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junio 15, 2020

PasiónFusión

junio 15, 2020 32 Comments
Queridos amigos y seguidores:
Deseo que hayáis disfrutado lo mejor posible de este fin de semana, por mi parte he seguido frecuentando tiendas y establecimientos comerciales a lo largo de la semana, dejando para el finde a los relacionados con el ocio y el gremio de la hostelería, pues intento aportar siempre mi grano de arena para contribuir a mejorar la economía de tantas familias que lo necesitan.
Sin más preámbulos esta semana no os robaré mucho tiempo para la lectura de esta entrada, ya que esta vez os presento mi nuevo microrrelato, donde dos peculiares personajes tratarán de sorprenderos y haceros pasar un rato ameno y divertido. Bueno, ya me contaréis si al final cumplí o no con mi propósito al redactarlo.
¡Ah! la semana próxima quedáis invitados a mi fiesta de cumpleaños. Os espero para el 24 día de San Juan.
Muchas gracias nuevamente por tomaros la molestia de hacerme sugerencias para mejorar mi historia o sencillamente por acompañarme otra semana más. ¡Nos seguimos leyendo!




     Ella acostumbraba a pelar cebollas sin que le llorasen los ojos, lo cual intenté infinidad de veces pero sin éxito. Llegué a pensar que tal vez mi madre, a la que se le retiró la leche de los pechos al poco de nacer mi quinto hermano, tras recibir la noticia del naufragio del barco donde trabajó mi padre, quizás también hubiera dejado sucumbir su llanto en el mismo océano.

     Cuando ella entraba en la cocina los aromas por la casa se expandían como perfumes de Oriente, pues le encantaba utilizar plantas aromáticas: cilantro, sésamo, albahaca, cominos, orégano o laurel... Sabía combinarlas con tal virtuosismo, que aunque guisara unas patatas a lo pobre, el resultado podía satisfacer las exigencias más extravagantes de un rey.

     El calor sofocante del verano fundió la escarcha de la soledad en la que habitualmente horneaba sus desdichas. Fue tal el sentimiento de abandono que la mantenía secuestrada, que sin pensárselo mucho, preparó unos vistosos pasteles de chocolate con un componente especial para deleite del barrio.

     No tuvo necesidad de multiplicar esfuerzos, porque al cabo de unos días la encontré con el vecino del tercero tumbada en su mismo colchón, después con el del cuarto cuando su mujer salía a pasear con el perro; más tarde con un joven apuesto que resultó ser mi novio y por último despachó a todos al regresar de un crucero por el Adriático del brazo de un solista de trombón.

     Se dejó el pelo largo, la ropa muy ajustada con excesivos accesorios y viendo por donde se derivaban los hechos, un día me decidí a enviar a un concurso una de sus deliciosas recetas y para mi sorpresa se llevó el premio. Luego, con aquel dinero y un préstamo, abrió una casa de comidas.

     Los platos se servían acompañados de fragmentos de jazz, salsa, bossa nova... Lo esencial era el ritmo con el que mi madre movía las caderas en los fogones, mientras Kevin no dejaba de inflar los carrillos, alargando o encogiendo las varas del trombón.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

septiembre 02, 2019

Saltando de un corazón al otro (micro inspirado en la imagen que lo acompaña)

septiembre 02, 2019 24 Comments
Ilustración de Pascal Campion

¡Buen retorno de las vacaciones! deseo que las musas os acompañen a lo largo de esta nueva temporada bloguera y que ya estéis «vacunad@s» del famoso stress postvacacional. 
Espero continuar disfrutando de vuestra grata compañía y de la lectura de vuestras entradas, porque me duele tener que ir abandonando «nidos» ajenos, cada vez que compruebo la falta de ese diálogo, ya me entendéis. 
Cariñosos saludos y buen inicio de semana!!!

                                                           .       .       .       .       .       .       .

Los latidos inconclusos de un encuentro fortuito alteraron la melancolía de la noche, tras los cristales opacos del destino.

Nos sentamos en la mesa del momento, suspendidos en el cielo de los besos y en un lento abrazo que aproximó los recuerdos, el tiempo y la costumbre. Pronunciamos en voz alta nuestros nombres, solitarios navegantes y cómplices de nuestros cuerpos. La ternura se enredó en nuestras manos y nos dejamos caer hacia el abismo, persiguiendo la locura y la belleza.

Dos mundos agitados en un mismo paraiso, dos centinelas insomnes, dos regazos de merengue y terciopelo... Un desafío eterno en tu mirada reafirmando la certeza del íntimo suspiro que nos devora.

Tú, a un lado del camino y yo justo en el otro, evaporando las distancias, forjando un mañana poblado de sonrisas.

Cierras los ojos para verme, me tomas de la cintura y bailamos en el techo de la vida que habitamos, sin preguntas ni respuestas. Borrachos de lluvia, danzamos en los cristales que nos miran a lo lejos.

Cruzaremos juntos el horizonte que nos separa de la tierra, apuraremos la copa del ensueño, amortiguando la espera en la estación del olvido y como siempre sucede en estos casos saltaremos de un corazón al otro.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

noviembre 26, 2017

En noches de vigilia

noviembre 26, 2017 57 Comments
(Fotografía digital de Josephine Cardin)
En noches de vigilia, es cuando las letras surgen como las amapolas en primavera, que por algún conjuro imposible de descifrar, se tornan sonrisas con sabor a pastel de cumpleaños, uniéndose en un punto concéntrico, donde el aire que se llevó tus recuerdos, ya no podrá cruzar este umbral.

Quisiera quedarme atrapada en los lugares que nunca recorrí contigo, donde todavía no estabas presente, donde permanecías al pie de la montaña con tu gran equipaje de silencio y soledad.

¿Para qué regresas si yo ya no te espero?... ¿Por qué desperdicias tu vida si ya pasé la página?... La inercia de tu obsesión te encierra en tu cárcel de códigos binarios e insomnios dependientes, mientras la lluvia dispersa los sonidos y deshace las letras arrugadas en tu imaginación.
No hay marcha atrás, ni salida de emergencia. No quedan rastros en mi memoria que me permitan incorporarte a mi vida, al contrario, ella se ha encargado de expulsarte como si de un virus se tratase y no te puedes imaginar lo importante que fue descubrir aquella nueva mirada.
Sé muy bien lo que quiero, continuar en este acogedor andén, donde al bajarme del tren, dejé en mi asiento los complejos, para que siguieran solos a otra parte, para que se perdieran de mi vista como el paisaje zigzagueante, de la ventanilla.
Como un iceberg en el abismo vas perdiéndote en la niebla, ahora me toca cerrar la puerta, bajar las escaleras y decirte que no soy la misma que conociste, porque el tiempo se encargó de limpiar las calles donde caminaban mis preguntas, donde transitaban tus dudas, donde la rutina exhalaba el último aliento de esperanza.

Alcé mi copa de cristal repleta de lágrimas y la estampé contra tu frente, contra aquel hormigón de indiferencia con el que solías someterme al más puro ostracismo, para asegurarme con tu mueca de ironía, que nadie sería capaz de descifrar mi singular locura, porque únicamente tú tenías el manual de instrucciones para acompasar el tic tac de mi existencia. Luego me dije a mi misma: "Je pense qu'il est temps que le monde ne juge pas les gens, à cause de la personne que le hasard voulait leur faire aimer. L'amour ne discrimine jamais, bien que les préjugés toujours le fassent."

En noches de vigilia, doblo los folios en blanco y los lanzo como aviones por las ventanas de la ciudad, donde saltan Los Niños Perdidos, El Barco de Ulises, El Viejo Avaro o Madame Bovary... Quizás reboten en el cielo y luego se cuelen por las chimeneas de las miles de viviendas, que pueblan esta ciudad durmiente, mientras tanto voy recogiendo mis cosas y vaciando este apartamento, sin dejar rastro ni rostros que escudriñen la fotografía en blanco y negro de nuestra despedida.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados



Publicado también por la revista Vestigium