El hombre libro y el enigma
Estrella Amaranto
noviembre 22, 2016
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Como presentación os quiero decir que esta historia formará parte de una serie de relatos inconexos en su contenido, pero creados todos ellos a partir de un cuadro o una ilustración surrealista (como en este caso) diferente, como motivo de inspiración a la hora de escribirlos. Doy paso a continuación a la ilustración de Jonathan Wolstenholme, nacido en 1950 en Londres, se trata de un ilustrador independiente que ha trabajado para algunas de las principales agencias de publicidad, editoriales y una amplia gama de revistas. También es especialmente conocido por sus obras increíblemente detalladas que se derivan de un amor por los libros antiguos y de la parafernalia asociada a los objetos antiguos.
Jonathan Wolstenholme - La vida secreta y surrealista de los libros. |
Mi historia: El hombre libro y el enigma
Era un hombre de papel, que había nacido una tarde de invierno en una imprenta alemana, donde fue diseñado, recortado, encolado y encuadernado por las hábiles manos de Guten Bergum, quien puso el mejor empeño en que pronto pudiera salir a recorrer mundo y que sus letras brillaran por las estanterías de monasterios, bibliotecas, iglesias, universidades...Hasta que se cansó de permanecer viviendo apartado del resto de aquellos mortales que solían frecuentar el espacio de su habitual residencia, interrogándole constantemente y explicándole su necesidad de conocimientos, por lo que se planteó seriamente su evasión de aquellas cuatro muros que durante tantos años lo habían acogido en su morada. Reconocía su temor a semejante decisión tan alocada, puesto que durante su residencia en aquellas sólidas estanterías de madera, nunca le había faltado diversión ni saludos matutinos, todo a su alrededor le facilitaba una holgada vida de ilustre vecino y habitante de la Gran Biblioteca germana, de modo que llegado a la madurez, un buen día tuvo la feliz idea de comentárselo a otro conocido suyo, con quien alternaba distendidamente cada tarde que pasaba a saludarle y naturalmente le confesó su ilusión por ir a descubrir nuevos lugares y lectores con quien departir nuevas inquietudes que revitalizasen la tinta que corría por sus venas.
— Comprendo D. Ilustrado, que ya quiera salir a conocer lo que hay tras estos muros de piedra, pues lleva demasiado tiempo encerrado y no es bueno ver como se van ajando las hojas que le sustentan y empiezan a amarillear sus miembros, desde los pies a la cabeza, de modo que le ayudaré amigo mío a cruzar el umbral que le separa del largo camino hasta poder alcanzar su propósito. Dispongo además de un ingenioso artilugio que le propulsará al espacio para viajar en el tiempo y llegar hasta lugares insospechados. ¡Le aseguro que será toda una experiencia inolvidable!
— Le estaré eternamente agradecido D. Inventory. Sepa también que me hará un hombre libro feliz y libre de esta atávica vida sedentaria que ya empieza a hacerme prisionero de sus caprichos, a los que renuncio de buen grado.
— No se agobie, amigo mío, porque ya sabe que le tengo en gran estima por sus múltiples saberes que me ha transmitido y en deuda estoy con usted.
— ¡No se hable más y rescáteme cuanto antes! Aquí le esperaré mañana mismo para que me ayude en esta larga travesía. No se olvide de conseguir esa llave maestra con la que accederá cuando ya el bibliotecario se vaya a sus aposentos a descansar y la luz de la luna le acompañe y le ayude a encontrarme en este mismo lugar.
Acabada la conversación ambos estuvieron de acuerdo para fijar la hora exacta del "rescate" y con esas mismas esperar pacientemente que todo conspirase a su favor.
La luna brillaba a través de los estrechos ventanales de aquel enorme edificio, mientras afuera D. Inventory cabalgaba en su blanco corcel de nácar, por la espesura del bosque de los robledales, entre alfombras de silencios y musgos de tupida esperanza, que lo impulsaban a cruzar el puente de Las Lavanderas que conducía hasta aquel valle encantado en el que se erigía aquella biblioteca solitaria y apartada del mundo. El viaje resultó bastante afortunado, de modo que en cuestión de horas ya se había consumado dicha evasión y ambos jinetes cruzaban de nuevo el puente de regreso hasta la buhardilla donde se hallaba la máquina espacial.
Ya en los nuevos aposentos, D. Ilustrado comenzaba a experimentar una gran recuperación anímica que también fue acompañada de otra mejoría en su aspecto físico, luciendo una espléndida sonrisa que vio reflejarse en el espejo de bronce situado junto a un enorme artilugio que andaba manipulando con mucha atención su buen amigo el inventor. No fue complicada la maniobra del despegue, una vez que se abrieron los portones corredizos situados en el techo y el dispositivo logró salir impulsado al espacio traspasando la estratosfera y alcanzando una velocidad vertiginosa que lo llevó hasta una ciudad del futuro, donde por fin aterrizó sin contratiempos.
Al contacto con la tierra, se abrió una especie de puerta automática por donde salió al exterior un tanto mareado por el viaje. El viento soplaba en todas direcciones y cuando miró atrás su vehículo espacial ya se había desintegrado por completo, lo cual le produjo un fuerte estremecimiento pues le atemorizaba la idea de no poder regresar de nuevo a su antigua residencia o a aquella buhardilla de D. Inventory, en caso de no ser bien recibido en dicho lugar. Pero ¡ya no había vuelta atrás y encima su amigo no le había advertido de semejante imprevisto!
— Bueno, debo recobrar mi entereza y seguir adelante con esta decisión tomada. Ya veremos a ver lo que ocurre y si la fortuna de nuevo me sonríe o por el contrario me hace víctima de una encerrona y puedo sufrir cualquier adversidad. No debo anticiparme a la desgracia ni tampoco pensar tan negativamente, ya que en una ocasión obré de esta manera y se confabularon los hados para convocar todas las desgracias juntas y acabar hundiéndome en un pozo profundo de sufrimiento y soledad —se decía a sí mismo para animarse y alejar su desconfianza ante esta nueva realidad.
El entorno que alcanzó a divisar estaba rodeado de una armoniosa floresta y bancos de colores donde contempló asombrado que se sentaban aquella gente tan extraña que vestían de otra forma distinta a la que estaba acostumbrado a ver. También tenían objetos que manejaban con sus dedos insistentemente, unas pequeñas piedras rectangulares que se iluminaban y apagaban mágicamente, también tenían unos desconocidos alambres que acababan en unos botones y que los llevaban incrustados dentro de las orejas, pero lo que le desconcertó completamente fue que hablaban solos... No comprendía nada de lo que tenía a unos escasos metros de distancia, pero la curiosidad le venció de lleno y no tuvo más remedio que aproximarse hasta allí. Alzó la vista para contemplar aquella cúpula acorazada de acero oxidado que cubría toda la Plaza de Torquemada, daba la impresión que la humareda de aquellas piras mortuorias hubieran regresado de pronto acorralando aquel espacio aparentemente tranquilo, excepto cuando el sonido infernal de unos horribles objetos en movimiento cruzaban el recinto en todas direcciones. Continuaba viviendo en una horrible pesadilla de la que ya no podía escapar, de manera que optó por acomodarse lo mejor posible en uno de aquellos asientos de colores dispersos entre los árboles con algunas fuentes y unos palos de acero con unas urnas acristaladas en su extremo más elevado que se distribuían en distintas hileras.
No hacía mucho rato que permanecía sentado cuando un joven se le aproximó y no dudó en acomodarse a su lado. Aquella compañía le tranquilizó pues seguramente vendría en ayuda suya, lo mismo que tantos otros jóvenes también lo habían hecho en su anterior alojamiento.
— ¿De verdad es usted ese hombre libro que anuncian en las redes sociales?... ¿No sabía que bajo sus ropas de cuero podía albergar toda una biblioteca?... ¿Cómo es que se ha podido suscitar semejante prodigio en un ser tan enclenque como usted? ...
— ¡Eh, ya está bien de hacerme semejante interrogatorio!... ¡No le consiento que me infravalore, ni que se mofe de mi con semejante descaro, jovencito deslenguado!
— Disculpe señor, pero me ha producido tal asombro que no he podido reprimir mis impulsos, le pido disculpas y me gustaría consultar alguna de sus páginas... ¿Me lo permite?...
— No sin antes decirme qué tema le interesa o qué es lo que busca exactamente.
En una especie de lucha contenida, ambos desconocidos se fueron internando, cuando sin percatarse de ello fueron acudiendo otros nuevos viandantes quienes llevados por la curiosidad y el chismorreo, fueron formando un corrillo sin perderse ni un ápice de la animada discusión entre el famoso hombre libro, anunciado a bombo y platillo en los medios de comunicación después de recorrer las plataformas virtuales donde ya era todo un personaje y su interlocutor, un joven periodista que se había hecho también famoso al difundir en directo lo que estaba aconteciendo.
— Hagan cola para solicitar su página sin molestar a nuestro amable invitado, que acaba de llegar del pasado y aún sufre esa distorsión temporal — ordenó un agente del orden que trataba de organizar el evento cultural.
Una niña le pidió una página que decía así en su comienzo: "En un agujero en el suelo, vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante, con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad".
Un hombre con gabardina gris se acercó para llevarse otra página que decía así en su comienzo: "Las cosas podían haber sucedido de cualquier otra manera y, sin embargo, sucedieron así".
Una mujer con buen aspecto y de edad ya madura también quiso llevarse otra página que decía así en su comienzo: "Bastará decir que soy Juan Pablo Castel, el pintor que mató a María Iribarne; supongo que el proceso está en el recuerdo de todos y que no se necesitan mayores explicaciones sobre mi persona".
Otro señor con traje de ejecutivo y barba arreglada requirió una nueva página que decía así en su comienzo: "Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes. Lo. Li. Ta. Era Lo, sencillamente Lo, por la mañana, un metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre Lolita".
El siguiente en la cola era un niño regordete que estaba devorando un pastelito de chocolate y no hacía más que molestar pegando patadas en las espinillas de los pacientes transeúntes que estaban esperando su turno hasta que por fin se alejó con su página que decía así en su comienzo: "El squire Trelawney, el doctor Livesey y algunos otros caballeros me han indicado que ponga por escrito todo lo referente a la Isla del Tesoro, sin omitir detalle, aunque sin mencionar la posición de la isla, ya que todavía en ella quedan riquezas enterradas; y por ello tomo mi pluma en este año de gracia de 17... y mi memoria se remonta al tiempo en que mi padre era dueño de la hostería «Almirante Benbow», y el viejo curtido navegante, con su rostro cruzado por un sablazo, buscó cobijo bajo nuestro techo".
La siguiente era una joven distraída que casi estuvo a punto de dejar colarse a otro joven, pero alguien la avisó para recoger cuanto antes su página que decía así en su comienzo: "Soy un hombre invisible. No, no soy uno de aquellos trasgos que atormentaban a Edgar Allan Poe, ni tampoco uno de esos ectoplasmas de las películas de Hollywood. Soy un hombre real, de carne y hueso, con músculos y humores, e incluso cabe afirmar que poseo una mente. Sabed que si soy invisible ello se debe, tan solo, a que la gente se niega a verme. Soy como las cabezas separadas del tronco que a veces veis en las barracas de feria, soy como un reflejo de crueles espejos con duros cristales deformantes. Cuantos se acercan a mí únicamente ven lo que me rodea, o inventos de su imaginación. Lo ven todo, cualquier cosa, menos mi persona".
Por fin le había llegado el turno al tunante, bueno, a aquel jovenzuelo adolescente que casi estuvo a punto de colarse antes y que tomó también su página que decía así en su comienzo: "Yo no maté a mi padre, pero a veces me he sentido como si hubiera contribuido a ello".
Y por último estaba una anciana bondadosa que había aguantado estoicamente aquella larga espera, por lo que eligió tranquilamente una página que decía así en su comienzo: "Es una verdad mundialmente reconocida que un hombre soltero, poseedor de una gran fortuna, necesita una esposa".
Después de alejarse de aquella plaza, todos aquellos lectores se dieron cuenta de que si lograban reunirse de nuevo y ordenar convenientemente los títulos de los libros a los que pertenecían cada una de sus páginas descubrirían el enigma que les daría la respuesta a sus preguntas, por lo que los fueron anotando:
"El Hobbit" - "El camino" - "El túnel" - "Lolita" - "La isla del tesoro" - "El hombre invisible" - "El jardín de cemento" - "Orgullo y prejuicio" -
Para finalmente construir ordenadamente la frase del enigma cambiando el orden de estos títulos:
"Lolita" nunca tuvo "Orgullo y prejuicio" por lo que siguió "El camino" que conducía hasta "El jardín de cemento" donde se encontró con "El hombre invisible" escondido en "El túnel" junto a "La isla del tesoro" que vigilaba "El Hobbit" y cuyo significado más profundo era: Libérate de tu "Orgullo y prejuicio" que aprisiona tu espíritu, porque de esa forma librarás a tu ser invisible oculto en el túnel de la felicidad que custodia un diminuto guardián.