El diario (segunda parte)
Estrella Amaranto
diciembre 16, 2019
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Una ligera neblina enturbiaba aquel añoso desván, en el que además imperaba un olor muy peculiar. Un tufillo maloliente, tal vez de alguna rata muerta, se sumaba al del aire enrarecido de humedad, polvo y telarañas, que lo impregnaban por doquier, lo cual no le invitaba a seguir mucho tiempo más rebuscando entre aquellos trastos inservibles. Por otro lado la aterradora visión del espejo, al contemplar a Zoila ya anciana y con un rictus de amargura en su rostro, fue el primordial desencadenante de un intenso desasosiego que le hizo perder el equilibrio y dar un traspies resbalando contra un montón de cajas vacías.
Muy a su pesar, aquel espectro de su amada que terminaba de percibir le cercenaba las neuronas hasta el punto de sentir como le costaba respirar por mucho que inhalaba. También su corazón palpitaba con rapidez y parecía salirse de su pecho, algo que le hizo temer por su salud. Un sudor frío le recorría todo el cuerpo, notando un incipiente mareo. Parecía que hubiera perdido el control de sí mismo al verse invadido por un torrencial de sentimientos que se confabulaban para aplastarle contra las frías paredes que lo observaban en silencio.
Después de lo que le resultó una eternidad, su respiración se desaceleró y finalmente apartó a un lado el pánico con objeto de poner en orden sus ideas tan apremiantes, era necesario poner fin a su empeño de atesorar cualquier vestigio capaz de evocarle la presencia de su amada. Comprendía que sería bueno serenar su espíritu o lo que quedara todavía de él, ya que jamás había tenido en cuenta todo lo relacionado con el mundo paranormal; por lo que aún seguía con el corcho del raciocinio aprisionando la botella de las convicciones y con el agravante de ignorar como poder destaparla.
Bajó hasta el rellano del pasillo dando tumbos por los escalones. No recordaba con claridad si había cerrado bien la puerta o la dejó entornada y quizás cualquier golpe de aire fuera capaz de sacudirla, sin embargo, le costaba retroceder y subir de nuevo para asegurarse de si realmente estaba cerrada.
Unos minutos después notó un fuerte portazo, lo que le disuadió de cerciorarse si estaba bien cerrada.
Descorrió la cortina, subió la persiana, alzó ambos listones del ventanal del salón y abrió las hojas acristaladas de par en par. Sostribando* sus codos contra la baranda de metal permaneció largo tiempo mirando a una espectacular bandada de estorninos, grandes coreógrafos elevándose, curvándose y dibujando el cielo con sus formas que le permitieron por un instante volar a su lado con la imaginación, en un estado de completa hipnosis.
Según se había leído, los estorninos formaban agrupaciones que podían alcanzar los cuarenta mil ejemplares, lo que no les impedía moverse con una sincronía perfecta. En comparación con los patos o los gansos no tienen líder que les indique el compás al resto del grupo. Su filosofía se puede resumir en una máxima: «la unión hace la fuerza». Se trata, de pequeñas aves muy gregarias que deben competir con águilas, halcones o aguiluchos, todos ellos grandes depredadores que les duplican en tamaño.
La principal curiosidad que le producía, era que aquellos diminutos pajaritos habían logrado defenderse gracias a las matemáticas rodeándose de otras seis aves más de su misma especie, las cuales se mantienen a una distancia estable, constituyendo una formación impenetrable. Además, las bandadas reducen el escaso éxito que podrían tener los depredadores al cambiar constantemente la dirección de sus movimientos.
La tormenta ya había remitido hacia otro punto del horizonte, girando sus nubes en dirección oeste en una apelmazada malla en tonos oscuros casi negros, entonces el cielo volvió a mostrarse con su luminosidad uniforme.
Silas se había quedado recostado en el sofá semidormido cuando notó levitar su cuerpo y salir disparado por el vacío de la ventana abierta.
Tuvo tal extraña sensación que cerró instintivamente los ojos, no era capaz de verse volar por encima de los viejos tejados, impresionantes monumentos que dejaba atrás, plazas, farolas, calles solitarias, todo se iba alejando y aquella fuerte impresión de levedad le producía una feliz experiencia, aunque su mente no paraba de elucubrar ideas un tanto absurdas y pusilánimes, temiendo un final espantoso. Algo que por fortuna no sucedió, muy al contrario, cuando volvió a tomar conciencia, ya estaba delante de Emma. La vió con tal precisión, como si el tiempo no hubiera podido desfigurarla, incluso lucía aún más joven que durante sus años de convivencia juntos. Una imagen así nunca la podría borrar de su cabeza ni tampoco la conversación que mantuvieron juntos:
—¿Eres real o solo una alucinación?, por favor sé sincera conmigo por todo lo que vivimos juntos y porque todavía no entiendo el motivo de llegar hasta aquí.
—En cierto manera estoy en tu pensamiento, pese a que tú creas que soy un fantasma o un desvarío mental. No temas, nada malo te ocurrirá, muy pronto intuirás que siempre estaré a tu lado para protegerte, del mismo modo que te aclaraba en mi diario. Aún no estás preparado del todo, pero comienzas a despertar de tu «sueño», lo que te va a ayudar a comprender el propósito de tu existencia. Tampoco sabes que todos cumplimos un papel indispensable dentro de esta realidad, un tanto alejada del auténtico destino que cada uno eligió antes de materializarse en un cuerpo. Mi objetivo es guiarte con el fin de que luego apliques esos conocimientos tal que una orientación hasta el último día de tu vida. Ya no volveremos a tener otro encuentro parecido porque sentirás mi presencia aunque no me percibas como ahora.
—¿Qué sentido tuvo ver aquella imagen de Zoila tan espantosa en el espejo?
—Para que dejes de sentirte culpable de su muerte como has venido haciéndolo. Es hora de que te liberes y deshagas la atadura que te resistes a soltar y que te ha podido llevar a un intento de suicidio o a perder la cordura y sumirte en una profunda crisis emocional de la cual no ibas a salir bien parado. Además, Zoila debe continuar su «viaje», permítela marchar. Ya viste en el espejo su imagen, no la hagas perder más «tiempo». Te lo aseguro porque tengo capacidad de proyectarme en el tiempo y el espacio para saber cosas que cuando todavía tenía cuerpo me era imposible desarrollar.
—¿Y tu diario? ¿podré leerlo completo algún día?... Me gustaría que todo lo que estoy «viviendo» sea real o que tuviera alguna prueba de no estar soñando. ¿Puedes demostrármelo o dejarme una señal de que esto está sucediendo o me sucederá algo parecido?... Ya sabes que soy muy escéptico con estos temas y no me costará nada pensar que pueda haber sido una simple pesadilla o el resultado de un trastorno por estrés postraumático.
—Podrás leer todo el diario completo, aunque todavía te queda volver a ese escritorio donde debajo apareció mi cuaderno secreto y abrir el primer cajón, allí encontrarás el anillo que llevas siempre en tu dedo anular y que precisamente ahora no lo tienes puesto.
—¿Cómo lo has hecho si lo tengo continuamente en mi dedo? Empiezo a creer que no estoy en un sueño.
Muy a su pesar, aquel espectro de su amada que terminaba de percibir le cercenaba las neuronas hasta el punto de sentir como le costaba respirar por mucho que inhalaba. También su corazón palpitaba con rapidez y parecía salirse de su pecho, algo que le hizo temer por su salud. Un sudor frío le recorría todo el cuerpo, notando un incipiente mareo. Parecía que hubiera perdido el control de sí mismo al verse invadido por un torrencial de sentimientos que se confabulaban para aplastarle contra las frías paredes que lo observaban en silencio.
Después de lo que le resultó una eternidad, su respiración se desaceleró y finalmente apartó a un lado el pánico con objeto de poner en orden sus ideas tan apremiantes, era necesario poner fin a su empeño de atesorar cualquier vestigio capaz de evocarle la presencia de su amada. Comprendía que sería bueno serenar su espíritu o lo que quedara todavía de él, ya que jamás había tenido en cuenta todo lo relacionado con el mundo paranormal; por lo que aún seguía con el corcho del raciocinio aprisionando la botella de las convicciones y con el agravante de ignorar como poder destaparla.
Bajó hasta el rellano del pasillo dando tumbos por los escalones. No recordaba con claridad si había cerrado bien la puerta o la dejó entornada y quizás cualquier golpe de aire fuera capaz de sacudirla, sin embargo, le costaba retroceder y subir de nuevo para asegurarse de si realmente estaba cerrada.
Unos minutos después notó un fuerte portazo, lo que le disuadió de cerciorarse si estaba bien cerrada.
Descorrió la cortina, subió la persiana, alzó ambos listones del ventanal del salón y abrió las hojas acristaladas de par en par. Sostribando* sus codos contra la baranda de metal permaneció largo tiempo mirando a una espectacular bandada de estorninos, grandes coreógrafos elevándose, curvándose y dibujando el cielo con sus formas que le permitieron por un instante volar a su lado con la imaginación, en un estado de completa hipnosis.
Según se había leído, los estorninos formaban agrupaciones que podían alcanzar los cuarenta mil ejemplares, lo que no les impedía moverse con una sincronía perfecta. En comparación con los patos o los gansos no tienen líder que les indique el compás al resto del grupo. Su filosofía se puede resumir en una máxima: «la unión hace la fuerza». Se trata, de pequeñas aves muy gregarias que deben competir con águilas, halcones o aguiluchos, todos ellos grandes depredadores que les duplican en tamaño.
La principal curiosidad que le producía, era que aquellos diminutos pajaritos habían logrado defenderse gracias a las matemáticas rodeándose de otras seis aves más de su misma especie, las cuales se mantienen a una distancia estable, constituyendo una formación impenetrable. Además, las bandadas reducen el escaso éxito que podrían tener los depredadores al cambiar constantemente la dirección de sus movimientos.
La tormenta ya había remitido hacia otro punto del horizonte, girando sus nubes en dirección oeste en una apelmazada malla en tonos oscuros casi negros, entonces el cielo volvió a mostrarse con su luminosidad uniforme.
Silas se había quedado recostado en el sofá semidormido cuando notó levitar su cuerpo y salir disparado por el vacío de la ventana abierta.
Tuvo tal extraña sensación que cerró instintivamente los ojos, no era capaz de verse volar por encima de los viejos tejados, impresionantes monumentos que dejaba atrás, plazas, farolas, calles solitarias, todo se iba alejando y aquella fuerte impresión de levedad le producía una feliz experiencia, aunque su mente no paraba de elucubrar ideas un tanto absurdas y pusilánimes, temiendo un final espantoso. Algo que por fortuna no sucedió, muy al contrario, cuando volvió a tomar conciencia, ya estaba delante de Emma. La vió con tal precisión, como si el tiempo no hubiera podido desfigurarla, incluso lucía aún más joven que durante sus años de convivencia juntos. Una imagen así nunca la podría borrar de su cabeza ni tampoco la conversación que mantuvieron juntos:
—¿Eres real o solo una alucinación?, por favor sé sincera conmigo por todo lo que vivimos juntos y porque todavía no entiendo el motivo de llegar hasta aquí.
—En cierto manera estoy en tu pensamiento, pese a que tú creas que soy un fantasma o un desvarío mental. No temas, nada malo te ocurrirá, muy pronto intuirás que siempre estaré a tu lado para protegerte, del mismo modo que te aclaraba en mi diario. Aún no estás preparado del todo, pero comienzas a despertar de tu «sueño», lo que te va a ayudar a comprender el propósito de tu existencia. Tampoco sabes que todos cumplimos un papel indispensable dentro de esta realidad, un tanto alejada del auténtico destino que cada uno eligió antes de materializarse en un cuerpo. Mi objetivo es guiarte con el fin de que luego apliques esos conocimientos tal que una orientación hasta el último día de tu vida. Ya no volveremos a tener otro encuentro parecido porque sentirás mi presencia aunque no me percibas como ahora.
—¿Qué sentido tuvo ver aquella imagen de Zoila tan espantosa en el espejo?
—Para que dejes de sentirte culpable de su muerte como has venido haciéndolo. Es hora de que te liberes y deshagas la atadura que te resistes a soltar y que te ha podido llevar a un intento de suicidio o a perder la cordura y sumirte en una profunda crisis emocional de la cual no ibas a salir bien parado. Además, Zoila debe continuar su «viaje», permítela marchar. Ya viste en el espejo su imagen, no la hagas perder más «tiempo». Te lo aseguro porque tengo capacidad de proyectarme en el tiempo y el espacio para saber cosas que cuando todavía tenía cuerpo me era imposible desarrollar.
—¿Y tu diario? ¿podré leerlo completo algún día?... Me gustaría que todo lo que estoy «viviendo» sea real o que tuviera alguna prueba de no estar soñando. ¿Puedes demostrármelo o dejarme una señal de que esto está sucediendo o me sucederá algo parecido?... Ya sabes que soy muy escéptico con estos temas y no me costará nada pensar que pueda haber sido una simple pesadilla o el resultado de un trastorno por estrés postraumático.
—Podrás leer todo el diario completo, aunque todavía te queda volver a ese escritorio donde debajo apareció mi cuaderno secreto y abrir el primer cajón, allí encontrarás el anillo que llevas siempre en tu dedo anular y que precisamente ahora no lo tienes puesto.
—¿Cómo lo has hecho si lo tengo continuamente en mi dedo? Empiezo a creer que no estoy en un sueño.
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* gerundio del verbo sostribar, que a su vez, proviene de la palabra castellana estribar, que significa "cuando una cosa descansa en otra sólida y firme". Este verbo proviene de la palabra estribo, que es la pieza sobre la que el jinete apoya el pie, por lo que la idea de apoyar se extendió al verbo derivado.
Su origen es germánico. Nos viene del castellano antiguo. Es castellano con variación de forma. Se usa en Cáceres.