Solo me importas tú
Estrella Amaranto
octubre 21, 2017
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El estallido de los cerezos en flor indicaba el preámbulo de la primavera, así como aquel espectacular colorido perfumado de esencias, trenzaba una inmensa alfombra floral, que alegraba los corazones de aquel país insular del este asiático, popularmente conocido como "La tierra del sol naciente".
Me había desplazado desde Okayama hasta Kioto, en una incansable búsqueda, que gracias a aquel año sabático, me permitía viajar por todo el territorio.
Después de comer, había quedado en una exclusiva y popular casa de té, en el corazón de Gion, punto neurálgico de uno de los barrios de geishas más populares de la ciudad, situado en la calle Hanamikoji (Hanamikoji-dori en japonés). Era un sitio que solo trabajaba con reservas y donde se restringía la entrada para aquellos clientes que tuvieran una larga tradición familiar, como ocurría con la antigua conocida con la que me iba a entrevistar y que me hizo señas nada más pasar al jardín, que daba acceso al interior. Sin muchos rodeos, le propuse que me explicara detenidamente la historia de su allegado, cuyo apellido Nakayama era demasiado importante en mis averiguaciones.
Barrio de Gion (Kioto) |
Sorprendida por mi insistencia, trató por todos los medios de enterarse de cual era el motivo real que subyacía bajo aquel enredo, algo que evité, pues podía poner en peligro mis investigaciones. De manera que opté por contarle una falsa historia, que pudiera calmar su curiosidad, pero que al mismo tiempo me ofreciera la posibilidad de recabar los datos que necesitaba. Naturalmente no llegó a enterarse de mis artimañas y logré mi propósito.
A la mañana siguiente me dirigí en mi automóvil a Magome, un pueblecito cerca de Nagoya, donde me esperaba un investigador privado, con el que me había puesto en contacto telefónico, nada más regresar a mi apartamento el día anterior, para comunicarle mis pesquisas. Debía encontrarla, era lo único importante para mi, aunque estaba seguro de que la búsqueda no me resultaría fácil.
Fui directamente hasta el mirador, recorriendo a pie sus calles empedradas y empinadas escaleras, en medio de un precioso paisaje montañoso, rodeado de una vegetación exuberante, ese era el sitio acordado por Naoko, quien me puso al corriente de las últimas noticias.
—Acabo de visitar a esa familia Nakayama, guarde la dirección. Se trata de una humilde vivienda de madera donde debe preguntar por Shinju, ella conoce la historia y por una buena recompensa está dispuesta a ayudarle.
—¿Cómo es ella físicamente?... ¿Tiene una foto o algo que la identifique?... No quisiera sufrir otro nuevo desengaño, ya sabe.
—Tenga, coja este collar con el guardapelo. ¡Ábralo y verá la foto que me pide! También contiene un rizo perfumado de su cabello.
—Si todo va bien nos despedimos aquí, de lo contrario llámeme a mi despacho.
Magome (pueblo congelado en el tiempo) |
Volví a descender aquellos peldaños y me encaminé hasta aquella dirección, preguntando a la gente con la que me iba encontrando por el camino. Hasta que descubrí la casa. Sus ocupantes ya estaban al tanto de mi visita y al tocar la puerta, Shinju me invitó a pasar.
—Siéntese cerca de la estufa o se va a quedar helado de frío —me dijo acercándome una silla algo desvencijada por el uso, en un tono muy afable.
—Estoy dispuesto a pagarle lo que haga falta, pero por favor no me mienta o de lo contrario le demandaré civil y penalmente. ¿De acuerdo?
—No se preocupe, no le voy a engañar, ella está retenida contra su voluntad en una "Casa de Masajes" de Nagoya.
—¿Cómo ha podido llegar hasta allí si residía con ustedes según mis informes?... ¡Les voy a enviar a la cárcel por cómplices de un secuestro!
—No, nosotros no tenemos nada que ver. Ella se fue libremente a Nagoya con su novio, querían prosperar y tener una vida más confortable. Un vecino nos contó que la había visto en ese local y que no tenía muy buen aspecto, quizás estaba embarazada, nos aclaró después de aconsejarle que nos debía decir la verdad. Luego fuimos a la policía para tratar de encontrarla, pero todo resultó en vano.
—En vista de que no está aquí con ustedes, solo les compensaré económicamente si me facilitan la dirección de esa "casa de masajes".
El hombre que hasta ese momento había permanecido callado, se levantó de la silla y anotó la dirección en la cara opuesta de un paquete vacío de cigarrillos, que estiró por la mitad, después me lo entregó esperando la gratificación pactada, que le di al instante.
Dejando atrás aquel antiguo pueblo recorrí los 90 kilómetros de vuelta en automóvil y perdido en aquella inmensa urbe de Nagoya, fui a parar al puerto, donde debía encontrar por fin su paradero.
Nagoya (cuarta ciudad más grande de Japón) |
El local estaba muy iluminado y lleno de letreros, donde aparecían en una larga lista todos los distintos servicios, que podían adquirir los clientes que lo visitaran. La música era atronadora y las chicas se movían como robots, siguiendo aquella música pegadiza, una de ellas me preguntó qué tipo de servicio quería, le respondí que ninguno, que solamente quería hablar con la persona de la foto, que aparecía en un álbum que me había mostrado y que también estaba en mi teléfono, como pudo comprobarlo.
—Espere un momento por favor. ¡Voy a avisarla!
No tardé demasiado en verla asomar por un pasillo lateral, corriendo hacia mi encuentro y abalanzándose para darme un fuerte abrazo. Reconozco que aún no podía creer que aquello me estaba pasando, pero así era. Después de permanecer profundamente unidos y con las lágrimas cubriéndonos los ojos, en una especie de eternidad donde la felicidad colmaba nuestros corazones, la miré emocionado a los ojos y ella me dijo:
—Papá... ¿Cómo me has encontrado?... ¡Perdóname!... Ya hablaremos más despacio de todo lo que me ha pasado en este tiempo.
—Tranquila, hija mía, solo me importas tú ¡Por fin volvemos a estar juntos! Ahora entrégale a tu jefe este dinero, como rescate. ¡Regresamos a casa!
—Espera un momento, papá, quiero darte una sorpresa.
Ella desapareció de nuevo por aquel estrecho pasillo lateral y al cabo de un buen rato, apareció con un niño en brazos y un bolso en el hombro.
—¡Míralo! ¡Es igualito a ti! ... ¡Papá, es tu nieto! ...
Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados
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