Historia de amor en «Fa sostenido»
Estrella Amaranto
febrero 12, 2020
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¡Hola a todos!
En breve se celebra "el día de los enamorados o de San Valentín", ello no significa, que sea partidaria de elegir fechas determinadas para algo tan natural, como lo es el flechazo o el enamoramiento y que afortunadamente sucede de vez en cuando a lo largo de nuestra vida. No obstante, siguiendo la lógica que suele predominar entre los blogueros, a la hora de ponernos de acuerdo para esa coincidencia de eventos tradicionales con los mensajes de nuestras respectivas entradas, pues he optado por compartiros este escrito, que tenía guardado hace tiempo, pero que lo fui posponiendo, hasta que coincidiera con una fecha de estas características a la hora de publicarlo. Lo he dividido en cuatro escenas y separadas por tres asteriscos, como dictan las normas de redacción y estilo. Dicho relato es completamente surrealista e hilarante, por lo que espero robaros mas de una sonrisa.
Sin más preámbulos os dejo con su lectura, espero paséis un buen rato y gracias, como siempre por acompañarme.
Nerila metió la mano en el cajón con la torpeza de un hipopótamo, creyendo que encontraría el elixir del amor que guardó el día anterior, cuando, después de su última aventura lo dejó en el joyero de ébano, bajo llave, dentro del armario. De repente, la habitación comenzó a desplazarse, alargando las paredes. Parecía moverse al ritmo de la música, unas veces el techo se combaba como si estuviera encerrado en una esfera luminosa y otras, en cambio, tenía la sensación de abandonarse, cayendo a un profundo precipicio... Victima del delirio se vio a la orilla de un enorme acantilado, desde donde escuchó a una anciana que estaba repasando las redes de los pescadores con agujas de reloj y canutillos de hilo de fideo grueso, a la que le preguntó si había visto pasar a un ladrón de corazones y la mujer moviendo la cabeza adelante y atrás le confirmó sus sospechas.
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La primera vez que Carambola se juntó con sus compinches decidió ser el cabecilla de la banda municipal de delatores, lo que obviamente le originó una enfermedad que pasaría a ser congénita para el resto de su descendencia, por lo que en aquella pequeña localidad se ganaron a pulso el apodo de «los soplones». No es que tuvieran la boca grande o los dientes afilados, más bien era la lengua la culpable, por llevarla demasiado suelta y sin doblarla al bies.
Le encantaba jugar al billar lanzando las bolas al rostro de sus oponentes, que le criticaban su minucioso trabajo policíaco, no en balde se había criado en el sótano de una comisaría, mientras sus padres se ocupaban de desplumar a los incautos vecinos, que dejaban sus casas desiertas, en el instante de irse a trabajar cada mañana. Luego, cuando se hizo un hombrecito, sus padres le dejaron en la calle, lo mismo que a un desecho orgánico, de esta suerte se ganó a pulso el calificativo del «carambola», matando contínuamente «dos pájaros» de un tiro, es decir primero les delataba y más tarde se llevaba la recompensa por su captura, aunque siendo fieles a la verdad, no siempre eran culpables sino que en ocasiones por fastidiarles, los acababa delatando y como su palabra era ley, pues no podían librarse de su condena.
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Forzulio siempre iba presumiendo por ahí, diciendo a la gente que sin su amor ella no podría ser feliz, que no conocería a otro igual porque nadie la trataba como él, ni la amaba en silencio y en voz alta, exclamando asomado a su balcón, que tenía entero el corazón dispuesto a convertir su vida en un sueño, comiendo perdices infelices y brindando en las noches de placer, cautivos del amanecer. El no podía evitar quererla tan solo para él, aunque jamás lo quisiera y menos aún sus padres que no cedieron al chantaje, de manera que él se empeñó que les haría un gran favor si los envenenaba a los dos y después cuando cumpliera veintidós, poder llevarla del brazo al altar consumando por fin la relación. Más nunca contó con que el destino tampoco quería ayudarle en el camino y de esta forma un día inesperado, un nuevo galán de pecho almidonado y con uniforme de soldado se lo llevó esposado hasta la mazmorra del condado. Desde entonces se murmura por doquier que de nada le valió presumir, ya que ella seguía viviendo tan dichosa, sin sentir ni siquiera compasión de un truhán que decía ser señor.
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Torpido hizo acto de presencia deslizándose por el lago de aquel lugar igual que un pequeño ruiseñor, unos decían que era un trovador y otros pensaban que se trataba del cuervo del mago Bravicundo. Los primeros lo escuchaban a lo lejos o sentados en su orilla y los demás huían despavoridos percibiendo los graznidos con los pelos como escarpias. Sin embargo, el canto del ruiseñor alado inundaba las alcobas de los enamorados y ya no quedaba ninguna duda, que era el instante adecuado a fin de encontrar el manojo de llaves y librar de los cerrojos las puertas de la ignorancia. Por fin, la suerte estaba echada y el momento era el propicio para nombrarle consejero delegado del amor, algo que le cubrió de gozo con embozo y antifaz. Los clarines y timbales atronaron y la lluvia sentimental se desató por todas partes. Las medias naranjas rodaron en busca de sus otras mitades, pero dieron tal brinco que ni contando «a la de cinco», convinieron en asistir al festejo, total que cuando subió al estrado con el propósito de ser aclamado, no había ni siquiera un alma que lo aplaudiese, por lo que huyó deprisa sin ponerse la camisa dispuesto a cantarle un bolero a la luna del alero.