Fotografía de Adam Ekberg |
Un verano de finales del siglo pasado, nuestros señores de la casa, decidieron llamar a los empleados de una empresa de mudanzas, con el fin de desalojar la vivienda de una rápida tacada. Lo tenían muy claro, había llegado el momento propicio de cambiarse a otra vivienda más amplia y con mejores comodidades, situada en una zona residencial, y donde la naturaleza se mostraba exuberante; el aire estaba repleto de oxígeno y se podía practicar footing tranquilamente, bordeando los setos que delimitaban el acceso a las zonas ajardinadas o de esparcimiento repartidas por toda la parcela.
Aquel traslado produjo tal revuelo y desesperación, entre sus «habitantes», que muchos de ellos empezaron a sufrir infecciones por carcoma, que les dejaban sus huesos corroídos de serrín. Fueron frecuentes, los inconcebibles trastornos del sueño, que padecían las arañas de cristal de Bohemia, pendientes sus vidas de un hilo colgado en el techo y que de noche parecía ahorcarles. Los antiguos relojes sufrían infartos, debido a las constantes pérdidas de coordinación de sus péndulos que, agotados, exhalaban su último tictac. Las cortinas en su alocada carrera se abrían y cerraban sin motivos aparentes. Hubo algunos suicidios involuntarios, cuando los encargados de la mudanza no tuvieron en cuenta el frágil estado mental de algunas figurillas de porcelana, que al menor descuido, caían al suelo decapitadas.
Nuestros «amos» les conminaron a los empleados, que a nosotros nos dejaran tranquilos en aquel sitio, donde apenas se filtraba la luz, y la melancolía de otro tiempo rebotaba contra las paredes imitando una pelota de ping-pong.
La atmósfera que nos envolvía era más bien tenebrosa y sepulcral. Diríase, que estábamos destinados al olvido, dentro de aquellos muros cuarteados por la humedad y el discurrir de los años. Quizás se nos había apartado del resto por desuso, convirtiéndonos en rehenes de una eterna condena.
Cuando todo aquel bullicio y empaquetado finalizó, dando paso al silencio, nos dimos cuenta de que éramos los únicos supervivientes de la casa y que, en medio de la soledad, nuestra mutua compañía sería de ahora en adelante la única esperanza.
— Ya ves, de nada nos ha servido sujetarles las posaderas a nuestros amos y aguantar más de un mal aire con dignidad.
— Sí, querida, de nada nos sirvió cargar a nuestra espalda con su peso y ofrecerles acomodo o guardarles sus secretos más comprometidos.
— Nunca perdimos la compostura, aunque nos desplazaban por el cuarto a su antojo. Hasta incluso nos situaban a uno encima de otro, ya sabes cómo son los humanos, siempre pensando en lo mismo. En cambio, nosotros «sin comernos una rosca».
— Se han llevado a todos nuestros familiares: los sillones de orejas y los del despacho, los sofás y tresillos, las sillas del comedor y de la cocina, los butacones del dormitorio, las mecedoras de la terraza, los taburetes de la cocina y de los cuartos de baño…
— Nos hemos convertido en la pareja perfecta. Empecemos de cero a crear una nueva generación. ¿Qué tal si ahora, que nadie nos ve, nos dejamos arrastrar por el deseo y la pasión?
— Probemos esas posturas imposibles que hacen los humanos, cuando se suben encima marcando el ritmo según sus gustos y pasiones… Venga ahora, ponte tú arriba y luego cambiamos, encima, debajo, hacia un lado o hacia el otro… ¡¡¡Mira que si nos aparece una trona!!!
Aquel traslado produjo tal revuelo y desesperación, entre sus «habitantes», que muchos de ellos empezaron a sufrir infecciones por carcoma, que les dejaban sus huesos corroídos de serrín. Fueron frecuentes, los inconcebibles trastornos del sueño, que padecían las arañas de cristal de Bohemia, pendientes sus vidas de un hilo colgado en el techo y que de noche parecía ahorcarles. Los antiguos relojes sufrían infartos, debido a las constantes pérdidas de coordinación de sus péndulos que, agotados, exhalaban su último tictac. Las cortinas en su alocada carrera se abrían y cerraban sin motivos aparentes. Hubo algunos suicidios involuntarios, cuando los encargados de la mudanza no tuvieron en cuenta el frágil estado mental de algunas figurillas de porcelana, que al menor descuido, caían al suelo decapitadas.
Nuestros «amos» les conminaron a los empleados, que a nosotros nos dejaran tranquilos en aquel sitio, donde apenas se filtraba la luz, y la melancolía de otro tiempo rebotaba contra las paredes imitando una pelota de ping-pong.
La atmósfera que nos envolvía era más bien tenebrosa y sepulcral. Diríase, que estábamos destinados al olvido, dentro de aquellos muros cuarteados por la humedad y el discurrir de los años. Quizás se nos había apartado del resto por desuso, convirtiéndonos en rehenes de una eterna condena.
Cuando todo aquel bullicio y empaquetado finalizó, dando paso al silencio, nos dimos cuenta de que éramos los únicos supervivientes de la casa y que, en medio de la soledad, nuestra mutua compañía sería de ahora en adelante la única esperanza.
— Ya ves, de nada nos ha servido sujetarles las posaderas a nuestros amos y aguantar más de un mal aire con dignidad.
— Sí, querida, de nada nos sirvió cargar a nuestra espalda con su peso y ofrecerles acomodo o guardarles sus secretos más comprometidos.
— Nunca perdimos la compostura, aunque nos desplazaban por el cuarto a su antojo. Hasta incluso nos situaban a uno encima de otro, ya sabes cómo son los humanos, siempre pensando en lo mismo. En cambio, nosotros «sin comernos una rosca».
— Se han llevado a todos nuestros familiares: los sillones de orejas y los del despacho, los sofás y tresillos, las sillas del comedor y de la cocina, los butacones del dormitorio, las mecedoras de la terraza, los taburetes de la cocina y de los cuartos de baño…
— Nos hemos convertido en la pareja perfecta. Empecemos de cero a crear una nueva generación. ¿Qué tal si ahora, que nadie nos ve, nos dejamos arrastrar por el deseo y la pasión?
— Probemos esas posturas imposibles que hacen los humanos, cuando se suben encima marcando el ritmo según sus gustos y pasiones… Venga ahora, ponte tú arriba y luego cambiamos, encima, debajo, hacia un lado o hacia el otro… ¡¡¡Mira que si nos aparece una trona!!!
Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados
Ay, Estrella, es un relato genial, con mucho sentido del humor y algo de nostalgia. Me ha dado un vahído de ansiedad cuando has hablado de la carcoma. El mes de septiembre en mi casa ha sido de lucha contra ella. Descubrimos que los muebles del salón, que son de madera de verdad, tenían agujeritos de los que salían bichitos. Ha sido bastante latoso, pero espero haber terminado con la plaga.
ResponderEliminarMe ha encantado esa idea de que las sillas, puestas a procrear, ¡¡tengan una trona!! Es genial.
Un beso.
Ameno, original y con una Gran dosis de imaginación. Me ha encantado cómo has enfocado un traslado desde el otro lado. Alguna vez he pensado en que si nuestro mobiliario tuviera vida... ¿Qué pensarían de nosotros?
ResponderEliminarUn placer leerte, mi querida amiga. He recreado las imágenes en mi mente al compás de la música... Qué recuerdos!!
Mil besitos con todo mi cariño y feliz día ❤️
Querida Estrella, qué rato tan divertido he pasado leyendo este original y genial relato jajajaj. Una mudanza a la que has dotado de vida propia a sus protagonistas, los muebles y enseres que deben ser trasladados y en la que los encargados de almacenar y empaquetar poco tienen en cuenta el estado emocional de estos objetos. Con tu magnífico ingenio, seguro que las pareja perfecta consigue sus propósitos y traen al mundo una tronita jajaj
ResponderEliminarTe dejo un cargamento de besos cósmicos y un abrazo inmenso con todo mi cariño, corazón bello.
Feliz comienzo de semana, guapísima!!!!
P.D. La música todo un acierto querida Estrella!!!
ResponderEliminarQuerida Estrella,
ResponderEliminarEntiendo el revuelo de los habitantes de esa casa. Normal que hubiese insomnios y hasta suicidios,... Aunque el problema, sin embargo, creo que es echar raíces y aferrarse a las cosas materiales. Quizás les hubiera sido más útil esconderse entre cajas y jarrones.
Respecto a la pareja perfecta ¡Estupendo! ¡Que practiquen el arte amatorio! Aunque yo ya les veo que exceden en mucho sus días fértiles.
Un besito.
Cuanta creatividad has desplegado en este relato de mudanza y cambio. La moraleja es: De nada sirven desvelos y trabajos, cuando los beneficiarios son egoístas y desagradecidos.
ResponderEliminarLo que hagas pues, sea para el propio disfrute.
Me ha resultado una lectura muy divertida. Y esa trona como perspectiva de futuro. Se nota que no son meros muebles del Ikea, que tienen madera de pensadores con la cabecera bien amueblada.
Abrazo.
Jajaja, ¡¡qué entretenido, Estrella!!
ResponderEliminarEn mis diversas mudanzas, varios objetos se suicidaron también, con gran pesar para mí.
Me gustó este darles voz a los muebles. Sin duda sufren los efectos de las mudanzas y mucho más deben de sufrir cuando son relegados a un trastero. Te felicito.
Besos
¡Hola, Estrella! Un relato de contrastes. En la parte narrada, se nos muestra una escena trepidante, en la que los objetos decorativos son sacados de su cómodo confort. Objetos inútiles, pura ornamento. Por el contrario, en la parte dialogada, irónica y divertida, la acción se para, abandonada como esas sillas viejas que por el uso dado se ven relegadas al abandono porque ya no pegan en la nueva casa.
ResponderEliminarUn relato que es una excelente metáfora sobre lo poco que apreciamos a lo que más servicio nos da. Genial, Estrella!! Un abrazo!
¡Qué relato más original!
ResponderEliminarEsa mudanza difícil siempre... cerrando una época de la vida y de los objetos que nos han rodeado y que llevan nuestra historia grabada en sus contornos y en sus huecos más profundos.
Y esa pareja perfecta y solitaria dispuesta a recomponerse y a entenderse en un nuevo proyecto de vida... esta vez sólo suyo.
Ainsss... ¡Yo qué sé! Es leerte y se abre un mundo por imaginar. Gracias!
Besicos de chocolate.
Me gustó que estuviera contado desde el punto de vista de las sillas, con un gran despliegue de humor, ironía e imaginación.
ResponderEliminarLa descripción de la mudanza y lo que ocurría con cada objeto, me encantó. El final está buenísimo y me reí con ganas de las intenciones de las pobres sillas abandonadas.
Un abrazo, Estrella.
Ayy amiga Estrella que buen rato me has hecho pasar con esta historia que reflejas los sentimientos del moviliario al verse solos y no sentirse ya útiles, siendo abandonados en esa casona, a la espera de ser útiles. Cuantas vivencias y secretos guardados se encuentran entre los enseres de un hogar. Me encantó leerte nuevamente Estrella. Te dejo mis mejores deseos para esta nueva semana y abrazos con mi cariño. Besis.
ResponderEliminarEstrella, que original y divertido texto. Yo pienso que todo siente y puede contar historias. Me encanto ese final. Saludos amiga.
ResponderEliminarEstupenda historia, desde muy pequeño tengo la tendencia a darle vida a los objetos inanimados que nos rodean no sé si por instinto propio o por síndrome Disney. En todo caso es algo que llevo dentro.
ResponderEliminarUn cordial saludo del Dr. Krapp
ResponderEliminar¡Hola, Estrella!
ResponderEliminarUn relato muy divertido, pero que también nos deja una sensación de pérdida y nostalgia. Pobres objetos olvidados. Un relato original y diferente. No volveré a mirar a mi mobiliario de la misma manera, demasiados secretos, ja, ja, ja
Me ha encantado, genial.
Un beso enorme.
Me ha encantado tu relato, con ese toque de humor.
ResponderEliminarUn beso.
Excelente nunca me lo vi venir !!!! Es cierto uno está rodeado de cosas toda una vida y de pronto te vas así como si nada... sin importar lo que quedo !!!!
ResponderEliminarFantástico, Estrella! Un relato divertidísimo y genial. Qué bien has creado el ambiente y la personalidad de esos "habitantes".
ResponderEliminar¡Excelente! con tu gracia y facilidad de palabras, me he divertido con la lectura. Nunca pensé que una mudanza diera tanto de sí. Pensándolo bien, es un tejemaneje de enseres que con un cambio de casa se mueve. Siempre se pierde o rompe alguna cosa en el empeño. Yo una vez dejé una silla en una mudanza de enseres de mis suegros que me gustaba. Pero cuando se vendió la casa no pude recuperarla. A saber dónde se fue, qué cambio se hizo. Si se dejo dos y quizás habían procreado. Un abrazo.
ResponderEliminarQué bien has sabido narrar las desventuras de ese mobiliario que se ve forzado a mudarse del que ha sido su hogar y la desazón primero y la resignación después de esas dos sillas que se ven abandonadas a su suerte. Si los muebles hablaran... Siempre he querido pensar que son unos observadores mudos, a quien nadie les da voz y voto. Yo ya les di voz en mi relato "Voces ocultas". El tono humorístico acaba dándole al relato un valor añadido.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Estrella.
ResponderEliminarQué buen relato. He sufrido con esas sillas que dejan ahí, abanonadas. Ojalá tengan no una, sino muchas tronas.
Muy feliz día y menudo derroche de imaginación.
Es un relato que se puede leer sin más y resultar ameno o también analizar y ver subliminalmente la utilización que hace mucha gente unas de otras (utilizando de simil los muebles) o la soledad en la que después de una vida se ven envueltos otros.
ResponderEliminarSAludos.
Hola Estrella, no se si a alguien mas le pase al entrar a tu blog de poesía, pero yo sigo con el problema que me dirige a los templetes de blog....lo siento Estrella, pero seguiré tratando, y aqui estoy en este blog que no tengo problema para dejarte mis saludos y un abrazo. Gracias.
ResponderEliminarVery great story, Estrella. I learn from the what was going in the perfect match.
ResponderEliminarHave a great day!
Menuda historia, y que bien has elegido la fotografía. Al principio no me cuadraba pero una vez acabé el relato, lo entendí perfectamente. Un abrazo :)
ResponderEliminarCelebro que mi relato fuese de vuestro interés, siendo además valorado muy generosamente por vosotros, así como la originalidad de estos protagonistas materiales, pero que fueron cobrando vida a medida que una pareja de sillas quedó relegada a la más absoluta soledad y decidió tomar la decisión de procrear, algo que traté sirviéndome de un diálogo, irónico y divertido, lo que ya he comprobado gratamente, que ha sido otro de los alicientes para realzar su lectura.
ResponderEliminarSi no recuerdo mal, estimado Josep, tu relato nos hablaba de una "rebelión de libros y muebles" y de un pirómano resentido por culpa de una infidelidad conyugal, por cierto estaba muy bien narrado y desarrollándolo ampliamente, lo cual considero una lectura recomendable. Sin embargo, mi historia solo tiene en común, haberle dado vida a una gran parte de enseres de un casa y con otro desarrollo completamente distinto.
No me olvido de agradeceros, vuestros amables comentarios, a quienes os habíais apartado durante un tiempo de esta humilde "casa", por lo que me alegro de este reencuentro.
Para finalizar os agradezco mucho vuestra atención lectora y cuántos elogios y anécdotas me habéis regalado.
ROSA BERROS CANURIA - AURORATRIS - MARINA - EL MUNDO CON ELLA - FRANCISCO MOROZ - ALÍS - DAVID RUBIO SÁNCHEZ - GALILEA - MIRELLA S. - ANI - SANDRA FIGUEROA - DOCTOR KRAPP (¡bienvenido!) - IRENE F. GARZA - TERE - ANITA (¡bienvenida, también!) - MARTA NAVARRO - MAMEN PIRIZ GARCÍA - JOSEP Mª PANADÉS - MARIGEM - MANUELA FERNÁNDEZ - EVI ERLINDA Y PEPA
Recibir de mi parte, un abrazo con cariño para cada uno y que disfrutéis de un buen comienzo de semana. ¡Ah! y por supuesto, os deseo un mes de octubre lleno de agradables sorpresas e inspiración.