La única heredera (cap. III)
Estrella Amaranto
agosto 19, 2019
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Cap. III
Al regresar al salón su vista se fijó en el cuerpo de Angélica, que yacía tendido en el suelo y rodeado por un extenso charco de sangre, algo espeso y teñido de un intenso color rojo oscuro, que se iba ensanchando de un extremo al otro de la habitación.
Cuando se aproximó para comprobar el pulso y si realizaba algún movimiento respiratorio, sufrió una nuevo desmayo que le hizo perder el conocimiento y caerse de bruces.
Pasado algún tiempo, la puerta de la casa volvió a abrirse, era Nely, quien al contemplar aquel espantoso panorama se vió desbordada por una profunda crisis de ansiedad, gritando fuera de si contra su cuñado, dedicándole una buena tanda de insultos. Cogió el móvil y marcó el 112, con la voz entrecortada e incapaz de coordinar sus pensamientos, balbuceaba con su interlocutor para pedirle ayuda inmediata, este la trataba de tranquilizar, asegurándole que pronto llegaría un agente de policía y una ambulancia. Colgó mientras las lágrimas empañaban su mirada, distorsionándole la expresión del cadáver de su pequeña.
Cuando se aproximó para comprobar el pulso y si realizaba algún movimiento respiratorio, sufrió una nuevo desmayo que le hizo perder el conocimiento y caerse de bruces.
Pasado algún tiempo, la puerta de la casa volvió a abrirse, era Nely, quien al contemplar aquel espantoso panorama se vió desbordada por una profunda crisis de ansiedad, gritando fuera de si contra su cuñado, dedicándole una buena tanda de insultos. Cogió el móvil y marcó el 112, con la voz entrecortada e incapaz de coordinar sus pensamientos, balbuceaba con su interlocutor para pedirle ayuda inmediata, este la trataba de tranquilizar, asegurándole que pronto llegaría un agente de policía y una ambulancia. Colgó mientras las lágrimas empañaban su mirada, distorsionándole la expresión del cadáver de su pequeña.
. . . . . . . . .
El coche de policía arrancó siguiendo al furgón de la funeraria hasta el centro sanitario, donde debían practicar la autopsia a la interfecta. La madre permanecía rota de desesperación, incapaz de controlar el incesante llanto que la invadía a lo largo de todo el trayecto.
Solicitó al comisario la ayuda de una psicóloga para recuperar el ánimo, tras sufrir aquel estado de ansiedad, del que según sus palabras no era capaz de superar. También le decía a los agentes que la acompañaban que le parecía estar viviendo una pesadilla.
En su declaración añadió que su cuñado nunca dió muestras de violencia, al contrario, siempre se había mantenido sumiso y atento con toda la familia.
Luego, el comisario Gutiérrez se encargó de interrogarla:
—Por favor, señora ¿le ocurre algo?
—¡Ah, si, pérdóneme, estaba distraída!
—Le preguntaba por las personas que están compartiendo su techo. ¿Quienes y cuántos son? Facilíteme sus nombres, apellidos, edad, etc.
—Conmigo somos cinco, mis hijos, bueno mi hi...ja... Angélica que ya se fue para siempre, mi hijo Sebas, mi cuñado Richy, mi hermana Bego y yo...
—Dígame, su hijo ¿dónde se encuentra?, ¿sabe algo de su hermana?
—Desconozco su paradero y en cuanto a mi hermana tampoco tengo noticia, pues ha estado fuera de casa en estos últimos días.
—Bien, hemos acabado ¡Fírme abajo! Dentro de un rato, en otra dependencia, les tomaré declaraciones como testigos a su cuñado y a usted.
El coche de policía arrancó siguiendo al furgón de la funeraria hasta el centro sanitario, donde debían practicar la autopsia a la interfecta. La madre permanecía rota de desesperación, incapaz de controlar el incesante llanto que la invadía a lo largo de todo el trayecto.
Solicitó al comisario la ayuda de una psicóloga para recuperar el ánimo, tras sufrir aquel estado de ansiedad, del que según sus palabras no era capaz de superar. También le decía a los agentes que la acompañaban que le parecía estar viviendo una pesadilla.
En su declaración añadió que su cuñado nunca dió muestras de violencia, al contrario, siempre se había mantenido sumiso y atento con toda la familia.
Luego, el comisario Gutiérrez se encargó de interrogarla:
—Por favor, señora ¿le ocurre algo?
—¡Ah, si, pérdóneme, estaba distraída!
—Le preguntaba por las personas que están compartiendo su techo. ¿Quienes y cuántos son? Facilíteme sus nombres, apellidos, edad, etc.
—Conmigo somos cinco, mis hijos, bueno mi hi...ja... Angélica que ya se fue para siempre, mi hijo Sebas, mi cuñado Richy, mi hermana Bego y yo...
—Dígame, su hijo ¿dónde se encuentra?, ¿sabe algo de su hermana?
—Desconozco su paradero y en cuanto a mi hermana tampoco tengo noticia, pues ha estado fuera de casa en estos últimos días.
—Bien, hemos acabado ¡Fírme abajo! Dentro de un rato, en otra dependencia, les tomaré declaraciones como testigos a su cuñado y a usted.
. . . . . . . . .
La noche se volvió perezosa, presagiando una dilatada espera en las desoladas estancias de la comisaría, mientras llegaban los informes de la autopsia, así como las diligencias realizadas por los agentes de policía al apartamento tras su registro y numerosas llamadas telefónicas.
Según el informe del forense, la fallecida había recibido algunas puñaladas en la cara con un objeto punzante, lo más probable un cuchillo de cocina y unos cortes muy profundos en las sienes producidos con toda seguridad por una navaja de montaña, que le causaron la muerte en el acto.
El grupo de agentes encargados del caso le informaron, horas después, al jefe de la policía que se habían localizado todas las pruebas materiales dentro del apartamento y que según los resultados del laboratorio señalaban como autor del asesinato al hermano de la finada, del cual ya existían antecedentes penales por distintos tipos de robos, violaciones, extorsiones y un largo etcétera.
Nely con la mirada extraviada en un punto al infinito confesó destrozada la manía que tenía su hijo de llevarse la misma navaja, que le mostró el comisario, en las acampadas con amigos y con sus iniciales grabadas en la empuñadura.
A partir de aquí se puso en marcha la orden de busca y captura del asesino.
Una nueva prueba material se unió a las ya existentes, se trataba del móvil de la finada, oculto en una caja metálica del escritorio cerrado con llave de la habitación de Bego y con varias llamadas a un mismo número del extranjero, lo que también la situaba en el punto de mira de la policía.
La noche se volvió perezosa, presagiando una dilatada espera en las desoladas estancias de la comisaría, mientras llegaban los informes de la autopsia, así como las diligencias realizadas por los agentes de policía al apartamento tras su registro y numerosas llamadas telefónicas.
Según el informe del forense, la fallecida había recibido algunas puñaladas en la cara con un objeto punzante, lo más probable un cuchillo de cocina y unos cortes muy profundos en las sienes producidos con toda seguridad por una navaja de montaña, que le causaron la muerte en el acto.
El grupo de agentes encargados del caso le informaron, horas después, al jefe de la policía que se habían localizado todas las pruebas materiales dentro del apartamento y que según los resultados del laboratorio señalaban como autor del asesinato al hermano de la finada, del cual ya existían antecedentes penales por distintos tipos de robos, violaciones, extorsiones y un largo etcétera.
Nely con la mirada extraviada en un punto al infinito confesó destrozada la manía que tenía su hijo de llevarse la misma navaja, que le mostró el comisario, en las acampadas con amigos y con sus iniciales grabadas en la empuñadura.
A partir de aquí se puso en marcha la orden de busca y captura del asesino.
Una nueva prueba material se unió a las ya existentes, se trataba del móvil de la finada, oculto en una caja metálica del escritorio cerrado con llave de la habitación de Bego y con varias llamadas a un mismo número del extranjero, lo que también la situaba en el punto de mira de la policía.
CONTINUARÁ ...
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