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agosto 26, 2019

La única heredera (cap. IV y desenlace)

agosto 26, 2019 14 Comments

Cap. IV

Bego había estado trabajando en un prostíbulo de lujo unos años antes y tenía buenas relaciones con personas de alto poder e influencia en distintos paises, como Panamá, Corea del Sur, Barbados, Emiratos Árabes, Macao, Túnez y otros denominados por la U.E. paraísos ficales.
 

En otra dependencia se llevó a cabo un nuevo interrogatorio con los principales testigos, Richy y Nely, quienes no se pusieron de acuerdo en el tiempo de ausencia de Bego del apartamento, en tanto que él afirmaba que hacía una semana, Nely sostenía con insolencia que llevaba algo más de un mes desaparecida; reprochaba a su cuñado el obsesivo interés amoroso por Angélica, con quien le había pillado en más de alguna ocasión mostrando actitudes impropias y reprobables, tratándose de una menor. También le contó al jefe de la policía, que según su hermana estaban en trámites de divorcio y por eso llevaba semanas alojada en otro sitio.
                                                          .     .     .     .     .     .     .     .     .

Las indagaciones sobre este caso llevaron al hallazgo, en  un hotel de carretera, de un pasaporte, cuya fotografía mostraba el rostro de Sebas con algunos cambios de aspecto: el pelo rasurado, barba descuidada y gafas de pasta negra.
También hallaron la autorización de un ingreso con una elevada suma de dinero, extraída de la cuenta bancaria de Nely y depositada en otra cuenta de La banque de Tunisie. Dicha operación debió efectuarse con toda normalidad, ya que Sebas era cotitular de la misma, al igual que la difunta. El descubrimiento de este hecho originó el inmediato bloqueo bancario del sospechoso y la obstaculización de un posible plan de fuga al extranjero, iniciándose un férreo control policial en los aeropuertos tanto nacionales como internacionales, que felizmente consiguió proceder a su detención fuera del país.
Una vez en la comisaría, declaró que había alguien más implicado, pero que estaba amenazado de muerte si le delataba, por lo que prefería que le llevasen a prisión. ¡No era la primera, ni la segunda vez que la visitaba!
 

En consecuencia a los hechos ocurridos, Richy había sido descartado como posible sospechoso, puesto que Sebas atestiguó en su declaración a la policía, el estrecho lazo sentimental existente entre su tío y hermana, a espaldas de su madre y de su cónyuge, es decir, de Bego, con lo que aseguró no estar implicado en el crimen. Respecto a su tía, afirmó hallarse completamente desvinculado, sin tener noción alguna de su paradero.
 

Otras vías de investigación apuntaban a la necesidad de localizar a Bego para proceder a un careo entre Sebas y ella.

Las pesquisas todavía no habían concluido, faltaban los resultados de algunas minuciosas pruebas de laboratorio para elucidar ciertas lagunas y cerrar definitivamente el caso.
                                                          .     .     .     .     .     .     .     .     .

Contrastadas las declaraciones de Sebas con los informes policiales, apareció un nuevo dato del laboratorio forense, que hasta ese instante había pasado inadvertido, los cortes letales en ambas sienes además de haber sido efectuados por su navaja de montaña, provenían de una mujer zurda y de complexión delgada, algo que no encajaba con su físico corpulento, lo que derivó a la policía en convertir a Bego en la principal sospechosa y culpable, puesto que reunía todas las condiciones, incluso estaban impresas sus huellas.

De un modo inexplicable, Nely se personó en la comisaría acusando a su hermana de ser la autora del asesinato, puesto que había comprobado estupefacta, otro cuantioso reintegro en el saldo de su cuenta durante los últimos días, autorizado por alguien que trabajaba en La banque de Tunisie y del cual solo su hermana podía estar detrás, por lo que de inmediato la policía nacional tuvo que solicitar la colaboración con la de Túnez para pedir la extradicción de la acusada y trasladarla en helicóptero hasta España.
                                                          .     .     .     .     .     .     .     .     .

Finalizado el juicio y dando validez a las pruebas materiales, así como a las distintas declaraciones de los testigos y pesquisas realizadas durante el proceso penal, la acusada, Begoña R.F. fue ingresada en prisión por asesinato con alevosía, entre quince y veinte años de condena.

                                                         .     .     .     .     .     .     .     .     . 

A miles de kilómetros de distancia y sin ninguna clase de disfraz, ambos amantes incestuosos, Nely y Sebas celebraban con satisfacción el triunfo absoluto de su depravado crimen, tanto tiempo planificado para gozar de una vida de ensueño y que ahora les aguardaba, tras el ardid perfecto burlando a la justicia, ya que en el testamento de Angélica figuraban su madre y hermano como únicos herederos de su fortuna, a su vez cedida por su padre difunto y exmarido de su progenitora.

                                                                           F     I     N 

Bueno amigos lectores, ahora que ya ha concluido la historia, os propongo que sinceramente me aportéis vuestra opinión sobre lo que os ha parecido el desenlace, si lo encontráis o no sorprendente y dentro de una cierta coherencia o lógica con el resto de la narración. Si también os apetece señalarme otros detalles pues ¡adelante! 
No me importa recibir críticas, siempre que sean constructivas.
Gracias por adelantado a todos y feliz comienzo de semana.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

 

agosto 19, 2019

La única heredera (cap. III)

agosto 19, 2019 14 Comments

 Cap. III

Al regresar al salón su vista se fijó en el cuerpo de Angélica, que yacía tendido en el suelo y rodeado por un extenso charco de sangre, algo espeso y teñido de un intenso color rojo oscuro, que se iba ensanchando de un extremo al otro de la habitación. 
Cuando se aproximó para comprobar el pulso y si realizaba algún movimiento respiratorio, sufrió una nuevo desmayo que le hizo perder el conocimiento y caerse de bruces.
 

Pasado algún tiempo, la puerta de la casa volvió a abrirse, era Nely, quien al contemplar aquel espantoso panorama se vió desbordada por una profunda crisis de ansiedad, gritando fuera de si contra su cuñado, dedicándole una buena tanda de insultos. Cogió el móvil y marcó el 112, con la voz entrecortada e incapaz de coordinar sus pensamientos, balbuceaba con su interlocutor para pedirle ayuda inmediata, este la trataba de tranquilizar, asegurándole que pronto llegaría un agente de policía y una ambulancia. Colgó mientras las lágrimas empañaban su mirada, distorsionándole la expresión del cadáver de su pequeña.

                                                              .     .     .     .     .     .     .     .     .

El coche de policía arrancó siguiendo al furgón de la funeraria hasta el centro sanitario, donde debían practicar la autopsia a la interfecta. La madre permanecía rota de desesperación, incapaz de controlar el incesante llanto que la invadía a lo largo de todo el trayecto. 

Solicitó al comisario la ayuda de una psicóloga para recuperar el ánimo, tras sufrir aquel estado de ansiedad, del que según sus palabras no era capaz de superar. También le decía a los agentes que la acompañaban que le parecía estar viviendo una pesadilla. 
En su declaración añadió que su cuñado nunca dió muestras de violencia, al contrario, siempre se había mantenido sumiso y atento con toda la familia.
Luego, el comisario Gutiérrez se encargó de interrogarla:

—Por favor, señora ¿le ocurre algo?
—¡Ah, si, pérdóneme, estaba distraída!
—Le preguntaba por las personas que están compartiendo su techo. ¿Quienes y cuántos son? Facilíteme sus nombres, apellidos, edad, etc.
—Conmigo somos cinco, mis hijos, bueno mi hi...ja... Angélica que ya se fue para siempre, mi hijo Sebas, mi cuñado Richy, mi hermana Bego y yo...
—Dígame, su hijo ¿dónde se encuentra?, ¿sabe algo de su hermana?
—Desconozco su paradero y en cuanto a mi hermana tampoco tengo noticia, pues ha estado fuera de casa en estos últimos días.
—Bien, hemos acabado ¡Fírme abajo! Dentro de un rato, en otra dependencia, les tomaré declaraciones como testigos a su cuñado y a usted.


                                                              .     .     .     .     .     .     .     .     .
 

La noche se volvió perezosa, presagiando una dilatada espera en las desoladas estancias de la comisaría, mientras llegaban los informes de la autopsia, así como las diligencias realizadas por los agentes de policía al apartamento tras su registro y numerosas llamadas telefónicas.
Según el informe del forense, la fallecida había recibido algunas puñaladas en la cara con un objeto punzante, lo más probable un cuchillo de cocina y unos cortes muy profundos en las sienes producidos con toda seguridad por una navaja de montaña, que le causaron la muerte en el acto.

El grupo de agentes encargados del caso le informaron, horas después, al jefe de la policía que se habían localizado todas las pruebas materiales dentro del apartamento y que según los resultados del laboratorio señalaban como autor del asesinato al hermano de la finada, del cual ya existían antecedentes penales por distintos tipos de robos, violaciones, extorsiones y un largo etcétera.
Nely con la mirada extraviada en un punto al infinito confesó destrozada la manía que tenía su hijo de llevarse la misma navaja, que le mostró el comisario, en las acampadas con amigos y con sus iniciales grabadas en la empuñadura.

A partir de aquí se puso en marcha la orden de busca y captura del asesino.

Una nueva prueba material se unió a las ya existentes, se trataba del móvil de la finada, oculto en una caja metálica del escritorio cerrado con llave de la habitación de Bego y con varias llamadas a un mismo número del extranjero, lo que también la situaba en el punto de mira de la policía.

CONTINUARÁ ... 
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agosto 12, 2019

La única heredera (cap. II)

agosto 12, 2019 20 Comments

 Cap. II

—¡Necesito que me prestes cincuenta euros! ¿Me has oído, huevón de mierda? ¡Ah, si no me los prestas, te los sirlo ahora mismo!
—¡Hija puta, deja mi cartera donde está o te reviento!
—ja,ja,ja... Tu no revientas ni a una mosca, capullo, bocachancla, caraculo...
—Suelta el billete o te rajo tu carita de gilipuertas —la amenazó blandiendo un cuchillo de cocina.
                                                          .     .     .     .     .     .     .     .     .
 
Un leve taconeo irrumpió en el apacible silencio, que imperaba en aquellas tempranas horas de la tarde. La luz, que atravesaba las cristaleras de la escalera, iba proyectando la sombra en la paredes interiores del edificio, de alguien que parecía ocultarse bajo un disfraz eventual con unas gafas negras, que le cubrían la mitad del rostro, y un amplio pañuelo en la cabeza estampado con rosas y hojas verdes. Con premeditado sigilo se iba acercando a la puerta de la vivienda, de la cual tenía una llave. Una vez dentro, escuchó la pelea y los gritos procedentes del salón, sin embargo optó por pasar a su habitación y quedarse a oscuras sin inmutarse lo más mínimo, hasta que el forcejeo fue disminuyendo, lo que le animó a proceder con el plan fijado de antemano, consumando la muerte de la muchacha con dos incisiones en las sienes.

Después una escueta conversación en voz baja, según testificaría la vecina del piso de al lado y de la que únicamente pudo percibir algunas frases: «nunca me menciones o lo lamentarás de veras», «cambia de aspecto y consigue un pasaporte», «disimularé las pruebas para confundir a los polis», «si te detienen, en la cárcel estarás más seguro», «el botín nos lo repartiremos a partes iguales cuando cumplas la condena, como en otras ocasiones»...
Tuvieron tiempo de ducharse juntos, volver a desatar su lujuria con sus favoritas perversiones, besos interminables con profusión de obscenidades y miradas cómplices que ardían al atravesar sus pupilas. Fue una orgía completa de posturas imposibles y juegos de seducción que los condujo a experimentar la sensación y el vértigo de estar volando en una montaña rusa, con una óptima mezcla de adrenalina, serotonina y endorfinas, que los volvieron locos de placer, olvidándose por completo del asesinato.
Por fin, cada uno salió por separado y con sus respectivos «disfraces» para que nadie los pudiera reconocer fuera del edificio. Las pruebas ya estaban incorporadas con premeditación, así como la postura del cadáver en el centro del salón rodeado de un gran charco de sangre. 
                                                         .     .     .     .     .     .     .     .     .

Se iba extinguiendo la luz solar de forma gradual dando paso al crepúsculo. Nely prolongó su jornada otras ocho horas, aunque ya empezaba a sentir aquel molesto escozor vaginal, al que ya se había ido acostumbrando. No era una puta de lujo como para decir basta y sacudirse de en medio a tanto viejo verde, que eran al fin y al cabo, los que la sacaban de apuro, soltándole los cuartos de sus pensiones. Aguantó el tirón, a base de hacerles un francés o un griego con ayuda de lubricantes que suavizaran el dolor.
Cuando ya había logrado alcanzar la cifra mágica diaria, se retiró del callejón para internarse entre los vericuetos de aquella jauría de calles medio en penumbra, que la llevaban hasta el apartamento.
                                                          .     .     .     .     .     .     .     .     .
                                                        
Alguien giró la llave en el interior de la cerradura y abrió la puerta de casa, lo que se encontró le dejó la mente en blanco, sin saber como debía actuar o a quien pedir ayuda. Su bloqueo mental no le dejaba posibilidad alguna de tomar decisiones. Con precipitación se fue hasta el baño a tomarse un calmante, que solía guardar su cuñada en el botiquín del armario. Al encender la luz descubrió un cuchillo de cocina ensangrentado, dentro del lavabo con el grifo abierto y varias prendas de ropa en la bañera, que por su aspecto debían ser el pantalón del chandal, la sudadera y la camiseta de su sobrino, Sebas.

CONTINUARÁ ... 
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agosto 05, 2019

La única heredera (cap. I)

agosto 05, 2019 15 Comments
Estimados compañeros, os presento un relato novelado o una novela corta (como prefiráis), distribuida en cuatro capítulos de más de seiscientas palabras, que iré publicando semanalmente a lo largo de este mes de agosto, para que no perdáis el hilo de la historia, inspirada en el género policíaco y de suspense.
Aunque casi al principio de crear este blog, empecé otra novela «La inesperada compañía», decidí dejarla porque prefería compartir otro tipo de publicaciones más variadas y que me permitiesen salir de esa zona de confort en la que probablemente me hubiera mantenido, sin arriesgarme a probar con otro tipo de géneros, pero ahora llega este mes de agosto, tan caluroso y donde no me dan ganas de escribir nada nuevo, por lo que me he decidido a compartiros este nuevo relato largo, pues será una forma de mantener el contacto con vosotros, mis fieles lectores, y ofreceros un poco de diversión para amenizar el descanso.
A pesar de que no os conteste directamente, si leo con mucho detenimiento cada uno de vuestros comentarios y luego si os habéis fijado ya, suelo responderos al final en un comentario amplio, donde resumo también las impresiones que me llegaron de vuestras palabras. 
Espero que seáis buenos críticos y me vayáis comentando qué tal os parece la trama y si de verdad la encontráis amena e interesante.

Muchas gracias a todos, feliz mes de agosto y estupendas vacaciones.

Sin más preámbulos os dejo ya con «La única heredera».



Cap. I


—¡Cuelga ese puto teléfono!
—¡Vete a tu cuarto, pringada!
—¡Te estás pasando tres pueblos! ¡Llevas una hora hablando con mi móvil!
—¡Jódete zorra!
                                                                                                                          
Su madre los había dejado solos en casa, mientras se ocupaba de los clientes que de vez en cuando asomaban por el callejón del suburbio tratando de acordar el precio del servicio. Apenas se cubría los pechos con un brasier descolorido y de encaje transparente; llevaba puesta una minifalda negra muy ceñida, que le marcaba la redondez perfecta de sus nalgas y unas botas de imitación de cuero por encima de las rodillas, con unos tacones de vértigo. Del hombro le colgaba en bandolera un bolso holgado y repleto de objetos de los que nunca se separaba, como lubricantes, condones, juguetes sexuales, toallitas desinfectantes, pañuelos de papel, billetero y documentación, móviles de prepago, bolsa de cosméticos y una navaja siempre afilada con la que defenderse de posibles agresiones. También solía guardar en su interior una medalla milagrosa, que le habían regalado en el orfanato y que según pensaba la protegía, por lo cual, antes de iniciar cualquier actuación mentalmente se encomendaba a ella.
                                                         .     .     .     .     .     .     .     .     .


La inagotable sarta de mutuos reproches iba caldeando el ambiente, ya de por si asfixiante debido a la ola de calor que padecían en aquella semana de principios de agosto. La vivienda, en aquellos momentos, alojaba a dos de sus cinco moradores habituales. Ellos eran hermanos por parte de madre, pero se llevaban a matar, ambos tenían un carácter fuerte y algo violento, muy obsesivos y tozudos, sin dar nunca el brazo a torcer y reprochándose cualquier tontería. Bien es verdad, que desde muy pequeños se habían acostumbrado a la ausencia de sus progenitores, por lo que tuvieron que ingeniárselas solos para salir adelante, aprendiendo a sobrevivir dentro de la pobreza, la desigualdad y la marginación.

—¡Cuelga tontolaba!  ¡Te lo advierto, si no me haces caso, se lo digo a tu novia!
—¡Eres una gilipollas! ¡Cógelo, imbécil! ja,ja,ja.. ¿A que no lo pillas?
—¡Un día te juro que te corto esa lengua de mierda y de paso también el colgajo entre tus piernas, que solo te sirve de adorno! ¡Soplapollas!
—ja,ja,ja... ¡Vaya, ya saltó la culopollo! «Un día te juro que te corto esa lengua de mierda...» —la imitaba en un tono sarcástico y con los brazos moviéndose tal y como ella gesticulaba cuando le amenazaba. Después le arrojó el móvil a la otra punta del salón, quedando oculto bajo el sofá.
                                                         .     .     .     .     .     .     .     .     .
 

Nely, así la llamaban sus clientes, trataba de animarse fumando un cigarrillo distraídamente, sentada casi en cuclillas encima de un bote de pintura y con la ansiedad comiéndole las entrañas, pues a pesar de los años el miedo a no ganar lo suficiente y la desgana, continuaban minándola como alimañas enquistadas por dentro.
Escuchó unos pasos que le resultaban familiares, debía tratarse de algún conocido que volvía a solicitarle ayuda —pensó sin dejar de observar cada milímetro del tipo que iba asomando por el callejón. Acertó de pleno, era uno de sus habituales que la buscaba para desahogar su instinto de sexo sin amor, lo cual no le requería demasiado esfuerzo y en escasos minutos, tras fingir el orgasmo, se vería libre y con algunos billetes con los que sobrellevar mejor su miseria.
No le estaba resultando lucrativa la jornada por lo que pasó un buen rato estirando las piernas y regresando a su provisional asiento. Tampoco le habían importunado, como en otras ocasiones, sus compañeras de oficio. Se aproximaba ya la hora de comer y se sacó un bocadillo envuelto en una hoja de plástico. No había pegado dos bocados, cuando se le aproximó un vehículo. El joven conductor acordó el precio y ambos se alejaron hacia un descampado no muy lejos de allí.


CONTINUARÁ ...  

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marzo 05, 2016

La inesperada compañía - Capítulo 9

marzo 05, 2016 30 Comments

Abrí la tapa de la guantera para coger el cargador, guardándolo en el bolsillo de mi chaqueta y me fijé en una pequeña llave dorada, que se hallaba en el asiento del copiloto, deduje que tendría que ser de mi atractiva pasajera, mas ¿qué abriría semejante objeto tan sofisticado, con aquellos diminutos agujeros en su hendidura y un pequeño llavero con una chapita áurea y un número en el centro?... No me resultaba el típico llavín de un buzón de correo, ni el de una maleta, ni cualquiera de las llaves que conocía, esta era bastante rara y pensé que sería conveniente guardármela, pues con ese aspecto, solo la ví una vez en el despacho de mi jefe de la sección del laboratorio y nunca más reparé en ella en ningún otro sitio. ¿Cómo era posible que mi inocente acompañante tenía precisamente otra igual o muy similar?... ¿Era necesario mantenerme alerta con Olga?... ¡Pero si parecía una buena chica, con una mirada desvalida! Además, ¿qué podía ofrecerle, si era un tipo normal y corriente, un encargado de un departamento oficial de ensayos químicos y análisis científicos, con unos ingresos medios y un buen padre de familia?... No entendía nada y mucho menos, sabiendo que trabajaba en el mismo hospital de Muriel y lo fácil que sería encontrarla o cerciorarme si me había engañado o no. De todas maneras prefería ser el depositario de la misma, mientras estuviera a su lado y luego ya vería la manera de devolvérsela.

Empezaba a oscurecer y no habíamos comido nada durante muchas tiempo. Reanudé el paso intentando regresar con Olga, que seguramente me esperaría con ganas de cenar. También noté cierta pesadez en mi cuerpo, que me obligaba a andar con dificultad, los músculos de mis piernas estaban agarrotados por el cansancio y la tensión del viaje, era obvio que debía quedarme a dormir en ese lugar, o de lo contrario podría sufrir algún desvanecimiento por la somnolencia y la fatiga acumulada a lo largo de tantas horas. Asimismo, la oportunidad de reparar el sueño juntos si estaba de acuerdo, me producía una desconocida obsesión, puesto que con una chica tan sexy me resultaba muy difícil que me mantuviese indiferente. De todas formas no necesitaba aprovecharme de ella, sino probar o intentar seducirla y que todo fluyera libremente. Con este inquietante desasosiego mental regresé y fui directo al mostrador de recepción para reservar una habitación de matrimonio, no hizo falta entregar su carnet de identidad, solo bastó con el mío al mostrar mi actitud tan confiada a la hora de pagar por anticipado. Tomé la tarjeta ya activada y me fui directamente al cuarto a dejar cargando el móvil, a continuación cogí de nuevo el ascensor y bajé a la primera planta donde se ubicaba la cafetería. La joven me observó salir del elevador y se levantó de la mesa haciéndome una señal con la mano a fin de que me acercase hasta allí, luego le mencioné que había reservado una estancia con objeto de quedarnos a descansar esa noche, ya que estábamos exhaustos y dormidos. Mi acompañante parecía mucho más relajada que antes, se notaba haberle sentado bien refrescarse en el baño y esperarme en aquel cómodo sillón del establecimiento. Le pregunté si tenía hambre a lo que asintió con la cabeza, entonces me giré hacia un lado y le hice una seña al camarero con el propósito de que nos trajese la carta con el menú.

.......   CONTINUARÁ ......
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febrero 27, 2016

La inesperada compañía - Capítulo 8

febrero 27, 2016 27 Comments

--En el interior del vehículo conducido por Hansy Haywinfer  y paralelo en el tiempo a los hechos narrados previamente en el domicilio de su esposa Muriel --

El impacto de bala de la luna trasera del vehículo la dejó resquebrajada, asi que me fue imposible ver nada por el retrovisor, lo cual me obligó a seguir fijándome en los carteles luminosos e indicadores de la ruta que había tomado.
Olga seguía llorando desesperadamente y aquella situación me empezaba a incomodar demasiado. Le advertí que se callara de una vez, porque no soportaba más seguir escuchando sus sollozos y ella pareció notar mi sobresalto, hasta el punto de sofocar sus lágrimas. Opté por continuar adelante con el propósito de encontrar un cambio de sentido, pero lo cierto era que ya habían pasado algunas horas y con toda probabilidad mi mujer se empezase a preocupar por mi inusual retraso. Tenía que pararme en la próxima gasolinera o área de servicio. No me apetecía llamarla si no estaba a solas y tanto a mi pasajera como a mi nos vendría bien tomar algo, ir al lavabo y refrescarnos con el fin de aliviabamos la tensión y el cansancio acumulado durante aquel alucinante trayecto, donde parecía que nunca íbamos a poder llegar a ninguna parte. De forma que le expliqué mi plan, al que asintió enseguida y no dejamos de estar pendientes todo el rato de las indicaciones.
La idea de llamar a la policía me rondó por la mente varios segundos antes de que pensara, que tal vez no era lo más prudente llevando un impacto de bala en el cristal trasero del vehículo y teniendo que buscarme alguna coartada a lo sumo verosimil, que lo que en realidad me ocurrió, pues indudablemente los agentes no me creyesen y además también podían interrogarme acerca de la relación con mi pasajera y tampoco me tomarían en serio si decía la verdad y no quería ni imaginarme lo que pensaría mi mujer cuando ellos le contasen lo que me había pasado. Me resultaba tan surrealista que ni yo mismo era capaz de creerme todo aquello que estaba viviendo.

Por fin divisé una señal que indicaba la proximidad de un área de servicio y giré a la derecha para tomar el desvío que llevaba a una amplia zona de aparcamiento. Cuando me aseguré de dejar bien cerrado el vehículo, bajamos casi en silencio y nos aproximamos hasta un monumental edificio, que tenía en la fachada un gran cartel anunciando que era un Motel de vacaciones, con una amplio Café Restaurante en la primera planta. También muy cerca, me fijé en una enorme gasolinera y varios inmuebles a lo lejos, que no despertaron mi curiosidad. Tomé la iniciativa rápidamente y me dirigí junto con Olga al interior. Nada más entrar quedamos en sentarnos en una mesa que había desocupada en la cafetería y mientras nos fuimos cada uno por separado a los servicios de señora y caballero.
Busqué el móvil en mi bolsillo de mi chaqueta que había metido precipitadamente nada más estacionar el vehículo, sin fijarme siquiera si estaba cargado o no, al mirarlo descubrí que tenía la batería descargada, por lo tanto debía ir a buscar el cargador al coche en cuanto saliera del aseo de caballeros. Traté de localizar con la mirada a Olga al pasar por la cafetería y comentárselo, ella me vió aproximarme y me dijo que se quedaría allí sentada mientras yo regresaba.

.......   CONTINUARÁ ......
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febrero 23, 2016

La inesperada compañía - Capítulo 7

febrero 23, 2016 30 Comments


Muriel trató por todos los medios a su alcance de tranquilizarse, a fin de que sus hijos se calmasen y no le hicieran tantas preguntas, que ya le iba costando responder con un poco de coherencia. Tenía que madrugar para incorporarse de nuevo al turno de mañana del hospital y dejar a los gemelos en la guardería, de manera que les contó muy deprisa un cuento, en medio de sus constantes protestas, pues preferían que se detuviera en la lectura, con el propósito de incluir sus interrogantes hasta que el sueño les venciera, como siempre acostumbraba a leérselos.

Ya estaba entrando al dormitorio, cuando le volvió a sonar el teléfono, escuchando una vez más aquella voz ronca algo distorsionada, que le comunicó de nuevo que no se le ocurriese llamar a la policía. También le preguntó si ya se había dado cuenta del peligro que corría su vida y la de sus hijos si hacía cualquier tontería y sin seguir las pautas que él mismo le iría previamente sugeriendo. No le gustaba para nada verse inmersa en aquel "juego", aunque el balazo en la ventana del salón, la mantenía tan asustada que prefería no correr ningún riesgo y escuchar lo que dicha voz le expresaba al otro lado del auricular.

—Tienes que convencer a tu marido para que regrese cuanto antes al laboratorio y que siga mis instrucciones. También debe llevar allí a la pasajera y que esperen hasta que yo vuelva a ponerme en contacto con usted.

—¿Qué pasajera? ¿De quien está hablando? ¡Pero si mi marido iba solo en el coche esta mañana!

—Sra. Haywinfer ¡No me haga preguntas y escuche lo que le estoy diciendo, a no ser que quiera sufrir las consecuencias!

—Intente contactar cuanto antes con su marido y luego espérese a que la vuelva a llamar. Mientras, no hable con nadie y procure conservar la calma, recuerde que estamos vigilando su casa.

La línea volvió a suspenderse, ante lo cual marcó los dígitos del móvil de su marido, insistiendo varias veces ya que le saltaba siempre el contestador, aquello hizo crecer su incertidumbre. No cesaba de preguntarse qué le había ocurrido a Hansy y cómo era posible que llevara una pasajera.
Permaneció toda la noche en vela incapaz de dar alguna cabezada en el butacón del dormitorio de los gemelos, donde se había refugiado intentando protegerles de cualquier posible riesgo.

Ya asomaban apenas los primeros rayos de sol, cuando de nuevo sonó el teléfono, con la habitual llamada entrante indicando “número oculto”. Muriel dejó corriendo el dormitorio para evitar que el ruido despertase a los pequeños.

—¿Ya ha conseguido hablar con su marido?... ¿Le ha explicado lo que anoche le dije?...
—¡No he podido todavía contactar con él! ¡No contesta a las llamadas y no sé qué es lo que le está pasando, pero por favor no le haga ningún daño!

.......   CONTINUARÁ ......
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febrero 19, 2016

La inesperada compañía - Capítulo 6

febrero 19, 2016 24 Comments

 - Mientras, en el domicilio particular de Hansy Haywinfer, es decir, del protagonista -

Ya comenzaba a oscurecer al mismo tiempo que una llamada en el móvil de Muriel interrumpió su atención, justo en el momento en que estaba bañando a sus hijos...

—¿Si, dígame? —acertó a decir con el móvil apoyándolo en el hombro y aguantándolo con la cabeza.

—¡Escúcheme con atención porque en ello va la vida de su marido, la suya y la de sus hijos! —le decía una voz masculina algo ronca al otro lado del auricular.

—¿Quién es usted y qué es lo que le ocurre a mi marido?... 

—¡No haga preguntas y escúcheme con atención!

—¿Cómo?  ¡No le permito que me hable en este tono amenazante! ¿Quién se ha creído?... ¡Voy a llamar ahora mismo  a la policía!

—¡Se equivoca, Muriel, si hace eso le va a costar muy caro!. ¡Escúcheme porque voy a perder pronto la paciencia y lo va a lamentar de veras!

—¿Cómo sabe mi nombre?, ¿Quién es usted realmente?, ¿Qué es lo quiere y porqué tengo que creerme lo que usted me dice?

—Le repito ¡no me haga preguntas o me voy a enfadar! ¡Únicamente soy yo quien se las hace a usted! ¿Lo ha entendido?...

—¿Y por qué le tengo que creer? ¡Se lo advierto, voy a llamar ahora mismo a la policía!

—Sra. Haywinfer, asómese ahora mismo a la ventana del salón y después volveré a llamarla. ¿De acuerdo?

Inmediatamente se cortó la llamada. Atemorizada, dejó un momento a sus hijos solos en la bañera y se acercó al ventanal del salón para comprobar qué es lo que ocurría afuera, al instante un ruído estrepitoso resquebrajó el vidrio dejando un dibujo parecido a una tela de araña con una bala incrustada en el centro. Temblando bajó la persiana y se fue corriendo al baño para secar a los niños, ponerles el pijama y dejarlos dormidos en sus camas.

—¿Mamá qué te pasa?... ¿Tienes la cara demasiado blanca? —le preguntaban los dos gemelos con los ojos muy abiertos.

.......   CONTINUARÁ ......
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febrero 15, 2016

La inesperada compañía - Capítulo 5

febrero 15, 2016 30 Comments

—No, no me vas a convencer, es tu palabra contra la mía y no hay testigo alguno que lo pueda demostrar. De todas formas ya veré como me deshago de ti, porque sé que me ocultas la verdad y no puedo mantenerme al margen de lo que está sucediendo.

—Está bien, tú ganas, pienso que debe ser mi novio el que nos sigue, es muy celoso y me advirtió al teléfono que estaba muy disgustado conmigo. Tal vez se le haya metido algo raro en la cabeza, como cuando tuve un flirteo con otro amigo y no nos dejaba en paz, hasta que logró coaccionarle para que me dejara. Hazme caso y trata de despistarlo, es muy peligroso si se enfada.

En los minutos posteriores advertí que de nuevo, aquel turismo que nos venía siguiendo, nos rebasaba a toda prisa y más tarde reducía la velocidad, luego yo hice lo mismo y le adelanté, pero no pude avanzar demasiado cuando otra vez me sobrepasó. Acorralado ante aquella provocación y después de repetirse los adelantamientos mútuos, finalmente el segundo vehículo volvió a adelantarme y se paró en medio de la calzada, obligándome también a detenerme. De inmediato el conductor del auto se bajó del coche y empuñó un arma apuntando hacia mi automóvil, apenas me dio tiempo de pisar con fuerza el acelerador para tratar de evitar el disparo que por último, impactó en la luna trasera, en el momento de darse a la fuga.

Preso del pánico oprimí con tanta fuerza el acelerador que perdí la dirección correcta que llevaba con el fin de regresar al centro de la urbe. Me había equivocado y me encontraba en una autovía paralela que me alejaba de la ciudad y a bastantes kilómetros, con una densidad de tráfico conflictiva y abrumadora al mismo tiempo. Tampoco ví ninguna señalización que indicase cambio de sentido, lo cual me obligaba a continuar adelante con el corazón a punto ce estallarme, sin dejar de apretar la mandíbula para descargar la fuerte tensión que estaba sufriendo en esos momentos.

Mi acompañante no había vuelto a abrir la boca y le espeté furioso a la cara:

—¿Por qué te has quedado tan callada de repente? ¡Dí algo o te advierto que si de esta no salimos con vida, mi mujer testificará en mi favor a la policía... Yo no soy ningún delincuente ni tengo antecedentes... ¡Pero creo que tú si!

Se hizo un tenso y largo silencio. De pronto ella rompió a llorar sin saber qué contestarme. Yo la seguía observando de reojo y no me daba la impresión tampoco de que fuera una desgraciada malhechora, muy al contrario, me despertada bastante ternura y no la creía capaz de hacerme ningún daño. Tal vez mi lamentable estado de nervios hacía lo posible para que me estuviera comportando como un auténtico miserable.

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febrero 12, 2016

La inesperada compañía - Capítulo 4

febrero 12, 2016 30 Comments


—No hay nada raro en ello, tienes un coche muy parecido al de mi novio, con idéntico color, la misma marca y también lo habías aparcado en el mismo sitio donde suele dejarlo cuando me viene a esperar para llevarme a mi casa. Es pura rutina, de modo que tampoco me fijé si era o no el suyo. He tenido guardia toda la noche y estaba rendida de cansancio.

Para mi tranquilidad, le expliqué que había estado pensando mientras hablaba por teléfono, en acercarla lo más posible al centro urbano y que allí se buscara la vida o que intentase ponerse en contacto con su novio y que la fuese a recoger.

Resultó ser una chica muy alegre y natural. Empezamos a sentir una gran empatía y complicidad a medida que nos enzarzamos en un intenso debate sobre las relaciones de pareja y los problemas que tenían los matrimonios estables con mucho tiempo de convivencia, como me ocurría con el mío, de más de quince años. Ella apenas llevaba dos, saliendo con su novio y todavía estaba demasiado confusa respecto a lo que suponía casarse.

Noté que me observaba sin parpadear, mientras le hablaba de temas que para ella parecían demasiado desconocidos o extraños, hasta que al cabo de un buen rato conduciendo como un autómata, me percaté de que había otro auto detrás que me daba la impresión de estar siguiéndome, lo cual me inquietó bastante. Me fijé que no variaba de velocidad manteniéndose a corta distancia, asi que apreté a fondo el pedal del acelerador temblándome la pierna ligeramente e intenté iniciar una maniobra de despiste, que me ayudase a librarle de aquel coche que parecía empeñarse en acelerar también la marcha y no dejarme escapar de su radio de visión.

—¿Por qué has acelerado la marcha tan bruscamente? ¿Es que ocurre algo grave? Dime ¿qué está pasando?

—¡Un coche viene siguiéndonos! ¡No me gusta nada esta historia! ¿Con quien has hablado antes? ¡No te hagas la tonta!

—¡Sólo hablaba con mi novio! ¡Cálmate y por favor controla el coche o vamos a sufrir un accidente!

—¡No me lo creo, estás compinchada con alguien que ahora nos está siguiendo, confiésalo o juro que te abro la puerta y soy capaz de tirarte al asfalto! ¡No me mientas!

—Te repito que soy la primera sorprendida y no tengo ni idea de lo que nos está ocurriendo. ¡Por favor, no hagas una tontería, porque si sufro algún accidente, tú eres el responsable! ¡Quién supuestamente me has montado en tu coche!

Me empecé a notar algo mareado y lo peor de todo era que mi mujer no podía imaginarse, ni por asomo, la gravedad de mi situación actual. Tampoco me funcionaba el móvil, pues se quedó sin batería y mi extraña pasajera cada vez me estaba causando más problemas. Lo único favorable era que de momento había perdido de vista al turismo que nos perseguía o al menos eso pensaba yo...

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febrero 08, 2016

La inesperada compañía - Capítulo 3

febrero 08, 2016 24 Comments

Intenté prestar atención a sus palabras, pero la joven hablaba en un idioma extraño, tal vez quien estuviese escuchándola o bien era extranjero o prefería mantener un cierto secretismo, asegurándose de que no pudiera entrometerme en sus asuntos. No cabía ninguna duda de que entre los dos existía cierta confabulación o algún tipo de dependencia, dado que la chica subía demasiado el tono de voz, parecía que estuviera enfadada, llegó incluso en ocasiones a chillarle, a la vez que no paraba de retirarse la melena de la cara, mientras giraba la cabeza a ambos lados como si también con su cuerpo quisiera reafirmar la negación. Supuse que debía tratarse de una evidente escena de celos o algo parecido, podría ser que tal desconocido con el que no había parado de discutir en todo el tiempo, fuese alguien muy cercano a ella, quizás su pareja, novio, amante... Aunque era muy difícil adivinar la identidad de aquel con el que no terminaba de comunicarse.

Continuaba pendiente de los carteles indicadores de la carretera con la intención de tomar el desvío correcto y aproximarme lo más posible al centro de la capital, para dejarla allí, permitiéndola recuperar el curso de su rutina, antes de subirse a mi coche.

—¡Eh! Todavía no me has explicado por qué me dejaste subir al coche, sabiendo que era una extraña y ¿cómo es posible que sigas conduciendo como si todo te diera lo mismo?

—A mi me ha pasado igual. ¡Ni me fijé siquiera en ti, en el instante de subirte al coche! Después de casi veinte minutos conduciendo me llamó mi mujer y no la hice ni caso, pensé que el móvil no funcionaba bien y tuvo que volverme a llamar para insistirme que no la había recogido al salir del trabajo. Entonces fue cuando me di cuenta que tú te habías colado en mi auto y no entendí nada, pero tampoco podía detenerme, ya que estaba en medio de la autovía y no me atreví a dejarte en una gasolinera o zona de servicio, lejos de la ciudad y sola. Además, me pareciste tan guapa al contemplarte durmiendo que no tuve el valor de interrumpir tu sueño y por eso, preferí no asustarte y que siguieras adormilada —le expliqué de forma complaciente, hasta comprobar que ya no me miraba angustiada.

—Me llamo Olga y trabajo en el Hospital Clínico, muy cerca de donde dejaste tu coche.

—¡Claro! por eso te confundí con mi mujer al aproximarte al vehículo con el mismo uniforme, pero reconozco que casi no me fijé mucho en ti porque estaba medio dormido y solo te vi como una silueta al subirte. Por cierto, ella se llama Muriel y trabaja en la Unidad de Cuidados Intensivos, ¿la conoces?.

—No, no me suena ese nombre. Yo trabajo en el servicio de Traumatologia, situado en la séptima planta y tu mujer está en la primera al lado de Cardiología. Además, este hospital es como una ciudad, solo conozco a los compañeros de mi departamento y al resto del personal que la frecuenta habitualmente.

—No comprendo todavía por qué te subiste tan decidida a mi coche y me gustaría saberlo.

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febrero 03, 2016

La inesperada compañía - Capítulo 2

febrero 03, 2016 26 Comments



Estaba tan desconcertado, que aquella situación me provocó una risa nerviosa al encontrarme justo al lado de una atractiva e irresistible fémina. Su cabello largo negro y un poco revuelto, unas facciones muy sugerentes, la nariz pequeña, los labios muy carnosos y sensuales... Wowww, qué preciosidad!
No me parecía nada peligrosa, al contrario, me estaba empezando a imaginar en que podríamos pasar el tiempo juntos, incluso llegué a pensar que podría haberse equivocado de vehículo, o eso quise creer para librarme de cierta culpabilidad respecto a mi mujer.

Semejante sorpresa acabó por hacerme olvidar repentinamente la jaqueca y el cansancio. No cesaba de mirarla durmiendo y me reía a carcajadas yo solo. Me venía a la mente como en algunas películas, la gente abandonaba a su pareja en una gasolinera, pero no que pudieran equivocarse de coche y se montasen en el primero que vieran.

La extraña pasajera era una chica de unos veintitantos años, que en cierto modo me recordaba a una antigua amiga de la universidad. Se despertó asustada, como si estuviese viviendo una pesadilla.

—¿Quien eres y qué pretendes hacer conmigo? —me interrogó en tono amenazante.

—Tranquila, no quiero causarte ningún daño —le respondí pausadamente.

—¿Porqué estoy aquí contigo? ¿Qué ha pasado? —volvía de nuevo a preguntarme fuera de si.

—¡Quiero bajarme, tienes que dejarme salir! —exclamó asustada sin perderme de vista.

—No soy ningún depravado, si hubiera querido abusar de ti ya lo habría hecho, no me resultaría difícil haber parado en algún descampado y aprovechando que estabas dormida, no te hubieras enterado de nada. Además, para evitarme problemas te hubiese dejado después allí abandonada.

Terminé explicándole mi argumento con el fin de que confiara en mi y la aconsejé que se calmase, que respirara profundo y que me escuchase.
Cuando logró tranquilizarse y pudo comprender lo que había acontecido, se echó a reir y hubo un momento en que los dos reíamos sin parar.

—Pero ¡qué tonta soy! —exclamaba entre carcajadas.

Una llamada al móvil de mi acompañante, interrumpió lo que resultaba ser una agradable charla. Supe que debía tratarse de alguien muy próximo a ella, pues la notaba muy nerviosa intentando convencer a quien estaba al otro lado de la línea. No podía tampoco estar tan pendiente suyo, al tener un volante entre las manos, que al menor descuido podría ocasionarnos cualquier problema y ya tenía bastante con toda aquel insólito incidente.

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