enero 15, 2020

Un día cualquiera en la vida de una madre.

enero 15, 2020 41 Comments

¡Hola a todos! 
Deseo que la semana haya empezado bien, por lo que a mi respecta no voy mal, pues me acabo de enterar que mis compañeros del concurso El TINTERO DE ORO, han sido tan generosos con mi relato que ha conseguido figurar entre los finalistas, por lo que públicamente les doy las gracias.
En cuanto al relato de esta entrada se trata de la segunda participación en la web «Café Literautas»: Reto de Escritura Creativa #3 - Enero, 2020 - Lluvia, de 750 palabras máximo y en esta ocasión las palabras obligatorias: triángulo, amarillo y cuchara. Siendo válido escribirlas tanto en singular como en plural.
El reto opcional, que como bien indica su nombre, se puede aceptar o no. Para este mes, hay que incluir dentro de la escena que está lloviendo o que está a punto de llover.
Mi opción se ha declinado por incluir ese reto opcional dentro de la escena.
Y sin más preámbulos, os invito a su lectura y opinión al respecto.
Muchas gracias a los compañeros de «Café Literautas» y a vosotros por dejarme vuestra valiosa huella.

"No he podido evitarlo", hoy tengo turno de noche en el hospital y me espera una jornada agotadora, pienso, mientras observo desde la ventana a un corro de nubes saltarinas que asoma por el horizonte, parecen escombros de cenizas amenazando lluvia. De momento, no tendré que sufrir los estragos del aguacero, que parece iniciar su curso habitual empapando los cristales y fachadas con su entrecortado llanto.

Iván se ha levantado de la siesta con el rostro contraído y el ceño arrugado, parece como si algo desagradable hubiese perturbado su sueño.
Héctor no quiere merendar y está reclamándome con sus lágrimas. Hace poco que ha empezado a dar sus primeros pasos, mientras su hermano, Iván, que lo mira con recelo me pide su atención tirando el bocadillo mordisqueado al suelo.
Contemplo por la ventana la piscina de la urbanización, su abandono la ha terminado por pintar de verde. A su alrededor flotan todo tipo de desperdicios, bolsas de plástico; flotadores descoloridos y magullados por la desidia; tumbonas repletas de inmundicia; un sinfín de rastrojos brotando hasta en los rincones más insospechados.

—Mamá ¿has visto las ranas? —me pregunta Iván con los ojos muy abiertos y brillantes.
—Sí, están ahí flotando en ese agua verdusca... ¡Puaj! —le respondo contrayendo el rostro mientras me revuelve el estómago.
—Mamá ¿podemos ir a verlas? —esta vez, además, me tira del vestido para llamar su atención.
—¡No, no vamos a bajar! ¡Es asqueroso!
 —Pero mamá, la "seño" nos ha mandado dibujar la piscina de nuestra casa. ¿Quieres que me castigue si no hago los deberes?
—¡¿No te lo habrás inventado?! como lo de llevarte al Jardín Botánico. Esta vez me lo tendrás que demostrar. He hablado con tu "seño" y me ha prometido que te anotará en tu cuaderno cada tarea. ¡Tráemelo ahora mismo!
—¡Aquí está!
—Bueno, pero tendrá que ser cuando el cielo escampe. De momento, no bajaremos para que no pilléis un resfriado. Hoy no es buen día, Iván. Además, no te preocupes porque tengo un libro con fotografías de ranas que puedes dibujar.
—¡Mamá, no es lo mismo! ¡Yo quiero pintar las ranas de la piscina! —exclama mi hijo protestando con sus piececitos dando patadas a la mesa del salón esbozando una llantina. Algo que Héctor imita al instante.
—¡Ya está bien! ¡Cómo sigáis llorando os quedareis sin ver los dibujos animados! —concluyo arrugando el entrecejo y alzando las cejas.

De forma asombrosa la tormenta empieza a amainar, las gotas que tamborileaban en los cristales lentamente van achicándose hasta convertirse en unas diminutas gotitas. Al rato, la presencia del crepúsculo baña con sus tules rosas y morados los tejados de los edificios descendiendo entre las calles solitarias.
Iván permanece tranquilo pintando las ranas con pinturas verde y amarillo, las mismas del libro de Naturaleza que guardaba en el estante, mientras Héctor se toma un batido de frutas con leche.

Suena el ruido de la llave en la cerradura. Es mi marido, que acaba de regresar del trabajo. Los niños se arremolinan a su alrededor para recibir los mimos acostumbrados. Él los alza en brazos dándoles besos y haciéndoles cosquillas.

—Gabri, cariño, quédate con ellos, que voy justa de tiempo para irme al trabajo. Hoy me toca guardia en el hospital.
—Espera, ¿dónde pusiste las cucharas? Esta mañana en el desayuno he tenido que remover el café con el tenedor de postre.
—¡Ah, sí! He comprado otras nuevas, no me ha dado tiempo de colocarlas. Están en la bolsa de papel junto a la ventana de la cocina, ya sabes. ¡Me voy, que llego tarde!
—¡Niños, ya es la hora del baño, luego la cena y a dormir!

Los ojos comienzan a pesarme mientras desciendo en el ascensor hasta el garaje. Mi jornada nocturna no me permitirá regresar a casa hasta las 8 de la mañana.

El tráfico a esas primeras horas de la noche todavía colapsa algunas autovías de circunvalación por lo que procuro conducir despacio y mirando el espejo retrovisor cada vez que cambio de carril.
Apenas me quedan unos pocos metros para desviarme a la salida que lleva directamente al hospital, cuando un camión con un triángulo amarillo y símbolo de material inflamable atraviesa la mediana colisionando contra mi vehículo.
Solo unos escasos segundos antes soy consciente del desastre e instintivamente aprieto con mis dedos, pulgar y corazón de la mano izquierda la alianza en el dedo anular de la otra mano. Luego, cierro los ojos balbuceando: "Héctor, Iván, ¡perdonarme! ¡No he podido evitarlo!".

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados
 
 

enero 08, 2020

La fábrica de pasteles artesanos

enero 08, 2020 30 Comments

¡Hola a todos! 
Espero que las pasadas fiestas os hayan servido para desconectaros unos días de esta actividad bloguera a la que estamos acostumbrados y permitiros cambiar el chip con otro tipo de actividades y naturalmente regresar con nuevos proyectos para este año 2020 que ya hemos inaugurado, ¡ojalá que esta vez se hagan realidad o al menos la mayoría!
Bueno, en mi caso el descanso no ha sido completo, ya que estas fiestas no suelo celebrarlas siguiendo las pautas comerciales o incluso tradicionales, más bien aprovecho para rodearme de esas escasas personas que ya no me caben en los dedos de una mano y disfrutar el instante como si fuera la última oportunidad.
Centrándome en el relato que os voy a compartir esta vez, quisiera comentaros que se trata de mi primera participación en la web "Café Literautas", para el 2º Reto de escritura creativa. Diciembre 2019, de 750 palabras máximo y en esta ocasión las palabras obligatorias eran: viento, caracol y bebé. Siendo válido escribirlas tanto en singular como en plural.
El reto opcional, que como bien indica su nombre, se puede aceptar o no, es que todo el relato se desarrolle en una fábrica de pasteles artesanos.
Bien, pues mi opción fue precisamente aceptar esta sugerencia y desarrollar mi historia en una fábrica de pasteles artesanos, de ahí que eligiera este título.
Otro detalle importante, es la reedición que he hecho del texto inicial con el que participé antes de Navidad, pues gracias a las opiniones y advertencias de los atentos compañeros que participamos en este reto, comprendí la necesidad de corregirlo y volverlo a publicar. 
Sin otro particular, os invito a su lectura y opinión al respecto.
Muchas gracias a los compis de "Café Literautas" y a vosotros por dejarme vuestra valiosa huella.

 La fábrica de pasteles artesanos
 
Hace mucho tiempo en la ciudad donde nací, vivió un humilde artesano dedicado a crear auténticas obras de arte, se trataba de un alfarero bastante diestro a la hora de modelar con sus manos el barro. Aprendió a extraerlo, limpiándolo y sobándolo a fin de obtener las pellas apropiadas para el rotativo trabajo en un torno de uso artesanal de la mano de su padre y antes de su abuelo. La alfarería se hizo famosa, pues muchas de sus piezas se habían convertido en artículos decorativos anhelados por los coleccionistas.
Sin embargo, murió consternado por el sufrimiento que le produjo el rechazo de su hijo a continuar con la tradición familiar. Sus esfuerzos por mantener a flote la prestigiosa calidad de sus creaciones, lo mismo que la leyenda que sus ancestros se encargaron de instaurar a lo largo de más de un siglo, se desintegraron como una enorme pompa de jabón al calentarse.
Miguel, el hijo del finado, prefirió vender el negocio y con las ganancias obtenidas montar una fábrica, donde mi azucarada familia de pasteles artesanos alcanzó un espléndido renombre, con el que ni siquiera habíamos soñado y nosotros sus fieles productos se lo agradecíamos sacrificando nuestras vidas en pro de la calidad y el prestigio de la factoría.
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Continuaré mi historia trasladándome al presente, pues quiero invitarte a descubrir la cotidianidad de nuestra jornada laboral en manos de los empleados que nos amasan, hornean, trocean y hacen de nosotros deliciosas elaboraciones de la repostería.

Cada mañana, una vez engrasadas las máquinas, los trabajadores mezclan nuestros ingredientes siguiendo un diligente proceso de elaboración, tratando en lo posible de emular las recetas que preparaban sus abuelas, incorporándoles modernas fórmulas, generalmente atractivas para los paladares más exigentes.
Finalizada la actividad suelen dejarnos a solas encima de enormes bandejas metálicas, porque acabamos padeciendo un síndrome de fiebre alta, lo cual tienen en cuenta los empleados de la fábrica dejándonos enfriar, pero te confieso que a mi familia le ha costado sudor y lágrimas inmunizarse de esos insistentes cambios de temperatura.

Pensarás que todo es demasiado idílico para ser verdad y no te equivocas, puesto que omití contarte el maremoto que asoló nuestro arrecife de la tranquilidad, hace unos meses, con la visita de un grupo de escolares.

El fuerte portazo de los postigos de las ventanas seguido de una algarabía infantil, fue el presagio de la tragedia que estaba por llegar...
Un niño pecoso y mofletudo de cabello cobrizo se nos aproximó, tenía las pupilas chispeantes, su mirada irradiaba luz y una alegría exagerada, por lo que nada más pegar su nariz en nuestras frágiles cabezas, nos sentimos presos del pánico. 

Levantándonos con sus manitas en el aire nos lanzó disparados hasta el rostro paliducho de otro crío enclenque y tímido, al que le llamó "nenaza". Este, a su vez, comenzó a llorar desconsoladamente y un grupo de niños repitió la misma hazaña soltándonos a merced del viento, para acabar estrellándonos en distintas caritas infantiles o aterrizando contra las baldosas del suelo, a donde fue también a parar nuestro propio regimiento de defensa, así pues el encuentro escolar se transformó en una desgraciada carnicería con centenares de víctimas esparcidas por aquel improvisado campo de batalla, dejando un reguero de muertos, que ni siquiera pudieron recibir un honroso funeral.

Quizás te cueste imaginarlo, pero te aseguro que sucedió  tan rápido, que ni yo mismo, que me parapeté detrás de una batidora, daba crédito a lo ocurrido.

Una de las madres de aquella jauría infantil, apareció por una de las puertas del habitáculo donde permanecían los niños, sosteniendo en sus brazos a su  sonrosado bebé. Abriendo excesivamente la boca, les gritó: "¡Ya basta... estáos quietos de una vez!" Sus ojos parecían salirse de sus órbitas, mientras las venas del cuello se le dilataron en exceso.
Enseguida acudieron los profesores frunciendo el ceño y arqueando las cejas hasta dejarlos paralizados. Sus miradas les escudriñaban advirtiéndoles con el rostro malhumorado que todos serían sometidos a un riguroso castigo, se quedarían sin recreo durante una buena temporada.
Luego algunos trabajadores pararon la cinta transportadora por la que patinábamos cayendo en los envases que otros empleados rellenaban con nuestra suculenta presencia.

Un pequeño caracol, que casualmente había presenciado la catástrofe, se colocó debajo de la suela del perverso agitador mofletudo, pecoso y de cabello cobrizo, de tal manera que lo obligó a dar un traspié, cayendo de bruces y partiéndose varios dientes, lo que le provocó un fuerte sangrado en la boca y la risa de sus compañeros.
 
Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

 

enero 02, 2020

3er Aniversario del Blog Literario Amaranto

enero 02, 2020 32 Comments

Hoy 2 de enero de 2020 se cumple  el tercer aniversario de la apertura de este blog. En sus inicios acostumbraba a escribir mis entradas a través de otro perfil colectivo, luego, a partir del 3 de marzo de 2016 definitivamente me decidí a actualizarlo con mi seudónimo habitual de Estrella Amaranto.


Mi experiencia literaria bloguera tuvo lugar de forma inesperada al compartir nuevos poemas propios en una comunidad ya desaparecida de Google +, que moderaba junto con otros amigos y con un contenido muy distinto a este. Después me animé a escribir algún que otro cuento o artículo reflexivo, intercalando también relatos y así de esta manera tan sencilla, me fui motivando a recuperar mis letras y mi pasado poético, descuidado completamente desde hacía mucho tiempo. En fin, si tenéis curiosidad por conocer mis notas autobiográficas pinchar aquí.

Haciendo un balance del blog a lo largo de estos tres años os daré algunos datos curiosos:
  • Total de entradas publicadas es ya de 108, donde podéis encontrar bastante variedad de contenidos, como así lo indican sus etiquetas.
  • Las entradas menos leídas son las que compartí en la primera quincena de ese año 2016. Más tarde, al participar en diferentes concursos convocados por el desaparecido Círculo de Escritores fue aumentando el número,  manteniéndome entre las 300 y 600 vistas. Y a partir de noviembre hasta diciembre de ese año el blog alcanzó las 1.100 vistas, aunque la cifra récord: cerca de las 1400 vistas tuvo que esperar hasta principios de 2017. No obstante, por motivos de salud con horas robadas al sueño y exceso de responsabilidad con esta labor bloguera, decidí darme un respiro para reflexionar si continuaba o no. Al final, las circunstancias me obligaron a apartarme del todo, hasta que en la pasada primavera ya recuperada físicamente regresé para continuar actualizándolo.
Tanto los países como el número de las visitas que recibe el blog cada semana oscila según indican estos datos estadísticos:
  • 1500       España
  • 320         Estados Unidos
  • 200         Ucrania
  • 80           Francia
  • 75           Argentina
  • 50           Rumanía
  • 30           México
  • 30           República Dominicana
  • 20           Canadá
  • 20           Chile
  • 20           Rusia
  • 15           Alemania
  • 10           Indonesia
Para quienes no habéis dejado nunca cerrado el blog os puedo asegurar, desde mi experiencia al abandonarlo tanto tiempo seguido, que no es lo más conveniente, de no ser por causas mayores, es decir, que es preferible dejar alguna entrada de vez en cuando si la cosa pinta mal y no tenéis motivación para actualizarlo con frecuencia. Tal fue el cambio con el que me encontré al volver a iniciar esta segunda etapa, que muchos de los blogs que seguía anteriormente, dejaron de existir o ya no estaban al día y por otro lado, mis antiguos seguidores o no se habían enterado de mi regreso o debido a mi prolongada ausencia, terminaron por perder el interés por visitarlo. Con lo que inicié mi nueva andadura con una tercera parte de vistas y lógicamente de seguidores.
Siendo sincera no me asombré de este descenso, ya que suponía que la pérdida venía motivada por la nueva situación a la que me enfrentaba con mi vuelta "al ruedo". Aunque, eso sí, ya me había marcado otro tipo de objetivos mucho menos ambiciosos y más acordes con las condiciones en las que entonces me encontraba, por lo que empecé a escribir, digamos para mí, sin importarme las estadísticas o el número de seguidores.
Después con la llegada de las vacaciones veraniegas, se produjo un descenso de visitas, lo que me permitió tomar un respiro para proseguir con mi actividad bloguera, almacenando nuevos contenidos en borradores. No he vuelto a rebasar las 1.400 vistas de entonces, pero tampoco pretendo batir marcas, prefiero quedarme tranquila con mis fieles seguidores y amigos blogueros, que me aportan generosamente sus opiniones cada semana y con los que siempre estaré en deuda por ayudarme a seguir puliéndome como aprendiz de escritora.


Otro dato curioso es que ya he rebasado las 105.000 páginas vistas en total y eso que solamente he estado pendiente del blog cerca de dos años y entre medias, uno sin actualizar, por lo que no tengo ninguna queja, al contrario, me siento agradecida por vuestras amables y generosas visitas.  
Un último dato son los premios que también ha recibido mi blog a lo largo de este tiempo, pero nada mejor que descubrirlos en este otro apartado, clicar aquí.


Muchas gracias a todos los que fielmente estáis pendientes de mis publicaciones y tener por seguro que cuando alguien me deja un comentario siempre me gusta corresponderle con otro, tarde mucho o poco en hacerlo. También valoro los comentarios extensos, donde compruebo hasta qué punto el lector me ha regalado su tiempo con la consiguiente atención de responder con coherencia a lo leído, algo que suelo hacer cuando os dejo mi huella, por consiguiente, no me gustan los comentarios de puro compromiso o insulsos, que más bien podríais ahorraros quienes soléis hacerlos, puesto que mi respuesta en vuestros blogs será recíproca y en esa misma línea.  
Os dejo un abrazo a cada uno y que este nuevo 2020 os depare todo lo mejor y se hagan realidad vuestros sueños.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

diciembre 23, 2019

El mundo de los postres navideños y mi felicitación navideña

diciembre 23, 2019 34 Comments
https://concursoeltinterodeoro.blogspot.com/2019/12/el-mundo-de-los-postres-navidenos.html
¡Hola a todos! de nuevo os presento otro relato colectivo para la iniciativa Cuento de Navidad en el blog El Tintero de Oro, se trata de uno de los mejores blogs que existen en Internet que ofrece una variada selección de iniciativas de carácter literario, así como de secciones muy interesantes donde podéis participar, bien concursando, colaborando en sus retos narrativos o simplemente por el placer de conocer el trabajo y opiniones de otros escritores y que vuelvo a recomendaros.
Bien, pues como os decía al principio, se trata de un relato inspirado en las fiestas navideñas, donde los postres suelen ocupar un lugar primordial, tanto en nuestra mente como en cualquiera de las mesas engalanadas para los eventos que tienen lugar durante esas fechas especiales.
Ahora quiero hacer mención de todos los integrantes de este gran equipo que hemos redactando esta historia y por supuesto recomendaros la visita a sus respectivos blogs, si es que todavía no los habéis visitado, porque realmente cada uno tiene muchas cosas que contaros:
Me gustaría añadir que ha sido una feliz experiencia el haber redactado parte de este relato en colaboración con tres estupendos escritores y compañeros blogueros, a quien muchos seguramente ya conocéis y que aprovecho esta ocasión para felicitarles y agradecerles sus consejos.
Gracias doblemente, a ti David, por ofrecernos un gran marco de divulgación de este trabajo a través de tu blog y al mismo tiempo ser parte integrante de este equipo.
Sin más preámbulos os dejo tranquilamente con la lectura y espero que os transporte al sabroso y exquisito mundo de estos curiosos personajes.


El mundo de los postres navideños

Felicidad, familia, reencuentros, sentimientos aglutinados junto con manjares típicos... En Navidad, la dulzura impera por cada rincón, pero si hay un mundo donde ese sentimiento adquiere todo su significado es en «El mundo de los postres navideños».
Sin embargo, a pesar de su dulzura, hubo una vez que esa condición quedó en entredicho:
Era víspera de Nochebuena y la casa de Don Turrón bullía. Cada año, todos los familiares repartidos por el mundo se encontraban allí y pasaban un rato en compañía antes de ofrecer su dulzura a los humanos.

—¿Qué tal por tierras teutonas, querida? —preguntó don Turrón a Berlina, su esposa, nada más llegó.
—Poco, ya sabes... ¿y el pequeñín? ¿Dónde tienes a mi Polvoroncillo? —contestó ella.
—Ha salido un momento con su hermano Mazapán...

—¿Dónde? Necesito abrazarlo después de tanto...
—Han ido con el abuelo a no sé qué —interrumpió Torrijas de leche, la viuda y cuñada de Don Turrón.

De pronto, la puerta se abrió y entraron los pequeños con Alfajor, el abuelo.

—¡Mis pequeños! —gritó Berlinesa abrazando a ambos—, qué ganas tenía de acariciar vuestra dulzura.
—¡Nuera! ¡Ya viniste acá! —irrumpió Alfajor sin siquiera moverse del umbral, como si extrañamente no quisiera entrar todavía.
—¡Abuelo! —exclamó Berlinesa—, entre, ¿qué hace ahí parado?
—Pues veréis... —dijo el abuelo echándose a un lado y dejando paso a un familiar que hacía mucho que no se presentaba en las reuniones familiares y que puso en jaque esa típica personalidad tan dulce: Helado de chocolate vegano con té verde.

La primera en cuestionar su presencia fue una de las tías Peladilla:

—¿Y ese qué hace? Menudo postre de Navidad más triste. Helado, frío como el tiempito que tenemos y encima sin mantequilla ni nata ni nada rico.
—Ja, ja. Parece un ratoncito mustio. ¡Eh, tú, Helado de chocolate vegano con trocitos de té verde! —¿habrase visto qué nombre más rimbombante?—, ¿entiendes castellano? Sí, soy yo, Torrija.
—No deberías burlarte tanto, Torrija —dijo serio Alfajor—. Tú que tan pronto sirves de postre navideño como de postre de Pascua no eres la más apropiada para criticar a los demás.
—Bueno, padre, de todas formas hay que hacer algo. Solo faltaría que les gustara más a los humanos y nos relegaran para siempre —se lamentó Turrón, haciéndose eco de lo que todos sentían y no se atrevían a confesar.
—Pues encima de mí estaría muy bueno —dijo Torrija un poco amoscada por el rapapolvo de Alfajor—, aunque para eso tendríamos que derretirlo.
—Ja, menuda idea —exclamó don Turrón—. ¿Por qué no lo metemos en el microondas? Un poquito y a baja potencia…
—¡Ay, querido esposo! No sé qué me da…
—Berlinesa, no vamos a matar a tu hermano solo quitarle ese aire tan… frío.
—Es verdad, se da tantos aires…
—¡¡¡¡Nooo!!! —gritó Polvoroncillo—. No quiero que queméis al tío cocholate.

La cena de Nochebuena fue todo un éxito, aunque no para todos los miembros de la familia de don Turrón. Helado de chocolate vegano yacía desmadejado en un cuenco: el mismo en que, a baja potencia y durante unos segundos, había permanecido en el microondas; lo suficiente para perder su apetitoso aspecto cremoso y adquirir la consistencia del barro mojado. Nadie en la mesa se dignó mirarlo más que para apartarlo a un lado y abrirse camino hacia una Peladilla. Los humanos disfrutaron con los dulces tradicionales. Don Turrón y los niños, Polvoroncillo y Mazapán, fueron los triunfadores absolutos de la cena, aunque Berlinesa, Alfajor y demás familiares también recibieron la atención merecida aquella noche.
En la mañana de Navidad, casi todos los postres se engalanaron para ofrecer de nuevo sus encantos gustativos a los humanos. El casi era Polvoroncillo que intentaba encaramarse al cuenco en el que se hallaba Helado de chocolate vegano con té verde.

—¿Necesitás ayuda?

Polvoroncillo se giró para ver a su abuelo rodando hacia él.

—¡Hola, abuelo Alfajor! ¿Oyes eso? Parece que el tío cocholate vegano está llorando. No me gustó lo que hicieron papá y los demás.
—Estuvo muy mal, por muy altanero que sea ese tipo no se lo merecía, y menos en Navidad. Va, subí encima de mí para ver cómo está.

Y así hizo el pequeño. Dentro del cuenco, pudo observar las lágrimas de chocolate saltando como una fuente a chorros.

—¿Cómo estás? —preguntó Polvoroncillo.
—¡Ay, ay! ¡Mira lo que me hicieron! ¿Así se recibe a un familiar?
—Lo… lo siento. ¿Puedo hacer algo?
—¡Llévame de nuevo a la nevera, te lo suplico!

Polvoroncillo bajó de Alfajor dispuesto a ello, aunque no sabía cómo podrían hacer tal cosa, siendo él pequeño y su abuelo, anciano. En ese momento, llegó don Turrón.

—¿Qué hacéis todavía aquí? Los humanos pronto van a reunirse a la mesa.
—Disculpá, creo que Polvoroncillo tiene algo que decir. 


Polvoroncillo observó al terco de su padre y apenas balbuceó:
 

—De... deberíamos llevar a tío cocholate a la nevera.
—¡¿Qué?! ¡Un rotundo no! Ya lo entenderás cuando crezcas. Vamos, que están a punto de servirnos.

Los postres aterrizaron en la mesa, felices y preparados para ser degustados. Pero pasó el tiempo, y ni uno de ellos abandonó las bandejas. Entonces escucharon a uno de los niños humanos que verbalizó la opinión del resto de comensales:

—¿Otra vez lo mismo? ¡Qué aburrimiento! ¿Cuándo podremos comer a Helado de chocolate vegano con tropezones de té verde, mamá?

Y allí quedaron. Abandonados, inadvertidos.

Fue tan decepcionante para los postres tradicionales aquel ostensible rechazo de los humanos, que al llegar la cena de Nochevieja temieron desaparecer del menú. Aquello les llevó a arrepentirse sobre su mezquina conducta con el forastero. Había que devolverle a su primigenio estado, con lo que nada mejor que enfriarlo en la nevera, de ello se encargó Polvoroncillo, pues su inocente súplica a fin de resucitarlo hizo que toda la familia cambiara de actitud, lo que le colmó de alegría, dando saltos y gritos: «¡hip hip hurra... Vivan las fiestas de Navidad y del Año Nuevo!»
Con ese buen ánimo entraron al comedor donde todos lucían sus mejores galas perfumados de aromas deliciosos y con sabores únicos. Los comensales los miraron asombrados y aguardaron que se sentara un niño impaciente, después de cometer una de sus típicas travesuras.

—Disculpa, amigo Helado vegano, pero he tropezado sin querer... en realidad, me han empujado y no sé cómo salir de aquí. —balbuceó nervioso arqueando las cejas don Turrón, a quien aquel niño al que le gustaba hacer travesuras había arrojado en el cuenco del postre exótico.
—¡No te preocupes! Podemos hacer un dúo exquisito si ellos se deciden a probarnos. —le contestó con una amplia sonrisa tratando de tranquilizarle.
—¡Ah, no lo había pensado antes, pero me parece una idea genial! —exclamó don Turrón mostrando sus sabrosas y exquisitas almendras en señal de aprobación.
 
Inquietos por la curiosidad de aquella novedosa fusión de ambos postres, los humanos la saborearon y les encantó.
Aquel incidente les ayudó a comprender que de nada les había valido ser tan prejuiciosos con lo diferente, puesto que la unión de lo tradicional con lo atípico fue lo que contribuyó a realzar sus virtudes y enriquecerse mutuamente.

Pero tampoco quiero finalizar esta publicación tan especial sin ofreceros mi regalo para cada uno de vosotros, que habéis enriquecido con vuestros atentos comentarios este blog, que sigue siendo vuestra casa.
Tal y como podéis contemplar en la imagen, os he dedicado una bola personalizada con vuestro nombre o identidad de vuestro perfil del blog, puesto que para mi habéis sido el mejor regalo a lo largo de esta segunda etapa bloguera. ¡Ojalá os haya gustado mi detalle y lo guardéis en vuestra memoria!
¡Felices fiestas navideñas y que el nuevo año 2020 os colme de todo lo mejor y haga realidad vuestros sueños! 
Quedáis todos invitados a la fiesta del 3er aniversario del blog, que será el próximo 2 de enero de 2020.
¡Hasta entonces ser muy felices!

 -clicar sobre esta imagen para verla ampliada- 

diciembre 16, 2019

El diario (segunda parte)

diciembre 16, 2019 27 Comments

Una ligera neblina enturbiaba aquel añoso desván, en el que además imperaba un olor muy peculiar. Un tufillo maloliente, tal vez de alguna rata muerta,  se sumaba al del aire enrarecido de humedad, polvo y telarañas, que lo impregnaban por doquier, lo cual no le invitaba a seguir mucho tiempo más rebuscando entre aquellos trastos inservibles. Por otro lado la aterradora visión del espejo, al contemplar a Zoila ya anciana y con un rictus de amargura en su rostro, fue el primordial desencadenante de un intenso desasosiego que le hizo perder el equilibrio y dar un traspies resbalando contra un montón de cajas vacías.
Muy a su pesar, aquel espectro de su amada que terminaba de percibir le cercenaba las neuronas hasta el punto de sentir como le costaba respirar por mucho que inhalaba. También su corazón palpitaba con rapidez y parecía salirse de su pecho, algo que le hizo temer por su salud. Un sudor frío le recorría todo el cuerpo, notando un incipiente mareo. Parecía que hubiera perdido el control de sí mismo al verse invadido por un torrencial de sentimientos que se confabulaban para aplastarle contra las frías paredes que lo observaban en silencio.
Después de lo que le resultó una eternidad, su respiración se desaceleró y finalmente apartó a un lado el pánico con objeto de poner en orden sus ideas tan apremiantes, era necesario poner fin a su empeño de atesorar cualquier vestigio capaz de evocarle la presencia de su amada. Comprendía que sería bueno serenar su espíritu o lo que quedara todavía de él, ya que jamás había tenido en cuenta todo lo relacionado con el mundo paranormal; por lo que aún seguía con el corcho del raciocinio aprisionando la botella de las convicciones y con el agravante de ignorar como poder destaparla.

Bajó hasta el rellano del pasillo dando tumbos por los escalones. No recordaba con claridad si había cerrado bien la puerta o la dejó entornada y quizás cualquier golpe de aire fuera capaz de sacudirla, sin embargo, le costaba retroceder y subir de nuevo para asegurarse de si realmente estaba cerrada.
Unos minutos después notó un fuerte portazo, lo que le disuadió de cerciorarse si estaba bien cerrada.

Descorrió la cortina, subió la persiana, alzó ambos listones del ventanal del salón y abrió las hojas acristaladas de par en par. Sostribando* sus codos contra la baranda de metal permaneció largo tiempo mirando a una espectacular bandada de estorninos, grandes coreógrafos elevándose, curvándose y dibujando el cielo con sus formas que le permitieron por un instante volar a su lado con la imaginación, en un estado de completa hipnosis.
Según se había leído, los estorninos formaban agrupaciones que podían alcanzar los cuarenta mil ejemplares, lo que no les impedía moverse con una sincronía perfecta. En comparación con los patos o los gansos no tienen líder que les indique el compás al resto del grupo. Su filosofía se puede resumir en una máxima: «la unión hace la fuerza». Se trata, de pequeñas aves muy gregarias que deben competir con águilas, halcones o aguiluchos, todos ellos grandes depredadores que les duplican en tamaño.

La principal curiosidad que le producía, era que aquellos diminutos pajaritos habían logrado defenderse gracias a las matemáticas rodeándose de otras seis aves más de su misma especie, las cuales se mantienen a una distancia estable, constituyendo una formación impenetrable. Además, las bandadas reducen el escaso éxito que podrían tener los depredadores al cambiar constantemente la dirección de sus movimientos.

La tormenta ya había remitido hacia otro punto del horizonte, girando sus nubes en dirección oeste en una apelmazada malla en tonos oscuros casi negros, entonces el cielo volvió a mostrarse con su luminosidad uniforme.
Silas se había quedado recostado en el sofá semidormido cuando notó levitar su cuerpo y salir disparado por el vacío de la ventana abierta.

Tuvo tal extraña sensación que cerró instintivamente los ojos, no era capaz de verse volar por encima de los viejos tejados, impresionantes monumentos que dejaba atrás, plazas, farolas, calles solitarias, todo se iba alejando y aquella fuerte impresión de levedad le producía una feliz experiencia, aunque su mente no paraba de elucubrar ideas un tanto absurdas y pusilánimes, temiendo un final espantoso. Algo que por fortuna no sucedió, muy al contrario, cuando volvió a tomar conciencia, ya estaba delante de Emma. La vió con tal precisión, como si el tiempo no hubiera podido desfigurarla, incluso lucía aún más joven que durante sus años de convivencia juntos. Una imagen así nunca la podría borrar de su cabeza ni tampoco la conversación que mantuvieron juntos:

—¿Eres real o solo una alucinación?, por favor sé sincera conmigo por todo lo que vivimos juntos y porque todavía no entiendo el motivo de llegar hasta aquí.

—En cierto manera estoy en tu pensamiento, pese a que tú creas que soy un fantasma o un desvarío mental. No temas, nada malo te ocurrirá, muy pronto intuirás que siempre estaré a tu lado para protegerte, del mismo modo que te aclaraba en mi diario. Aún no estás preparado del todo, pero comienzas a despertar de tu «sueño», lo que te va a ayudar a comprender el propósito de tu existencia. Tampoco sabes que todos cumplimos un papel indispensable dentro de esta realidad, un tanto alejada del auténtico destino que cada uno eligió antes de materializarse en un cuerpo. Mi objetivo es guiarte con el fin de que luego apliques esos conocimientos tal que una orientación hasta el último día de tu vida. Ya no volveremos a tener otro encuentro parecido porque sentirás mi presencia aunque no me percibas como ahora. 

—¿Qué sentido tuvo ver aquella imagen de Zoila tan espantosa en el espejo?

—Para que dejes de sentirte culpable de su muerte como has venido haciéndolo. Es hora de que te liberes y deshagas la atadura que te resistes a soltar y que te ha podido llevar a un intento de suicidio o a perder la cordura y sumirte en una profunda crisis emocional de la cual no ibas a salir bien parado. Además, Zoila debe continuar su «viaje», permítela marchar. Ya viste en el espejo su imagen, no la hagas perder más «tiempo». Te lo aseguro porque tengo capacidad de proyectarme en el tiempo y el espacio para saber cosas que cuando todavía tenía cuerpo me era imposible desarrollar.

—¿Y tu diario? ¿podré leerlo completo algún día?... Me gustaría que todo lo que estoy «viviendo» sea real o que tuviera alguna prueba de no estar soñando. ¿Puedes demostrármelo o dejarme una señal de que esto está sucediendo o me sucederá algo parecido?... Ya sabes que soy muy escéptico con estos temas y no me costará nada pensar que pueda haber sido una simple pesadilla o el resultado de un trastorno por estrés postraumático.

—Podrás leer todo el diario completo, aunque todavía te queda volver a ese escritorio donde debajo apareció mi cuaderno secreto y abrir el primer cajón, allí encontrarás el anillo que llevas siempre en tu dedo anular y que precisamente ahora no lo tienes puesto.

—¿Cómo lo has hecho si lo tengo continuamente en mi dedo? Empiezo a creer que no estoy en un sueño.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados



* gerundio del verbo sostribar, que a su vez, proviene de la palabra castellana estribar, que significa "cuando una cosa descansa en otra sólida y firme". Este verbo proviene de la palabra estribo, que es la pieza sobre la que el jinete apoya el pie, por lo que la idea de apoyar se extendió al verbo derivado.
Su origen es germánico. Nos viene del castellano antiguo. Es castellano con variación de forma. Se usa en Cáceres.

diciembre 09, 2019

El diario (primera parte)

diciembre 09, 2019 30 Comments

¡Hola a todos los que habéis comentado y a quienes aún no lo habéis hecho! me gustaría deciros que este relato ha sido modificado después de tres interesantes comentarios realizados por I.Harolina, Chelo y Mirella. Muchas gracias compañeras por vuestra colaboración desinteresada.
También en vista del interés suscitado os comunico que intentaré continuar esta historia. ¡Nos leemos!

Apenas empezaba a clarear, Silas se desperezó parsimonioso, lento como el caracol trepando hacia arriba en busca del cálido saludo del sol, entreabriendo sus frágiles pupilas deslumbradas de asombro. Aquel amanecer acompañado por el tabaleo de las gotas de lluvia rebotando en los cristales, le transportó a otro paisaje, a otro tiempo... Sentado al borde de la cama, bostezó apático y buscó debajo sus zapatillas.
Algo se agitaba en su cabeza, escasamente complejo, tal vez un ovillo todavía sin desenredar, anclado en un pasado lejano velado de ausencias y olvidos. Aún seguía lloviendo, como la noche anterior. Notaba cierto desconcierto en su espíritu de explorador inquieto, de niño que guarda la esperanza bajo el brazo apretándola hasta la extenuación, a punto de escalar nuevas tapias, libre en su vuelo de aprendiz alado.

La tormenta no se hizo esperar y con ella la pesadilla regresó a oscuras. Aquel año marcaría un antes y un después en la hoja de su calendario. Nada iba bien desde que la tristeza, tras el verano, decidió quedarse de inquilina en su cama, alojarse como una desalmada advenediza zarandeándole por cualquier motivo que evocase la ausencia que tanto le había costado enterrar.
Le parecía mentira que de inmediato, sin contemplaciones ni conmiseración, se le hubiera juntado el cielo con la tierra, y esta a su vez, terminara hundida en el infierno. Ya ni siquiera la echaría de menos, ¿para qué le serviría tal esfuerzo?...

Su primera relación con Emma le había mantenido herméticamente dentro de una burbuja capaz de hacerle flotar en una atmósfera en la que sus pensamientos construían pajaritas de papel rosado con las que ataviaba su inconsciencia, llevado por el anhelo con el que atraía el riesgo de pasar demasiado rápido las incipientes páginas de su juventud, al estilo de un colegial estrenando su uniforme y deslumbrado por el decorado donde lucirlo. Fue así como se casó con ella, una mujer totalmente enigmática y a quien con soberana estulticia subestimó, pues claramente su inmadurez le hacía imposible establecer un puente de intercambio que le permitiese ampliar su frágil microcosmos en permanente tránsito de emociones e ideas por desarrollar.
Tempranamente se quedó viudo, lo que le indujo a tratar de establecer otra nueva relación con una joven mucho más acorde con sus intereses y enfoque de la vida. Alguien que logró romper el muro que se había construido a modo de defensa contra un entorno hostil, donde se veía a si mismo tal que codiciado manjar de una sabandija que lo despreciaba. Ella, Zoila, pintó de nuevo sus pupilas azuladas de un brillo incandescente o de esa chispa que lo impregna todo de esperanza, como un carrusel de feria repleto de risas infantiles girando a la velocidad de la luz, en medio de una multitud autómata.


Ahora todo era un mausoleo en penumbra, donde incontables recuerdos vagaban por la casa: sus llamadas, los viajes, la vida reclamando pequeños gestos, grandes sonrisas... acabaron por difuminarse en un inmisericorde lienzo existencial que lo había estrangulado como un grano molesto, arrancándole de cuajo sin contemplación.

Cansado de observar aquellas hojas amarillas agonizando entre las frías baldosas de su soledad, se dejó llevar hasta la cocina en pijama y con barba descuidada, apurando el primer cigarrillo de la mañana. Sus tripas reclamaban la taza de café caliente y unas tostadas de mermelada con mantequilla. Entonces la vió sentada observándole en silencio, enfundada en su jersey de nieve blanca, siguiendo con su iris de esperanza todos sus movimientos a fin de no perderse nada, descifrando antesalas vacías que nunca se atrevía a mostrarle. Rincones con telarañas que él intentaba disimular con torpeza, pero que ella iba adecentando con paciencia y bondad. Omnipresente visión, que le acompañaba desde el infausto accidente, cuando al conducir y en un descuido derrapó en una curva cerrada, abalanzándose sobre la mediana para dar tres vueltas de campana. ¡Cómo fue posible que una mirada de atención a un simple teléfono le hubiera cercenado el alma con tanta saña! ¡Si no hubiese estado pendiente del estúpido destello de su pantalla! ¿Por qué no fue él quien pagó tamaña insensatez?...

En un rincón del pasillo permanecía recubierta de polvo su bicicleta con la que correteaba por el monte a sus anchas, trepando cuestas y adentrándose por sinuosos caminos que avanzaban a través de sendas hasta lo más profundo de su interior, animada por su abnegado espíritu de superación. Algo que Silas le envidiaba, pero que Zoila conseguía convencerle de que asimismo él lo lograría. Sin embargo, era evidente que sus ilusiones también se habían fugado con ella al sueño eterno. De momento, cuando observaba su reflejo en el cristal no sabía quien era ni tampoco le importaba qué podía hacer ahora con su vida, porque la anterior, la de los incontables mimos y pausada cotidianidad estaba desbaratada por completo.

Miró con desdén la puerta del desván y se atrevió a descerrajar el oxidado cierre, tal vez debía haberlo hecho al poco del fallecimiento, pero nunca era tarde si encontraba el diario de Zoila. ¡Cómo era posible que no se decidiera antes! Quizás el miedo a descubrir secretos que le pudieran hundir todavía más en su desgracia. Ella siempre se había mostrado reacia a leérselo, prefería que él no se adentrara en aquellas arenas movedizas que podían devorarle, así le solía responder si él se mostraba curioso, por lo que optó por dejarla tranquila y dueña de su parcela íntima.

No obstante, había llegado ya el momento de averiguar qué misterio encerraba aquel diario, aunque primero tenía que encontrarlo.
Era temprano y disponía de luz natural durante bastantes horas para ir trasteando de un sitio a otro tantos cacharros inútiles y deteriorados. En un rincón yacía una vieja maleta junto a una mecedora que cojeaba al menor movimiento, un viejo baúl repleto de libros y cuentos, con cuadernos de dibujo y hojas sueltas pintarrajeadas. También había un armario con los cajones sueltos, casi a punto de caerse atestado de telarañas. Cajas de frutas repletas de juguetes pasados de moda, lámparas sin bombillas arrinconadas por el suelo, una máquina de coser Singer con su tapa de madera maciza, teléfonos con rueda de marcador, espejos deslucidos o picados... Infinidad de antiguallas esparcidas a su alrededor y de las que se pudo desembarazar a medida que iba desplazándolas de lugar.

La tormenta se volvió a desatar con tanta furia que los relámpagos deslumbraban con sus rayos hasta los más mínimos recovecos del cuartucho, que por fin dejaron asomar las tapas del diario de Emma... ¿Cómo? pero, si nunca supo de semejante cuaderno, ¿por qué justo ahora tenía que aparecer? ¿qué significado guardaba?... De forma incomprensible, allí había permanecido resguardado debajo de una mesa de escritorio frente a la ventana abuhardillada algo maltrecho, con una cubierta acharolada en tono púrpura y extraños símbolos coronados por tres plumas de plata, aquel pequeño librito se mostraba dócil y dispuesto a contarle sus secretos.

Al abrirlo solo encontró un párrafo legible: «Pronto habré partido, aunque no lo creas siempre supe que te dejaría antes que tú a mí, por eso no quería que leyeras mi diario ni las hojas, que de momento aún, permanecen invisibles hasta que alcances cierta madurez que te permita comprender su significado oculto. Recuerda que somos aquello que pensamos, no desprecies lo que te trajo a esta existencia, destruye tu desesperanza y pronto conocerás a la persona adecuada sin ir tú a su encuentro. Nunca dudes del poder que existe dentro de ti. Sé que lo conseguirás. Te amo».

Desconcertado y sin saber qué pensar, Silas se secó las lágrimas y se colocó frente a un espejo, lo que vió tras su espalda le dejó paralizado.

Continuará la próxima semana.
 
Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

 

diciembre 02, 2019

Accidente en los Alpes

diciembre 02, 2019 56 Comments

Queridos lectores y seguidores del blog, en esta ocasión os presento el relato con el que voy a concursar en la XVII EDICIÓN Y TERCERA TEMPORADA DEL TINTERO DE ORO (DICIEMBRE 2019) : EXTRAÑOS EN UN TREN de Patricia Highsmith. 

Dicho relato debe cumplir con al menos uno de estos requisitos:
  • Un relato policíaco o de género negro.
  • Un relato en el que se mencione con sentido la novela Extraños en un tren o la autora, Patricia Highsmith.
  • Un relato en el que la acción transcurra en un tren.
 - También debe tener una extensión de 900 palabras, como máximo.
El que que os comparto, cumple con todos estos requisitos y su extensión es de 899 palabras.

Y como dijo Pierre de Coubertin aplicado al deporte: «Lo importante no es ganar sino participar, porque lo esencial en la vida no es el éxito, sino esforzarse por conseguirlo».

Os dejo con su lectura, que deseo os haga pasar un buen rato y ya me contaréis cuales son vuestras impresiones al respecto.
Muchas gracias a todos.
 

       El reloj marcaba «01:20 am», cuando Patricia Highsmith y su secretaria Gloria Lawless accedían, con sus respectivos equipajes de mano, al tren de Jungfraubahn en los Alpes suizos. Un viaje fascinante, que alcanza su clímax al partir de dicha estación subterránea hasta salir a la superficie, serpenteando valles, conectando trenes cremallera, funiculares y estaciones de esquí.

       Iban vestidas con abrigos de piel sintética hasta las rodillas y embozadas con bufandas de lana, guantes y boinas de fieltro, que les protegían la cabeza del aire gélido.
      Patricia era una desconocida novelista, aunque ya había editado algunos libros con buena acogida entre el público. Su semblante era más bien serio, con una mirada penetrante; tenía una boca sensual de labios carnosos y una nariz griega.
       Gloria lucía un rostro aniñado, de nariz pequeña, ojos azules intensos como un balcón al océano, también una linda boca de labios terciopelo y un encanto singular en todos sus movimientos, lo que hacían de ella una chica elegante y atractiva.
 
      Subieron al vagón situado en la parte central. Una vez acomodadas, observaron, sin ningún asomo de disimulo, a los tres viajeros situados enfrente, reparando que aún quedaba un asiento vacío a su lado.
       El pasajero situado delante de ellas estaba en el extremo lateral de la izquierda, junto a la ventanilla, lucía una barba blanca y brillantes ojos pequeños hundidos en la cima carnosa de sus mejillas, aparentaba mediana edad; leía absorto un periódico y llamaba la atención su grueso habano aferrándose a sus labios. A su lado, permanecía sentado un anciano con un traje moderno, gafas de cristales redondos, bigote bien cuidado, apoyado en un bastón de madera con una antigua empuñadura de oro. Su mujer, que le seguía en ese orden, era menuda, por su aspecto superaba los cincuenta, con una mirada pizpireta observaba cuanto acontecía.

      Minutos después un joven se aproximó al asiento vacío. Se le veía muy educado, vestido con marca de ropa cara e impecablemente planchada. Con parsimonia, fue colocando sus enseres en el portaequipajes y a la vez excusándose por las molestias a sus compañeras, que lo contemplaban indiferentes.
 

      Sobre la «01:30 am», el ferrocarril inició su marcha con un estruendoso pitido, luego el monótono traqueteo se mezcló con las ruidosas presentaciones...
      —Me llamo, Edward Elric y soy un afamado jugador de baloncesto —declaró el más joven, esbozando una sonrisa cautivadora capaz de infundirles total confianza y algo de ternura.
      —Mi nombre es Nikolái Wrangel, almirante retirado. Me acompaña mi querida esposa, Irina Lenocov, piadosa dama de la nobleza rusa. Queremos conocer a nuestro nieto en Interlaken, al término del trayecto, pues desde su infancia perdimos todo contacto con sus padres —expresó el anciano presentando a su mujer, que lo miraba complacida apretándole la mano.
      —Soy Giacomo Laporta, afamado empresario, supongo que habrán adivinado los motivos de mi viaje —irrumpió finalmente el único que aún guardaba silencio.

      Tres cuartos de hora después, Gloria salió a estirar las piernas, detrás partió Edward hasta la cafetería. Viajar por estos paisajes alpinos estimulaba su talante de inquieto trotamundos, aunque resultaba sospechoso el grado de complicidad que les unía.
      Se acomodaron en unos taburetes próximos a la barra, mientras un caballero corpulento recogió del suelo un pañuelo bordado con las iniciales N. W. que Edward dejó caer disimuladamente de su bolsillo; luego se dirigió al vagón donde permanecía el mafioso Giacomo Laporta, haciéndole una señal para seguirle.

     Inmediatamente, las luces comenzaron a parpadear hasta quedar sumidos en una tenue oscuridad, sobresaltando a los ocupantes. Al poco se escuchó el chirrido insoportable de los frenos, después, las ventanillas quedaron sepultadas por la nieve.
     Los gritos del revisor no se hicieron esperar: «Por favor, abríguense y salgan con cuidado. Hemos sufrido una avería y procederemos a la evacuación. Les esperaré en la puerta...».

      Aquello derivó en un gran alboroto con los vagones invadidos por una agravante semioscuridad, obligando a los viajeros a tropezar entre sí, dirigiéndose hacia la salida. El revisor se las ingeniaba ayudándoles a descender los peldaños hasta la espesa capa de nieve que cubría la tierra y doblaba las ramas de los árboles.
      Unos gritos irrumpieron provenientes del interior: «¡Ayúdenme, alguien acaba de asesinar a mi marido!». La multitud, más pendiente de la evacuación que de auxiliar a Irina Lenocov, colapsaba la puerta, por lo que el revisor solo pudo enviarle ánimos y promesas de ayuda hasta concluir el desalojo. No obstante, algunos curiosos comentaban haber visto a dos hombres amenazando y pateando al matrimonio, aunque la insuficiente luz apenas les permitió identificarlos, por otra parte, no actuaron en su defensa porque temieron ser agredidos.
      Mientras la multitud fue trasladada por helicópteros hasta el hotel más próximo, un médico y el revisor subieron y encontraron en el pasillo dos cadáveres que luego, al registrar sus pasaportes, identificarían como los condes de San Petersburgo: Nikolái Wrangel e Irina Lenocov.

      El caso quedó archivado por falta de pruebas, hasta que un buen dia, Patricia acudió a su cita con el odontólogo. Allí una foto de una revista captó su atención: «¡No es posible, pero si es Gloria!, ¿qué hace vestida de novia junto a ese joven chiflado del tren?».
     El titular decía: «Después de la muerte en extrañas circunstancias del matrimonio, y tras la celebración nupcial entre Alexey Wrangel (heredero al título legado por su padre) y Gloria Lawless, ambos se convertirán en los nuevos condes de San Petersburgo».


Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados