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diciembre 23, 2019

El mundo de los postres navideños y mi felicitación navideña

diciembre 23, 2019 34 Comments
https://concursoeltinterodeoro.blogspot.com/2019/12/el-mundo-de-los-postres-navidenos.html
¡Hola a todos! de nuevo os presento otro relato colectivo para la iniciativa Cuento de Navidad en el blog El Tintero de Oro, se trata de uno de los mejores blogs que existen en Internet que ofrece una variada selección de iniciativas de carácter literario, así como de secciones muy interesantes donde podéis participar, bien concursando, colaborando en sus retos narrativos o simplemente por el placer de conocer el trabajo y opiniones de otros escritores y que vuelvo a recomendaros.
Bien, pues como os decía al principio, se trata de un relato inspirado en las fiestas navideñas, donde los postres suelen ocupar un lugar primordial, tanto en nuestra mente como en cualquiera de las mesas engalanadas para los eventos que tienen lugar durante esas fechas especiales.
Ahora quiero hacer mención de todos los integrantes de este gran equipo que hemos redactando esta historia y por supuesto recomendaros la visita a sus respectivos blogs, si es que todavía no los habéis visitado, porque realmente cada uno tiene muchas cosas que contaros:
Me gustaría añadir que ha sido una feliz experiencia el haber redactado parte de este relato en colaboración con tres estupendos escritores y compañeros blogueros, a quien muchos seguramente ya conocéis y que aprovecho esta ocasión para felicitarles y agradecerles sus consejos.
Gracias doblemente, a ti David, por ofrecernos un gran marco de divulgación de este trabajo a través de tu blog y al mismo tiempo ser parte integrante de este equipo.
Sin más preámbulos os dejo tranquilamente con la lectura y espero que os transporte al sabroso y exquisito mundo de estos curiosos personajes.


El mundo de los postres navideños

Felicidad, familia, reencuentros, sentimientos aglutinados junto con manjares típicos... En Navidad, la dulzura impera por cada rincón, pero si hay un mundo donde ese sentimiento adquiere todo su significado es en «El mundo de los postres navideños».
Sin embargo, a pesar de su dulzura, hubo una vez que esa condición quedó en entredicho:
Era víspera de Nochebuena y la casa de Don Turrón bullía. Cada año, todos los familiares repartidos por el mundo se encontraban allí y pasaban un rato en compañía antes de ofrecer su dulzura a los humanos.

—¿Qué tal por tierras teutonas, querida? —preguntó don Turrón a Berlina, su esposa, nada más llegó.
—Poco, ya sabes... ¿y el pequeñín? ¿Dónde tienes a mi Polvoroncillo? —contestó ella.
—Ha salido un momento con su hermano Mazapán...

—¿Dónde? Necesito abrazarlo después de tanto...
—Han ido con el abuelo a no sé qué —interrumpió Torrijas de leche, la viuda y cuñada de Don Turrón.

De pronto, la puerta se abrió y entraron los pequeños con Alfajor, el abuelo.

—¡Mis pequeños! —gritó Berlinesa abrazando a ambos—, qué ganas tenía de acariciar vuestra dulzura.
—¡Nuera! ¡Ya viniste acá! —irrumpió Alfajor sin siquiera moverse del umbral, como si extrañamente no quisiera entrar todavía.
—¡Abuelo! —exclamó Berlinesa—, entre, ¿qué hace ahí parado?
—Pues veréis... —dijo el abuelo echándose a un lado y dejando paso a un familiar que hacía mucho que no se presentaba en las reuniones familiares y que puso en jaque esa típica personalidad tan dulce: Helado de chocolate vegano con té verde.

La primera en cuestionar su presencia fue una de las tías Peladilla:

—¿Y ese qué hace? Menudo postre de Navidad más triste. Helado, frío como el tiempito que tenemos y encima sin mantequilla ni nata ni nada rico.
—Ja, ja. Parece un ratoncito mustio. ¡Eh, tú, Helado de chocolate vegano con trocitos de té verde! —¿habrase visto qué nombre más rimbombante?—, ¿entiendes castellano? Sí, soy yo, Torrija.
—No deberías burlarte tanto, Torrija —dijo serio Alfajor—. Tú que tan pronto sirves de postre navideño como de postre de Pascua no eres la más apropiada para criticar a los demás.
—Bueno, padre, de todas formas hay que hacer algo. Solo faltaría que les gustara más a los humanos y nos relegaran para siempre —se lamentó Turrón, haciéndose eco de lo que todos sentían y no se atrevían a confesar.
—Pues encima de mí estaría muy bueno —dijo Torrija un poco amoscada por el rapapolvo de Alfajor—, aunque para eso tendríamos que derretirlo.
—Ja, menuda idea —exclamó don Turrón—. ¿Por qué no lo metemos en el microondas? Un poquito y a baja potencia…
—¡Ay, querido esposo! No sé qué me da…
—Berlinesa, no vamos a matar a tu hermano solo quitarle ese aire tan… frío.
—Es verdad, se da tantos aires…
—¡¡¡¡Nooo!!! —gritó Polvoroncillo—. No quiero que queméis al tío cocholate.

La cena de Nochebuena fue todo un éxito, aunque no para todos los miembros de la familia de don Turrón. Helado de chocolate vegano yacía desmadejado en un cuenco: el mismo en que, a baja potencia y durante unos segundos, había permanecido en el microondas; lo suficiente para perder su apetitoso aspecto cremoso y adquirir la consistencia del barro mojado. Nadie en la mesa se dignó mirarlo más que para apartarlo a un lado y abrirse camino hacia una Peladilla. Los humanos disfrutaron con los dulces tradicionales. Don Turrón y los niños, Polvoroncillo y Mazapán, fueron los triunfadores absolutos de la cena, aunque Berlinesa, Alfajor y demás familiares también recibieron la atención merecida aquella noche.
En la mañana de Navidad, casi todos los postres se engalanaron para ofrecer de nuevo sus encantos gustativos a los humanos. El casi era Polvoroncillo que intentaba encaramarse al cuenco en el que se hallaba Helado de chocolate vegano con té verde.

—¿Necesitás ayuda?

Polvoroncillo se giró para ver a su abuelo rodando hacia él.

—¡Hola, abuelo Alfajor! ¿Oyes eso? Parece que el tío cocholate vegano está llorando. No me gustó lo que hicieron papá y los demás.
—Estuvo muy mal, por muy altanero que sea ese tipo no se lo merecía, y menos en Navidad. Va, subí encima de mí para ver cómo está.

Y así hizo el pequeño. Dentro del cuenco, pudo observar las lágrimas de chocolate saltando como una fuente a chorros.

—¿Cómo estás? —preguntó Polvoroncillo.
—¡Ay, ay! ¡Mira lo que me hicieron! ¿Así se recibe a un familiar?
—Lo… lo siento. ¿Puedo hacer algo?
—¡Llévame de nuevo a la nevera, te lo suplico!

Polvoroncillo bajó de Alfajor dispuesto a ello, aunque no sabía cómo podrían hacer tal cosa, siendo él pequeño y su abuelo, anciano. En ese momento, llegó don Turrón.

—¿Qué hacéis todavía aquí? Los humanos pronto van a reunirse a la mesa.
—Disculpá, creo que Polvoroncillo tiene algo que decir. 


Polvoroncillo observó al terco de su padre y apenas balbuceó:
 

—De... deberíamos llevar a tío cocholate a la nevera.
—¡¿Qué?! ¡Un rotundo no! Ya lo entenderás cuando crezcas. Vamos, que están a punto de servirnos.

Los postres aterrizaron en la mesa, felices y preparados para ser degustados. Pero pasó el tiempo, y ni uno de ellos abandonó las bandejas. Entonces escucharon a uno de los niños humanos que verbalizó la opinión del resto de comensales:

—¿Otra vez lo mismo? ¡Qué aburrimiento! ¿Cuándo podremos comer a Helado de chocolate vegano con tropezones de té verde, mamá?

Y allí quedaron. Abandonados, inadvertidos.

Fue tan decepcionante para los postres tradicionales aquel ostensible rechazo de los humanos, que al llegar la cena de Nochevieja temieron desaparecer del menú. Aquello les llevó a arrepentirse sobre su mezquina conducta con el forastero. Había que devolverle a su primigenio estado, con lo que nada mejor que enfriarlo en la nevera, de ello se encargó Polvoroncillo, pues su inocente súplica a fin de resucitarlo hizo que toda la familia cambiara de actitud, lo que le colmó de alegría, dando saltos y gritos: «¡hip hip hurra... Vivan las fiestas de Navidad y del Año Nuevo!»
Con ese buen ánimo entraron al comedor donde todos lucían sus mejores galas perfumados de aromas deliciosos y con sabores únicos. Los comensales los miraron asombrados y aguardaron que se sentara un niño impaciente, después de cometer una de sus típicas travesuras.

—Disculpa, amigo Helado vegano, pero he tropezado sin querer... en realidad, me han empujado y no sé cómo salir de aquí. —balbuceó nervioso arqueando las cejas don Turrón, a quien aquel niño al que le gustaba hacer travesuras había arrojado en el cuenco del postre exótico.
—¡No te preocupes! Podemos hacer un dúo exquisito si ellos se deciden a probarnos. —le contestó con una amplia sonrisa tratando de tranquilizarle.
—¡Ah, no lo había pensado antes, pero me parece una idea genial! —exclamó don Turrón mostrando sus sabrosas y exquisitas almendras en señal de aprobación.
 
Inquietos por la curiosidad de aquella novedosa fusión de ambos postres, los humanos la saborearon y les encantó.
Aquel incidente les ayudó a comprender que de nada les había valido ser tan prejuiciosos con lo diferente, puesto que la unión de lo tradicional con lo atípico fue lo que contribuyó a realzar sus virtudes y enriquecerse mutuamente.

Pero tampoco quiero finalizar esta publicación tan especial sin ofreceros mi regalo para cada uno de vosotros, que habéis enriquecido con vuestros atentos comentarios este blog, que sigue siendo vuestra casa.
Tal y como podéis contemplar en la imagen, os he dedicado una bola personalizada con vuestro nombre o identidad de vuestro perfil del blog, puesto que para mi habéis sido el mejor regalo a lo largo de esta segunda etapa bloguera. ¡Ojalá os haya gustado mi detalle y lo guardéis en vuestra memoria!
¡Felices fiestas navideñas y que el nuevo año 2020 os colme de todo lo mejor y haga realidad vuestros sueños! 
Quedáis todos invitados a la fiesta del 3er aniversario del blog, que será el próximo 2 de enero de 2020.
¡Hasta entonces ser muy felices!

 -clicar sobre esta imagen para verla ampliada- 

noviembre 04, 2019

El fuego de mis pesadillas

noviembre 04, 2019 27 Comments

Es la primera vez que tengo el gusto de presentaros un relato de género de terror, escrito conjuntamente con otras tres compañeras blogueras, para la iniciativa ¡Relatos colectivos! del blog de David Rubio Sánchez, EL TINTERO DE ORO y como anticipo de la fiesta de Halloween.

Permitirme que os de más detalles del nombre y formación de sus integrantes, así como de las direcciones de sus blogs, que si aún no habéis visitado, pues os los recomiendo.
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EL GRUPO POE

Quiero manifestar públicamente mi agradecimiento a todas mis compañeras por esta estupenda experiencia colectiva y felicitarlas por su gran trabajo. También hago extensivo dicho reconocimiento al auténtico promotor de esta experiencia, es decir, a nuestro compañero y estupendo escritor David, que ya he mencionado al principio, puesto que de no existir su blog, no se hubiera podido crear nada de todo esto.
En cuanto a vosotros, mis seguidores y compañeros de letras, por si todavía no habéis visitado los blogs de mis compañeras, pues ¿a qué esperáis?... ¡Seguro que en cada uno encontraréis algo que os guste y os apetezca seguirlo también!

Os dejo con la lectura de nuestro relato. ¡Qué lo disfrutéis y si el miedo os acecha mucho mejor! 😀😛😄
                        

Cada vez que cambio de casa me cuesta más conciliar el sueño, es como si tuviera un alarmante presentimiento de que algo terrible va a sucederme y así noche tras noche sufro espantosas pesadillas...

PRIMERA PESADILLA:

Escuché el timbre del teléfono del salón. Descolgué el auricular sin oír a nadie al otro lado de la línea, entonces interrogué: “¿Hay alguien ahí?”, sin obtener ninguna reacción; dejé pasar unos segundos hasta que colgué y me mantuve pensativa mirando el aparato, después me fui al estudio para seguir leyendo. No pasó mucho tiempo cuando volvió a sonar y lo cogí. Nuevamente no oí nada, aunque insistí: “Dígame, sí...” mas no hubo respuesta, cortándose de nuevo la comunicación, con lo que pensé que serían fallos técnicos. Justo en el momento de entrar otra vez al cuarto se repitió la misma llamada, por lo que pregunté si me escuchaba y por fin esta vez percibí un extraño goteo, cloc, cloc... Repetí de nuevo: “¿Quién eres?”, sin embargo, seguía sin contestación. Aquel mutismo me hizo retroceder y soltar el receptor. Entre tanto desconcierto, decidí irme al baño a refrescar la cara, no obstante, al acceder me quedé petrificada al contemplar a mis hermanos degollados dentro de la bañera y con el grifo abierto... Recorrí toda la casa buscando al asesino, pero no había nadie más que yo y las pastillas que el psiquiatra me recetó encima de mi mesita de noche.

SEGUNDA PESADILLA:

Caminaba entre las tumbas de aquel derruido cementerio y entre unos matorrales pude ver unos esqueletos en procesión cuando alguien me empujó y caí dentro de una de ellas. Me levanté y para mi sorpresa un largo sendero me invitaba a caminar bajo tierra. Caminé largo rato y al final del camino un ser abominable con un gran ojo en la frente me estaba esperando. Quise dar la vuelta y escapar pero una sustancia gelatinosa me tenía atrapada. Quise gritar pero mi boca no conseguía articular palabra y enmudecí mientras con sus garras me atrapaba.
Desde lejos unas voces le asustaron y me soltó. Corrí sin mirar atrás, hasta que las fuerzas me abandonaron. Gire mi cabeza y vi cómo se acercaba a grandes pasos una vez más, mientras una voz de ultratumba me decía:
—¡No conseguirás escapar, ríndete y todo se acabará!
—¿Qué quiere de mí?
—Tu corazón, ja ja ja —respondió entre carcajadas.
Recuperé las fuerzas y volví a correr pero esta vez no conseguí escapar y sentí sus garras abrazando mi cuerpo.
—¡¡¡Déjame fiera inmunda!! —grité entre sollozos.
Pero él seguía abrazándome fuertemente hasta que perdí el sentido y desperté.
—¿Qué sucede cariño?
—Otra pesadilla.

TERCERA PESADILLA:

Me fui desvaneciendo hasta fluir en el líquido onírico, donde me encontré con el rey de las tinieblas. Él me miró fijamente.
—No deberías haber venido aquí. —me anunció Belcebú. La horrible faz siniestra desplegó sus enormes fauces de piraña y me escupió un vaho podrido.
Me pellizque la mejilla, pero mi piel estaba tan congelada que no sentí nada.
Salté y corrí desesperada. Pero de un zarpazo con su lengua larga me atrapó.
—¡Aquí está! La tenemos!  —le escuche decir,  con sus manos largas y podridas me agarró por el cuello y me llevó a rastras por las inmensas gradas del abismo. Me recibieron unos diminutos seres flotando y aleteando a mi alrededor y que repetían sin cansancio:
—¿Porque no dejas en paz a los muertos?
¡Agh! Los huesos de mi frágil cuerpo presionaron mi pecho y escupí sangre.  ¡Llagas y ampollas comenzaron a roer mi piel! Lentamente sentí que algo iba extrayendo el flujo vital que me mantenía viva. Un grito aterrador escapó de mi garganta, lo tenía delante, sin poder esquivar su voracidad. Solos él y yo, en su terreno, violando sus dominios.
—¿Has estado alguna vez cerca de la muerte?  —me preguntó, tras soltar una carcajada gutural.

CUARTA PESADILLA:

Subí en mi coche poco antes del amanecer. Lo puse en marcha. Salí del aparcamiento. Activé la radio. Estaban emitiendo una agradable melodía. Conduje hasta la avenida principal y cuando vislumbré que el semáforo se puso en rojo, pisé el freno. No obstante, palidecí de terror al comprobar que el coche seguía en marcha y que el freno no funcionaba. Atemorizada, lo pisé una y otra vez, pero el coche traspasó el semáforo en rojo. Quise controlar el volante, sin embargo, mis manos no eran capaces de dirigirlo hacia donde deseaba. El coche recorría las calles, habiendo yo perdido totalmente el control sobre él. La música se volvía más estridente y chirriante, mas no podía apagarla. La gente me pedía que parase, otros vehículos me esquivaban y tocaban el claxon. Llegué hasta una cuesta alta y con una gran pendiente y cuando el coche alcanzó la cima, se detuvo. Respiré aliviada, pero me sobresalté cuando mi vehículo comenzó a descender por la cuesta marcha atrás. Una vez más, era incapaz de detenerlo. Entonces, creí ver algo en el espejo retrovisor: un rostro de ojos espantosos me observaba con insistencia desde el asiento trasero. Emitió un grito horrendo. Desperté muy angustiada...

Al quinto día me levanté sobresaltada y con una fuerte opresión en mi pecho, por lo que decidí pedir una cita con mi psiquiatra, él me trataba después de que el incendio provocara la muerte de toda mi familia.
Cuando entré en la consulta me asusté al ver un teléfono igual al que había aparecido en mi primer sueño y fotos de tumbas vacías y del diablo por todas partes.
—¿Qué haces aquí?
—Necesito su ayuda.
El psiquiatra cerró la puerta y me hizo señas para que me acomodara en un diván. Los labios se le curvaron en un amago de sonrisa y se rascó la cabeza.
—Recuerdo perfectamente esta habitación… —dije, hilvanando la conversación.
Hacía mucho tiempo que no acudía allí. Él me miraba fijamente, pero yo no me atrevía a confesarle que no importó todo lo que me aconsejó el anterior doctor. No pude evitar el fuerte impulso de encender la cerilla…     

F I N

Autoras: Puri Otero, Estrella Amaranto, Yessy kan y M.A. Álvarez.