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noviembre 23, 2020

Zafarrancho : 1ª , 2ª y el desenlace

noviembre 23, 2020 58 Comments

 

¡Hola! queridos compañeros y seguidores, os deseo un buen comienzo de semana y resto del mes.
De nuevo os comparto este microrrelato que participa dentro de otro nuevo reto del TINTERO DE ORO, que si os apetece conocer las bases no tenéis más que clicar en las mayúsculas para ir directamente al blog de nuestro querido compañero David Rubio.
Se trata de crear una historia de 250 palabras máximo y que termine con un glorioso y apasionante Continuará.
Muchas gracias por vuestra atenta lectura y amables comentarios.
 
 
 1
 
           Abro los cajones de los muebles, las puertas de los armarios y examino la decoración. Por primera vez me parece todo horroroso. Hasta mi marido con pijama y zapatillas pegado a la tablet, desprende un olor a naftalina con polillas taladrando pasadizos en su interior.

        Estoy dispuesta a tirar tanta antigualla. Comenzaré por su repulsiva colección de mariposas.

        —¡Eh, chicas, despertad del limbo! ¡Voy a liberaros del polvo y la desidia! ¡No es justo morir para el disfrute de un maníaco coleccionista!
        
        Contrariada por semejante ultraje, me dirijo a las estanterías del despacho donde él guarda sus libros y como venganza decido retirárselos para regalarlos a la biblioteca del barrio.
        
        Al llegar al salón me tropiezo con las zapatillas de Antonio, que las ha tirado en la alfombra. No me pierde de vista, lo que me altera los nervios. Estoy a punto de darme con las narices en la alfombra. Antes noté un roce en la cara. ¡Leñe! la figura de porcelana de la arpista no sé cómo salta de uno de los estantes y acaba hecha trizas. Era un regalo de mi suegra del que le costó desprenderse. Antonio, por su parte, me tenía prohibido tocarlo.

       —¡Te lo advertí, que no te acercases a la arpista, pero lo acabas de hacer! —gruñe enrojeciendo las mejillas con los ojos saltándosele de las órbitas, simulando dos bolas de billar en mitad del rostro, pero lo que me empieza a asustar de verdad es verle agitar los puños en alto.

       —¡Tierra, trágame!

                                                              

                                                         2

 

        El tono de crispación con el que Antonio me acaba de hablar atrae con la fuerza de un imán a Niebla.

       —¿Qué le ocurre a este bicho? ¡Deja de mirarme y no me enseñes los dientes!
       —¡Niebla! no te enfades con él. ¡Ven aquí ahora mismo!
       —Echa de aquí a este perro. No me gusta como estira las orejas hacia atrás.
       —¡Grrr...!
       —¡Huyyy... ¡Me ha mordido! ¡Quítame de encima a tu puto perro!¡Me cagüen la leche que t´han dao!
       —¡Dios mío, tenemos que ir al veterinario para que lo vacunen de la rabia!
       —¿Pero todavía estás así? ¿con los ojos en blanco?
       —¡Vamos, Niebla, déjale en paz! ¡Ven aquí chiquitín!
     
         A duras penas consigo que mi fiel guardián me obedezca y con cuidado observo la mordedura en la pierna. La lesión le ha dejado la piel desgarrada y no deja de sangrar.  

       —¡Antonio, vámonos enseguida! Llamo a la vecina para que se quede con Niebla.
       —Paqui ¿no te importa quedarte con Niebla que me llevo a Antonio al hospital?
       —¿Qué ha ocurrido, tiene el maldito "bicho"? ¡No me asustes, cielo!
       —¡Nooo! ¡Niebla le ha mordido!
     —¡Ayyy, prenda, qué cabeza tengo! Me olvidé de decirte que lo llevé a vacunar de la rabia cuando fui con mi pequeña Syra al veterinario. ¡Discúlpame, soy una atolondrada!
       —¡No, qué va, eres una joya! ¡Qué peso me has quitado de encima!
       —¡Ehh, cálmate, por favor, no cojas ese cuchillo y la pagues con el pobre animalito!
       —¿Qué está pasando? ¡Voy para allá!
       —...


                                                                           3

 

        Ya han pasado unas horas desde que llegó Paqui y se llevó a Niebla. Estoy en la cafetería del hospital esperando a que terminen de cerrarle la herida con puntos de sutura.
         Noto una presencia a mi espalda y giro la cabeza apretando con fuerza los labios, es Julia, la amiga incondicional de Antonio o lo que aún siga siendo, porque esa tipa me cae fatal.

        —¿Qué haces aquí? ¿Le ha pasado algo a Antonio? No me he enterado y eso que estoy de turno de día.
        —¡Qué raro, que no sepas nada! Le están dando unos puntos en la pierna.
        —Espera un momentito, voy a informarme.
        —¡Claro, claro!
      
       Salgo a fumar un pitillo. Me importa un bledo que vuelva con el recadito para joderme el día, porque de esa granuja no me fío un pelo.
      A través de las cristaleras de la fachada que dan al exterior observo que la tiparraca anda buscándome, aunque prefiero resguardarme y hago como que no la veo. El taconeo de sus zuecos se vuelve estridente.

      —¡No te alteres, que te conozco! pero me han dicho que Antonio tiene la covid y deben ingresarlo.
        —¡Anda, estás pirada! Tiene una salud de hierro.
      —No te pongas chula conmigo, que como se me crucen los cables te hago una PCR y ya veremos luego...
        —¡De eso nada! Llamaré a la policía.
        —¡Ya me hartaste! Venga, tira para adelante, que te vas a enterar.

       Me lo advirtió mi madre antes de casarnos: «donde hubo fuego, quedan cenizas».

 

                                             ................    F   I   N   ................

 


octubre 21, 2019

Paca y Manolo versus Suka y July

octubre 21, 2019 45 Comments

Fotomontaje de Estrella Amaranto

—¡Qué bellezón estás hecha, Suka! Me encanta seguirte en esa otra red, ¡la del pajarito!

—¡Sí, en Tuiti! Me tienes enganchada con lo del finde pasado, porque me sentí tan cerca de July y de ti, como si hubiera ido con vosotros al Spa, haciendo esas rutas con chorros de agua fría y caliente y después los masajes con fisioterapeutas. ¡Qué macizos los tíos! ¡soñé con ellos esa noche!

—¡Qué mona, Katilin, gracias por apoyarme! Discúlpame, ahora tengo una sesión de fotoclón y después la promo del hotelazo en yutú, que la cuelgo en Tuiti. Nos hablamos por Wuasat.

—¡Manolooo... ! ¿Preparaste el decorado yaaa...? ¡Hoy petamos la red! Que no me se vea la papada ni las verrugas... ¡Sácame el perfil bueno! que ayer la cagaste y así no vamos a forrarnos como yutuberos...

—Déjate de sermones, Paca, y ponte el top rojo con sostén, qu'estás más sesi y a la gente le chifla, rellénalo con papel del culo pa' que las tetas te queden grandes. Ya estoy con el palo la escoba pa' sujetar la cámara. Ponte enmedio del muro pintao y discursea como las artrices. T'e dejao el escrito en la mesa la cocina, apréndetelo tó de un tirón y cuando te se vaya la perola sonríe, qu'eso queda mú bien pa' salir del apuro.

—Mis queridos fans de yutú.  Para mi superpromo del fin de semana quiero recomendaros este hotelazo de lujo. No importa si veis una mínima parte, porque es imponente. ¡Venir a descubrirlo y disfrutarlo!


(250 palabras) 

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

septiembre 09, 2019

¡Que te vaya bien!

septiembre 09, 2019 30 Comments
Fotografía de Karolina Bazydlo
     Escondido detrás de su barba, repantigado en un lujoso y mullido sillón de piel en una amplia sala bien amueblada, estaba sentado un hombre corpulento llamativamente vestido y con facciones bastante rudas y vulgares. Se hallaba completamente ajeno a la presencia de un agente de policía situado justo a sus espaldas, por lo que le fue muy fácil proceder a su arresto.
     Apuntándole en la cabeza con su arma reglamentaria lo dejó inmovilizado mientras los demás agentes se dedicaban a inspeccionar el resto de la ostentosa mansión con el fin de detener a su mujer, cómplice y encubridora de un considerable número de presuntos delitos.
      Virginia y él habían mantenido hasta ese día una relación sentimental encubierta, pues ella estaba casada con un afamado empresario de aquella ciudad de provincias, por lo que la mayoría de la gente, jamás había sospechado que estuviera involucrada en aquellos turbios negocios del hampa, que manejaba a su antojo su actual pareja, el famoso narcotraficante El Horca.
      Cuando el narco se percató de la pistola que tenía sobre la cabeza, tuvo la destreza suficiente y sangre fría, como para realizar un acrobático movimiento, que le situó frente al agente arrebatándole el arma, en cuestión de milésimas de segundo. Luego, le amordazó con cinta americana y lo arrojó al suelo de un fuerte puñetazo dejándolo inconsciente. 
     También, pudo ver desde un ventanal de la habitación la silueta de Virginia corriendo por el jardín, como una liebre salvaje embutida en un extraño vestido blanco de novia y unas botas negras.
    — ¡Eh! ¿Te has vuelto loca?… Con esa pinta seguro que te van a detener —le gritó enfurecido y desconcertado.
    —No, mi amor, con esta pinta me confundirán con una novia despistada y loca de remate —le respondió ella con una sonrisa burlona, haciéndole un gesto obsceno con la mano y el dedo medio, levantado.
     —Si, gatita, pero déjate de jueguecitos estúpidos. Regresa y espérame en el garaje, no tardo nada - volvió a insistirle él con la cara desencajada y maldiciéndola entre dientes.
     —No, mi cuchifrito querido, estoy decidida a salir de aquí cuanto antes. ¡Que te vaya bien! —le replicó ella con una fuerte carcajada.
      —Pero mi ratoncita chiflada no hagas más tonterías y escóndete en el coche. ¡Ahora bajo! —seguía insistiendo él, mientras la veía alejarse sin poder evitar aquella separación.
     —No, mi gordi peludo, quédate ahí porque yo me abro. ¡Que tengas suerte! ¡Chao! —acabó diciéndole, mientras sus labios perfilaban una sonrisa burlona.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

junio 04, 2016

DON PERFECTO Y DOÑA PERPETUA

junio 04, 2016 20 Comments

         El cielo amaneció empedrado de grisácea humareda, algo nada apetecible para acudir a su trabajo de luthier, que durante tanto tiempo le ocupaba la mayor parte del día. Era todo un personaje muy querido y popular entre los parroquianos que le visitaban en el caso de que alguno de sus instrumentos de cuerda se les estropease. Todos le llamaban don Perfecto, que además de ser su nombre de pila también hacía alusión a su forma de ser tan autoexigente, que le mantenía en un estado de permanente insatisfacción e inseguridad, temiendo que en cualquier momento pudiera ocurrirle un imprevisto que le privara del autocontrol y que sus ficticios defectos pudieran revelarse.

         Al abrir el establecimiento al público, entró la mujer del enterrador, doña Perpetua, cuyo nombre también decía mucho a su favor, debido a su grácil aspecto que le hacía parecer mucho más joven de lo que era en realidad.
        Venía para entregarle una vieja y destartalada guitarra, que en noches de luna clara y cuando su tonalidad era armónica, entonaba preciosas melodías incompletas, que al bueno de su marido le hacían sollozar.

        —Buenos días, doña Perpetua, déjeme que le eche un vistazo a esa obra de arte, que para mi supondrá un gran reto devolvérsela a su primitivo estado. Por cierto, luce usted hoy cual bocatto di cardinale en ayuno y penitencia, que es como ahora me siento delante de usted, más no quiero profanar el altar de su decencia y me limito a callar.

        —¡No faltaba más!, mi querido don Perfecto, examíneme... ¡Cielo santo, qué estoy diciendo! Revise el instrumento las veces que haga falta y luego usted decida qué solución tiene. Lo que puedo decirle es que aprender a mi edad el solfeo no lo veo prudente, por eso siempre me dejo llevar por lo que me dicta mi conciencia, que me anima a cantar al tuntún. Tampoco es ningún disparate, porque al fin y al cabo el único que me escucha es mi marido y está más sordo que una tapia.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados