Un par de pájaros de mucho cuidado
Estrella Amaranto
marzo 04, 2020
33 Comments
¡Hola compañeros y seguidores!
Dado que la semana pasada os compartí una entrada bastante complicada para comentar, pues esta vez os voy a compensar con la alegre lectura de un relato cómico o una parodia policiaca, donde algunos de sus personajes son muy divertidos al utilizar una forma de hablar muy peculiar, es decir con un dialecto mixto de clara influencia gitana y andaluza.
Confío que pueda robaros más de una carcajada, ya que esa ha sido mi intención al escribirlo.
Que paséis un buen rato y ya me contaréis vuestras impresiones que valoro muchísimo.
Nos seguimos leyendo...
Hace escasas semanas atracaron a punta de pistola a don Ricardo Borriquero. Los hechos tuvieron lugar en la plaza de las Cañas rodeada de tabernas y bares regentados, en su mayoría, por una rancia familia de renombrados hosteleros.
Dicho emplazamiento se halla próximo a un local de juegos y apuestas llamado Joker, donde la víctima acababa de ganar una cuantiosa suma de dinero en efectivo, algo que no pasó desapercibido para el ladrón que le siguió a corta distancia después de abandonar el espacio y luego darse a la fuga tras conseguir el botín.
Una pareja de borrachos que aún se mantenían en pie, apodados el Cubata y el Chivas afirmaron a los agentes de la policía, haber sido testigos del robo, por lo que les invitaron a acompañarles hasta la comisaría más próxima, donde les esperaba el incólume inspector Argimiro Rufián, con un característico tono de voz atiplado y bolsas debajo de sus ojos negros.
—Siéntense y traten de recordar los detalles que acaban de presenciar en la plaza de las Cañas.
—zeñor comizario, usté perdone zi le azeguro que no he visto ni un billete ensima de su mesa p'a que empiese a largar —respondió el Chivas con sorprendente desparpajo y autoridad, pues conocía el trapicheo que se gastaba la pasma.
—¡Mu sierto! —apostilló el Cubata.
—¡Silencio! Aquí no existen sobornos. O hablan o les meto un paquete por el culo y se van derechos al calabozo ¡por mis muertos!
—¡Joer, qué dezaborío es usté! ¡Ande, comizario, deme argo p'a que coman mis niños que están mu flacos! —intervino de nuevo el Chivas extendiéndole la mano y guiñándole un ojo para convencerle.
—Es verdá lo que dise mi cuñao, pazamos muchas fatigas porque naide nos da curro y estamos más tiezos que la mojama. ¡Ande, ispectó, denos argo p'a los chiquillos, si a usté le zobran los dineros!
—Bueno, ya se verá más adelante, ahora confiesen lo que han visto y dejen de marear la perdiz. ¡Aquí el que corta el bacalao soy yo!
—Un billete no es n'a p'a usté y a mi me quita de fatigas —interrumpió el Cubata mirando al don Argimiro con ojos de cordero degollao.
—Si insisten ¡no me bajaré los pantalones! O hablan o les juro por mi santa madre que les chapo en la chabola, par de sinvergüenzas.
—¡Mú bien, usté manda! Le juro por mis niños, que zon lo más zagrao que tengo, que el choro que ze llevó el parné fue el Napias y en luego aligeró por el túnel de Los Alfanjes, ya conose usté... —confesó por fin el Cubata algo asustado.
—¿Está usted, también de acuerdo con su cuñado? —le preguntó el comisario al Chivas sin pestañear y con un gesto despótico elevando los brazos y las manos al mismo tiempo.
—Zí hombre, zí —le contestó en un susurro temblándole los labios.
—Enga don Argimiro, denos argo de parné que ya l'emos rajao to lo que quería zaber —interrumpió el Cubata
—¡Fuera de aquí par de julandones! ¡Sois una escoria social!
En un descuido, el Chivas le sisa al inspector su cartera, quedándose con unos billetes sin que se de cuenta y luego con pericia se la devuelve al bolsillo trasero del pantalón.
Seguidamente el inspector hace pasar a su despacho a don Ricardo Borriquero que acude secándose la frente con un pañuelo y algo confuso de ideas todavía en su actual estado de estrés postraumático.
—¡Tranquilícese hombre, que ya sabemos de quien se trata! —exclamó el comisario. Al tiempo que le propinaba un golpe en el hombro y con tanta vehemencia que le obligó a chocar contra una pila de carpetas, las cuales salieron despedidas por el aire, hasta que desgraciadamente una de ellas le impactó de frente y directa al rostro. Obligándole a trastabillarse contra el armario metálico y darse un buen porrazo en la cabeza, desplomándose, a continuación, al suelo.
El inspector Rufián, completamente atónito se quedó paralizado en su sillón, hasta que otros agentes acceden al despacho para auxiliarles.
Transcurrido un tiempo y recobrados los ánimos de los perjudicados, el comisario ordena a los agentes trasladar a don Ricardo hasta el hospital, mientras él actualiza los informes y da aviso a otros policías de paisano para que localicen cuanto antes al posible delincuente.
Cuando apenas revisa los ficheros policiales, estupefacto comprende el engaño, pues el Napias está cumpliendo pena por asesinato y no ha tenido ocasión de salir de la prisión.
Los dos manguis le han hecho un buen paripé y encima le han robado delante de sus narices. En su aturdimiento suelta un alarido ensordecedor: "¡Gggrrrr...! Sargento Lumbreras vaya inmediatamente a detener a ese par de pájaros, que han volado de la comisaría hace un momento".
Dado que la semana pasada os compartí una entrada bastante complicada para comentar, pues esta vez os voy a compensar con la alegre lectura de un relato cómico o una parodia policiaca, donde algunos de sus personajes son muy divertidos al utilizar una forma de hablar muy peculiar, es decir con un dialecto mixto de clara influencia gitana y andaluza.
Confío que pueda robaros más de una carcajada, ya que esa ha sido mi intención al escribirlo.
Que paséis un buen rato y ya me contaréis vuestras impresiones que valoro muchísimo.
Nos seguimos leyendo...
Hace escasas semanas atracaron a punta de pistola a don Ricardo Borriquero. Los hechos tuvieron lugar en la plaza de las Cañas rodeada de tabernas y bares regentados, en su mayoría, por una rancia familia de renombrados hosteleros.
Dicho emplazamiento se halla próximo a un local de juegos y apuestas llamado Joker, donde la víctima acababa de ganar una cuantiosa suma de dinero en efectivo, algo que no pasó desapercibido para el ladrón que le siguió a corta distancia después de abandonar el espacio y luego darse a la fuga tras conseguir el botín.
Una pareja de borrachos que aún se mantenían en pie, apodados el Cubata y el Chivas afirmaron a los agentes de la policía, haber sido testigos del robo, por lo que les invitaron a acompañarles hasta la comisaría más próxima, donde les esperaba el incólume inspector Argimiro Rufián, con un característico tono de voz atiplado y bolsas debajo de sus ojos negros.
—Siéntense y traten de recordar los detalles que acaban de presenciar en la plaza de las Cañas.
—zeñor comizario, usté perdone zi le azeguro que no he visto ni un billete ensima de su mesa p'a que empiese a largar —respondió el Chivas con sorprendente desparpajo y autoridad, pues conocía el trapicheo que se gastaba la pasma.
—¡Mu sierto! —apostilló el Cubata.
—¡Silencio! Aquí no existen sobornos. O hablan o les meto un paquete por el culo y se van derechos al calabozo ¡por mis muertos!
—¡Joer, qué dezaborío es usté! ¡Ande, comizario, deme argo p'a que coman mis niños que están mu flacos! —intervino de nuevo el Chivas extendiéndole la mano y guiñándole un ojo para convencerle.
—Es verdá lo que dise mi cuñao, pazamos muchas fatigas porque naide nos da curro y estamos más tiezos que la mojama. ¡Ande, ispectó, denos argo p'a los chiquillos, si a usté le zobran los dineros!
—Bueno, ya se verá más adelante, ahora confiesen lo que han visto y dejen de marear la perdiz. ¡Aquí el que corta el bacalao soy yo!
—Un billete no es n'a p'a usté y a mi me quita de fatigas —interrumpió el Cubata mirando al don Argimiro con ojos de cordero degollao.
—Si insisten ¡no me bajaré los pantalones! O hablan o les juro por mi santa madre que les chapo en la chabola, par de sinvergüenzas.
—¡Mú bien, usté manda! Le juro por mis niños, que zon lo más zagrao que tengo, que el choro que ze llevó el parné fue el Napias y en luego aligeró por el túnel de Los Alfanjes, ya conose usté... —confesó por fin el Cubata algo asustado.
—¿Está usted, también de acuerdo con su cuñado? —le preguntó el comisario al Chivas sin pestañear y con un gesto despótico elevando los brazos y las manos al mismo tiempo.
—Zí hombre, zí —le contestó en un susurro temblándole los labios.
—Enga don Argimiro, denos argo de parné que ya l'emos rajao to lo que quería zaber —interrumpió el Cubata
—¡Fuera de aquí par de julandones! ¡Sois una escoria social!
En un descuido, el Chivas le sisa al inspector su cartera, quedándose con unos billetes sin que se de cuenta y luego con pericia se la devuelve al bolsillo trasero del pantalón.
Seguidamente el inspector hace pasar a su despacho a don Ricardo Borriquero que acude secándose la frente con un pañuelo y algo confuso de ideas todavía en su actual estado de estrés postraumático.
—¡Tranquilícese hombre, que ya sabemos de quien se trata! —exclamó el comisario. Al tiempo que le propinaba un golpe en el hombro y con tanta vehemencia que le obligó a chocar contra una pila de carpetas, las cuales salieron despedidas por el aire, hasta que desgraciadamente una de ellas le impactó de frente y directa al rostro. Obligándole a trastabillarse contra el armario metálico y darse un buen porrazo en la cabeza, desplomándose, a continuación, al suelo.
El inspector Rufián, completamente atónito se quedó paralizado en su sillón, hasta que otros agentes acceden al despacho para auxiliarles.
Transcurrido un tiempo y recobrados los ánimos de los perjudicados, el comisario ordena a los agentes trasladar a don Ricardo hasta el hospital, mientras él actualiza los informes y da aviso a otros policías de paisano para que localicen cuanto antes al posible delincuente.
Cuando apenas revisa los ficheros policiales, estupefacto comprende el engaño, pues el Napias está cumpliendo pena por asesinato y no ha tenido ocasión de salir de la prisión.
Los dos manguis le han hecho un buen paripé y encima le han robado delante de sus narices. En su aturdimiento suelta un alarido ensordecedor: "¡Gggrrrr...! Sargento Lumbreras vaya inmediatamente a detener a ese par de pájaros, que han volado de la comisaría hace un momento".
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