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marzo 09, 2021

La reina del océano

marzo 09, 2021 44 Comments


¡Hola! queridos compañeros y seguidores, os deseo un buen comienzo de semana y resto del mes.
Regreso para compartiros un nuevo microrrelato que participa dentro del reto: ¿Nos hacemos una ucronía? del TINTERO DE ORO, que si os apetece conocer las bases no tenéis más que clicar en las mayúsculas para ir directamente al blog de nuestro querido compañero David Rubio.
Lo más importante es escribir un microrrelato de 250 palabras máximo que conste de un argumento coherente e inspirado en un suceso histórico pero que debe ser modificado, lo que se conoce como ucronía. Es conveniente anotar también el «punto jómbar», es decir, lo qué hubiera pasado si un hecho histórico hubiera sucedido de forma distinta

Muchas gracias por vuestra atenta lectura y amables comentarios.
 


       La tarde del domingo, el brusco descenso de la temperatura obligó a suspender las actividades al aire libre. Sobre las «07:30 pm» los ricos y famosos celebraban una cena de gala organizada por el matrimonio de millonarios Widdener, en honor del capitán Edward John Smith.
       John Jacob Astor IV, la persona más rica del Planeta en ese momento, estaba sentado cerca del capitán Smith, advirtiendo en él un pertinaz nerviosismo y una inusitada avidez que le obligaba a engullir una ingente cantidad de alcohol, algo inaudito, comparándolo con su habitual comportamiento. Llegando a desconfiar de él, ya que cada vez que le dirigía la mirada, Edward trataba de esquivarla.

      —Aquí en mi camarote no nos puede oír nadie, de modo que explíqueme por qué si no acostumbra a beber, esta noche está ebrio.
      —No puedo contárselo.
      —Si no me lo dice, no voy a permitirle abandonar mi camarote. Conoce mis influencias para hacerle desaparecer cuando quiera.
      —Noooo, se lo ruego... Obedezco órdenes para provocar un accidente esta misma noche. Debo aumentar la velocidad y llevar la embarcación hasta una zona rodeada de icebergs. Con mis treinta años de experiencia nadie sospechará de mí, así me lo han asegurado.
      —¿Quiénes?
      —¡Una organización secreta que me tiene amenazado de muerte!

     —Avisaré al jefe de oficiales, Henry Wilde, para retroceder hasta el puerto de Queenstown, en Irlanda. Tómese este somnífero y retírese antes de que le vean merodear por el barco. Yo me ocuparé de todo, no se preocupe que no le denunciaré.

 

 
      Punto Jonbar (en honor a su creador, John Barr)

     La noche del 14 de abril de 1912, horas antes del hundimiento del Titanic, una reducida élite celebraba una fiesta privada en honor del capitán Edward John Smith, para quien este viaje resultaría su última travesía antes de retirarse.
          ¿Qué hacía el capitán socializando con los pasajeros de primera clase en una cena organizada por dos de éstos, en lugar de estar en el puente de mando?, cuando durante la mañana había recibido varios avisos de cruceros encontrados en el camino que alertaban de la alta posibilidad de localizar la presencia de hielo en la trayectoria, como lo hizo el informe del Caronia a primera hora de la mañana, confirmando la presencia de algunos icebergs.
     Es sospechoso que no quisiera cambiar el rumbo dirección sur, ni redujera la velocidad del crucero, haciendo la colisión inevitable y los daños más graves.

 


Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

 

 

 

enero 12, 2021

Un mundo feliz

enero 12, 2021 42 Comments

 

¡Hola! queridos compañeros y seguidores, os deseo un buen comienzo de semana y resto del mes.
De nuevo os comparto este microrrelato que participa dentro de otro nuevo reto del TINTERO DE ORO, que si os apetece conocer las bases no tenéis más que clicar en las mayúsculas para ir directamente al blog de nuestro querido compañero David Rubio.
Lo más importante es escribir un microrrelato de 250 palabras máximo y que esté narrado en primera persona por un personaje ciego de nacimiento.

Muchas gracias por vuestra atenta lectura y amables comentarios.
 
 
 
      Todo empezó a sorprenderme cuando comencé a notar cómo mis hermanos cuchicheaban a mi alrededor, creyendo que no me enteraba de nada, pero intuí que algo raro estaba sucediendo.

        Por otro lado a mamá le daba por hablar de cosas increíbles, como ver la televisión o mirarse en el espejo. La verdad es que continuaba sin entender a qué se estaba refiriendo, porque mi mundo era perfecto y no necesitaba semejantes chismes, ya que no había nada que escapase de mi propia burbuja compuesta de una mezcla de sonidos, sabores; palabras, olores y sensaciones táctiles. Tampoco conocía el motivo que le hacía tartamudear, haciendo pausas largas y dejando que su rostro se cubriera de lágrimas que luego me encargaba de secar con mis manitas.

        Un día, ellos me contaron que tenían superpoderes y que cuando jugaban a detectives lo hacían para descubrir el paradero en donde se escondía mi «vista» y de este modo capturarla y devolvérmela. No pude descifrar su mensaje, pero me conformé con dejarlo pasar hasta que me hiciera mayor.

        En otra ocasión, mamá quiso leerme un cuento, recostando la cabeza en mi pecho para abrazarme con fuerza. Comenzó con estas palabras que aún recuerdo: «Había una vez una niña ciega que dibujaba sonrisas en los rostros de los niños tristes. Por consiguiente, comprobó que podía mitigar las penas de sus amigos y se sintió feliz».

        —Es una niña como yo, mamá.
        —Sí, como tú.
        —Entonces aprenderé a dibujar sonrisas en tu cara.


Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados 
 

abril 25, 2020

El cumpleaños de la abuela

abril 25, 2020 36 Comments

Queridos amigos y compañeros:
En esta ocasión os presento una breve historia donde las emociones impregnan mis letras a través de este personaje tan entrañable con el que cualquiera de nosotros podemos empatizar y dejarnos envolver por su encanto tan especial. Estoy convencida de que la huella imborrable que nos han dejado en el alma cualquiera de nuestros abuelos o abuelas (en este caso) también la veréis fácilmente reflejada en mi historia.
Muchas gracias a todos y poco a poco nos vamos leyendo.
¡Ánimo a todos y confiemos que este encierro no acabe coartando nuestras libertades y empeorando la economía de tantas familias empobrecidas!

     Escucho un golpe de viento que cierra la ventana y al mismo tiempo contemplo a mi abuela octogenaria, asomando la cabeza detrás de la cortina, tan desconcertada como yo haciéndome un gesto con la mano, que solo puede significar sorpresa y emoción contenida.
      Me acerco a ella y le doy un abrazo. Entonces, noto algunas lágrimas rodando por sus mejillas. Su cuerpo tan menudo y frágil se arquea con dificultad al mío inundándome de ternura y confianza.
    —¡Felicidades, abuela, hoy es su cumpleaños!
    —¡Gracias, hijo mío, ya no me acordaba!

     Ella, que había sido una mujer independiente y resuelta, le comenzaba a traicionar la memoria, lo que la hacía enfrentarse a su propio miedo a perder la razón. No le importaba olvidar los nombres de los objetos que la rodeaban, pero le fastidiaba la idea de que le desapareciesen los recuerdos que le unían al presente y especialmente a su familia.
     Antes de soplar las velas de la tarta, nos repartió unos sobres para que guardásemos en ellos una foto con la imagen más impactante o la que reflejara un episodio especial de nuestra vida a lo largo del año y después se encargaba de guardarlos en un cajón de la cómoda. Seguidamente, nos pedía que le leyésemos las cartas que le envió su marido desde el frente, cuando todavía eran novios.

    Pasó tiempo y en cada cumpleaños seguíamos cumpliendo la misma rutina. Nosotros le regalábamos el presente inmortalizado en instantáneas y ella nos compensaba con aquella correspondencia del pasado; donde el enamoramiento, la esperanza, lo imprevisible y el miedo hacían que valorásemos como algo sublime, su amor incondicional que había hecho posible nuestra existencia.

     Ahora que ella se ha ido, cada verano, nos volvemos a reunir el mismo día de su cumpleaños, para añadir más sobres con fotos en su cómoda de los recuerdos. Si cerramos los ojos podemos verla sonriendo feliz, abriendo con impaciencia cada sobre.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

mayo 20, 2019

Adicta a las redes sociales

mayo 20, 2019 18 Comments
Nuevamente con vosotros, compañeros y seguidores.
Diréis que cómo es posible que tras un corto espacio de tiempo actualice de nuevo este blog, bueno, es sencillo de comprender, lo que en un principio pensé iba a mantenerme demasiado ocupada, como para no poder dedicarle suficiente tiempo a este espacio, no ha resultado ser así. De modo que retomo mi tarea.
Olvidé comentaros anteriormente, que la causa principal de verme obligada a cerrar este blog durante el año pasado fue esencialmente por motivos de salud, ya que permanecí inmovilizada algunos meses a raíz de una operación quirúrgica y algún que otro problema más añadido.
Pido disculpas a quienes se hayan podido sentir molestos al desconocer los motivos de mi ausencia y que ahora al regresar no lo haga con el mismo ánimo de siempre. 
No os distraigo más con mis asuntos personales y os espero con ilusión.
Muchas gracias a todos por ofrecerme vuestra compañía y motivación para continuar adelante con el blog. 
Os dejo con mi nuevo texto, que espero os entretenga y os sugiera algún comentario.
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¡Hola colegas! He tomado una firme decisión, voy a dejar esta red social que me mantiene tantas horas pegada a esta impasible silla del ordenador y sin poder despegar la mirada del cristal de la pantalla.
Ayer fui a la consulta de mi psicóloga y estuve explicándole que me era imposible cerrar mi perfil y olvidarme por completo de esta pesadilla. Ella, como en otras ocasiones, me advirtió del riesgo en el que estaba poniendo mi salud y que me vendría bien alejarme un tiempo, no fuera a recaer de nuevo, si no desconectaba completamente de vosotros. Pero ¡claro! vosotros sois mi refugio, mi compañía, mi alimento vital y no entiendo que una profesional especializada en temas de salud mental, me diga estas cosas... ¡Qué horror! Pero si es lo mejor que me ha pasado en mi vida. No recuerdo tener tantos amigos como ahora.   Además sé que me queréis, porque siempre me apoyáis en mis momentos chungos y ella, esa imbécil, no lo entiende joder... ¡Qué asco! ¡No logrará apartarme de vosotros! ¡Os quiero!... ¡Os quiero tanto!... ¡No me falléis!... Bueno ahora tengo que dejaros para tomarme la medicación, pero dentro de unos minutos estoy aquí otra vez. ¡No os vayáis!

¡Ah! Pero si hace un momento lo tenía muy claro y ahora no lo entiendo. Necesito abandonar de una puñetera vez esas malditas redes sociales o me terminarán matando. Me siento vacía, no tengo a nadie real que me quiera, no conozco personalmente a mis 999 seguidores, ni voy a ir nunca a todos esos países tan lejanos de mi casa. Tampoco me gusta compartir tantas estúpidas fotografías, que me tienen todo el día de acá para allá poniendo caritas y sonrisas de medio lado, para que piensen lo feliz que soy y lo ricos que me quedaron los espaguetis de plástico o el arroz con setas recalentado en el micro... ¡Ah! y no quiero acordarme de cuando me visto de fiesta, me maquillo, me coloco los piercings hasta en el ombligo, los tattoo de quitar y poner y venga a darme chutes para animarme... ¡Joder! ya va siendo hora de cortar por lo sano o los viejos me volverán a ingresar en la clínica.

¡Eh, chicos! Estáis ahí todavía... Bueno, ya sabéis estoy rayada completamente, tenía que compartiros mi confesión antes de coger el cuchillo y desangrarme en la bañera. Espero que esta vez tenga suerte. ¡Os quiero! ¡No me falléis a mi entierro!.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

abril 18, 2019

La Hija del Viento

abril 18, 2019 21 Comments
Hola amigos y seguidores, tras un largo periplo de ausencia, retomo este blog compartiendoos esta poética entrada a modo de microrrelato.

Teniendo en cuenta que el tiempo nos limita a la mayoría a la hora de devolver tanto visitas como comentarios y releyendo vuestras opiniones al respecto, finalmente he decidido que si devolveré todas las visitas, además de incluir en vuestros blogs algunas impresiones sobre lo que me comentais, en el caso de que no sean "huellas de compromiso". Por tanto no teneis obligación alguna de comentarme y menos de actuar por simple cortesía. 
Ya sabeis que yo tengo por costumbre leer antes de comentar y si lo hago extenso es porque suelo implicarme totalmente con lo que escribís.

Voy a seros muy sincera, a riesgo de que pueda resultaros una lunática, porque me gustaría dejaros muy claro que por experiencia propia y ajena, sucede que una gran parte de contertulios -no sólo me refiero a mi blog- sin ser muy conscientes de ello -quiero imaginarme- cuando alguien "abre el fuego", el resto tiende a reiterar dicha opinión en mil modos diferentes, lo cual acaba desvirtuando la comprensión del texto y por consiguiente motiva a responder de forma automática, algo que detesto, por tanto, a partir de ahora, no incluiré respuestas a vuestros comentarios en este blog, para que el lector se centre en la lectura del texto.

Muchas gracias a todos y hasta pronto.


- microrrelato inspirado en la ilustración de Ina Hristova  que veis arriba -
                                       
Se agita la campana de su falda al roce de las frágiles margaritas y los tímidos tréboles, cuando se escucha el penetrante silbido del viento que recorre las trincheras de los lánguidos sauces y en ese preciso instante el bostezo de la alondra que cruza la llanura la obliga a girarse.
Ella sabiéndose cautiva de sus sueños, fue trazando líneas rojas en cada esquina del poblado procurando no ser vista por algunos vecinos que la lanzaban exabruptos criticando sus modales libertinos y aquella juguetona costumbre de levantarse la falda al pasar por la puerta de sus amantes.

Más, caprichoso el destino, quiso burlar su suerte y la condujo hasta un estrecho callejón donde una jauría de lobos fue despojándola de su mullida prenda, hasta acabar blandiendo aquel botín por todo el pueblo. Entonces llegó la alondra asediándolos a picotazos hasta arrebatarles su trofeo para devolvérselo a su dueña: "La Hija del Viento".

 
Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados