El hotel Arcano
Estrella Amaranto
abril 04, 2020
40 Comments
Queridos amigos y fieles seguidores:
De entrada quiero manifestaros mi solidaridad y apoyo en estas circunstancias tan delicadas que atravesamos. Deseo también que no bajéis la guardia ni el ánimo para superar esta cruda realidad, que nos trae de cabeza a todos y como ya os comentaba en mi anterior entrada, confío
en que la humanidad tome consciencia de la responsabilidad en evitar
los contagios y que esta experiencia nos sirva para reforzar la unidad
de las personas para crear otro mundo más solidario y que tenga en
cuenta las carencias y valores humanos.
Intentemos unirnos todos para superar esta pesadilla en la que estamos sumidos desde hace tres semanas y tratemos de mentalizarnos siempre en positivo.
Confieso que todo este asunto ha cambiado también mis rutinas. No me encuentro del todo relajada como para abarcar la lectura de vuestros blogs y por otro lado no me gusta comentar sin saber lo que habéis escrito, por lo que os dejo a vuestra elección comentar en mi blog o dejarlo para más adelante, cuando todo vuelva a la normalidad.
De modo que para seguir dando vida a mi blog, he pensado que os vuelvo a compartir un nuevo relato y sois libres de comentar o no.
Lamento mucho no encontrarme lúcida para seguir comentando en vuestros interesantes blogs.
Bueno, no quiero abusar de vuestra paciencia y paso a comentaros que mi relato participó en la convocatoria del Reto de Escritura Creativa #5: Marzo 2020 - Letra M, con una extensión máxima de 750 palabras y esta vez con las palabras obligatorias: manos, masa y mujeres. Siendo válido escribirlas tanto en singular como en plural.
El
reto opcional, que como bien indica su nombre, se puede aceptar o no.
Para este mes, hay que incluir dentro de la escena este orientado en UNO de estos dos géneros: Misterio o Melodrama.
Mi opción se ha declinado por incluir el género de Misterio dentro de la escena.
Y sin más preámbulos, os invito a su lectura.
Muchas gracias a los compañeros de «Café Literautas», especialmente a Isabel Caballero, Pepe Espí Alcaraz e Isan, que me ayudaron mucho a mejorarlo.
Mi opción se ha declinado por incluir el género de Misterio dentro de la escena.
Y sin más preámbulos, os invito a su lectura.
Muchas gracias a los compañeros de «Café Literautas», especialmente a Isabel Caballero, Pepe Espí Alcaraz e Isan, que me ayudaron mucho a mejorarlo.
Cada año, un grupo de amigos se reunía en un hotel enclavado en una zona montañosa, junto a una importante estación de esquí, dotada de inmejorables pistas con remontes de última generación.
Esta vez, los tres amigos se encontraron con un inesperado revés del destino: una avalancha de turistas fue la culpable de tomar al asalto aquel hotel, por lo que faltaban plazas para acomodarles. Dicha eventualidad acabó por conducirles hasta otro establecimiento próximo.
Las duras condiciones ambientales que rodearon la jornada de búsqueda fue el principal motivo para hospedarse en un sórdido hotel, cuya fachada presentaba un estado deplorable de conservación, con numerosas grietas y manchas de verdín. La entrada exhibía un cartel que debió ser luminoso en el pasado y donde aún podía leerse "Hostal Arcano". Era evidente que no reunía las condiciones idóneas para su descanso, pero la rápida incursión del atardecer en la espesura del horizonte terminó convenciéndoles, ya que era el único lugar con suficientes habitaciones libres para acomodar al grupo durante toda la semana.
La primera noche no pudieron dormir tranquilos. Unos incesantes ruidos de pisadas, de estallidos de corchos de botellas de champán propulsados como ligeras balas contra las paredes, de notas e instrumentos musicales recorriendo de madrugada los pasillos, fueron lo bastante molestos como para impedirles conciliar el sueño. Al día siguiente acudieron al mostrador de recepción para hablar con el responsable, al que le expusieron sus quejas.
—Dénos una explicación o le pediremos el libro de reclamaciones. ¿Cómo justifica semejante escándalo a esas altas horas de la madrugada, cuándo se supone que los clientes debemos descansar?
—Discúlpenme señores, pero están en un error, el hotel permaneció silencioso toda la noche. —Les intentó tranquilizar el jefe de aspecto huraño, tez pálida y voz enigmática.
Transcurrieron varias horas y algo extraño en el entorno les puso en alerta, sospechando que no todo transcurría con normalidad tal y como les atestiguó el encargado de manos huesudas; el resto de empleados no los perdían de vista murmurando extraños sonidos que más parecían conjuros. Sus pérfidas miradas les taladraban el alma, aunque decidieron ignorarlos y seguir con sus prácticas deportivas.
La segunda noche se repitió idéntica algarabía, incorporándose otros sonidos de carácter alarmante como portazos y algún disparo. Entonces escucharon un grito de mujer que en un primer momento los dejó paralizados. Después, Samu decidió salir para pedir explicaciones al recepcionista. En el camino se fijó en un pasillo lateral que daba a una escalera. Desde allí se escuchaba con claridad el jolgorio, por lo que se encaminó con paso cauteloso subiendo los peldaños. Sus ojos desorbitados miraban en todas direcciones. Un golpe seco en la espalda le hizo rodar escalera abajo hasta caer desnucado.
A la mañana siguiente los dos amigos de Samuel se presentaron en recepción exigiendo hablar de nuevo con el jefe. Este les volvió a asegurar que no tenía constancia de ningún incidente a lo largo de la pasada noche y que lo más probable es que su amigo se hubiera ausentado del hotel. Aquella excusa no les convenció por lo que optaron por investigar por su cuenta durante la próxima noche.
—Manu, antes de salir de la habitación, llévate los bastones de esquí. No hagas tonterías y cúbreme la espalda.
—De acuerdo, Quique, iré detrás de ti. Toma esta linterna por si acaso, yo llevo otra en el bolsillo.
—Ponte calzado deportivo para no hacer ruído y no te olvides de la sudadera con capucha.
—¡Date prisa! Ya han dejado las luces de emergencia. ¿Has escuchado esos gritos?... Tenemos que ser cautos y muy silenciosos ¡Recuérdalo!
Pisando de puntillas se dirigieron al pasillo lateral del ala del edificio, justo hasta el mismo lugar donde la noche anterior, el amigo desaparecido había recibido aquel contundente puñetazo en la espalda.
—¡Cuidado, Manu! —balbuceó titubeante Quique—. En un intento de avisarle de la presencia de una sombra cerca del descansillo de la escalera.
Al girarse, Manu se dio cuenta de que estaba solo. Todo parecía haberse quedado en silencio. Únicamente se fijó en unas pisadas que conducían hasta las cocinas. Dichas huellas presentaban restos de una pegajosa masa de hojaldre.
—¡De nada sirve que me claves la punta de tus bastones! Te estábamos esperando. Tus amigos estaban deliciosos y tú serás el postre —afirmó en una voz gangosa una espeluznante presencia con el rostro desfigurado y colgándole los globos oculares por las mejillas...
Manu trató de huir corriendo a toda velocidad hasta la salida, pero todas las puertas y ventanas estaban cerradas herméticamente y una fila de clientes se fue abalanzando para devorarlo.
Esta vez, los tres amigos se encontraron con un inesperado revés del destino: una avalancha de turistas fue la culpable de tomar al asalto aquel hotel, por lo que faltaban plazas para acomodarles. Dicha eventualidad acabó por conducirles hasta otro establecimiento próximo.
Las duras condiciones ambientales que rodearon la jornada de búsqueda fue el principal motivo para hospedarse en un sórdido hotel, cuya fachada presentaba un estado deplorable de conservación, con numerosas grietas y manchas de verdín. La entrada exhibía un cartel que debió ser luminoso en el pasado y donde aún podía leerse "Hostal Arcano". Era evidente que no reunía las condiciones idóneas para su descanso, pero la rápida incursión del atardecer en la espesura del horizonte terminó convenciéndoles, ya que era el único lugar con suficientes habitaciones libres para acomodar al grupo durante toda la semana.
La primera noche no pudieron dormir tranquilos. Unos incesantes ruidos de pisadas, de estallidos de corchos de botellas de champán propulsados como ligeras balas contra las paredes, de notas e instrumentos musicales recorriendo de madrugada los pasillos, fueron lo bastante molestos como para impedirles conciliar el sueño. Al día siguiente acudieron al mostrador de recepción para hablar con el responsable, al que le expusieron sus quejas.
—Dénos una explicación o le pediremos el libro de reclamaciones. ¿Cómo justifica semejante escándalo a esas altas horas de la madrugada, cuándo se supone que los clientes debemos descansar?
—Discúlpenme señores, pero están en un error, el hotel permaneció silencioso toda la noche. —Les intentó tranquilizar el jefe de aspecto huraño, tez pálida y voz enigmática.
Transcurrieron varias horas y algo extraño en el entorno les puso en alerta, sospechando que no todo transcurría con normalidad tal y como les atestiguó el encargado de manos huesudas; el resto de empleados no los perdían de vista murmurando extraños sonidos que más parecían conjuros. Sus pérfidas miradas les taladraban el alma, aunque decidieron ignorarlos y seguir con sus prácticas deportivas.
La segunda noche se repitió idéntica algarabía, incorporándose otros sonidos de carácter alarmante como portazos y algún disparo. Entonces escucharon un grito de mujer que en un primer momento los dejó paralizados. Después, Samu decidió salir para pedir explicaciones al recepcionista. En el camino se fijó en un pasillo lateral que daba a una escalera. Desde allí se escuchaba con claridad el jolgorio, por lo que se encaminó con paso cauteloso subiendo los peldaños. Sus ojos desorbitados miraban en todas direcciones. Un golpe seco en la espalda le hizo rodar escalera abajo hasta caer desnucado.
A la mañana siguiente los dos amigos de Samuel se presentaron en recepción exigiendo hablar de nuevo con el jefe. Este les volvió a asegurar que no tenía constancia de ningún incidente a lo largo de la pasada noche y que lo más probable es que su amigo se hubiera ausentado del hotel. Aquella excusa no les convenció por lo que optaron por investigar por su cuenta durante la próxima noche.
—Manu, antes de salir de la habitación, llévate los bastones de esquí. No hagas tonterías y cúbreme la espalda.
—De acuerdo, Quique, iré detrás de ti. Toma esta linterna por si acaso, yo llevo otra en el bolsillo.
—Ponte calzado deportivo para no hacer ruído y no te olvides de la sudadera con capucha.
—¡Date prisa! Ya han dejado las luces de emergencia. ¿Has escuchado esos gritos?... Tenemos que ser cautos y muy silenciosos ¡Recuérdalo!
Pisando de puntillas se dirigieron al pasillo lateral del ala del edificio, justo hasta el mismo lugar donde la noche anterior, el amigo desaparecido había recibido aquel contundente puñetazo en la espalda.
—¡Cuidado, Manu! —balbuceó titubeante Quique—. En un intento de avisarle de la presencia de una sombra cerca del descansillo de la escalera.
Al girarse, Manu se dio cuenta de que estaba solo. Todo parecía haberse quedado en silencio. Únicamente se fijó en unas pisadas que conducían hasta las cocinas. Dichas huellas presentaban restos de una pegajosa masa de hojaldre.
—¡De nada sirve que me claves la punta de tus bastones! Te estábamos esperando. Tus amigos estaban deliciosos y tú serás el postre —afirmó en una voz gangosa una espeluznante presencia con el rostro desfigurado y colgándole los globos oculares por las mejillas...
Manu trató de huir corriendo a toda velocidad hasta la salida, pero todas las puertas y ventanas estaban cerradas herméticamente y una fila de clientes se fue abalanzando para devorarlo.