octubre 21, 2019

Paca y Manolo versus Suka y July

octubre 21, 2019 45 Comments

Fotomontaje de Estrella Amaranto

—¡Qué bellezón estás hecha, Suka! Me encanta seguirte en esa otra red, ¡la del pajarito!

—¡Sí, en Tuiti! Me tienes enganchada con lo del finde pasado, porque me sentí tan cerca de July y de ti, como si hubiera ido con vosotros al Spa, haciendo esas rutas con chorros de agua fría y caliente y después los masajes con fisioterapeutas. ¡Qué macizos los tíos! ¡soñé con ellos esa noche!

—¡Qué mona, Katilin, gracias por apoyarme! Discúlpame, ahora tengo una sesión de fotoclón y después la promo del hotelazo en yutú, que la cuelgo en Tuiti. Nos hablamos por Wuasat.

—¡Manolooo... ! ¿Preparaste el decorado yaaa...? ¡Hoy petamos la red! Que no me se vea la papada ni las verrugas... ¡Sácame el perfil bueno! que ayer la cagaste y así no vamos a forrarnos como yutuberos...

—Déjate de sermones, Paca, y ponte el top rojo con sostén, qu'estás más sesi y a la gente le chifla, rellénalo con papel del culo pa' que las tetas te queden grandes. Ya estoy con el palo la escoba pa' sujetar la cámara. Ponte enmedio del muro pintao y discursea como las artrices. T'e dejao el escrito en la mesa la cocina, apréndetelo tó de un tirón y cuando te se vaya la perola sonríe, qu'eso queda mú bien pa' salir del apuro.

—Mis queridos fans de yutú.  Para mi superpromo del fin de semana quiero recomendaros este hotelazo de lujo. No importa si veis una mínima parte, porque es imponente. ¡Venir a descubrirlo y disfrutarlo!


(250 palabras) 

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

octubre 14, 2019

La envidia

octubre 14, 2019 25 Comments

Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua, tiene dos significados:

1. f. Tristeza o pesar del bien ajeno.
2. f. Emulación, deseo de algo que no se posee.

Se trata de una emoción bastante destructiva para uno mismo, ya que si no sabemos superarla nos hará sentirnos unos desgraciados.

Una gran frase acerca de la envidia la pronunció William Shakespeare: "Qué cosa más amarga mirar la felicidad a través de los ojos de otro hombre."

Este sentimiento se origina cuando establecemos comparaciones con los demás, ya que tenemos la mala costumbre de valorar a los otros de acuerdo a aquello de lo que carecemos, sin tener la lucidez suficiente como para pensar en aquellas cosas que tenemos tan positivas. Por eso cuando dejamos de compararnos con los demás es cuando aumenta nuestra autoestima, porque somos únicos e incomparables. Nadie es igual a nadie, por tanto no tienes necesidad de imitar al otro o pretender ilusamente ser igual que él/ella, ya que nunca lo conseguirás y eso te llevará a ser infeliz y envidioso.

También esta emoción aparece cuando viene acompañada de la avaricia, la frustración, el rencor o el odio y como tal no puede ser un sentimiento positivo, sino todo lo contrario, aunque popularmente oigamos esa expresión de "envidia sana", que no es más que pura hipocresía o la excusa perfecta para evadirnos de esa negatividad. Cuando las personas sufren de envidia constante suelen sentirse frustradas y eso les lleva a padecer depresiones.


Cuando asumimos con naturalidad y buen humor lo que somos y aquello a lo que aspiramos a convertirnos es cuando notamos que estamos en paz con nosotros mismos. No lo confundas con ser conformista, porque un poco de ambición es necesaria para crecer y aumentar nuestra autoestima, de modo que lo esencial es la coherencia entre mente-emociones-actos, este trinomio es fundamental que lo mantengas en equilibrio constante para no entrar en contradicciones o frustraciones contigo mismo. Evita las comparaciones y observa las cosas desde tu propia percepción, sentimientos o expectativas de futuro.

Desde el instante en que nos parece que no vivimos la vida, porque todo a nuestro alrededor es pura monotonía o, empezamos  carece de suficiente motivación para vivirla, es cuando prejuzgamos a los demás como "afortunados" si les vemos felices, lo cual agrava aún más nuestra desdicha y este es el mejor caldo de cultivo para generar esa envidia tan negativa que nos aparta del contacto humano o de las relaciones sociales. 

Otras consecuencias de la envidia son la apatía, la negatividad y el conformismo, así Harry Stack Sullivan definió la envidia como "un sentimiento de aguda incomodidad, determinada por el descubrimiento de que otro posee algo que nosotros creemos que deberíamos tener". El discurso del envidioso es repetitivo, monocorde y compulsivo sobre aquello que envidia y con lo que compite. 


Finalmente hago una recopilación de textos de famosos escritores españoles que nos hablan sobre este asunto:

Baltasar Gracián escribió en su Arte de la prudencia: "No hay venganza más insigne que los méritos y cualidades que vencen y atormentan a la envidia. Este es el mayor castigo: hacer del éxito veneno", hasta la honradez y la bondad pueden usarse con el malévolo propósito de azuzar la envidia.

Miguel de Cervantes puso en boca de Don Quijote: "Todos los vicios, Sancho, traen un no sé qué de deleite consigo; pero el de la envidia no tal, sino disgusto, rencores y rabias”. Otros “vicios” conllevan ese “no sé qué de deleite” porque satisfacen alguna pulsión instintiva (aunque después pueda esto resultar reprobable a la conciencia). Sin embargo, la envidia es en sí una defensa; a saber, una defensa contra la percepción de la propia inferioridad: se odia a otro para no sentir odio contra uno mismo.

Miguel de Unamuno dijo que en nuestra tierra de envidia proverbial bien podría existir un precepto que rezase, “Odia a tu prójimo como a ti mismo“. Así pues, por una parte, tenemos la mortificación narcisista inherente a la sensación de inferioridad; por otra, el odio a los semejantes, que es censurable para el Superyó. Aquí no hay deleite.

Antonio Machado, en su obra poética de Campos de Castilla nos dice: “Guarda su presa y llora lo que el vecino alcanza; / Ni pasa su infortunio ni goza su riqueza”. Por consiguiente, el penoso sentimiento de la envidia ha de ser objeto, a su vez, de otra defensa psicológica. Una de ellas es la proyección. Por medio de ésta, el sujeto logra convencerse de que el sentimiento envidioso le es ajeno y de que él es el envidiado; pero, ¡ay!, entonces temerá que los males que le deseó al prójimo se vuelvan a modo de bumerán contra él. A propósito de este mecanismo.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

octubre 07, 2019

Inesperado incidente

octubre 07, 2019 29 Comments
Fotomontaje de Estrella Amaranto

Cierta noche que me hallaba rebuscando un antiguo dossier entre los archivos del despacho del jefe de la comisaría, me pareció escuchar un leve ruido que me distrajo por algunos momentos.

Ya habían dado las doce en el reloj del ayuntamiento cuando, por segunda vez, percibí con total claridad un estornudo. Sin embargo, en esta ocasión me percaté de que no era propio de ningún humano sino de algún astuto felino, pues no me resultó complicado descubrir su escondite detrás de una fila de estanterías. Lo sostuve en los brazos unos segundos hasta que, estremecida de espanto, lo dejé caer al suelo. Acababa de distinguir encima de uno de los inclinados estantes un vaso de cristal casi cubierto de agua con dos globos oculares flotando en medio.

Dicha visión me produjo tal impacto que me vi sometida inconscientemente a una sesión de hipnosis donde un tal Ambrosio de Pérgamo me mostró la figura de espaldas de un hombre intentando esconder un cadáver dentro de un ropero, pero que al final huía sin lograrlo.

Un calambre me recorrió de arriba abajo la espalda justo en el instante de escuchar una inquietante voz de ultratumba clamando justicia. Aunque para ser más exacta, dicho sonido se componía de discordancias o cacofonías procedentes del mismo vaso.

Sin poder aguantar más tiempo aquel inaudito acontecimiento, salí despavorida dejando a un lado mis pesquisas, así como algunos documentos que ya había recopilado.

Cuando me desperté por la mañana, recordé lo que me había sucedido la noche anterior, y antes de volver a la comisaría llamé por teléfono al inspector con el fin de preguntarle acerca del insólito vaso de agua. Pero para mi sorpresa me respondió:

— Fui yo quien le hice saltar los ojos con mi cortaplumas. De modo que no se asuste la próxima vez que vaya a mi despacho y la esté esperando para demostrárselo.

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septiembre 30, 2019

Pareja perfecta

septiembre 30, 2019 26 Comments
Fotografía de Adam Ekberg
Un verano de finales del siglo pasado, nuestros señores de la casa, decidieron llamar a los empleados de una empresa de mudanzas, con el fin de desalojar la vivienda de una rápida tacada. Lo tenían muy claro, había llegado el momento propicio de cambiarse a otra vivienda más amplia y con mejores comodidades, situada en una zona residencial, y donde la naturaleza se mostraba exuberante; el aire estaba repleto de oxígeno y se podía practicar footing tranquilamente, bordeando los setos que delimitaban el acceso a las zonas ajardinadas o de esparcimiento repartidas por toda la parcela.

Aquel traslado produjo tal revuelo y desesperación, entre sus «habitantes», que muchos de ellos empezaron a sufrir infecciones por carcoma, que les dejaban sus huesos corroídos de serrín. Fueron frecuentes, los inconcebibles trastornos del sueño, que padecían las arañas de cristal de Bohemia, pendientes sus vidas de un hilo colgado en el techo y que de noche parecía ahorcarles. Los antiguos relojes sufrían infartos, debido a las constantes pérdidas de coordinación de sus péndulos que, agotados, exhalaban su último tictac. Las cortinas en su alocada carrera se abrían y cerraban sin motivos aparentes. Hubo algunos suicidios involuntarios, cuando los encargados de la mudanza no tuvieron en cuenta el frágil estado mental de algunas figurillas de porcelana, que al menor descuido, caían al suelo decapitadas.

Nuestros «amos» les conminaron a los empleados, que a nosotros nos dejaran tranquilos en aquel sitio, donde apenas se filtraba la luz, y la melancolía de otro tiempo rebotaba contra las paredes imitando una pelota de ping-pong.

La atmósfera que nos envolvía era más bien tenebrosa y sepulcral. Diríase, que estábamos destinados al olvido, dentro de aquellos muros cuarteados por la humedad y el discurrir de los años. Quizás se nos había apartado del resto por desuso, convirtiéndonos en rehenes de una eterna condena.

Cuando todo aquel bullicio y empaquetado finalizó, dando paso al silencio, nos dimos cuenta de que éramos los únicos supervivientes de la casa y que, en medio de la soledad, nuestra mutua compañía sería de ahora en adelante la única esperanza.

— Ya ves, de nada nos ha servido sujetarles las posaderas a nuestros amos y aguantar más de un mal aire con dignidad.

— Sí, querida, de nada nos sirvió cargar a nuestra espalda con su peso y ofrecerles acomodo o guardarles sus secretos más comprometidos.

— Nunca perdimos la compostura, aunque nos desplazaban por el cuarto a su antojo. Hasta incluso nos situaban a uno encima de otro, ya sabes cómo son los humanos, siempre pensando en lo mismo. En cambio, nosotros «sin comernos una rosca».

— Se han llevado a todos nuestros familiares: los sillones de orejas y los del despacho, los sofás y tresillos, las sillas del comedor y de la cocina, los butacones del dormitorio, las mecedoras de la terraza, los taburetes de la cocina y de los cuartos de baño…

— Nos hemos convertido en la pareja perfecta. Empecemos de cero a crear una nueva generación. ¿Qué tal si ahora, que nadie nos ve, nos dejamos arrastrar por el deseo y la pasión?

— Probemos esas posturas imposibles que hacen los humanos, cuando se suben encima marcando el ritmo según sus gustos y pasiones… Venga ahora, ponte tú arriba y luego cambiamos, encima, debajo, hacia un lado o hacia el otro… ¡¡¡Mira que si nos aparece una trona!!!

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

septiembre 23, 2019

Las gafas mágicas

septiembre 23, 2019 36 Comments


En cierta ocasión, estando don Evaristo Midas sentado en su escritorio, haciendo figuras de papiroflexia para combatir su aburrimiento, le interrumpió su hábil y coqueta secretaria, con la comedida intención de recordarle, que había un desconocido cliente esperándole, a lo que él le aconsejó, que le hiciera pasar a su despacho.

—Me llamo Armando Guerra, encantado de conocerle, don Evaristo —le saludó dándole un cordial apretón de manos y mostrándole en todo momento su mejor sonrisa, añadiendo a continuación —estoy aquí para entregarle este paquete, que a su vez, alguien de su entorno me lo ha dado, con el fin de que se lo haga llegar a usted.

—¿Puedo preguntarle la identidad de esa persona que le ha dado el paquete?

—No estoy autorizado para decírselo. Únicamente me ha pedido que no lo abra hasta que yo me haya ido.

—¿Y si le entrego una importante suma de dinero, me lo dirá?

—No, no admito sobornos de ningún tipo. ¡Hasta la vista, un placer haberle conocido! —dando un resoplido, Armando se incorporó y desapareció por la puerta.

Entonces, don Evaristo le indicó telefónicamente a su secretaria, que de momento, no estaba disponible para nuevas visitas, hasta que se lo indicara. Luego cogió el cortaplumas, rasgando la parte de la cinta adhesiva que lo recubría, y lo abrió, mirando con curiosidad en su interior. Allí había unas gafas y un sobre cerrado.

Se trataba de un dibujo garabateado por su hijo y que su profesora lo había introducido en aquel sobre. En el reverso pudo leer una frase: «Con estas gafas podrá ver como perdió el tiempo, la salud y el amor de los suyos por el dinero. Ahora puede recuperar esos dones aunque tenga que perder todo su dinero».

De forma espontánea, comenzó a visualizar una vertiginosa sucesión de imágenes, comparables a flashes atrapados en su memoria, que poco a poco se liberaban para mostrarle instantes de su pasado: la boda con Zaira, el nacimiento de sus tres hijos, su nombramiento como asesor comercial, el trágico accidente, el funeral de todos sus seres queridos, su ascenso a director general de la empresa...
No tuvo que pensárselo dos veces, tomó las gafas y con ellas puestas desapareció su despacho, su escritorio, su secretaria... En cambio, ahora estaba en una humilde chabola junto a sus tres hijos y su mujer, haciendo canastillos de mimbre, con la sonrisa dibujada en los labios y al más pequeño subido a sus hombros.

—¿Papá, por qué nos miras así?
—¿Cómo, hijo mío?
—¡Cómo si no existiéramos!


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septiembre 16, 2019

El proceso del autodescubrimiento

septiembre 16, 2019 23 Comments

En esta ocasión me gustaría comenzar mi artículo mencionando a Carl Sagan, agnóstico  y ateo militante que usó el escepticismo científico como su principal impulso de búsqueda. 
Ante todo fue un científico, respetuoso con la búsqueda de la verdad y el conocimiento. En ciencia no hay verdades inamovibles ni certezas absolutas. 

Numerosos lideres espirituales, religiosos y new age le aborrecieron por desenmascarar las frágiles bases de sus creencias. Son célebres sus profundas frases: 
«Somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas. Somos el medio para que el Cosmos se conozca a sí mismo».
«La Tierra es un lugar más bello para nuestros ojos que cualquiera que conozcamos. Pero esa belleza ha sido esculpida por el cambio: el cambio suave, casi imperceptible, y el cambio repentino y violento. En el cosmos no hay lugar que esté a salvo del cambio».
 «No puedes convencer a un creyente de nada porque sus creencias no están basadas en evidencias, sino que están basadas en una enraizada necesidad de creer».
«El estudio del universo es un viaje para autodescubrirnos».
 «El cosmos es todo lo que es, todo lo que fue y todo lo que alguna vez será. Nuestras más ligeras contemplaciones del cosmos nos hacen estremecer: sentimos como una suerte de cosquilleo nos llena los nervios, una voz muda, una ligera sensación… como si de un recuerdo lejano se tratase o como si cayéramos desde una gran altura. Sabemos que nos aproximamos al más grande de los misterios».
«Si alguien no está de acuerdo contigo, déjalo vivir. No encontrarás a nadie parecido en cien mil millones de galaxias».

A partir de aquí comienzo a desarrollar en qué consiste la aventura del autodescubrimiento, como un viaje que nos lleva hacia el lugar al que te diriges, que no es otro que tu propia mente, tu corazón y tu verdadero yo, así te conocerás mejor a ti como ser humano. Por tanto, su finalidad inexorable, es la autorrealización personal.

Se trata de un proceso que nos lleva a crear un concepto de nosotros mismos de acuerdo a la realidad, desprendiéndonos de aspectos sujetos a nuestro optimismo (sublimando nuestro autoconcepto) o al pesimismo (imagen negativa derivada de un estado depresivo). Por consiguiente, estamos hablando de un proceso dificil de comprender, pues para comprometerse en él debemos renunciar a esas confusas sensaciones de inmediatez e inconsciencia, que aparecen en nuestra mente en el preciso instante en el que sucede algo capaz de recurrir a nuestro sentimiento de identidad.
Para lograr dicho autoconocimiento debemos huir de planteamientos fáciles o de carácter intuitivo sobre quiénes somos.

 
Ideas fundamentales a tener en cuenta antes de iniciar esta aventura 

1ª — Las experiencias novedosas suelen ayudarnos a conocernos mejor a nosotros mismos.

Es esencial que nos opongamos al esencialismo: fundamento metafísico que defendió Aristóteles, según el cual, detrás de todo lo que es aparente y accidental está lo esencial y necesario, pero que a partir del siglo pasado ha sido rechazado por otros pensadores, pues en general hay cosas y seres que tienen esencia y otros seres y cosas que carecen de ella.
"En el pensamiento esencialista un animal es un caballo si posee la esencia propia del ser caballo. No obstante, no todos los caballos son iguales. Hay diferencias genotípicas y fenotípicas entre todos los caballos. Bien podemos denominar a un pony o a un percherón como «caballo», pero no todo el mundo estaría de acuerdo en aplicar la misma palabra al antiguo Propalaeotherium, un animal que medía 30 a 60 centímetros hasta el hombro, con unos 10 kilogramos de masa y cuatro dedos en cada pata con pezuñas pequeñas. Los  Propalaeotherium hacen parte del linaje de los caballos como lo muestran muchos rasgos dentales y del esqueleto. Pero es poco probable que una persona ajena a la paleontología le diese a un Propalaeotherium el término de caballo en el hipotético caso que se encontrase en su camino a uno de estos».

Por consiguiente, dicho pensamiento no es el adecuado, cuando queremos iniciarnos en el autodescubrimiento. No nacemos siendo una cosa y luego morimos siendo idénticos.
 
2ª — Tendencia a ocultar la verdad recurriendo a las autojustificaciones

Los humanos somos muy hábiles a la hora de crear fabulaciones sobre nosotros mismos y lo que hacemos, puesto que nos sirven para inventarnos una idea del «Yo» coherente, cómoda de memorizar y estable, aunque eliminemos parte de nuestra propia autenticidad.
 
De ahí, que para ser realmente coherentes con nosotros mismos, debemos poner atención en esos aspectos personales que rechazamos o no nos gustan y tratar de encontrar las causas que nos obligan a tener este tipo de comportamiento ante situaciones difíciles.
 
En definitiva, lo que solemos hacer es recurrir a las autojustificaciones o las medias verdades.

3ª — La ilusión del autodescubrimiento fundamentado en la introspección

Muchos creen que este proceso se basa en la introspección, creyendo que de esta forma podemos hallar capacidades mentales ocultas hasta ese instante, o dicho de otro modo, que para tener resultado positivo, hay que mantenerse aislado y en un sitio tranquilo, cerrando los ojos y concentrados en el análisis del propio fluir del pensamiento.
No obstante, pensar de esta manera es ilusorio, puesto que se basa en un principio filosófico llamado dualismo, según el cual aplicado a la psicología, mente y cuerpo son dos conceptos diferentes, lo que nos lleva a pensar, que el autodescubrimiento implica la negación del cuerpo, para centrarse únicamente en la mente, que de modo implícito tendría distintos niveles de profundidad, puesto que aunque no sea algo material, imita lo que sí lo es, pues simbólicamente tiene volumen.

El autodescubrimiento no es ensimismarse en uno mismo olvidándonos de todo lo demás, sino pararnos a analizar de qué modo interactuamos con todo lo que nos rodea en el día a día. No somos lo que pensamos, sino lo que hacemos.

4ª — Lo que opinan los otros también importa

Nadie nace consciente de lo que es realmente. Hay ciertas características de nuestra existencia que evidentemente las conocemos mejor que nadie, de forma especial en lo que se refiere a esos aspectos de lo cotidiano que nos apetece ocultar a los demás. Aunque si nos referimos a lo que somos en su totalidad, son nuestros familiares, amigos y conocidos más cercanos, quienes nos conocen y saben nuestros hábitos de comportamiento mucho mejor.

Al contrario de lo que nos suele pasar a nosotros, esas personas tan cercanas no necesitan esforzarse por apartar de su consciencia los rasgos más negativos de nuestra identidad. Suelen ser capaces de enjuiciar de una forma más neutra nuestros vicios y virtudes.
¡Cuidado! es importante no permitir que se nos etiquete y comprender, que ni el paso del tiempo ni las experiencias son motivos suficientes para podernos cambiar.


¿Qué ideas podéis subrayar o qué es lo que habéis descubierto al leerlo?... ¿Realmente os gustan los artículos de crecimiento personal o preferís textos narrativos menos complejos y que os distraigan la atención durante un rato?...
Ya sabéis que me gusta también conocer vuestras preferencias lectoras.
Gracias por llegar hasta aquí y ofrecerme la posibilidad de seguiros también. 

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados

septiembre 09, 2019

¡Que te vaya bien!

septiembre 09, 2019 30 Comments
Fotografía de Karolina Bazydlo
     Escondido detrás de su barba, repantigado en un lujoso y mullido sillón de piel en una amplia sala bien amueblada, estaba sentado un hombre corpulento llamativamente vestido y con facciones bastante rudas y vulgares. Se hallaba completamente ajeno a la presencia de un agente de policía situado justo a sus espaldas, por lo que le fue muy fácil proceder a su arresto.
     Apuntándole en la cabeza con su arma reglamentaria lo dejó inmovilizado mientras los demás agentes se dedicaban a inspeccionar el resto de la ostentosa mansión con el fin de detener a su mujer, cómplice y encubridora de un considerable número de presuntos delitos.
      Virginia y él habían mantenido hasta ese día una relación sentimental encubierta, pues ella estaba casada con un afamado empresario de aquella ciudad de provincias, por lo que la mayoría de la gente, jamás había sospechado que estuviera involucrada en aquellos turbios negocios del hampa, que manejaba a su antojo su actual pareja, el famoso narcotraficante El Horca.
      Cuando el narco se percató de la pistola que tenía sobre la cabeza, tuvo la destreza suficiente y sangre fría, como para realizar un acrobático movimiento, que le situó frente al agente arrebatándole el arma, en cuestión de milésimas de segundo. Luego, le amordazó con cinta americana y lo arrojó al suelo de un fuerte puñetazo dejándolo inconsciente. 
     También, pudo ver desde un ventanal de la habitación la silueta de Virginia corriendo por el jardín, como una liebre salvaje embutida en un extraño vestido blanco de novia y unas botas negras.
    — ¡Eh! ¿Te has vuelto loca?… Con esa pinta seguro que te van a detener —le gritó enfurecido y desconcertado.
    —No, mi amor, con esta pinta me confundirán con una novia despistada y loca de remate —le respondió ella con una sonrisa burlona, haciéndole un gesto obsceno con la mano y el dedo medio, levantado.
     —Si, gatita, pero déjate de jueguecitos estúpidos. Regresa y espérame en el garaje, no tardo nada - volvió a insistirle él con la cara desencajada y maldiciéndola entre dientes.
     —No, mi cuchifrito querido, estoy decidida a salir de aquí cuanto antes. ¡Que te vaya bien! —le replicó ella con una fuerte carcajada.
      —Pero mi ratoncita chiflada no hagas más tonterías y escóndete en el coche. ¡Ahora bajo! —seguía insistiendo él, mientras la veía alejarse sin poder evitar aquella separación.
     —No, mi gordi peludo, quédate ahí porque yo me abro. ¡Que tengas suerte! ¡Chao! —acabó diciéndole, mientras sus labios perfilaban una sonrisa burlona.

Estrella Amaranto © Todos los derechos reservados