En un poblado medieval de una antigua isla anglosajona residían tres alegres campesinos que cultivaban sin descanso sus tierras en aquella verde campiña apartada por un extenso recinto fortificado donde residía la nobleza.
Meggy, que era una de aquellas lozanas campesinas que trabajaban con denuedo aquellas tierras de labranza, solía cultivar peras y otras frutas, aunque lo que más la gustaba era que sus peras crecieran sanas y muy, pero que muy grandes. Había logrado con mucho esfuerzo liberarse de la servidumbre que había mantenido de joven, puesto que tuvo que depender del marquesado, que regentaba aquellas tierras. Luego al casarse y enviudar tan joven, obtuvo la gracia de su noble Marqués, para tener una modesta vivienda en la aldea próxima y seguir libre su camino.
Lindando con su pequeña parcela, estaban a ambos lados situados, los terrenos de dos granjeros, Tielo que cultivaba aceitunas y Wilky que cultivaba trigo. Al primero le encantaba el sabor de las aceitunas, de ahí que las cultivara con mucho esmero, en cambio a Wilky lo que le preocupaba es que los pájaros no arruinasen sus cosechas, que con tanto sudor había logrado que fueran excelentes.
Cada mañana, todavía de noche, los tres labriegos solían levantarse muy temprano y recorrer a lomos de sus asnos, las decenas de leguas que separaban la aldea de sus plantaciones. Cada uno limpiaba de hierbajos e insectos las cosechas, las regaba con el agua que transportaba en grandes tinajas desde un manantial cercano y de vez en cuando se alzaban de pie para reponerse de aquella incómoda postura agachada en la que permanecían tantas horas con el sol cayéndoles en vertical a su espalda. Entonces solían contarse los chismes de sus vecinos o de otros labriegos:
-¿Sabes que Bogumir se casó la otra semana y su mujer le acabó echando de casa sin ropa y montado en un burro ciego? -dijo jocosamente Winky, echándose unas carcajadas-
-¿Y eso por qué? -le preguntaba curiosa Meggy-
-Porque le había sido infiel hasta en diez ocasiones después de su boda y eso que solo llevaban casados menos de un mes -le respondió tosiendo irónicamente tras algunas pausas, con la intención de remarcar burlonamente cada idea.
-¿Cómo dices semejante barbaridad, Wilky? Conozco a ese buen hombre y jamás engañaría a su mujer, que es una astuta zorra y ella lo único que ha hecho es poderse quedar libre, para acostarse con otros hombres -afirmó muy enfadado Tielo, que sin duda era amigo de aquel desdichado jovenzuelo que tuvo que huir de la aldea para que no lo molieran a palos otros vecinos, sin duda esos amantes con los que ella se acostaba en secreto-
En estas divagaciones se podían pasar tiempo repasando los rumores y cotilleos que circulaban de boca en boca, por mesones, bodegas o antros, a cual más sucio o descuidado.
Más, pasaron los años y las tierras empezaron a mermar sus cosechas, por lo que pronto notaron la escasez de bienes y comida, los pájaros arruinaban el cultivo de trigo, se comían las aceitunas y dejaban diezmados aquellos frondosos perales, que Maggi con tanto esmero cultivó. No podían rendirse a la desgracia y se les ocurrió situar varios espantapájaros en sus tierras, pero lo malo es que los construyeron con unas cañas a modo de mástiles en cruz con harapos viejos, algunas frutas y verduras y algo de paja para relleno. El resultado fue que poco a poco, los pájaros devoraron las frutas y verduras, desmoronándose los espantapájaros.
Tras este revés, volvieron a construir nuevos espantapájaros, donde ya no colocaron frutas ni verduras, pero en cambio los llenaron de cencerros y cascabeles para que con el movimiento pudieran espantar a las aves. Lo peor ya no fueron los pájaros, sino los chirriantes sonidos que en el silencio y oscuridad de la noche, si los vientos arreciaban como era habitual, se hacían oír a muchas leguas alrededor y tan molestos eran, que perturbaban a otros labriegos que dormían a la intemperie, o a tantos ladrones que frecuentaban esos territorios. Por lo que cierto día cuando los tres campesinos llegaron como de costumbre a sus tierras, en horas tan tempranas y envueltos en la oscuridad, al poco de bajarse de sus pollinos notaron tal cantidad de patadas, bastonazos y embates, por parte de sus malhumorados agresores, que entre los sonidos de los cencerros y cascabeles, sumados a los gritos y gruñidos de quienes les zurraban de lo lindo, empezaron a correr despavoridos pensando que aquellos espantapájaros se habían convertido en demonios decididos a acabar con sus tierras.
Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados
Qué bonita historia, Estrella, digna de encontrarla editada en un libro. Me gusta mucho como escribes pues haces que la lectura resulte amena y con alguna enseñanza de fondo. Y también con un toque de humor, porque ya me dirás, que Bogumir fuese infiel diez veces en un mes... ;-)
ResponderEliminarUn beso, que tengas una feliz tarde
Me hace mucha ilusión, Chelo, que te haya resultado amena, reflexiva y divertida mi historia. También lectores como tú contribuyen a que no dejemos nunca este oficio y sigamos amenizando la vida de los demás. Ese personaje de Bogumir confieso que lo convertí en un marido infiel tirando a sinvergüenza ...je,je,je pero esta exageración contribuye a darle ese tono tan jocoso al relato.
Eliminar¡Un montón de besos y feliz semana!
Estrella preciosa historia me fascinaria leerla en un libro para saber mucho de ti profe
ResponderEliminar¡Hola bonita!
EliminarMe alegro de verte y disculpa que hasta hoy no haya podido retomar mi tarea a la hora de responderos aquí en el blog.
¡Qué bien que te resultase agradable la lectura y que también opines lo mismo que Chelo, de haberla leído en un libro!
Un beso
Pobre Bogumir, si va a resultar que él fue el corneado al menos 10 veces en un mes jaja. Que paradójico que intentando salvar sus cosechas, el trío acabara siendo víctima de la gente a la que molestaron sin pretenderlo. Una historia amena y agradable de leer.
ResponderEliminar¡Un saludo!
¡Hola José Carlos!
EliminarYa veo que también te lo has pasado bien leyendo mi relato. Si, muy paradójico que en lugar de salvar sus cosechas terminasen arruinados por perder el tiempo con chismes en lugar de haber evitado antes dicha desgracia.
Gracias por tu participación.
¡Un saludo!
Pareciera que cuanto más nos afanamos en las cosas, más riesgo tenemos de perderlas. Al menos así fue para estos tres labriegos que no solo no encontraron solución cuando sus "mimadas" cosechas comenzaron a mermar, sino que además acabaron mal parados a manos de otros campesinos en la búsqueda de un remedio efectivo. Quizás es que había llegado el momento de hacer cosas diferentes...
ResponderEliminarUn ameno relato, Estrella, gracias por compartirlo con nosotros.
Un abrazo!!
Parece ser que aunque nos afanemos en las cosas, como bien dices, Julia, más riesgo corremos de perderlas. Lo que verdaderamente les complicó la vida a estos tres inconscientes personajes fue el perder el tiempo con chismes o cotilleos vecinales, en lugar de haberlo utilizado con inteligencia y así evitar con tiempo males mayores.
EliminarMe encanta que te haya divertido este relato. Gracias a ti por dejar tu huella. :-)
¡Un abrazo!
Una Historia que dice unas de las verdades de la vida para el campesino la lucha contra la exterminación de las cosechas. Lo de la infidelidad en un mes 10 veces para una recién casada me parece una exageración. Una buena historia. Un abrazo
ResponderEliminarCierto, Mamen, que la vida de cualquier agricultor o campesino es durísima y muy sacrificada, teniendo que estar pendiente siempre de esa posibilidad de perder la cosecha cuando ha costado tanto sudor sacarla adelante.
EliminarEn cuanto a la exagerada infidelidad de Bogumir, lo he escrito adrede para darle ese toque divertido y jocoso a la historia.
Un abrazo
Me gusta. Como siempre, me encantan tus relatos.
ResponderEliminar¡Qué duros debieron ser aquellos tiempos de la Historia! Vasallaje, hambrunas, enfermedades, pobreza,... La vida cotidiana de los campesinos debió ser muy parecida a como la relatas, al menos, así la he imaginado yo a veces.
Mi más sincera enhorabuena.
Un beso.
Seguro que tuvo que ser todavía más sacrificada aquella vida de los campesinos medievales, que no contaban ni con maquinaria moderna ni recursos químicos para sobrevivir en medio de tantas calamidades como se dieron en aquellos tiempos.
EliminarMe ha encantado, Macarena, tu comentario con este matiz reflexivo e histórico.
Un beso
Todavía hay espantapájaros que se convierten en demonios. Saludos.
ResponderEliminarSi, José, llevas razón, la ignorancia o la imbecilidad hace posible que suceda tal como lo comentas.
EliminarCordiales saludos
Esta muy bien tu historia
ResponderEliminarMe alegro mucho.
EliminarGracias, Josefina por tu huella.
Qué bien narrado y qué buen relato.
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