abril 29, 2016

Las Tres Guardianas del Tesoro Pirata

abril 29, 2016 30 Comments
Concurso de relatos de El Círculo de Escritores "PIRATAS, ¡al abordaje!"


Llevábamos casi dos meses navegando cuando un atardecer vimos algo totalmente inesperado, una enorme embarcación aparejada por completo que se nos aproximaba a nuestra aleta de babor. El viento hinchaba sus velas, mientras el oleaje la alzaba como a un gigante de madera. Navegaba a varios nudos por hora y en la popa lucía una espectacular sirena de bronce que parecía real. Al fijar la vista nos dimos cuenta que nos hacía señales, lo cual nos dejó completamente perplejas, pues pensamos que otros barcos también la habrían divisado, pero que ninguno todavía se había decidido a aproximarse a su eslora.

A las cuatro en punto de la madrugada, el contramaestre nos trajo una sorprendente noticia, un marinero de nuestra tripulación había desaparecido mientras estábamos durmiendo.
Solo habían transcurrido unos pocos segundos y unos atronadores gritos sobrevolaron la cubierta del barco sumida en una completa oscuridad, apenas sesgada por los linternones de popa que daban un aspecto lúgubre y fantasmal a los hombres que incesantemente circulaban en ambas direcciones hasta la zona de proa, desde donde procedían aquellos alaridos sobrecogedores.

Vimos la figura de la capitana sobre la enorme arboladura de nuestro galeón Spook, alzando su brazo acabado en una mano ganchuda de cobre y con la otra en un alarde de coraje mostraba su sable a toda aquella niebla grisácea que se abalanzaba hacia el resto de la tripulación:

-¡Oídme, panda de insensatos marineros cobardes! -exclamaba con voz atronadora- que el miedo no paralice vuestros cerebros de mosquito perezoso. Estos nuevos "huéspedes" solo son unos estúpidos bucaneros, que no conseguirán el abordaje de nuestra embarcación, a menos que vuestras inmundas cabezas de chorlito os impidan reaccionar a tiempo y evitar la catástrofe.

-Esos monstruos acabarán con nuestras vidas, capitana. Bájese de ahí ahora mismo y salgamos huyendo en las barcazas amarradas a popa, o no habrá forma de librarnos de esa infernal sombra que se nos viene encima.

-Contramaestre, Ivory, escúcheme y deje de mearse en sus patas traseras de gallina timorata, sitúe a sus hombres en sus puestos de combate y que la pólvora de los cañones acabe con esa fragata.

-Hay multitud de hombres que se están tirando al agua desesperados y no estoy dispuesto a acatar sus órdenes. ¡Eso sería un suicidio colectivo!

Fue en ese preciso instante cuando nos pusimos de rodillas ante la capitana para suplicarla que nos librase de aquella tragedia. Ella nos miró con desprecio y ordenó que nos arrojasen al mar... Nosotras, las tres aprendices, arremetimos con diestra escaramuza a los intentos de algunos marineros de sujetarnos por los brazos y piernas, obedeciendo órdenes. Finalmente la retamos a duelo, pues no estábamos dispuestas a someternos a sus órdenes, lo cual motivó que el contramaestre y otros marineros se nos unieran para acabar por fin con el despotismo de aquella mujer.

De repente nos sobrevino una gigantesca ola que doblegó los mástiles y partió en dos las velas, lo que hizo que la capitana cayera de golpe al pozo de la escotilla mayor, muriendo desangrada.
Entonces se hizo presente un intenso silencio y la espesa niebla dio lugar  a la insigne figura del pirata Barbanegra y a su fiel guardián canino de dos cabezas que nos vitoreaban por haber acabado con aquella malvada pirata Mary Perlazul, con la que tuvo un romance desgraciado y le había jurado llevarse su alma. 
Tras aquella "hazaña" mandó a un singular grupo de zombis traer un gran cofre repleto de monedas de oro y piedras preciosas que nos entregó nombrándonos Las Tres Guardianas de su famoso tesoro pirata.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

Medalla de bronce en el concurso de El Círculo de Escritores

abril 18, 2016

El Ataque Final Apocalíptico

abril 18, 2016 24 Comments

UN MICROCUENTO PARA EL CONCURSO DE
EL CÍRCULO DE ESCRITORES "MICROTERROR V"




La ciudad había quedado sepultada bajo toneladas de cemento armado y hormigón, de gigantescas estructuras metálicas deformadas como horripilantes espectros surgidos entre la espesa capa de humo tóxico que hacía imposible la respiración.

Me encontraba en un búnker acorazado acompañado por varias personalidades de la élite mundial, que brindaban con champán francés acompañado de fresas Senbikiya Queen, las más caras y exquisitas del mundo. Aquellas personalidades tan conocidas a nivel mundial no tenían aún conocimiento de mi presencia, un humanoide creado en un secreto laboratorio dotado de una extraordinaria capacidad de cambio de forma aparente y que podía simular cualquier objeto o ser vivo.

Mi actual forma de pantalla endoplasmática estaba transmitiendo el último documental enviado a la población mundial de aquel planeta azul a punto de extinguirse tras el Ataque Final Apocalíptico, los lideres políticos y religiosos unidos en una sola administración global, llamaban a la oración y sacrificio por un "Nuevo Mundo Mejor" y unos segundos después la desoladora imagen de un planeta agonizante... 

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

abril 11, 2016

¿Crees en el destino o piensas que somos nosotros quienes lo forjamos?

abril 11, 2016 21 Comments

Tomo estas frases prestadas que me parecen muy significativas para comenzar a reflexionar acerca de esta pregunta:

"Yo soy el dueño de mi destino; yo soy el capitán de mi alma"
William Ernest Henley 

"El destino es el que baraja las cartas, pero nosotros somos los que jugamos"
William Shakespeare.

"Tendremos el destino que nos hayamos merecido"
Albert Einstein. 

"Lo que ha de suceder, sucederá"
Virgilio 

Hay momentos de nuestra vida que nos da la sensación de estar condicionados por un destino y que no podemos escapar a esa fuerza o poder sobrenatural que guía las vidas de cualquier ser, de forma necesaria, inevitable o ineludible. 

Sin embargo también podemos observar esta cuestión desde otro punto de vista, es decir, desde la posibilidad de poder imaginar y crear la realidad que queremos vivir cada día, pero esto significa también ser responsables de nuestras propias elecciones y circunstancias, lo cual no suele gustarnos, por lo que nos negamos a aceptarlo, culpando siempre al destino de todo lo que nos sucede.


No nos equivoquemos, nadie tiene la vida ya predeterminada, incluso esas circunstancias que nos vuelven infelices se pueden cambiar, lo malo es que nos empeñamos en ver esa parte negativa de las cosas, mientras ansiamos resolver el problema pero sin poner de nuestra parte el empeño necesario.

Si algo de lo que te está pasando no te gusta ¿qué es lo que te detiene para cambiarlo? ¿Crees que existen límites o no será que tú mismo te los impones? ¿Estás seguro de que te esfuerzas para solucionarlo o te dejas llevar por la comodidad, los miedos, la inseguridad...?

Date cuenta de que dichas limitaciones están dentro de tu mente y no en la realidad. Cuando te enfrentas a esas experiencias desagradables, derribas tus propios muros mentales, porque estás decidido a tomar las riendas de tu vida y no quieres que nada se te resista. Ese es el instante en que tu mente se hace poderosa y si quieres puedes alcanzar lo que te propongas.

Tienes que aprender a librarte de tus miedos, a jugar como un niño superando el riesgo de vivir.

Todos tenemos la capacidad de vivir, pero ¿es fácil?... Lo cierto es que no y esto se nota cuando optamos por no asumir riesgos. ¿A qué me estoy refiriendo? .. a que en la vida no todo es un camino de rosas, sino que hay espinas y belleza, altos y bajos, negros y blancos... Y toda esa polaridad forma parte de un Todo global, de modo que mejor entender la realidad como una gama de grises.


Al asumir el riesgo de vivir, da igual la edad que tengas, siempre vas a encontrarte con dificultades, sufrimiento, pérdidas, miedos, dudas ... Sin embargo tu puedes vencerlas, tienes la fuerza y el poder necesario para superarte a ti mismo. Por eso, no le eches a nadie la culpa de lo que te pasa, no te empeñes en decir que es cosa del destino, porque la vida tiene sus consecuencias y no hay un destino que te obligue a vivir lo que no deseas, pensar así es muy cómodo y ser conformista también. Es muy aconsejable salir de tu zona de confort y cambiar ese rumbo de tu vida, ya sé que cuesta bastante tomar esta decisión y que como todo en la vida supone un riesgo, porque no tienes ni idea de si será algo de lo que luego te puedes arrepentir o no, pero de todas formas es muy importante aprender a asumir riesgos.

No existe el destino sino es algo que nosotros lo vamos forjando lentamente y a lo largo de nuestras vidas a través de cada experiencia, de cada opción que elegimos, así aprendemos a darnos cuenta de que son esas elecciones las que nos pueden abrir un nuevo horizonte y de ahí la importancia de saber tomar esas determinaciones.
Si tuviésemos la oportunidad de dar marcha atrás y hacer cambios en nuestra vida, hasta lo más mínimo modificaría al resto, por eso es tan fundamental tomar conciencia de cada elección, de cada paso que vamos dando, porque luego es lo que marcará ese "destino". 

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

abril 05, 2016

Relaciones personales

abril 05, 2016 24 Comments

La psicología transpersonal es una rama de la psicología que integra los aspectos espirituales y trascendentes de la experiencia humana con el marco de trabajo e investigación de la psicología moderna. El término transpersonal significa “más allá” o “a través” de lo personal, y se refiere a las experiencias, procesos y eventos que trascienden a lo que consideran una limitada sensación de identidad y que permite experimentar una realidad mayor y más significativa. Sus investigadores estudian lo que consideran los potenciales más elevados de la humanidad y del reconocimiento, comprensión y actualización de los estados de conciencia unitivos, espirituales y trascendentes.2 La psicología transpersonal surge como "cuarta fuerza" tras la Psicología Humanista, que estudia el Desarrollo Personal y el Potencial Humano. Constituye una comprensión diferente del psiquismo, la salud, la enfermedad y el desarrollo personal y espiritual.

Bien, pasemos pues a hablar de las relaciones:

Habitualmente solemos formar opiniones ajenas de una forma inconsciente, ya que nuestra mente egocéntrica tiende a etiquetar a los demás, creando una opinión subjetiva con una identidad determinada, que por supuesto es superficial y no responde a la realidad.
Estamos condicionados genética y socialmente, a pensar y comportarnos de una cierta forma, no es que seamos así, pero esa es nuestra actitud.

Cuando juzgas a alguien estás confundiendo tus patrones mentales condicionados, como ya he dicho antes, con lo que en realidad es esa persona, lo cual explica que actúas según patrón profundamente inconsciente y condicionado. Formas juicios de valor dándole una falsa identidad a los demás, lo cual se convierte en un encasillamiento no sólo para esa persona, sino también para ti.
No juzgar no significa ignorar lo que hace el otro, sino reconocer que su conducta es un modo de condicionamiento, es decir, ver a esa persona y aceptarla tal y como es, sin crear una identidad que la defina por lo que inconscientemente pienses de ella. Esto te va a liberar a ti y a la otra persona de ese condicionamiento, de la apariencia y de los prejuicios mentales. A partir de aquí, el ego ya no está dominando la relación.


Cuando el ego gobierna tu vida, la mayoría de tus acciones, pensamientos y emociones se originarán a partir del miedo y del deseo. Por consiguiente en las relaciones, o temerás algo de la otra persona o le pedirás algo.

Tal vez quieras beneficios materiales o placer, reconocimiento, atención o alabanzas o engordar tu ego mediante la comparación y 
la convicción de que eres, sabes o tienes más que los demás. Sin embargo tienes miedo de que te ocurra lo contrario, que los demás puedan disminuir de alguna manera, tu percepción del ego.

Si te centras en el presente -en vez de utilizarlo como un medio para un fin- lo intuyes más lejos del ego y más lejos del apremio inconsciente de utilizar a los demás como un medio para un fin, siendo este fin lo que te da seguridad en ti mismo, pero a costa de la gente. También al prestar toda tu atención a esa persona con la que te relacionas, estás dejando fuera de dicha relación el pasado y el futuro, salvo que se trate de fines prácticos. Desde el momento en que te encuentras absolutamente presente en tus acercamientos con otras personas, estás renunciando al concepto de la identidad que has pensado para esas personas -lo que son y lo que hicieron ayer- siendo capaz de relacionarte sin tener en cuenta las influencias egóticas del miedo y el deseo. Todo reside en mantenerte atento, observandolo de forma serena.

Qué fascinante ser capaz de trascender el miedo y el deseo en cualquier relación. El amor no tiene miedo ni desea nada.

Desde el instante que su pasado es tu pasado, que su nivel consciente es el tuyo, que su dolor es tu dolor, actuarías, sentirías y pensarías lo mismo que si fueses él o ella. Cuando lo comprendes entonces perdonas, tienes compasión y paz. Sin embargo, al ego no le gusta todo esto porque pierde credibilidad a medida que no puede manifestarse reacio y llevar la razón.



Cuando sabes aceptar como a un ilustre invitado a otra persona que aparezca en este espacio del ahora, cuando también le aceptas tal y como es, él o ella cambian.

Para entender la esencia de otro ser humano no hace falta conocer nada de él o ella, porque lo solemos confundir con un conocimiento más amplio...

Conocer acerca de, es útil de forma práctica. Sin embargo, cuando se convierte en el modo predominante de conocer a través de las relaciones, es muy limitante o incluso destructivo. Pensamientos e ideas forman una barrera artificial, es una manera de separar a los seres humanos, por eso las interacciones no parten del Ser sino de la propia mente. Si no hay barreras conceptuales, el amor se hallará siempre presente de forma natural en cualquier interacción humana. La gran parte de dichas interacciones se suelen limitar a intercambiar palabras o al ámbito del pensamiento. Es fundamental lograr una cierta paz, sobre todo en las relaciones íntimas.

Pasar ratos en silencio en medio de la naturaleza o meditar junto a la otra persona que amamos. Si vais sentados en el coche o vais andando, sentiros a gusto compartiendo ese silencio o ese instante de quietud, esta no se puede crear ni hace falta crearla. Sencillamente manteneros receptivos a esa paz que ya se hace presente, aunque generalmente no la solemos apreciar por nuestro propio "ruido" mental.
En el momento en que se pierde esa calma tan espaciosa, la relación se mantendrá bajo el dominio de la mente y los conflictos y problemas se acabarán fácilmente apoderando de la mente.

Cuando estás escuchando al otro, surge la quietud y esto se convierte en algo esencial de la relación, aunque no es lo más habitual, porque generalmente la mayoría de nuestra atención está consumida por nuestro pensamiento.
La auténtica escucha rebasa la percepción auditiva, emerge de una atención en alerta, un espacio de presencia donde las palabras son recibidas. En ese momento las palabras llegan a ser secundarias, quizás significativas o carentes de sentido. Más importante que todo lo que escuchas es el acto de escuchar o ese espacio donde estás presente de manera consciente, todo un campo de conciencia unifícadora donde estar con la otra persona sin barreras separativas creadas por el pensamiento conceptual. 

Esa otra persona ya no es "otra" puesto que ambos estáis unidos en una misma conciencia.
Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

marzo 28, 2016

Mi primera experiencia docente. 1ª Parte

marzo 28, 2016 27 Comments
una aldea gallega semejante donde impartí clases por primera vez
En esta ocasión me he decidido a compartiros parte de mi experiencia como educadora y docente, se trata de hablaros de mis inicios cuando era una joven llena de ilusiones por transformar un panorama demasiado conformista y tradicional en la mayoría de centros educativos. 
Desde que acabé mis primeros estudios de Magisterio, allá por los años 80 y antes de retomar mi carrera de Filología Hispánica, decidí comenzar mi experiencia docente nada más y nada menos que en una perdida zona del norte de España, yo me había criado en esa franja que va de Madrid para arriba y acabé por solicitar en una convocatoria de ofertas de trabajo de la Delegación Provincial del Ministerio de Ecucación y Ciencia de la ciudad donde residía, una plaza como profesora de escuela, no me importaba si tenía que trasladarme a varios cientos de kilómetros de mi domicilio familiar, como así me sucedió, de modo que fui a parar a una humilde y perdida en el mapa, pedanía gallega. Para quienes no conozcais ese término de pedanía, os aclaro que se trata de un núcleo de población pequeño y con pocos habitantes que depende de un municipio y que está bajo la jurisdicción de un alcalde o de un juez, por consiguiente lo primero que me tocó hacer fue irme directamente al domicilio particular del "pedáneo" (alcalde de esa pequeña aldea donde estaba mi futura escuela), tras una breve visita al ayuntamiento, para intentar localizarle y que me entregase la llave de mi nuevo lugar de trabajo.

Por aquellos primeros años de los 80, este país comenzaba a salir aparentemente del oscurantismo franquista de esa España sumida en el atraso y el miedo, cosa que también experimenté cuando llegué aproximadamente con mi vehículo hasta un punto de la carretera general donde dudé, si debía o no dejarlo aparcado al borde de la misma, o aproximarme con el coche hasta aquella pedanía, cosa que al final decidí hacer, teniendo que recorrer unos pocos kilómetros a través de un sendero pedregoso y empinado, más propio para el tránsito de rebaños de ovejas o ganado, que para circular con un vehículo, cosa que caí enseguida en la cuenta, nada más detenerlo e intentar hacer una pequeña maniobra para cambiarlo de dirección y dejarlo ya preparado para la vuelta, lo cual fue imposible, puesto que con el lodazal que había a la entrada, se me quedó atascado en el barro y la mierda de las vacas que merodeaban por allí. 

un vehículo parecido al mío
Las mujeres ya mayores vestidas de negro y con pañuelos atados a la cabeza, me recibieron asombradas al ver como la futura maestra no era lo que acostumbraban a ver por allí o la persona que esperaban, sino una jovencísima chica de ciudad que no hablaba su lengua materna, o sea el gallego, sino un castellano demasiado culto o formal. También mi forma de vestir y mi presencia acabaron por desanimarlas, puesto que no había apenas nada en común. Pregunté donde estaba mi escuela y si alguien se ocupaba de dar comidas a los forasteros, enseguida una mujer de mediana edad, de piel arrugada y físicamente poco agraciada, soltera para más señas, se me aproximó para ofrecerme su ayuda y negociar el precio que debía pagarla si me hacía la comida diariamente, en cuanto a poderme quedar a dormir fue imposible, dado que la mayor parte de las personas que vivían allí, eran las abuelas o abuelos de mis alumnos, cuyos padres se hallaban en aquellos tiempos buscándose la vida en ciudades europeas como Suiza, Francia o Alemania, y sus viviendas no reunían unas condiciones higiénicas o de comodidades a las que estaba acostumbrada.

Cuando llegué a la pequeña casita que iba a ser mi futuro lugar de trabajo, ya observé con preocupación, los ventanales con una estructura de madera con pequeños rectángulos dentro del marco donde iban alojados multitud de cristalitos sujetos con clavos y muchos de ellos rotos, lo cual me hacía presagiar el abandono del local y el frío que debía hacer durante el invierno, pero la desilusión fue mayor al entrar dentro, allí el espectáculo fue desolador... Un suelo basto de cemento, paredes deslucidas de cal, donde también se hallaba una que tenía unos pequeños recuadros en negro, a modo de pequeñas pizarras y unos borradores atados con cordeles y sujetos a la pared. El escaso mobiliario que descubrí con mucha perplejidad, fue un armario de madera con puertas desvencijadas y lleno de polvo en su interior, en cuyas baldas había un montón de pequeños libros de una época remota que se suponía habían ido pasando por las manos de otros alumnos, naturalmente su información y  conocimientos estaban completamente obsoletos, lo cual me hizo pensar en la conveniencia de comprar nuevo material de estudio, que lo más probable sería que corriera por mi cuenta, como así sucedió luego. Los pupitres todavía conservaban el diseño de los años 50, es decir, pupitres biplaza de madera de haya con asiento elevable y el frontal inclinado con un par de agujeros donde iban antiguamente los tinteros escolares y que se podían alzar también para guardar sus libros y utensilios. También había una especie de mesa de escritorio para el profesor con una llave para cerrar la fila de cajones situados a ambos lados. No disponía de agua, ni tampoco de luz eléctrica y lo que debía ser el aseo no era más que un cuartucho separado por una puerta, con una especie de retrete en el suelo donde había que agacharse, en caso de necesidad.
un aula bastante similar, aunque con ventanas más modernas que la mía
Aquel panorama me dejó algo aturdida, ya que no había imaginado un lugar tan anticuado y desolador para dar clase a unos niños que necesitaban de ayuda para conocer y descubrir otras posibilidades de vida y un futuro más halagüeño al que generaciones enteras se habían acostumbrado a soportar con naturalidad.
No dudé un segundo, en cuanto salí de allí y retorné a la "civilización" horas más tarde, en dirigirme a una librería de la capital para comprar libros a mis futuros alumnos adaptados a los distintos cursos según su edad, desde párvulos a adolescentes, también me aprovisioné de infinidad de utensilios escolares modernos y naturalmente de rollos de plástico y cinta adhesiva de celulosa (celo) para forrar aquellos libros que deseaba pudieran llegar hasta final de curso, sanos y salvos. Como colofón adquirí también varias cajas de juegos didácticos, con el propósito de motivar mucho mejor a mis alumnos, ya que venían a ser el premio cuando terminaban con éxito sus tareas habituales. Y como podréis suponer a estas alturas del relato, todo corrió a cargo de mi modesta economía o de mi bolsillo particular, puesto que ni el pedáneo ni la Delegación educativa corrieron nunca con semejante dispendio.

Luego llegaron las innumerables goteras, más roturas de los cristalitos de aquellas ventanas, el frío y la nieve sin ningún medio para paliarlo, a no ser que consintiera en ser la chica fácil y atractiva del pedáneo, para que mediase en alguna solución posible, así como también, las costumbres y tradiciones de aquellas abuelas, que hacían de madres de mis alumnos y solo entendían de varas y castigos violentos, trayéndome huevos, verduras, botellas de orujo, gallinas y otros regalos a la escuela...

Muchas gracias y espero conocer vuestra opinión al respecto, para seguir o no con este relato autobiográfico, ya que preferiría despertase vuestro interés.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

marzo 27, 2016

Tres alegres campesinos

marzo 27, 2016 17 Comments

En un poblado medieval de una antigua isla anglosajona residían tres alegres campesinos que cultivaban sin descanso sus tierras en aquella verde campiña apartada por un extenso recinto fortificado donde residía la nobleza.

Meggy, que era una de aquellas lozanas campesinas que trabajaban con denuedo aquellas tierras de labranza, solía cultivar peras y otras frutas, aunque lo que más la gustaba era que sus peras crecieran sanas y muy, pero que muy grandes. Había logrado con mucho esfuerzo liberarse de la servidumbre que había mantenido de joven, puesto que tuvo que depender del marquesado, que regentaba aquellas tierras. Luego al casarse y enviudar tan joven, obtuvo la gracia de su noble Marqués, para tener una modesta vivienda en la aldea próxima y seguir libre su camino.
Lindando con su pequeña parcela, estaban a ambos lados situados, los terrenos de dos granjeros, Tielo que cultivaba aceitunas y Wilky que cultivaba trigo. Al primero le encantaba el sabor de las aceitunas, de ahí que las cultivara con mucho esmero, en cambio a Wilky lo que le preocupaba es que los pájaros no arruinasen sus cosechas, que con tanto sudor había logrado que fueran excelentes.

Cada mañana, todavía de noche, los tres labriegos solían levantarse muy temprano y recorrer a lomos de sus asnos, las decenas de leguas que separaban la aldea de sus plantaciones. Cada uno limpiaba de hierbajos e insectos las cosechas, las regaba con el agua que transportaba en grandes tinajas  desde un manantial cercano y de vez en cuando se alzaban de pie para reponerse de aquella incómoda postura agachada en la que permanecían tantas horas con el sol cayéndoles en vertical a su espalda. Entonces solían contarse los chismes de sus vecinos o de otros labriegos:

-¿Sabes que Bogumir se casó la otra semana y su mujer le acabó echando de casa sin ropa y montado en un burro ciego? -dijo jocosamente Winky, echándose unas carcajadas-

-¿Y eso por qué? -le preguntaba curiosa Meggy-

-Porque le había sido infiel hasta en diez ocasiones después de su boda y eso que solo llevaban casados menos de un mes -le respondió tosiendo irónicamente tras algunas pausas, con la intención de remarcar burlonamente cada idea.

-¿Cómo dices semejante barbaridad, Wilky? Conozco a ese buen hombre y jamás engañaría a su mujer, que es una astuta zorra y ella lo único que ha hecho es poderse quedar libre, para acostarse con otros hombres -afirmó muy enfadado Tielo, que sin duda era amigo de aquel desdichado jovenzuelo que tuvo que huir de la aldea para que no lo molieran a palos otros vecinos, sin duda esos amantes  con los que ella se acostaba en secreto-

En estas divagaciones se podían pasar tiempo repasando los rumores y cotilleos que circulaban de boca en boca, por mesones, bodegas o antros, a cual más sucio o descuidado. 

Más, pasaron los años y las tierras empezaron a mermar sus cosechas, por lo que pronto notaron la escasez de bienes y comida, los pájaros arruinaban el cultivo de trigo, se comían las aceitunas y dejaban diezmados aquellos frondosos perales, que Maggi con tanto esmero cultivó. No podían rendirse a la desgracia y se les ocurrió situar varios espantapájaros en sus tierras, pero lo malo es que los construyeron con unas cañas a modo de mástiles en cruz con harapos viejos, algunas frutas y verduras  y algo de paja para relleno. El resultado fue que poco a poco, los pájaros devoraron las frutas y verduras, desmoronándose los espantapájaros.

Tras este revés, volvieron a construir nuevos espantapájaros, donde ya no colocaron frutas ni verduras, pero en cambio los llenaron de cencerros y cascabeles para que con el movimiento pudieran espantar a las aves. Lo peor ya no fueron los pájaros, sino los chirriantes sonidos que en el silencio y oscuridad de la noche, si los vientos arreciaban como era habitual, se hacían oír a muchas leguas alrededor y tan molestos eran, que perturbaban a otros labriegos que dormían a la intemperie, o a tantos ladrones que frecuentaban esos territorios. Por lo que cierto día cuando los tres campesinos llegaron como de costumbre a sus tierras, en horas tan tempranas y envueltos en la oscuridad, al poco de bajarse de sus pollinos notaron tal cantidad de patadas, bastonazos y embates, por parte de sus malhumorados agresores, que entre los sonidos de los cencerros y cascabeles, sumados a los gritos y gruñidos de quienes les zurraban de lo lindo, empezaron a correr despavoridos pensando que aquellos espantapájaros se habían convertido en demonios decididos a acabar con sus tierras.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

marzo 18, 2016

LA LEYENDA DEL UNICORNIO

marzo 18, 2016 48 Comments
UN MICRORRELATO PARA EL CONCURSO DEL 
CÍRCULO DE ESCRITORES "MICROFANTASY III"




El luto se había adueñado de todo el condado tras el fallecimiento del conde Elvinio el Valeroso, que tras duras peleas logró la paz. Casado con su prima Melinda, tuvo tres varones. La condesa entristeció hasta quedarse muda y ciega. Un día, sus tres vástagos partieron en busca de algún remedio que pudiera devolverle la salud a su querida madre.

Después un duro trayecto cabalgando a través de las escarpadas montañas y atravesando los valles del condado arribaron a una pequeña choza donde habitaba una hermosa doncella, que los escuchó desconcertada:

-Está bien, trataré de encontrar a mi fiel escudero para que me transporte hasta el castillo donde habita vuestra madre. Ya podeis regresar tranquilos y decirle a ella que llegaré al atardecer-

La doncella partió subida en su unicornio alado, el cual ignoraba que tenía la misión de salvar a la condesa de su terrible desgracia.

La condesa Melinda subida en la torre más alta del castillo, notó como un rayo caía sobre su cabeza nada más aparecer aquel precioso unicornio y al instante pudo ver como se transformaba en el conde Elvinio el Valeroso que venía raudo a su encuentro.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados