Posesión diabólica
Estrella Amaranto
abril 18, 2020
43 Comments
Queridos amigos y compañeros:
Dedico esta publicación a todos nuestros héroes anónimos que en primera línea de fuego están exponiendo diariamente sus vidas para que el resto podamos sobrevivir y poder salir de este difícil situación que nos ha tocado vivir. Me refiero al personal sanitario, unidades de emergencia, farmacéuticos, policías, basureros, taxistas, voluntarios de cruz roja y cáritas, empleados de supermercados, transportistas, bomberos, unidad militar de emergencia, personal de correos, repartidores, conductores de metro y autobuses y a quienes me haya olvidado de mencionar.
¡Brindo por un mundo más justo y más humano, consciente y considerado con el sufrimiento ajeno!
Me
gustaría añadir mi apoyo a todos los compañeros, amigos y familiares que lo estáis pasando mal. ¡Mucho ánimo, que saldremos de esta!Dedico esta publicación a todos nuestros héroes anónimos que en primera línea de fuego están exponiendo diariamente sus vidas para que el resto podamos sobrevivir y poder salir de este difícil situación que nos ha tocado vivir. Me refiero al personal sanitario, unidades de emergencia, farmacéuticos, policías, basureros, taxistas, voluntarios de cruz roja y cáritas, empleados de supermercados, transportistas, bomberos, unidad militar de emergencia, personal de correos, repartidores, conductores de metro y autobuses y a quienes me haya olvidado de mencionar.
¡Brindo por un mundo más justo y más humano, consciente y considerado con el sufrimiento ajeno!
Pasando a otro asunto, os comento que vuelvo a concursar en la XVI EDICIÓN Y TERCERA TEMPORADA DEL TINTERO DE ORO (ABRIL 2020): EL EXORCISTA de William Peter Blatty, con un original relato que cumple los dos primeros requisitos del concurso y tiene una extensión de 896 palabras.
- Escribir una historia de Terror sobrenatural: Posesiones, fantasmas, sucesos paranormales...
- Un relato en el que se mencione con sentido la novela El exorcista o al autor William Peter Blatyy.
- Un relato en el que la acción transcurra en un cine mientras proyectan El exorcista.
- Extensión máxima de 900 palabras.
Muchas gracias a todos.
Apurando con avidez la última calada del cigarrillo, leía con fruición la novela de William Peter Blatty, El exorcista, que le había regalado una amiga vidente, con la que mantenía una incipiente amistad.
La delgadez extrema de sus dedos le facilitaba pasar las páginas con más rapidez... Inesperadamente creyó notar la presencia de alguien detrás de su espalda. Un estremecimiento le recorrió todo el cuerpo, temía encontrarse con un ente extraño si giraba el cuello. Instintivamente dejó caer el libro, como si una voz le ordenase que se deshiciera de la lectura.
Sus párpados le pesaban, por lo que se vio envuelta en un estado de somnolencia. Ante su extrañeza visualizó la imagen de sus padres el día de su nacimiento.
—¡Está maldita! ¡Llévatela, Octavio! Nos traerá la desgracia —bramaba santiguándose, corroída por la inquina.
—Tranquilízate, es una niña muy guapa —alardeó el padre.
El hecho de ser la causa de semejante oprobio, contribuyó a hacerla sentirse culpable e incapaz de vencer el rencor hacia su propia madre, lo que la obligó a recurrir a terapias de choque y tratamientos psiquiátricos tras su fracasado intento de suicidio.
Su compañero se percató de su incapacidad para sobreponerse al estado de ansiedad que le producía aquel sueño recurrente, incrustado como un hongo infecto y dispuesto a destruirle las neuronas.
—¿Cómo estás? —Guido intentó despertarla con sumo cuidado, mientras le acariciaba las mejillas un tanto sonrosadas.
—He vuelto a tener ese maldito sueño donde mi madre me repudia. Pienso que la medicación ya no me hace efecto y tengo miedo de no poder escapar de esa pesadilla.
—¡Tranquila, mi amor! Para mí, siempre serás preciosa. ¡Olvídalo, no te obsesiones!
—Pero ya sabes que mi madre antes de exhalar su último aliento juró que se vengaría de mí, más allá de la muerte y no dejan de pasarme cosas extrañas desde que falleció.
—Bueno, no te empeñes en recordarlo. Tu psiquiatra te ha aconsejado que la apartes de tu mente si quieres recuperarte.
—¡No puedo y tú lo sabes bien!
—Consultaré a tu neurólogo para internarte en su clínica y que te dé el tratamiento más adecuado al estado mental en el que te encuentras.
Pasada una semana, Guido y Marilia viajaron hasta la clínica más acreditada en Europa, regentada por el famoso neurocirujano doctor Goodmind.
El equipo de médicos dirigido por el reconocido cirujano sometió a la paciente a una complicada intervención en su corteza cerebral, con el propósito de librarla de continuos ataques de epilepsia y alucinaciones que últimamente se habían ido agravando.
Finalizado el periodo del postoperatorio, fue dada de alta y regresaron de nuevo a su residencia.
Coral y Willy les recibieron con toda su parsimonia y atenciones, llevándoles el equipaje hasta el dormitorio y preparándoles la cena.
La pareja paladeaba el fino néctar de un Château Margaux, cosecha del 55, cuando inesperadamente la botella se elevó en el aire para estrellarse en el rostro de Guido, cubriéndole la frente de hilos de sangre que se le deslizaban por los ojos hasta las mejillas.
En mitad de la noche unos gritos de ultratumba provenientes del piso de arriba, despertaron a los criados, que subieron las escaleras hasta el rellano superior.
Vencido por el agotamiento, en su intento por vigilar el descanso de su amada, Guido cayó en un profundo sueño.
Marilia estaba de pie sobre la cama vomitando algo espeso y repugnante. Tenía los ojos en blanco y se había desnudado completamente. Coral se acercó para asearla y cambiarle el camisón.
—¡Señora, échese en la cama! Voy a llamar al doctor. —La temperatura en la habitación bajó de repente impregnándose de un pútrido olor.
—¡Puta, sal de aquí ahora mismo o acabaré contigo! ¡¿A qué esperas, gilipollas de mierda?! ¡Zorra embustera que mataste a tu propio hijo! Vete y ten cuidado al cruzar, porque te aplastará un coche si se te ocurre ir a la policía.
Los cajones de la cómoda salieron disparados; una plaga de cucarachas apareció de la nada, persiguiendo a la sirvienta que huyó despavorida escaleras abajo.
Con el ruido, Guido se despertó sobresaltado, tardando unos instantes en darse cuenta de lo ocurrido. Al momento de acercarse a ella, advirtió que su cuerpo no respondía y una fuerza inaudita lo empujaba contra la pared. Completamente aterrorizado, bajó hasta el primer piso para llamar al padre Muniago, con el que mantenía una férrea amistad.
Seis alaridos atronaron la mansión cuando el exorcista atravesó el umbral, sacando un crucifijo, al verla surgir de la nada y con el rostro de su anciana madre, recitando unos versos satánicos de Carducci:
¡Salud, oh, Satanás, o rebelión,
Oh, fuerza vengadora de la Razón,
El incienso y los votos son sagrados
¡Has vencido al Jehová de los sacerdotes!
Alzó la mano e hizo tres veces la señal de la cruz, sobre la lívida frente de aquel maligno espíritu. Quitó el tapón del frasco de agua bendita, rociándola con el hisopo. La entidad diabólica se puso furiosa y dio un salto hacia delante, arrancándole de cuajo el lóbulo de la oreja.
—¡Suéltame, bestia inmunda! —le suplicó el sacerdote apenas sin voz, mientras intentaba zafarse inútilmente de sus manos, cuyos dedos se le clavaban en el cuello, como dos garras, hasta morir estrangulado.
—¡Dios Todopoderoso, sálvala del maligno! —deprecó Guido en su desesperación, temblándole los labios y añadió—: Y la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la vencieron...
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