tráfico conflictiva y abrumadora al mismo tiempo. Tampoco ví ninguna señalización que indicase cambio de sentido, lo cual me obligaba a continuar adelante con el corazón a punto ce estallarme, sin dejar de apretar la mandíbula para descargar la fuerte tensión que estaba sufriendo en esos momentos.

Mi acompañante no había vuelto a abrir la boca y le espeté furioso a la cara:

—¿Por qué te has quedado tan callada de repente? ¡Dí algo o te advierto que si de esta no salimos con vida, mi mujer testificará en mi favor a la policía... Yo no soy ningún delincuente ni tengo antecedentes... ¡Pero creo que tú si!

Se hizo un tenso y largo silencio. De pronto ella rompió a llorar sin saber qué contestarme. Yo la seguía observando de reojo y no me daba la impresión tampoco de que fuera una desgraciada malhechora, muy al contrario, me despertada bastante ternura y no la creía capaz de hacerme ningún daño. Tal vez mi lamentable estado de nervios hacía lo posible para que me estuviera comportando como un auténtico miserable.

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