Pura coincidencia (segunda parte)
Estrella Amaranto
diciembre 10, 2017
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De acuerdo al interés mostrado a través de vuestros comentarios de la semana pasada para continuar el relato, que en un principio solamente lo escribí como una única parte, pues bien, ahora os presento su continuación y doy por finalizado dicho texto. Quizás cuando acaben las próximas vacaciones navideñas, os comparta otro relato distinto por capítulos, no muchos, ya que personalmente no me apetece terminar habituándome a este género, dado que prefiero abordar las distintas categorías de obras literarias, a través de este medio.
Deambulando entre el dormitorio y el salón a altas horas de la madrugada, Vera trataba de poner en orden sus pensamientos, debido a aquel estado mental de turbación que la mantenía sin poder conciliar el sueño. Había sido un día demasiado raro, pero también muy apasionante. Nunca se había planteado la posible coincidencia con Niko, a quien había desterrado de su memoria, sin embargo el azar o la "causalidad" se lo había puesto delante de sus ojos esa misma mañana, lo que la mantenía en vilo haciéndose mil preguntas, porque según sus convicciones: "Todo pasa por algo en la vida, de modo que es mejor no empeorar las cosas rebelándonos ante ellas, hay que permitir que fluya esa energía y aprender que todas las piezas al final acaban encajando".
Asimismo volvió a leer los mensajes de Hugo, desde el despacho de su padre, comentándole las incidencias del día y lo que la había echado de menos durante la mañana, aunque comprendía que los preparativos de la boda eran del todo imprescindibles y no se mostraba celoso por ello. Sin embargo, ella empezaba a notar la molesta presencia de un nudo en la garganta, al darse cuenta de que ahora más que nunca, su decisión de formalizar la relación con Hugo no era lo que más deseaba, sino todo lo contrario y esto la quitaba el sueño.
Su percepción sobre su futuro esposo, empezaba a experimentar un profundo cambio. Le molestaba su carácter condescendiente y bonachón, pues le resultaba demasiado aburrido y ahora que había estado tan cerca de Niko, se preguntaba: "¿Por qué has tenido que aparecer de nuevo en mi vida?"
La madrugada se fue prolongando hasta el límite de quedarse rendida en el sofá, donde la encontró Hugo, completamente perturbado pues pensaba que durante la noche le habría ocurrido algo importante para que se dejara caer allí dormida y no haber madrugado como de costumbre para acudir al despacho de su padre, donde ejercía de pasante.
El joven la despertó excesivamente preocupado, interesándose por su salud y por entender los motivos que la habían impedido levantarse a su hora, aunque su atento interés cayó en saco roto, puesto que Vera desvió sus preguntas con habilidad y a fuerza de mencionar otros temas, logró que Hugo acabase por tirar la toalla. Bueno, para ser más exactos, ella se encargó de desvestirle y llevárselo a la ducha de un salto, como aquel que dice.
—Tienes demasiados pájaros en la cabeza, Hugo, no sé de dónde sacas que estoy rara o que no te estoy contando la verdad. Anda nene, apriétame fuerte contra tus muslos mientras el agua eriza mis pezones y me cubres de paraísos ardientes jugando con tu miembro... ¡Olvidémonos de todo lo demás! —sin embargo lo que ella callaba era que "se lo estaba montando con Niko" en su prolífica imaginación, lo cual acentuaba aún más el grado de excitación que la embargaba en esos momentos.
Después de tomarse el resto del día libre, ya que para eso era la hija del jefe del despacho y él, su futuro yerno, disfrutaron de una alegre jornada, circulando a toda velocidad por la autopista en el Porsche descapotable plateado de Vera y visitando a otros amigos de la gran ciudad, que daban una fiesta en el ático de un rascacielos, donde el alcohol, las drogas y la música inundaba por completo toda aquella amplísima estancia al aire libre. Regresaron muy tarde y Vera ya parecía que se había quitado de la cabeza a Niko.
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La vida del matrimonio durante ese par de días transcurridos después del "incidente" y que les había creado una fisura demasiado notable en su relación, había vuelto a retomar el pulso cotidiano de la imperturbable rutina. Aunque Niko seguía preocupado por la gran fascinación que le producía el recuerdo de aquel encuentro con Vera, porque por más que lo intentaba ¡era incapaz de quitársela de la cabeza!
Marga, que era muy intuitiva y sagaz, sabía que desde aquella fatídica mañana, su marido no era el mismo, lo veía abstraído incluso cuando se acostaban e intentaban echar un polvo, porque de hacer el amor nada de nada. Ella lo soportaba todo con tal de no perderlo, además tenían un hijo en común y aquello la paralizaba por completo a la hora de ponerle sobre la mesa lo que bullía en sus adentros. Además también se había decidido a contratar los servicios de un detective, para amenazarle de muerte si los pillaban juntos otra vez.
Marga era una mujer con un genio endiablado, incapaz de aceptar la más mínima infidelidad, pero también era una mujer independiente que pasaba muchas horas en su puesto de supervisora comercial de una importante corporación multinacional, de modo que estaba ausente de casa todas las mañanas hasta primeras horas de la tarde o en ocasiones especiales pasaba temporadas viajando, lo que le permitía a Niko crear un posible plan junto a Vera y lejos de la continua vigilancia del detective.
Debía ponerse en contacto con Vera, antes de que llevara a efecto su matrimonio. Lo único que le preocupaba era decirle que estaba desocupado, que no tenía trabajo, ni medio de vida, porque Marga ya se había encargado de que le despidieran de varios puestos de trabajo, gracias naturalmente a sus influyentes relaciones públicas y a toda la parafernalia con la que se rodeaba para deslumbrar a quienes tuviera que pedirles algún favor... ¡Y vaya, que si lo lograba, menuda loba estaba hecha! De ahí su escalada vertiginosa hacia la cumbre del poder que manejaba como pez en el agua, además de poseer un olfato especial para los negocios, lo que fortalecía su amor propio y la facilidad para manipular a los potenciales clientes o socios.
A la semana siguiente, Marga, le comunicó que tendría que viajar unos días, por lo que estaría lejos, aunque seguiría llamándole como de costumbre al móvil, especialmente por las noches antes de irse a dormir. Él le comentó que no se preocupara por nada, que todo seguiría igual hasta que ella volviese, que no se agobiara porque la seguía queriendo y no cometería ninguna locura. Marga le recordó su compromiso como padre y esposo, lo mismo que también estaba vigilado las 24 horas en caso de salir a la calle.
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Ya había transcurrido una semana y dos días desde aquel "incidente" en la cafetería y Vera seguía inmersa en la organización de cada detalle previo a su futuro compromiso con Hugo. La imagen de Niko se había difuminado casi al completo, puesto que su chico no cesaba de procurarle toda clase de atenciones, regalos, mimos y muchas horas de sexo también, algo de lo que él estaba completamente sorprendido, sobre todo, al acentuarse últimamente sus peticiones de hacerlo tan seguido y con tanta pasión. No se le había pasado por la imaginación, que todo aquel extraño comportamiento escondía otras intenciones, que ella no era capaz de explicarle.
A media mañana una llamada telefónica se desvió desde el despacho de Hugo hasta el de Vera, alguien al otro lado solicitaba hablar con ella y Hugo no le dió ninguna importancia, pasándole esa llamada a su futura esposa, esta que reconoció al instante el tono grave y algo tembloroso de Niko, intentó disimular su conmoción, preguntándole cuál era el motivo de llamarla y cómo la había vuelto a localizar. Se intercambiaron algunas indicaciones y luego cortaron la comunicación, ya que ambos tenían muy claro su próxima cita, lo mismo que su plan en común tras la llamada.
Vera fue al despacho de Hugo para comentarle que tenía que ausentarse para hacerse otra prueba en la modista. También se despidió de su padre y se marchó directamente en un taxi, camino del aeropuerto. No llevaba equipaje alguno, únicamente su documentación, tarjetas de crédito y la llave de un apartamento perdido en una playa tropical, del que ninguno de su entorno tenía conocimiento, porque también ella guardaba celosamente su intimidad para cuando surgían ocasiones especiales como aquella con Niko.
Niko, por su parte se había comprado un disfraz de sacerdote que le quedaba bastante bien de talla y daba el pego. También se había rasurado la cabeza completamente, lo mismo que la barba y el bigote. No se olvidó de pedirle, el día antes, a una vecina que le hiciera el favor de recoger a su hijo del colegio al día siguiente y que luego ya iría a buscarlo cuando terminase unas gestiones que tenía que hacer precisamente ese día.
Miró varias veces por la cristalera del salón, hasta que el detective se alejó para comprarse un bocadillo en un bar que estaba al otro lado de la glorieta. En ese momento se dispuso a salir con su disfraz, dos maletas repletas de ropa y el dinero en efectivo que encontró en la caja fuerte, que había tras un cuadro en el salón, guardándolo en su billetera. También llevaba encima dos pasajes de avión para un destino en un paraíso tropical y unas grandes gafas negras con las que finalmente llegó hasta la parada de taxis que estaba muy próxima a su domicilio.
Ya en el aeropuerto se dirigió a los lavabos de caballero para desvestirse por completo y ponerse su traje. Miró el reloj con impaciencia y al llegar a la cafetería donde habían quedado, allí estaba ella en la barra esperándolo.
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