junio 30, 2020

Cerrado por vacaciones

junio 30, 2020 39 Comments

Queridos amigos y seguidores:

Llegó el momento de tomarme un descanso en este ir y venir de los blogs. Supongo que vosotros también estaréis planificando cómo pasar vuestras vaciones y regresar con novedades y buenas energías.

Como compañeros de viaje os agradezco a todos los que me mostrásteis el camino para descubrir vuestros blogs, aprender algo nuevo disfrutando de la compañía de vuestras letras, tanto en prosa como en verso, así como también de las imágenes y música que las acompañan. Lo cierto es que me gustó la experiencia, aunque con algunos perdí esa conexión, puesto que prefiero comentar cuando por la otra parte existe el mismo interés.

En adelante, dedicaré más tiempo a mi labor de aprendiz de escritora, manteniendo mi costumbre de participar en concursos, retos, colaboraciones en revistas de Medium, nuevos proyectos colectivos, o tal vez unirme a vuestras iniciativas. Quiero planificar la edición de nuevos libros de poesía y prosa con mi habitual seudónimo. Publicar un par de entradas como mínimo al mes y con esa misma frecuencia comentaros, para no abarcar más de lo que puedo.

Para mis vacaciones me llevo en la mochila algunas lecturas que pospuse a lo largo del año, también aprovecharé para estar más en contacto con la naturaleza; disfrutar de la compañía de esas escasas personas que me conocen y quiero, así como seguir profundizando en mi auténtica vocación de escribir; visitar lugares de interés cultural y artístico y todo lo que la Vida me depare durante estos meses.

Bueno, me despido deseándoos unas felices vacaciones y nos volvemos a encontrar dentro de algunos meses.
Cuidaros mucho y no permitáis que nadie pueda robaros vuestros sueños.

Un abrazo a cada uno y mi poema que espero os guste.

NUNCA te rindas,

no permitas que nadie

intente marchitar las flores

que cultivaste con amor

en tu jardín.


La vida es un viaje

con estaciones y paradas,

con personas

que pasan a tu lado,

con idéntica maleta,

con baules que impiden caminar

mucho más lejos

y solo entonces comprendes

que cada uno

tiene un propósito,

una lección que compartir

o una sonrisa que regalar.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

junio 24, 2020

Mi cumpleaños

junio 24, 2020 42 Comments


Queridos amigos y seguidores:
Se trata de una entrada especial porque ¡hoy os invito a mi fiesta de cumpleaños!

Para quienes me seguís desde hace mucho tiempo, ya sabéis que no soy muy dada a publicar entradas con temas personales, únicamente cuando os he querido contar mis inicios en el campo educativo, el balance de dos años aproximadamente con el blog coincidiendo con las fiestas navideñas, un proyecto colectivo y el tercer cumpleblog; aparte de otro par de entradas con mi presentación y premios.
Bien, pues ha llegado otra nueva ocasión para compartirla con vosotros, es decir, hoy celebro mi cumpleaños coincidiendo con la festividad de San Juan y donde en la víspera se mantiene la vieja tradición de la noche de hogueras, que celebran en tantos lugares de la geografía española e internacional.

Uno de los rituales más famosos de esta noche es saltar siete veces la hoguera para atraer la buena suerte. Otro es meterse en el mar a las doce en punto de la noche y saltar nueve olas para tener suerte. Otra costumbre es escribir en un papel los deseos que te gustaría que se cumplieran el próximo año y después arrojarlo al fuego.
Excepto lo de saltar siete veces la hoguera, ya que me faltaron algunas, si me he bañado a las doce en punto cuando vivía a muy poca distancia de Alicante y he escrito en un papel los deseos por cumplir...
Como me imagino ya sabéis, el 21 llega el verano, pero hasta la noche del 23 al 24 de junio, es cuando realmente se festeja la llegada del solsticio de verano.

En mi infancia y luego en la adolescencia, cuando vivía en León con mis padres lo pasaba muy bien, ya que solíamos disfrutar de las actividades que se realizaban durante las famosas fiestas de San Juan y San Pedro, que por entonces tenían lugar principalmente en el conocido paseo de Papalaguinda y en el de la Condesa de Sagasta, a continuación uno del otro. Eran los años 60 y 70 cuando se produjo lo que se ha denominado como "el milagro económico español".

Como muchos ya os habréis dado cuenta soy una persona a la que nunca le gustan las injusticias, la hipocresía y el hecho de que el sistema que domina el mundo nos someta constantemente a sus intereses particulares y nos prive de nuestra libertad como seres humanos dignos de respeto, por lo que ya desde mi juventud milité en partidos que engañosamente defendían el bien común y los derechos de los trabajadores, digo engañosamente porque cuando ahora contemplo estupefacta las noticias que ya se van publicando sobre la financiación del narcotráfico en la campaña electoral de Felipe González cuando se alzó por primera vez con el poder del gobierno de España, la verdad que me siento manipulada y engañada por un poder corrupto y que actualmente dirige el futuro de nuestro país siguiendo la órdenes del Nuevo Orden Mundial, con la clara intención de continuar arruinando a tantas familias y asustando a la población sometida al terror de un virus "a la carta", es decir creado en laboratorio.
No participo de ninguna ideología y sigo pensando que sobran políticos y faltan filósofos, poetas y gestores que antepongan la vida de las personas a los intereses del Estado y sin someter la soberanía nacional a cualquier organización intergubernamental.

He residido en París, también he sido una inquieta viajera desde muy joven, recorriendo parte de Europa y EE.UU. Luego, a raíz de mi estado depresivo por motivos profesionales dejé de viajar. Fui miembro de grupos de poesía, también tengo algunos libros publicados con mi identidad real, he pintado algunos cuadros pero sin llegar a tener un estilo específico y he dirigido y actuado en algunas obras de teatro amateur cuando residía en Alicante y después he emprendido mi camino en el terreno narrativo y poético bajo seudónimo, en estos últimos cuatro años aquí en Internet.

Me gustan los paseos a la orilla del mar, las tardes otoñales reunida con mis pocos amigos charlando de lo humano y lo divino, tomándonos tranquilamente un té, café o lo que se tercie. Enfrascarme en la lectura durante las vacaciones y no perder la costumbre de escribir cada día algo nuevo, que luego cuando lo vuelvo a repasar, en la mayor parte de las veces vuelvo a corregirlo, o de esa "semilla" me inspiro para urdir otra historia que me convenza más, porque nunca sé lo que me inventaré al final. Me gusta todo tipo de música, excepto el hard rock, el hip hop o el rap. Visitar museos y exposiciones. El teatro y el cine. Abrazarme a los árboles, rodar por el césped mullido o un campo repleto de hierba fresca; el canto de los pájaros al despertarme, escuchar el oleaje, las risas de los niños, las sonrisas de los mayores; dar abrazos de oso o recibirlos pero sin ser forzados, ser reservada con mi vida amorosa y personal, reírme de mi propia sombra; dejarme fluir por la energía cósmica, aprender de mis errores y no rendirme nunca ante los innumerables golpes recibidos en esta existencia. ¡Ahhh y ser un auténtico bicho raro!


Os regalo unas cuántas frases y citas literarias que me definen: y os invito a escuchar estas canciones que han marcado instantes importantes de mi vida:

Vive y deja vivir.
Solo sé que no sé nada.
– Sócrates
Cuando quieres algo, todo el universo conspira para que realices tu deseo. Paulo Coelho
Hay que mirar más allá de lo que ves.
El rey león (película)
El amor sólo da de sí y nada recibe sino de sí mismo. El amor no posee, y no quiere ser poseído. Porque al amor le basta con el amor.
Khalil Gibran
El gran placer de la vida es hacer lo que la gente dice que no puedes. – Walter Bagehot
No hagas a los otros lo que no te gustaría que te hicieran a ti. – Confucio
No se sale adelante celebrando éxitos sino superando fracasos.
Orison Swett Marden
Mantén tus ojos en las estrellas y los pies en el suelo. – Theodore Roosevelt
Un hombre sabio viaja para descubrirse a sí mismo. – James Russell Lowell.
El bien que hicimos en la víspera, es el que nos trae la felicidad por la mañana.
Proverbio hindú
Y aquí esta mi secreto, un secreto muy sencillo: solo con el corazón se puede ver bien; lo esencial es invisible a los ojos. – Antoine de Saint-Exupéry (El Principito).
Dejadme seguir mi instinto natural. ¿Por qué debería seguir una moda e ir al trote? Si camino despacio es porque es mi paso natural. – Hans Christian Andersen (El patito feo).
Aunque los desiertos florezcan muy despacio, la hierba brota antes en el suelo que en la mirada de quienes lo contemplan, y por eso tiene que pasar el tiempo, mucho tiempo, para que alguien recuerde un buen día que las manzanas no crecen en la tierra, que las manzanas se caen necesariamente de los árboles. – Almudena Grandes (El corazón helado).
Lo que hoy está comprobado una vez solo pudo ser imaginado.
William Blake (El matrimonio del cielo y el infierno).
¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción; y el mayor bien es pequeño; que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son. – Calderón de la Barca (La vida es sueño).
Alicia: ¿Cuánto tiempo es para siempre? Conejo blanco: A veces solo un segundo.
Lewis Carroll (Alicia en el País de las Maravillas).

Espero que hayáis disfrutado de mi invitación al cumple y me conozcáis un poquito más.

Y como fin de fiesta os invito a escuchar las canciones que han marcado instantes importantes de mi vida:

junio 15, 2020

PasiónFusión

junio 15, 2020 32 Comments
Queridos amigos y seguidores:
Deseo que hayáis disfrutado lo mejor posible de este fin de semana, por mi parte he seguido frecuentando tiendas y establecimientos comerciales a lo largo de la semana, dejando para el finde a los relacionados con el ocio y el gremio de la hostelería, pues intento aportar siempre mi grano de arena para contribuir a mejorar la economía de tantas familias que lo necesitan.
Sin más preámbulos esta semana no os robaré mucho tiempo para la lectura de esta entrada, ya que esta vez os presento mi nuevo microrrelato, donde dos peculiares personajes tratarán de sorprenderos y haceros pasar un rato ameno y divertido. Bueno, ya me contaréis si al final cumplí o no con mi propósito al redactarlo.
¡Ah! la semana próxima quedáis invitados a mi fiesta de cumpleaños. Os espero para el 24 día de San Juan.
Muchas gracias nuevamente por tomaros la molestia de hacerme sugerencias para mejorar mi historia o sencillamente por acompañarme otra semana más. ¡Nos seguimos leyendo!




     Ella acostumbraba a pelar cebollas sin que le llorasen los ojos, lo cual intenté infinidad de veces pero sin éxito. Llegué a pensar que tal vez mi madre, a la que se le retiró la leche de los pechos al poco de nacer mi quinto hermano, tras recibir la noticia del naufragio del barco donde trabajó mi padre, quizás también hubiera dejado sucumbir su llanto en el mismo océano.

     Cuando ella entraba en la cocina los aromas por la casa se expandían como perfumes de Oriente, pues le encantaba utilizar plantas aromáticas: cilantro, sésamo, albahaca, cominos, orégano o laurel... Sabía combinarlas con tal virtuosismo, que aunque guisara unas patatas a lo pobre, el resultado podía satisfacer las exigencias más extravagantes de un rey.

     El calor sofocante del verano fundió la escarcha de la soledad en la que habitualmente horneaba sus desdichas. Fue tal el sentimiento de abandono que la mantenía secuestrada, que sin pensárselo mucho, preparó unos vistosos pasteles de chocolate con un componente especial para deleite del barrio.

     No tuvo necesidad de multiplicar esfuerzos, porque al cabo de unos días la encontré con el vecino del tercero tumbada en su mismo colchón, después con el del cuarto cuando su mujer salía a pasear con el perro; más tarde con un joven apuesto que resultó ser mi novio y por último despachó a todos al regresar de un crucero por el Adriático del brazo de un solista de trombón.

     Se dejó el pelo largo, la ropa muy ajustada con excesivos accesorios y viendo por donde se derivaban los hechos, un día me decidí a enviar a un concurso una de sus deliciosas recetas y para mi sorpresa se llevó el premio. Luego, con aquel dinero y un préstamo, abrió una casa de comidas.

     Los platos se servían acompañados de fragmentos de jazz, salsa, bossa nova... Lo esencial era el ritmo con el que mi madre movía las caderas en los fogones, mientras Kevin no dejaba de inflar los carrillos, alargando o encogiendo las varas del trombón.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

junio 08, 2020

Hay cosas que no tienen explicación

junio 08, 2020 28 Comments

Queridos amigos y seguidores: 
     Con mis mejores deseos de que sigáis despiertos ante tanta desinformación y vuestras vidas logren superar las difíciles circunstancias en las que estamos, como resultado de la pésima gestión política de la pandemia y la económica que está arruinando España, debido a que nuestros gobernantes están empeñados en hacernos partícipes de tan convulso destino y al que personalmente renuncio, puesto que no participo de sus corruptelas ni de sus puertas giratorias para imponernos una república bolivariana, donde nuestras libertades y valores humanos quieren destruir los que obedecen las órdenes del Nuevo Orden Mundial, algo que debemos evitar a toda costa. Por lo que aprovecho esta oportunidad para informaros de que ya se ha programado una manifestación en Madrid para el próximo 13 de junio a las 20:20 en La Plaza de Callao


    Espero que hayáis disfrutado de un tranquilo y agradable fin de semana, tal vez en la playa o rodeados de la belleza natural de vuestros entornos. Yo preferí frecuentar las terrazas de algunos restaurantes y cafeterías para compartir un rato de ocio y compañía con amigos para contribuir a mejorar la economía de tantas familias del gremio de la hostelería.

     Seguidamente os invito a la lectura de esta misteriosa historia, que he escrito explorando esos territorios de lo menos conocido y asombroso o de lo que habitualmente no tiene ninguna explicación.
Muchas gracias nuevamente por tomaros la molestia de hacerme sugerencias para mejorar mi historia o sencillamente por acompañarme otra semana más. ¡Nos seguimos leyendo!


     Durante el transcurso de la mañana cuando estaba un poco ida entre pensamientos, sonó varias veces el tono del móvil, al descolgar escuché la voz de una mujer que en un principio no me recordaba a ninguno de mis contactos, por lo que la pregunté de qué me conocía o si quizás se había equivocado de número. 
     Ella insistió en que ya nos habíamos relacionado, era la madre de Álvaro, mi colega de los tiempos de la universidad y amigo del novio de mi hermana. Enseguida caí en la cuenta de que era Mavi quien me hacía la llamada, hablaba muy deprisa como si los nervios la impidieran explicarse. Su lenguaje era todo un despropósito, por lo que no me hizo falta poner a prueba mi profesión de psicoterapeuta para deducir que sufría de un repentino ataque de ansiedad. Le prometí que me pasaría por su casa lo antes posible.

     Cuando acudí a su domicilio, Mavi me dijo que se hallaba bastante preocupada a consecuencia del último episodio de sobredosis por parte de su hijo Álvaro, después de la fuerte depresión tras el fallecimiento de su esposa e hijos en un grave accidente aéreo ocurrido dos años atrás.
     Me vino a la memoria la imagen de la boda de Álvaro y Julia, con los ojos brillantes y amplias sonrisas contagiosas tras el primer brindis, cuando ya habíamos pasado al salón. No me cabía duda del lacerante impacto que le produjo ver desmoronarse su futuro al lado de la única chica que le había fascinado en el primer cruce de miradas. ¡Infinidad de veces me lo contó!... Él era como el hermano que nunca tuve, el mejor amigo y al que siempre le confesaba mis secretos.                
     Tan pronto me enteré de lo del accidente corrí a consolarle, a pesar de tener la convicción de que no le sería nada sencillo evitar hundirse en el fango. A partir de ahí, se cargó un pesado baúl a la espalda que le impedía avanzar sin tropezarse a cada paso, aunque su cuerpo se volvía más delgado. 
     Enseguida le despidieron del trabajo, no obstante, su madre se empeñaba en hacerle volver con ella, pero jamás aceptó, dado que prefería sobrevivir en su propio domicilio coqueteando con la adicción a las drogas.

     Mavi constreñida por las zarpas del miedo y arrastrada a través del contínuo torrente de la ansiedad que la corroía las entrañas, me pidió de rodillas, que intentase hacerle entrar en razón para que regresara con ella. Noté como me temblaban las piernas mientras la escuchaba y una bocanada de calor me subió hasta la cabeza, preguntándome «¿qué podía hacer a fin de convencerla de lo lejos que estaba de la realidad?». No obstante, le aseguré que lo iba a intentar.

     Dejé pasar unos días hasta encontrarme más animada para afrontar aquella visita, que sin duda me había empezado a inquietar, por lo que no podía concentrarme en la rutina laboral, temiendo que aquel encuentro pudiera interferir en la quietud de mi vida.
     Pulsé varias veces en el botón del videoportero sin obtener respuesta, mas al girarme sobre mis pasos escuché el sistema de apertura y empujé el portón para acceder al interior. Subí en el ascensor hasta el duodécimo piso y en el rellano de la escalera vi abierta la puerta del apartamento.

     Al adentrarme en el pasillo, me llamó la atención que tuviera todas las ventanas despejadas y las persianas alzadas por completo, con lo que las habitaciones lucían radiantes. Me chocó que en el cuarto de los niños siguieran tirados los juguetes por el suelo, las puertas del armario entornadas y un cuento abierto sobre la cama...
     Entonces escuché la voz de Álvaro que me estaba llamando desde el salón e iniciamos la charla.

     —¡No has cambiado, Débora! Hacía tiempo que no nos veíamos ¿verdad? Lo entiendo... No me esperabas así, seguro que mi madre te alarmaría con sus pesadumbres, pero ya me ves, estoy perfectamente —me insinuó abordándome con un abrazo que me estremeció de frío sintiendo como me hundía en su cuerpo, que parecía romperse entre mis brazos. Observé que miraba de reojo hacia ambos lados de la estancia, aunque no contemplé nada raro.
     —Tu madre me dijo que sufriste hace poco una sobredosis, pero te encuentro muy recuperado y me alegro mucho.
     —Ya lo ves, estoy mejor que nunca y me agrada mucho que estés ahora aquí conmigo. ¿Cuánto hace que nos vimos por última vez? ¿quince años? Te encuentro algo cambiada, pero tu timidez sigue intacta —añadió a su discurso sin inmutarse.
      —Me conoces, no puedo ser de otra manera. Tú, en cambio, eres un descarado. No sabes la alegría que me hace estar de nuevo juntos y viéndote tan feliz, me parece mentira que hayas tenido esa racaída o ¿no será que intentas ocultarme algo con la intención de evitar que tu madre se preocupe y desista en convencerte para que vuelvas a vivir con ella? —Mi pregunta no le gustó demasiado, por lo que traté de cambiar el tono de la charla, interesándome por las novedades en su vida.
     —¿Te apetece tomar algo? —cortó de repente el hilo de la conversación.
     —Un té con limón y miel —contesté sin titubear.
     —¡Ven, sígueme hasta la cocina!

       En el fregadero había tres tazas ovaladas con dibujos de personajes de Disney y restos de chocolate en sus bordes; sobre la mesa vi otras dos medio llenas, que a simple vista me pareció café, al lado de cada una se encontraba un plato no muy grande con sendas tostadas con mermelada cortadas al bies. No hallaba sentido a todo aquello, «la gente hace cosas muy raras para no sufrir y a él le ha dado por montarse su película», me dije a mí misma.
     —¿Cómo sigue tu vida sentimental? ¿Continúas trabajando como psicoterapeuta? —me interpeló sirviéndome la taza de té.
     —Ahora vivo con un colega de mi profesión y trabajamos juntos en un centro psicoterapéutico —respondí tomando pequeños sorbos.
     —Seguro que no te habrás olvidado de aquella tarde cuando en lugar de asistir a la anodina conferencia del rector, nos fuimos al cine a ver Seven. Me convenciste para contemplar a tu ídolo Morgan Freeman y al guaperas de Brad Pitt. ¡Ja, ja, ja! —argumentó separando la barbilla y los labios ladeados esbozando su inconfundible sonrisa de pícaro, que me hizo retroceder años atrás.
     —¿Y tú no tomas nada?
     —¡No, discúlpame!

     Regresamos al salón y me quedé con la vista fija observándole. Estaba relajado, como si todo aquello que me había contado su madre jamás hubiese ocurrido, por lo que me veía fuera de lugar, pero me dejé llevar por la paz que me transmitía su presencia.
    Alargamos el tiempo enfrascados en una conversación interminable desde lo más transcendental hasta lo más trivial. A pesar de mi insistente empeño en mencionarle a Julia y a los peques, me fue imposible satisfacer mi curiosidad, puesto que él con gran habilidad me conducía a otra cuestión, eludiendo contestarme, por lo que no me atreví a resultarle impertinente.

     Consulté el móvil y me incorporé para despedirme, pero algo me decía que no era normal lo que estaba ocurriendo, aunque no terminada de comprender el motivo.
     Vislumbré una pelota que tropezó con mis pies. Luego, a mi espalda creí escuchar un murmullo que se diluía, como risitas infantiles, que hasta ese instante no había dado crédito, pero que tras el desplazamiento espontáneo de la bola de cuero sintético comencé a atar cabos sin hallar explicación.
     Álvaro parecía estar dentro de mi mente, por lo que me aclaró que al permanecer abierta la ventana cualquier entrada de aire era la causante del movimiento del esférico.
     —Tranquilo, no pasa nada. Debo irme, ha sido una gozada esta reunión, ojalá no dejemos pasar tanto tiempo para la próxima vez. ¿Qué te parece si comemos juntos este fin de semana? mi pareja tiene previsto un viaje y estaré sola —concluí con la ilusión de un nuevo encuentro.
     —Este finde no podrá ser, mejor te llamo yo y quedamos otro día. ¡Te he echado mucho de menos! ¡Ha sido un placer! —acentuó su tono de voz, acompañado de un eco ensombrecido por una mirada vidriosa.
     —De acuerdo, ¡cuídate y llámame cuando me necesites!
     —¡Y tú igual! —me fijé en sus ojos de caramelo de menta completamente enturbiados, al mismo tiempo que notaba mi alma fragmentarse en diminutos cristales impidiéndome respirar.
     —No te preocupes. Todo está en orden y dentro de muy poco estaré mucho mejor. Por fin, he superado mi prueba y ya no tengo nada pendiente.

     Por la noche llamé a Mavi para ponerla al corriente de mi reunión con Álvaro. Procuré transmitirle mi extrañeza, pues no coincidía mi experiencia con la que ella me había trasladado cuando hablamos por teléfono. La tranquilicé en cuanto a su estado anímico, aunque por otra parte le hablé también de los extraños pormenores que percibí en la casa. Finalicé aconsejándola que fuera a visitarle al día siguiente.

      No me sentía capaz de dar ningún crédito a la nueva llamada de Mavi pretendiendo informarme de que había encontrado el cuerpo de su hijo tirado en el sofá y el forense le acaba de comunicar que llevaba varios días fallecido.
     Permanecí escéptica varios minutos, aunque trataba de mantener la atención al otro lado de la línea. Me pedía que fuera a hablar con el agente de policía para explicarle los detalles del encuentro con Álvaro, de modo que fui hasta allí.

     Al concluir mi testimonio y dado que era psicoterapeuta, confesé que me había sorprendido su inmejorable estado de ánimo; también relaté los extraños detalles que rodearon mi visita con la intervención de aquellos objetos que me resultaron sospechosos: las tazas infantiles en el fregadero o el desorden en el dormitorio de los niños. ¡Ah y la pelota que surgió de la nada para ir a parar a los pies!
     —¿Está segura de su declaración? señora Canales Gumar. ¡El dormitorio infantil no sufre ningún desbarajuste! Tampoco hemos encontrado ninguna pelota. Me parece que se encuentra en estado de shock emocional y sufre algún tipo de alucinación. Será mejor que se vaya a su casa y descanse.
    
     Al abrir la puerta de casa, noté un ruído en mi dormitorio. Alarmada quise llamar a la policía, pero algo en mi interior me tranquilizó e hizo que avanzase hacia mi habitación. 
     Miré a todos lados sin advertir nada extraño, hasta que sin explicación alguna advertí como la misteriosa pelota volvía a tropezar con mis pies.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

junio 01, 2020

La lavandería

junio 01, 2020 29 Comments
Fotografía de Sara Shakeel
Queridos amigos y seguidores: 
Me gustaría veros recuperar la confianza para retomar el pulso de vuestras vidas y que evitéis en lo posible no dejaros engañar por tanta propaganda alarmista. De ahí que os propongo una pequeña reflexión: 
Teniendo en cuenta que según la OMS el covid19 se contagia solamente cuando alguien estornuda o tose enfrente de nosotros a menos de un metro de distancia y no estamos protegidos con mascarillas y guantes, entonces esto no justifica los confinamientos, ni el cierre de empresas o que la economía mundial se paralice. 
No es conveniente que nos atemoricen con el uso obligatorio de mascarillas en lugares públicos al aire libre y respetando la distancia obligatoria.
Si en casa no nos ponemos la mascarilla ¿por qué debemos llevarla cuando conducimos nuestros vehículos privados o cuando estamos solos o en familia en mitad de la naturaleza o en parques y calles medio vacías?... Evitemos caer en alarmismos absurdos o en restricciones que nos privan de nuestras propias libertades.
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Seguidamente os invito a la lectura de esta historia que me inspiró la imagen que encabeza la entrada y que además la he construído con pinceladas de realismo mágico.
Muchas gracias un día más por llegar hasta aquí para dejarme vuestras interesantes impresiones. ¡Nos seguimos leyendo!

     Tomás había dejado de beber hacía tiempo, pero aún así cogió una botella de whisky sin abrir que alguien puso sobre la mesa. Aquel ademán resultaba considerablemente familiar: rompió el sello con la uña del pulgar, desenroscó el tapón y cuando iba a llevársela a la boca se quedó pensativo durante unos segundos... ¡No, ya basta!
 
      Ya no era el joven adolescente rubio cuya vida revoloteaba entre hacer pellas en las clases de la mañana del instituto o colocarse de alcohol y drogas cada fin de semana. Se había hecho mayor, como le ocurría a todo el mundo, pero estaba claro que ahora se había vuelto más responsable y quería cambiar el rumbo del pasado.
     En la actualidad, como estudiante universitario, apenas disponía de espacio en aquel reducido apartamento, que compartía con otro joven, por lo que enseguida comprendió que algunas de sus necesidades debía solucionarlas fuera, por ejemplo dedicar una tarde a la semana, para realizar su colada en una de las lavanderías más próximas del barrio.

    Por la mañana había tenido que asistir a varias clases presenciales obligatorias en la universidad, todavía no era mas que un pobre novato demasiado joven e inexperto dentro de aquel ambiente tan bullicioso, rodeado de una ingente cantidad de personas deambulando constantemente por todo el campus, un territorio «comanche» imposible de abarcar y donde las relaciones sociales entre alumnos y profesores requiere de paciencia, observación y mucha perspicacia.

    Existían casos de estudiantes, que después de mucho esfuerzo por demostrar su talento intelectual, apenas lograban obtener unas calificaciones que hicieran justicia con su buen rendimiento en las aulas, en cambio, otros más afortunados, conseguían el mayor éxito del mundo, aunque su valía era bastante dudosa.

       La obligación de saber administrar el tiempo era algo crucial; ser puntual, planificar las tareas para obtener buenas calificaciones en los exámenes o llevar una vida social agradable, eran otros requisitos indispensables para mantener a flote la moral de cualquier estudiante.
      A Tomás le gustaba experimentar la novedad de estar fuera de casa por primera vez, lo que estimulaba su imaginación y le hacía sentirse libre, aunque tenía demasiado claro que no debía recaer en los vicios del pasado, por lo que ahora pensaba que lo más conveniente era tratar de aprovechar al máximo el tiempo para aprobar la carrera. Luego, ya vería cómo resolver su vacío existencial.

      Recostado en el sofá leyendo una novela de terror sintió agarrotarse los músculos y entumecerse el pensamiento... Las horas pasaban y el libro acabó cayendo al suelo...


     Cogió una bolsa de deporte con la ropa sucia y se dirigió hasta la lavandería. No obstante, aquella vez le pareció demasiado extraño la gran agilidad de sus movimientos al desplazarse, sin apenas notar cansancio físico. El paisaje parecía mantenerse en una extraña coloración y los viandantes con los que se cruzaba tenían una inexpresiva mirada en sus rostros.
     Cuando accedió al establecimiento algo le hizo retroceder el paso. De forma instintiva se frotó los ojos y trató de enfocar la mirada hacia lo que le pareció estar fuera de lugar, pues no halló normal aquella extraña visión, unas piernas de mujer colgando en el borde del tambor de una de las lavadoras... 

      —¿Qué era aquello? —se preguntó desconcertado, pensando si debía o no llamar a la policía.
   La máquina aún estaba repleta de detergente y líquido, por lo que debido al inusual encajonamiento de aquel «cuerpo extraño» se había parado. Tan siniestra escena mostrando las extremidades que asomaban por la escotilla de la lavadora, le hicieron pensar en un final espeluznante.
     —¡Ayúdeme a salir de aquí! ¡No estoy muerta! —escuchó aterrado aquellos gritos de socorro. Sin embargo, el miedo le mantenía paralizado completamente.
     —¡Ayúdeme a salir de aquí! ¡No estoy muerta! —repetía aquella voz femenina, mientras otra voz mucho más cercana le decía al oído: «¡Tomás, despierta, ya es hora de irnos a la lavandería!».

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados