noviembre 01, 2016

Escenas encadenadas de un terrible suceso

noviembre 01, 2016 28 Comments
Hsin-Yao Tseng - Paisaje urbano

- Primera escena -

Llegó a la parada de autobuses de aquella enmarañada glorieta de Las Ánimas envuelta en una espesa humareda blanquecina y con la intención de coger el bus que iba directo hasta la explanada de Galileo. Se trataba de la misma línea que durante su época de estudiante le trasladaba a la facultad, pero que luego con la planificación urbanística había quedado absorbida por la gran expansión de los alrededores y ahora ya formaba parte del centro de la ciudad.
Aquella tarde por fin tenía una nueva oportunidad de encontrarse con ella y entregarle aquel abrigo azul que dejó olvidado en su automóvil desde hacía más de tres meses. Una prenda de la que no había querido desprenderse, porque al fin y al cabo era cuanto le quedaba de ella, su intenso olor a jazmín, orquídea, heliotropo y algún otro componente desconocido, le hacían recordar aquellas entrañables vivencias durante su época de noviazgo. No era gran cosa, pero se  conformó con ello y hoy por fin estaba dispuesto a quitársela definitivamente de la cabeza.

La semana pasada ella le volvió a llamar para zanjar algunas cosas que aún tenían pendientes desde su definitiva ruptura, le animó a volver a verse en su nuevo apartamento, por lo que ya habían acordado la cita a las siete de la tarde. Rony estaba expectante por aquel encuentro y descubrir si todavía le despertaba esa atracción fatal de la que él se aprovechó en el pasado.
Se había puesto su gabardina gris marengo que le llegaba casi hasta los pies y la cabeza cubierta con un sombrero de fieltro negro con anchas alas porque quería llamar su atención, sabía que a ella le encantaban los hombres con semejante prenda de vestir.

En pocos minutos descendía ya del autobús para dirigirse a una de las calles adyacentes, concretamente a la travesía Abedul, que era donde vivía Espe. Llevaba el abrigo guardado en una bolsa de grandes almacenes que movía nerviosamente al aproximarse al apartamento, hasta que sin querer se le cayó al suelo cuando cruzaba tranquilamente la calle, de repente apareció un coche que pasó encima aplastándole. 
Su cuerpo ensangrentado permanecía a un lado de la calzada mientras algunos transeúntes se pararon horrorizados y curiosos a observarlo, sin que nadie se atreviera a tocarlo hasta que llegara la policía.


- Segunda escena - 

Una mujer de unos treinta años estaba mirando por la ventana del segundo piso que daba a la calle donde había tenido lugar el incidente, observaba atentamente todo lo que sucedía afuera incluido aquel accidente mortal, no parecía inmutarse, pero nada más contemplar la llegada de un par de agentes de policía, que trataban de comprobar el estado de la víctima, puso atención y fue cuando notó un escalofrío que le recorría la espalda. La presencia de aquella bolsa, que permanecía tirada a escasa distancia del cadáver, la tenía desconcertada desde el instante en que se fijó que contenía un abrigo de señora azul, el mismo que dejó olvidado en el asiento de atrás la noche en que regresaron juntos de aquellas vacaciones.
Intentó realizar una llamada, pero su interlocutor no le respondió, por lo que prefirió tomárselo con calma y relajarse en el sofá durante un rato, hasta que sonó el timbre de la puerta. Eran dos agentes que le estaban mostrando su abrigo azul encontrado junto al cadáver de la calle y un móvil donde aparecía su número de teléfono y las llamadas realizadas al joven difunto, así como otras charlas en el wasap.

Se cambió de calzado, dejando las zapatillas en casa y se puso un anorak para bajar a la calle. Reconocía que no le hacía ninguna gracia, pero no le quedó otra opción que subir al coche policial y acompañar a dichos agentes, puesto que debían tomarla declaración en la comisaría. La víctima no tenía familia y vivía solo, de modo que aquel caso requería ciertas diligencias e indagaciones a las que no podía renunciar.


- Tercera escena -

En el vestíbulo principal de las dependencias policiales se hallaba un joven, que al verla pasar junto a los dos agentes, torció el cuello intentando seguirla con la mirada, aunque ella ni siquiera se inmutó, tenía el gesto ausente y no le prestó la más mínima atención.
Empezaba a oscurecer, cuando un policía le preguntó la razón de permanecer allí tanto tiempo, pues tenía órdenes de sus superiores para que les informase acerca del motivo que lo retenía, ya que podría estar esperando a alguien con antecedentes. Gabi, que así se llamaba el muchacho, intentó despistarle, comentándole que esperaba a un familiar con el que había quedado en aquellas dependencias.
Las horas iban transcurriendo hasta que un oficial de policía le conminó a marcharse, amenazándole que de seguir en aquella actitud tan testaruda le interrogaría porque le empezaba a resultar sospechoso, y no le beneficiaría en nada si le obligaba a tomar medidas de seguridad en su contra, que le podrían poner en algún apuro.


- Cuarta escena -

Desde las cristaleras de un bar de copas que estaba próximo a la comisaría, una pareja de delincuentes seguían mirando obsesivamente al muchacho a partir de haber salido precipitadamente y no dejaba de mirar alrededor como si estuviera preocupado por alguien. Quizás lo estaban esperando, o tal vez lo confundieron con otro peligroso delincuente y decidieron salir a hacerle frente, asimismo tenían un viejo asunto pendiente que liquidar con "él". Muy sigilosamente lo siguieron hasta que en un desliz tropezó con un socavón en la calzada y valiéndose de su superioridad física lo maniataron con unas bridas, tapándole la boca con cinta americana y desaparecieron llevándoselo en un pickup negro que habían aparcado en esa zona.


- Quinta escena -

Una vecina que sufría de insomnio había bajado a tirar la basura de madrugada cuando se percató de un pickup negro, que hacía eses por la avenida y que dando un volantazo estacionó en la entrada de un viejo almacén. Luego dos corpulentos matones sujetaban por los hombros a un tercer desconocido, que tenía dificultades para andar. Incluso los vio introducirse en aquel edificio abandonado. Esperó un rato más hasta que muerta de frío optó por darse la vuelta y marcharse a su casa.


-Epílogo-

En los informativos de la mañana siguiente, aparecieron unas imágenes en las cuales se reflejaba un accidente de automóvil, ocurrido el día anterior a primeras horas de la tarde en la travesía Abedul, próxima a la explanada de Galileo. También se daba por hecho que existía una muchacha, Espe, de unos treinta años implicada en el suceso y que vivía en la misma calle, en frente de donde ocurrió el deceso. En otro fotograma del reportaje se podía ver a dos matones, que habían huido la madrugada pasada en un pickup negro transportando una abultada carga ilegal de droga y a un sospechoso, Gabi, implicado igualmente en dicho caso. A continuación salían las fotografías de dichos delincuentes, junto a la del vehículo. Parecía que se trataba de un ajuste de cuentas, en el que se afirmaba que la chica era novia del fallecido, del cual quería deshacerse cuanto antes, porque estaba a punto de casarse con el joven heredero del mayor holding empresarial de una famosa marca de automóviles, que se había compinchado con ella para asesinarlo.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados


octubre 25, 2016

El Circo Extraordinario

octubre 25, 2016 30 Comments

LeRoy Neiman - Animales de circo (abstracto)

¡Madames et monsieurs, ladys and gentlemen, señoras y señores, niños y niñas.... ¡Bienvenidos al Circo Extraordinario!
Si están sentados en un sillón, sofá, silla, mecedora, banco, banqueta, butaca, trono, pupitre, piedra, asfalto, tierra, césped, agua, en el salón de su casa, en el parque, en el aula, en la playa, en el laboratorio, en la consulta, en la biblioteca, en el parque, en la calle, en el cine, en el coche, en el teatro, en la sala de reuniones, en la oficina, en la plaza .... ¡Levanten sus reales posaderas y acérquense con premura al circo!"
¡Dejen lo que están haciendo! ¡Olvídense por unos momentos de esa pesada y aburrida rutina! ¡No le den más vueltas y acudan prestos al circo!
Amigo conductor acelere y acabe pronto con la clientela, entréguele nuestras entradas con descuento y si le cuentan un cuento para excusarse pegue un frenazo y si no se bajan los clientes no se apure y rómpales los dientes. 
Querida secretaria súbase a la mesa y diga en alto: ¡Esto es un asalto! Cuando los compañeros le oigan y le imiten en su "gesta", tomen las de Villadiego por la nacional quinta y a su paso por Fuenteovejuna desplieguen todos a una sus pancartas, subiéndose a la planta cuarta del Congreso del Trabajador para venir todos juntos a la increíble función.
Distinguida dama, en salto de cama, deje ya de joder la marrana que en su lecho ya no hay flores ni tampoco mal de amores que tenga que consolar. Vístase de diario sin buscar en el armario aquel vestido de antaño que ya demudó el color y ni con calzador le entra en sus carnes rebosantes de lechón. Reúnase con sus amigas y anímelas a olvidarse de los pañales, del pollo del congelador, de las compras en el hiper, de la prueba del embarazo o del vecino de abajo, porque lleva bajo el brazo un buen puñado de entradas para acudir al evento. 
Caballero del sombrero o de la calva, ¿dónde va tan despistado con aires tornasolados y harto de trabajar?... ¿Dónde quedó la gloria que ya no está en su memoria de aquellos tiempos sutiles, livianos y tan afables que traicioneramente ya no volverán?...  La felicidad le espera, búsquela en sus bolsillos, pues allí están nuestras entradas que anoche de madrugada le entregamos en el pub. No se olvide de invitar a sus familiares, compañeros y vecinos a este gran circo. 
Niña, niño que estás jugando con la pelota en el parque, en tu barrio o en tu escuela, ya deja de dar patadas y de hacer cabronadas a los pobres profesores, padres o educadores, que soportan con paciencia tu mal genio e insolencia. Infantes criaturas golosas, caprichosas y amorosas ¡la función ya está a punto de comenzar! 
Desde el norte en transporte, desde el este, aunque cueste, desde el oeste pedestre, desde el centro hasta el encuentro y desde el sur con glamour ¡acudan todos al circo, que ya se levanta el telón! 
Pero antes unos consejos para que se queden perplejos y no les dé tiempo a pensar: 
"Gran oferta de cuatro pares de calcetines de lana gruesa para las noches de invierno al raso, que, por supuesto no son ocho, sino dos calcetines encontrados en la lavadora y sin sus correspondientes parejas. Si los compra con tarjeta no hay problema porque seguiremos cobrándole los cuatro pares + gastos de envío".
"Chalet confortable con vistas a la vía del tren, goteras al por mayor, tres perros guardianes rabiosos y sin vacunar, una vecina ciega de comer y sorda de profesión, otro vecino atleta y campeón del sillón ball, terraza cubierta de telarañas y con piscina cubierta de mugre y una asamblea de ranas. ¿A qué espera?... ¡Hágase con esta ganga ya!".
"Fantástico coche deportivo con andador incorporado, frenos de disco techno-trance, luces de bohemia, motor de paro con cinco cilindros Parabellum, sillones de esparto con respaldo artrósico, volante para el médico de guardia si no está el otro, palanca de marchas fúnebres o de pompa y circunstancia y un seguro a todo riesgo inmediato. ¡Cómprelo hoy porque mañana estará ya de cuerpo presente!".
¡Tachán, tachín, tachán!  (sonido de fondo de la orquesta circense) 
—Se acabaron los consejos y a disfrutar...aaaar...aaaarrrrrr del espectáculo!! —atronó el presentador ataviado de smoking con lentejuelas, un sombrero de copa negro con grandes alas vueltas y un largo bastón negro rematado por una empuñadura a modo de pequeña bola de billar. 
—Tenemos el gusto de presentarles en primer lugar a nuestro funambulista Vladimir, llegado de más allá de las montañas del Cáucaso, fíjense en sus asombrosas piruetas en el alambre de hojalata ecológica reciclable, sus acrobacias en el aire sin paracaídas y presten mucha atención a su salto mortal irrepetible y único —siguió anunciando el presentador. 
—¡Dios mío, he visto pasar una albóndiga humana por encima de mi cabeza! —exclamó asombrada, una mujer sentada en la primera fila del público, que a su vez fueron sumándose otras voces y otras más, hasta que por fin se escuchó un estruendo y algunos niños empezaron a llorar al ver aquella horripilante imagen de Vladimir destripada y ensangrentada en las últimas filas de las gradas. 
—Pueden cambiarse de asiento, la parte del público que ha presenciado en directo la caída mortal de nuestro artista. ¡Lástima que solo nos haya durado unos minutos y les haya ensuciado sus butacas! ¡Continúa la función! —les informó una voz en off. 
—Distinguido público de la sala, damos paso a las Hermanas Ching Punk Chei, llegadas del Japón y ataviadas con sus flamantes y vistosos quimonos, que seguidamente les van a ofrecer su espectáculo de malabarismo, único en el mundo, donde sus componentes tratarán de lanzar girando en el aire unas cuantas docenas de huevos que lograrán acabar estampándose en sus extremidades, por si acaso cúbranse la cabeza no vaya a ser que alguno de esos huevos saltarines les alcance... Por último, finalizarán con un atrevido número de malabarismo con bates de béisbol macizos que se lanzarán unas a otras sin perder la sonrisa y el compás —comentó el presentador en tono grave y solemne. 
No había transcurrido mucho tiempo, cuando en el escenario quedaron tendidos los cuerpos magullados de las audaces malabaristas... Rápidamente un equipo de camilleros los fue retirando mientras la orquesta interpretaba la marcha fúnebre de Sigfrido de Wagner...  
—Disculpen, pero el espectáculo debe continuar. ¡No se pierdan el gran sorteo final —volvió a interrumpir aquella misteriosa voz en off— 
—Prepárense para la siguiente actuación de nuestro intrépido domador de fieras salvajes, Hércules Musculator, toda una leyenda, pues ya no actúa como hombre sino como espíritu del Olimpo debido a un mortal ataque de un tigre de Bengala que lo devoró. Observen como las fieras se dedican a hacer calceta en sus jaulas mientras el indestructible domador hace ostentación de sus especiales y seductores encantos espectrales dispuesto a hipnotizar a quienes le miren de frente sin hacerle reverencia —dijo el presentador con su habitual tono de voz. 
—Tras reponerse del trance tomando unos refrescos en el intermedio, continuamos hasta la recta final para los más insensatos que aún siguen con nosotros interesados por participar en el fabuloso sorteo —volvió a intervenir con socarronería aquella voz en off. 
—Seguidamente serán testigos silenciosos de nuestro número de magia con el formidable Tunantón pariente lejano de Tutankamón y uno de los más reconocidos prestidigitadores en cientos de miles de kilómetros a nuestro alrededor. Por favor procuren estar atentos a sus carteras, bolsos, bolsillos, etc. porque no nos hacemos cargo del efectivo u objetos de valor que lleven consigo. Nuestro personal de asistencia al público pasará después a tomar nota de las denuncias que puedan producirse, disculpen las molestias y traten de calmar sus nervios —afirmó la voz del presentador. 
—A continuación, tenemos el disgusto de ofrecerles otra nueva actuación de nuestras melancólicas payasas viudas, sus rostros reflejan la tristeza y los tonos oscuros de su maquillaje invitan a la compasión y el sufrimiento. Sus patosos movimientos, así como sus estúpidos chistes y esa música anodina con la que nos fastidiarán durante un buen rato, lograrán acabar con su paciencia o sumirles en un intenso carrusel de emociones a cuál más desagradable —comentó sin inmutarse el presentador. 
—Nuestro próximo show, va a dar comienzo con la perturbadora presencia de Samantha Braille: la lanzadora de cuchillos, pariente del famoso creador del sistema de lecto-escritura para ciegos y heredera también de su pérdida de visión que haciendo honor a su valentía y coraje se ha convertido en un notable peligro público y toda una leyenda del circo. Les rogamos disculpen las molestias, así como los daños colaterales que puedan derivarse, y para nuestro querido público masoquista que continúa tan complacido desde el principio, le acompañamos en su sentimiento placentero de dolor y espanto —volvió a anunciar el impávido presentador. 
—Por último, le toca el turno a nuestro invitado especial, Godofredo Pestilente o el hedor permanente, de ahí que se haya ganado a pulso el título de "el hombre torpedo", pues nadie ha logrado la increíble "hazaña" de vaciar su carga de gases intestinales o de fétidas pedorretas por encima de 2.500 milibares de presión, capaces de levantar del asiento a todo el público asistente y lanzarlo incluso al exterior de este recinto. De modo que les pedimos encarecidamente que se coloquen bien las máscaras antigás que les hemos dado a la entrada y procuren contener la respiración lo más posible, bueno si no lo consiguen del todo, tampoco se molesten mucho porque los efluvios de sus descargas atronarán la sala más que de ruido de gas, por consiguiente, los que quieran, pueden ya irse largando o aguantar el tipo para asistir finalmente al sorteo de un viaje con atractivo o atractiva acompañante a una isla paradisíaca para quedarse allí el tiempo que quieran —acabó diciendo el autómata presentador. 
¡Madames et monsieurs, ladys and gentlemen, señoras y señores, niños y niñas!... Nos sentimos muy orgullosos de haberles podido ofrecer el mejor espectáculo del mundo donde solo unos pocos privilegiados han conseguido disfrutar de la velada, otros menos han sobrevivido con irreprochable estoicismo, mientras que la gran mayoría nos ha ido abandonando por su propio pie o con los pies por delante... ¡Toda una pesadilla que le acompañará incluso en el más allá! 

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados



octubre 18, 2016

Tomando el té con Mr. Henry's Garnet y Mrs Weigela

octubre 18, 2016 29 Comments
Como presentación os quiero decir que esta historia formará parte de una serie de relatos inconexos en su contenido, pero creados todos ellos a partir de un cuadro o una ilustración surrealista diferente, como motivo de inspiración a la hora de escribirlos. Doy paso a continuación al cuadro surrealista de Liese Chavez pintora estadounidense de este siglo, nacida en Massachusetts y que a partir del año 2.000 se trasladó a Colorado. Su formación artística se ha logrado a través del estudio dedicado de libros de texto de arte y vídeos combinados con la práctica diaria. 

Liese Chavez - Una taza de árbol (pintura al óleo) 
Tomando el té con Mr. Henry's Garnet y Mrs Weigela 

Era un precioso día de otoño, los chopos se había desprendido de sus mejores galas y tomaban el sol desnudos y sin ningún rubor, próximos se hallaban una media docena de tilos diseminados a ambos lados de la carretera que en guardia vigilaban a los escasos vehículos que acertaban a pasar por allí, algo más apartados abedules y acacias charlaban animadamente tirando los dados de la fortuna en busca de nuevas aventuras. 

De repente un cortejo de azaleas avanzaba por la colina dispuestas a llegar a la hora del té a la mansión de Mr. Henry's Garnet y Mrs Weigela, un matrimonio muy popular que las esperaban impacientes con la mesa ya dispuesta: vajilla de porcelana inglesa, cubiertos de plata, bandejas y vasos biselados, así como una exquisita decoración a base de candelabros, figuritas y mantelería de hilo bordado.

Al pasar cerca de los chopos, algunas se quedaron mirándoles con descaro, pidiéndoles su móvil o dándoles el suyo, ellos no se inmutaron pues desde pequeños practicaban el naturismo y aquel coro de improvisadas fans acabó por aburrirles.

¡No entiendo a estos tíos!... ¡Ay hija, qué tipazos, están de cómeme el "nardo"!...Yo creo que de tanto tomar el sol como su madre les trajo al mundo se les han cruzado los cables de las ramas. se contaban unas a otras sin perderles de vista.

Bueno apuremos el paso y tener cuidado de no aplastar los insectos que están de guardia, trabajando sin descanso para aprovisionarse de semillas y frutos secos que les duren hasta la primavera. les advirtió la azalea que encabezaba la marcha.

Cuando avanzaban por el borde de la carretera los tilos empezaron a galantearlas con sus empalagosos piropos y ellas guiñándoles un ojo les devolvieron otros, a cual más descarados, por lo que algunos terminaron por pegarlas un susto y ellas sin inmutarse les hicieron cosquillas en la espalda consiguiendo que tropezasen y rodasen por el suelo. 

Tras toparse de bruces con la partida de ajedrez que disputaban "Bola de nieve" y "Espirea del Japón", unas damas ochentonas y algo presumidas, las preguntaron quien iba ganando, a lo que una les respondió que "estaban en tablas". 

Pues yo no creo que estén en tablas, sino más bien entradas en carne. dijo una azalea a otra.

¡Claro no me extraña! ¡Si se pasan todo el día sentadas comiendo musarañas!exclamó la otra a la una.

Vamos chicas dejaros de chácharas y apurar la marcha que pronto nos van a dar la tantas y aún nos queda un trecho. les recriminó la azalea guardiana que encabezaba la "expedición".

Tuvieron aún que caminar media hora más hasta divisar a lo lejos la enorme mansión, fue cuando un mirlo se posó en las ramas de la guardiana indicándole con su canto que el matrimonio se empezaba a impacientar y debían "arremangarse" y echar a correr o de lo contrario sus anfitriones las darían muy mala reputación dentro y fuera del condado del bosque nacarado al que también pertenecían.

Raudas y veloces alzaron sus ramas hasta alcanzar una velocidad de crucero y en un plis plas se plantaron en la puerta principal de aquella fabulosa residencia. La guardiana tiró dos veces de la campana espero y volvió a insistir con otras dos sacudidas más, eso tuvo que ser la contraseña exacta para quien desde el otro lado del portón de madera que nos había observado por la mirilla al poco de llegar, se decidiera por fin a invitarnos a pasar una vez que dejó completamente accesible la entrada.

Al acceder a su interior, un amplio vestíbulo daba paso al salón donde nuestros anfitriones nos estaban esperando para darnos la bienvenida e invitarnos a sentarnos y dar comienzo a la ceremonia del té, que en esta ocasión rompería esa estricta tradición inglesa, ya que ni la hora, ni las hojas de té, ni el agua hirviendo en la tetera, cumplían con las normas establecidas. No eran las cinco, sino las seis, las hojas de té se habían descompuesto en la espera por lo que fueron cambiadas rápidamente por hojas de menta y regaliz y el agua se notaba que estaba recalentada. ¡Un auténtico desastre, pero infinitamente divertido! 

¿Te has fijado en Mrs. Weigela? ... Se le notan las arrugas y su calvicie es galopante, desde septiembre se le está cayendo la melena de flores que ha lucido hasta hace muy poco. Podía haberse puesto un tocado para disimularlo. ¡Qué pena verla tan fea! le comentó una azalea a la otra.

Pues a mi me da dentera y escalofríos. ¡Más parece un erial que un arbusto, pardiez qué susto! arguyó la otra a la una.

En eso que andaban yendo a otra sala contigua al salón para escuchar al cuarteto de cuerda y soprano que ya estaban listos para empezar su actuación, cuando se dieron cuenta que el armario que estaba al fondo se estaba moviendo solo. El resto de los invitados no se habían dado cuenta, pero estas dos azaleas, ¡si!, de manera que disimuladamente se sentaron delante de aquel "misterioso" armario, al que vigilaban de reojo por si volvía a las andadas. No tardaron mucho tiempo en volver a fijarse como aquel armario se iba desplazando muy lentamente, aquello las hizo levantarse y tratar de alcanzarlo:

¡Venga, ya está bien de bromas! ¿Quien anda ahí?... fue tan alto el grito que pegaron la una y la otra azaleas que acabaron por llamar la atención de los presentes, quienes se giraron para ver lo que pasaba y cual fue su sorpresa al descubrir a  Mr. Henry's Garnet completamente desnudo, con un pedúnculo que sobresalía entre sus partes bajas, junto a un esbelto Pink Cloud que lucía de igual guisa.

¡Válgame dios qué varas de medir! cantó la soprano en su última estrofa.

¡Cobarde, me has puesto los cuernos con un criado y delante de todo el mundo! ¡Vete de casa o pediré el divorcio! ¡No quiero volver a verte nunca más! no cesaba de exclamar, fuera de si, Mrs Weigela, arrojándoles a los dos las piezas de la vajilla de porcelana que volaban por los aires. También los ánimos de los asistentes se enardecieron en aquella "guerra" y unos lanzaban a los otros y los otros a los unos, acabando por el suelo completamente magullados.

¡Vayámonos chicas, esto se pone feo y debemos regresar sanas y salvas! Pero entre tanto recojamos algunos dulces para el camino les aconsejó la azalea guardiana.

¡A tomar el té hemos venido pero menuda la que nos ha caído! gritaron al unísono levantándose las faldas las jóvenes azaleas.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados


octubre 11, 2016

El deseo cumplido

octubre 11, 2016 38 Comments


CONCURSO DE RELATOS: Mil maneras de morir" convocado por el Círculo de Escritores.

Inclinado sobre la barandilla de la tercera planta de la discoteca, retirado del tumulto que se aglutinaba a esas horas de la noche, Rufus no perdía de vista a una joven de la que conocía prácticamente todo, como así se reflejaba en su agenda virtual donde anotaba los lugares que frecuentaba, las personas con las que se relacionaba, los horarios por los que se regía en sus rutinas y hasta el más mínimo detalle. Aquel meticuloso "trabajo" reforzaba su autoconfianza además de proporcionarle una gran complacencia.
Por fin esa misma noche ambos había acordado tener su primera cita allí en la disco, tras interminables "charlas" a través del chat que ambos frecuentaban asiduamente.

Bajó las escaleras hasta la pista de baile y sigilosamente se aproximó a ella hasta darle un golpecito en la espalda y ofrecerle una margarita:

Estás guapísima, me gustas más al natural que en fotografía le susurró al oído en un tono grave y provocador.
Me encantan los hombres maduros y que saben lo que nos gusta a las chicas respondió ella con naturalidad.

La música invitaba a desinhibirse y la aglomeración se volvía asfixiante, por lo que no tardaron en abrazarse ni en darse algún que otro beso de vez en cuando. La pasión los había privado de control alguno, por lo que dieron rienda suelta a la fogosidad vehemente de sus íntimos deseos, incluso llegó un momento en que decidieron esconderse en los aseos y hacerse mutuamente felaciones acabando exhaustos de placer.  

Serían las cuatro de la madrugada cuando decidieron continuar la aventura en un hotel, pero al cruzar la acera, un grupo de jóvenes delincuentes les amenazaron con un cúter para robarles sus pertenencias, reteniendo por la fuerza a la chica que intentaba zafarse, entonces él aprovechó un descuido y se largó corriendo de allí a toda velocidad.

Cuando por fin entró en su apartamento preso de una gran conmoción decidió tomarse un tranquilizante que lo ayudase a dormir y se tumbó en la cama sin desvestirse.

Poco después notó un ruido extraño en el pasillo, aunque su estado de somnolencia no le permitía distinguir con claridad si era real o no, permaneció atento unos segundos hasta que se durmió. Al darse la vuelta notó un bulto al lado, aquello le ocasionó tan desconcierto que pegó un respingo y saltó de la cama dándose de bruces con la esquina de la mesita de noche, notando un intenso dolor en la sien que le produjo una hemorragia. 

Cuando alargó el brazo intentando encender el interruptor de la lamparita, una insólita ingravidez acabó desconcertándole... Entonces una espeluznante carcajada reverberó por las paredes.

Ya no podrás librarte de mi presencia insistía aquella misteriosa voz
Conozco tus intenciones, has estado cerca de cobrarte otra víctima, pero lo he podido evitar gracias a esos delincuentes... ¡Cerdo de mierda!... Hoy hace un año precisamente que me violaste y luego vomitando tu veneno, acabaste por lanzarme por la ventana del hotel. ¿Lo recuerdas?... ¡Yo sí! terminó exclamando aquel espectro.

"De pronto empezó a vislumbrar la figura fantasmal de aquella chica que había asesinado mirándole a los ojos y ordenándole mentalmente tumbarse en la cama desprovisto de ropa. Luego ella lo colocó de espaldas atado al cabecero y lo sodomizó con el mango de un martillo."

El espíritu de Rufus vio aterrorizado su propio cuerpo, no acababa de aceptar aquella visión donde un médico forense revisaba escrupulosamente todo su cuerpo que permanecía reclinado sobre la mesita de noche con su brazo extendido al lado de la lamparita, tenía una profunda herida en la sien y su traje empapado de sangre.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados


octubre 04, 2016

Las Gemelas Rojas

octubre 04, 2016 26 Comments
Como presentación os quiero decir que esta historia formará parte de una serie de relatos inconexos en su contenido, pero creados todos ellos a partir de un cuadro o pintura surrealista diferente, como motivo de inspiración a la hora de escribirlos. Doy paso a continuación al cuadro de Vladimir Kush, nacido en Moscú (1965), se trata de un pintor surrealista que define su arte como surrealismo metafórico. 


Mi historia: Las Gemelas Rojas

Nacimos de un mismo parto, en una fábrica de calzado a varias manzanas de los arrabales de la ciudad, cuando la industria, en general, sufrió un importante esplendor consolidando sus ganancias y expandiendo sus productos internacionalmente.

Si te apetece adentrarte en los detalles de nuestra familia, te puedo contar que nuestros abuelos nacieron en una humilde dependencia a manos de un famoso alpargatero local, que tenía una gran habilidad con el trenzado del cáñamo y el punzón. Con los años el ingenioso artesano tuvo varios hijos, que a su vez, crearon toda una afamada estirpe de zapateros, que se dispersaron por la comarca, hasta que a finales del XIX empezaron a establecer sus primeras fábricas y con ellas llegaron nuestros lustrosos padres: mi madre Tacón de aguja y mi padre Bota de cuero, que al poco tiempo de casados se fueron a vivir a un moderno establecimiento de calzado regentado por un matrimonio muy alegre y dicharachero, bastante popular por cierto, debido a su buen criterio profesional, que les hacía merecedores de la más selecta y fiel clientela del lugar, ya que todo aquel que iba a comprar solía repetir y además se dejaba siempre aconsejar por las sugerencias de los dos propietarios.

Transcurrieron algunos años, cuando por fin nos manufacturaron en un parto sin dolor, algo parecido a un alumbramiento automático y de gestación en serie, de ahí que no provocásemos ningún tipo de trauma postparto a quienes nos trajeron al mundo y directamente pegáramos el "estirón" hasta alcanzar nuestra talla habitual de un 6 y medio en nuestro país de origen y un 37 en Europa y Latinoamérica. Al poco tiempo fuimos cuidadosamente embaladas y enviadas a la misma tienda que habían exhibido su fina estampa nuestros antecesores, en aquel luminoso escaparate frente a una de las más concurridas avenidas comerciales. Los propietarios rápidamente se dieron cuenta de que podríamos ser el centro de atención y proporcionarles pingües beneficios, por lo que de forma estratégica nos situaron en el punto de mira del extenso ventanal, justo a la altura ideal desde donde producir el mejor impacto visual al posible comprador.

Sin ánimo de ser presuntuosas, la verdad es que se nos fue desarrollando el ego de manera progresiva al comprobar que las damas mayores o maduritas competían entre ellas por adoptarnos y llevarnos de paseo, pero al final las más jóvenes lograron cautivarnos con sus risas y aspavientos, cada vez que trataban de colocarnos bajo sus pies procurando convencernos para servirlas de acomodo. Sin embargo, la economía no les alcanzaba, ya que les resultábamos excesivamente caras.

Por fin una tarde llegó nuestra benefactora dispuesta a dejarse el sueldo de toda una gira artística internacional, con tal de lucirnos en sus múltiples actuaciones, pues se trataba de una afamada soprano con una prodigiosa tesitura y un delicado timbre de voz, además de ostentar un imponente atractivo físico sin mácula artificial que pudiera delatar algún tipo de cirugía estética.

No hizo falta que nos matriculásemos en ningún centro escolar para aprender a dar los primeros pasos, ya que precozmente logramos adaptarnos a cualquier superficie, tanto de piedra, asfalto o barro, donde incluso no pasó mucho tiempo cuando ya fuimos capaces de desplazarnos con gran donaire por salones, salitas, alcobas e inventar nuestras piruetas sobre las tablas de importantes escenarios a nivel mundial y de esta forma sin acudir tampoco a ninguna universidad obtuvimos la matrícula de honor de "Caminante no hay camino, se hace camino al andar... "

Gozábamos de un gran prestigio cuando nuestro plácido devenir sufrió un imprevisible revés, un fatídico incidente que tuvo lugar en el transcurso de la actuación de nuestra propietaria en el teatro de la Scala de Milán interpretando a la Carmen de Bizet, justo en el instante de cometer un grave desliz: desafinar varias notas por culpa de un nódulo mal curado, lo cual produjo el enojo del público que la abucheó el resto de su representación y ella, incapaz de quedar bien, montó en cólera y nos lanzó al rostro del director de orquesta, quien la miró aterrorizado tratando de esquivar el golpe. Perdimos el equilibrio volando por los aires y quedando arrinconadas en el foso del escenario, una vez que pudimos aterrizar sin necesidad de paracaídas y sin que ese hombre que movía las manos con su batuta hubiera sufrido algún daño causado por nosotras. Mas tuvieron que pasar bastantes horas, hasta que el personal de limpieza nos descubriera y fuésemos llevadas al almacén de objetos perdidos.
Perdimos la noción del tiempo en aquel escondrijo donde nos depositó un hombre que fruncía sus pobladas cejas, al tiempo que mascullaba entre dientes su extrañeza de que nos hubieran apartado definitivamente del mundanal ruido. Luego nos colocaron un número en la espalda y a esperar que alguien se apiadase de "pagar semejante rescate" como condena al ostracismo social.
Finalmente salimos de allí gracias a la gentileza de un talentoso ojeador, que conociendo nuestro "linaje" nos llevó hasta el salón principal de una de las casas de subastas más ilustre y cosmopolita.

Tras ser adquiridas por una dama cortesana, es decir, una escort de lujo, para la cual suponíamos un amor a primera vista, comenzó toda una aventura que nos llevó por infinidad de tórridos "paisajes" concupiscentes, donde adquirimos un papel primordial a la hora de realizar sensuales malabarismos, por los tersos aposentos íntimos de algunos clientes dispuestos a dejarse seducir por la pericia de esta experta fetichista, que nos sabía mover como un titiritero maneja sus marionetas. Nuestros tacones de aguja solían enloquecer de placer a quienes los probaban y de forma especial a nuestra ama y señora, también del látigo, en ciertas fiestas privadas o con asidua clientela muy dependiente del sadomasoquismo, porque lo que presenciamos dejaría sin conocimiento a más de uno.
Dormíamos a plena luz del día y "trabajábamos" de noche, esto nos llegó a ocasionar insomnio, en consecuencia tuvimos que idear una estrategia para reducir la jornada laboral al viernes, sábado y domingo, que era cuando no teníamos ocasión de mantener impecable el reluciente look y limpiarnos de tantas humedades que nos "llovían" encima. Dicho plan evasivo consistió en dejarnos caer por el suelo en cuanto notábamos que empezaba "la juerga" y así ella cedió a nuestra exigencia de descanso, intercambiándonos entre semana por otros pares de jovencitas de negro acharoladas y otras de Christian Louboutin, que solían mirarnos con desprecio, creyéndose las "amas del armario", aunque a nosotras nadie nos podía eclipsar, ya que nuestro curriculum superaba con creces el de aquellas "polichinelas".

Sin embargo, nuestro sino debía estar marcado por algún extraño maleficio, dado que llegó el aciago día en que nuestra ama perdió el control en su momento apoteósico y le clavó nuestros afilados tacones a un viejo verde, que se empeñó en exigirla que lo castigase y le infligiera el mayor daño posible, por lo que acabó en el suelo con nuestras agujas clavadas en sus testículos y retorciéndose de placer, algo que nos dejó con churretes sanguinolentos colgándonos por los costados y en estado de shock emocional.
Cuando por fin nos liberamos de tan terrible trauma descubrimos aterrorizadas que nos habían arrojado dentro de un asqueroso contenedor de basura, lo que mermó todavía más nuestra autoestima, porque después de aquel suceso la excelente reputación que nos acompañaba, comenzaría a enturbiarse de tal forma que nos relegaría a un destierro forzoso.

De este modo una mañana decidimos escaparnos del mugriento vertedero donde nos iban a incinerar, de forma que sin pensarlo dos veces saltamos a la superficie y nos fugamos de allí con la firme decisión de no permitir que nadie más nos volviera a poner en otro apuro o siendo víctimas de tan insensatas propietarias.
No teníamos mapa ni ruta a seguir, por lo que nos dejamos llevar por la intuición, hasta que nos dimos de bruces (inesperadamente) con un inmenso lago alpino, donde nos bañamos para quitarnos tan nauseabundo olor que se nos había pegado a las suelas y tacones desde aquel traumático percance, que nos llevó al exilio definitivo de nuestra común actividad y de aquella vida que antes sustentaba los pasos de nuestras bellas damas. ¡Al fin eramos libres, renaciendo por encima del caudal del agua!

Y en un acto de agradecimiento al lugar que nos ofrecía cobijo y bienestar decidimos sentar la cabeza, ofreciéndonos a ser el puente ideal que permitiera el acceso entre ambas orillas a todos los viajeros, caminantes o carruajes que habitaban por aquellos alrededores, con lo que nos situamos mirando cada una para otro lado, como haciéndonos las despistadas, ya que nuestra intención era pasar desapercibidas después de nuestro angustioso pasado.
Rápidamente comprendimos que habíamos iniciado un intercambio emocionante, pues por un lado nosotras contribuíamos a auxiliarles en aquel trasiego contínuo atravesando el caudaloso lago y ellos a cambio, nos regalaban cosquillas, emociones y mucha algarabía que nos ayudaba a sonreir por las mañanas cuando las brumas empiezaban a peinar las aguas y algunas barcas, que de tanto en tanto, tropezaban con los "tacones de aguja" heredados de nuestra querida abuela.



Tal vez esta historia os haya sorprendido,
quizás pueda haberos divertido,
o lamentablemente aburrido,
pero queridos lectores, 
nosotras, Las Rojas Gemelas, 
solo somos centinelas
de este bello lugar, 
que ahora con vuestra licencia, 
ya nos toca descansar,
después de tanto camino andado.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

septiembre 27, 2016

Don Perfecto y doña Perpétua en "El Velatorio"

septiembre 27, 2016 19 Comments
Como introducción y para quienes todavía no estáis familiarizados con los protagonistas os remito a este enlace para que leáis el inicio de lo que en un principio escribí como un microrrelato, pero que luego vosotros (mis lectores) me sugeristeis que lo continuase y hoy por fin me he decidido a retomar la historia para estructurarla en distintas partes o "andanzas" pues todo formará parte de un sainete, que espero sea ameno y divertido.

                                


         Aquella apacible mañana de marzo, amaneció con un sol radiante, pese a que iba a tener lugar el deceso de uno de los lugareños más afamados de Ventorrillo de las Polvaredas, que así se llamaba la pequeña localidad donde nuestros queridos protagonistas: "don Perfecto y doña Perpétua" abrieron sus ojos por primera vez.
         Don Perfecto siempre había sido un gran confidente y amigo de don Emeterio, que asi se llamaba el futuro difunto, quiero decir que a esas tempranas horas aún no las había "espichado", de modo que aún reposaba en su lecho ante mortem más pálido que el blanco de las sábanas que lo albergaban como a un triste jilguero sin voz.
         —Siento decirles que le queda desgraciadamente muy poco tiempo, quizás horas o minutos tal vez... ¡Eso solo Dios lo sabe!... ¡Lamento que tengan que hacerse ya a la idea! — sentenció el médico de familia, don Benigno, con un tono bastante sonoro.

          Ni que decir tiene que en su domicilio ya se habían "colado" las "chismosas" del vecindario en busca de escabrosos detalles para divulgarlos a lo largo y ancho del pueblo, que como un reguero de pólvora, los harían llegar a todo bicho viviente y es por lo que la familia de don Emeterio optó finalmente por poner en la puerta un gran letrero que decía: "Respeten nuestro dolor y no hagan de ello un escándalo", pero las "cotorras" lo tradujeron a su capricho: "Acompáñennos en estos tristes momentos y sean libres de divulgarlo a todo el barrio". 
        Recostadas en el sofá de la salita de estar no paraban de hojear las revistas del corazón que estaban encima de una mesa baja enfrente de ellas, dominadas en todo momento por una gran excitación mientras aguardaban el momento del deceso que les obligaba a entrar y salir del baño; ir y venir de la cocina, husmeándolo todo sin contemplaciones, ya que dicho "acontecimiento" las había impresionado de tal modo que no había forma de convencerlas para que se fueran a su casa, aunque los familiares y amigos presentes les pusieran muy malas caras.
        También don Perfecto se sentía bastante incómodo con aquellas urracas cuchicheando por lo bajini y ataviadas de luto riguroso.

       —Se veía venir. Desde que falleció su hija, ya no ha vuelto a levantar cabeza. —decía doña Elodia, la mujer del relojero.
      —Así es  Elo, fue un mazazo terrible para él. Era su niña mimada y la pequeña de la familia —respondió doña Úrsula, la mujer del médico, quien en ese preciso momento se percató de la mirada despavorida de su marido, advirtiéndola de que hablara más bajo o mejor que se fuera a casa y no le pusiera en vergüenza como tantas veces.

       —¡Ay qué carácter tiene tu marido, hija mía, yo en tu caso le hubiera dado un pellizco en el brazo para advertirle que ya lo hablarías con él en casa a solas, porque mira que ponerse así, hecho un basilisco delante de nosotras... ¡Pero qué mal hacemos a nadie, por Dios! intervino doña Máxima, la mujer del maestro.

        En esas que se hace un silencio mientras ha llegado la hora del mediodía. Muchos de los asistentes se han ido marchando lentamente en vista de que don Emeterio libra un gran combate con la muerte y de momento se cree vencedor, pero a eso de las cinco de la tarde, "la hora de los toros" (según ese abominable "festejo" popular), el diestro ya no pudo rematar al animal con una buena estocada, sino al contrario, fue la bestia de la muerte quien le clavó la estocada certera, rematándolo de un tajo con lo que la familia al unísono se conmovió. 
       En ese piso bajo, sumida en plena siesta, se hallaba doña Perpetua, que al oír el timbre del teléfono se espabiló en un santiamén.

        —"Funeraria La Inmortal", dígame en qué puedo servirle.

       —Doña Perpétua, que soy doña Tránsito, la vecina de arriba ¿no me conoce usted? Escuche, dígale a su marido que suba para hacer los preparativos del velatorio, mi pobre Emeterio se acaba de ir al otro barrio.

      —¡Le acompaño en el sentimiento!  Ahora mismo sube mi marido, no se preocupe de nada.

       Al cabo de unos minutos, el sordo de don Caronte apareció por el umbral de la puerta acudiendo raudo con un féretro de nogal con adornos y asas metálicas, además de toda la parafernalia propia para estos casos, como los velones, un pequeño catafalco, una cruz, coronas de flores y algunos búcaros florales. Como el hombre era muy nervioso y de mal genio, tuvieron que dejarle tranquilo mientras terminaba de colocarlo todo en su sitio y por supuesto a don Emeterio en el suyo. 
      Ya había oscurecido cuando se despidió de la familia, prometiéndoles regresar dentro de un par de días para efectuar las postreras diligencias hasta darle sepultura.

       Don Perfecto trataba de consolar con sumo cuidado a la desconsolada viuda, mientras doña Perpétua no le quitaba la vista de encima, lo cual le empezaba a exasperar por lo que optó por devolverle una mirada de manso cordero para persuadirla de que solo era un simple gesto solidario con la viuda. Sin embargo, a doña Perpetua no le gustaba nada que se tomase aquellas confianzas, de modo que en un descuido de los asistentes, entró a solas donde estaba el difunto y apagó un velón, dejando aquel cuarto medio en penumbra, cuyo hecho aprovechó para exclamar a voz en grito.

        —¡Don Emeterio está vivo! Vengan corriendo que ha apagado un velón y a punto está de apagar el otro. —Algo que ella misma se encargó también de hacer.

        Al poco, las cinco urracas que no habían desaparecido, sin parar de criticar a la familia, dando buen acopio de las empanadillas y canapés que estuvieron preparando los familiares y otros amigos presentes, continuaban moviéndose desde el salón a la cocina pasando previamente por el baño, fueron tan raudas como un rayo a comprobar lo que terminaba de decir doña Perpétua y al encontrarse allí a oscuras pudieron oír como un leve lamento. Además, cada una notó algo similar a una punzada en las piernas, por lo que salieron despavoridas exclamando voz en grito.

        —Está vivo o es el mismo demonio quien está acompañándolo. Juro por Dios que me ha dado un buen arañazo. —Se escucharon las frases como un coro a cinco voces insistiendo en la repetición.

        Ante tamaña confusión y en un abrir y cerrar de ojos acudieron el resto de los presentes, que nada más entrar a aquella salita completamente a oscuras, notaron como algo hacía ruido dentro del ataúd por lo que no dudaron en salir corriendo con el miedo paralizándoles el cuerpo. También las cinco "cotorras" se abalanzaron horrorizadas por la puerta del domicilio sin parar de persignarse, por lo que nadie tuvo el coraje para encender de nuevo los velones. 
 
        —¡Esposo mío, dime que estás vivo! —acertó a decir doña Tránsito en un hilo de voz que le salió por la garganta.

        Se oyó entonces, un susurro, desde la oscuridad que acabó por aturdir a los pocos familiares que todavía seguían dentro del domicilio.

       —¿Emeterio, amor mío, dime si estás vivo o no? —preguntó su esposa enloquecida.

         —¡Siiiiiiii...! 

        Aquel si, parecía un alarido alargándose la i, demasiado extraño para ser humano, por lo que la viuda perdió inmediatamente el conocimiento, mientras las pocas personas que habían quedado trataban de reanimarla. Sin embargo, don Perfecto, que conociendo como se las gastaba doña Perpetua se envalentonó y encendió un velón. 

    La escena en penumbra ponía a doña Perpétua en peligro de ser descubierta, así como a su gata Cucufata que la llevaba escondida en el embozo de su toquilla de lana, por lo que ágilmente se escabulló antes de que don Perfecto encendiese el segundo velón.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

(Y para saber si os resulta interesante o no, comentarme si os apetecería que continuara con otra nueva "andanza". Muchas gracias.)